Calentamiento global: La culpa no es ni de la Naturaleza ni de Dios

24/05/2007
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“Y creo Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los creo... Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y se/noread en los peces del mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
La Biblia, Genesis

“El ser humano puede ser el Satán de la Tierra, el que fue llamado a ser un angel de la guarda y celoso cultivador. Ha demostrado que, además de homicida y etnocida puede transformarse también en biocida y geocida”.
Enrique Leff, Ecologia y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable.

Lo revolucionario de la Revolución Industrial fue la incorporación de fuentes de energía, distintas y superiores a la fuerza animal o humana. Ello permitió la transformación cada vez mas acelerada de la “materia prima” en bienes. En un principio esa fuente energética fue el vapor de agua; décadas mas tarde sería la electricidad y luego la energía nuclear. Este proceso productivo no ocurriría en los talleres de los artesanos, sino en un lugar llamado “fábrica”, en el que se instalarían maquinas. Surgirían nuevas clases sociales: los burgueses que mandaban y se enriquecían, y los obreros que obedecían y eran explotados.

Era la segunda mitad del siglo XVIII, tiempo de revoluciones ideológicas, políticas, económicas y sociales, cuando se sentaron las bases del Estado moderno y del Capitalismo.

Esa revolución energética permitió que, por primera vez en la historia de la humanidad, la extracción de materia prima (naturaleza) que seria transformada en bienes, fuera cada vez mas acelerada que el ritmo al cual la propia naturaleza podía regenerarse. Así comenzó la depredación desenfrenada que dura hasta el presente.

Las ideas prevalecientes entonces aseguraban que el planeta poseía riquezas naturales infinitas, que los desperdicios industriales podían lanzarse a los ríos sin problemas, pues irían a parar a esos inmensos zafacones sin fondo que eran los ojéanos; que por mas árboles que se cortaran los bosques se mantendrían incólumes, que la fertilidad de los suelos era permanente, que el humo que salía por las chimeneas de las industrias era símbolo de progreso que la atmósfera absorbería sin dificultad.

Con ese sentido de impunidad ambiental transitó el capitalismo industrial el siglo 19 y con impunidad fortalecida el imperialismo avanzo durante buena parte del siglo veinte. La negligencia ambiental alcanzo a también otros que en el siglo veinte anunciaron la construcción del socialismo y de sociedades superiores.

Como ha señalado el científico Jean Dorst, “La civilización industrial es hija de un modo de pensamiento que, no contento con hacer del hombre la criatura central del planeta, lo llevo a actuar como un déspota. Tres ideas rectoras emanan de ella: el desprecio hacia todo lo que no ha salido de la mano del hombre, el mito de la riqueza inagotable de la tierra y, finalmente, un ilimitada una confianza en la tecnología y en los productos obtenidos mediante el genio humano”.

Hace apenas 37 años Estados Unidos —la potencia industrial mas derrochadora de recursos naturales y mas maltratante del ambiente— aprobó su Ley de política publica ambiental. Ya la crisis global tocaba a sus puertas y a las de otras potencias industriales, pero la actitud de negación de entonces ha durado hasta hoy, cuando los informes preparados por especialistas de la ONU hablan de lo ineludible. La “culpa” no es de Dios ni de la Naturaleza, nos dicen: la responsabilidad principal del calentamiento global y de probables consecuencias desastrosas es del ser humano —mas bien de ciertos sectores privilegiados de la humanidad— y de la manera como ha dispuesto por varios siglos de las riquezas que, con generosidad, le proveía el propio planeta que ha ido destruyendo.

Puerto Rico no escapa del problema. Somos parte del globo. Hemos sido y somos víctimas del mismo modelo económico destructivo y contaminante que tanto da/no ha causado en todas partes. Quienes desde la administración de la colonia improvisan alternativas a ese modelo, que además está agotado y desprestigiado, revelan una total inconsciencia sobre toda esta situación.

Mas nos vale que asumamos el problema global como nuestro, y que nos dispongamos a ofrecer y reclamar medidas profundas de cambio económico, social y, claro, ambiental.

- Julio A. Muriente Perez, Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (Puerto Rico)
https://www.alainet.org/es/articulo/121433
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