Adiós a los farmers:

El TLCAN y los agricultores de la frontera norte de México

06/02/2006
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Los estados del norte mexicano serían los más favorecidos con la firma y puesta en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a partir del 1 de enero de 1994, por estar sus economías y sus sociedades más próximas en todos los sentidos a las estadounidenses. Este era uno de los supuestos que se manejaban antes de la firma de dicho tratado. ¿Ha sido así? ¿Cómo han afectado las políticas de ajuste, sobre todo el TLCAN, a la agricultura de los estados de la frontera Norte: Baja California, Sonora, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas? La agricultura norteña es una agricultura de desierto, en general. Buena parte de ella se realiza en los valles irrigados de dos vastas regiones naturales: el Desierto de Sonora y el Desierto de Chihuahua. Este condicionante, el hecho de que la población indígena originaria, nómada y seminómada haya sido diezmada durante la Colonia e incluso después, y el que predominara la ganadería extensiva hacen que el porcentaje de la población norteña dedicada a las tareas del campo no sea tan amplio comparado con el del Centro o Sur del país. Ninguno de los estados fronterizos es de las entidades típicamente rurales del país. Ninguno de ellos conforma lo que Arturo Warman llama “la masa crítica de la ruralidad” que conforman los estados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Estado de México Hidalgo, Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Veracruz que concentraban en 1995 el 71% de la población rural del país y en ese mismo año todas tenían una población rural superior a 900 mil habitantes. (1) La apuesta del estado por los farmers En la frontera Norte, el Estado mexicano intenta desarrollar otra ruralidad: un tipo de producción y de productor diferentes a los del núcleo rural tradicional o campesino. Parte de las condiciones geográficas, de la dispersión de la población, de los fenómenos de colonización de fines del siglo XIX y del siglo XX, de la vecindad con las formas de producción y vida rural del campo norteamericano. Este esfuerzo del gobierno puede constatarse en varios aspectos: Primero: El porcentaje de propiedad social en el campo, es decir, de tierras que pertenecen a comunidades, ya sea en forma de ejidos ( 2) o comunidades indígenas es comparativamente más bajo en los estados del Norte. Salvo en el caso de Baja California, donde hay una gran acción de Estado que conjuga irrigación y reparto agrario, en todas las demás entidades de la frontera el porcentaje de la propiedad social con relación al total de la propiedad rústica es menor al promedio nacional de 59%: Coahuila (46.1%), Chihuahua (43.3%), Sonora, (36.8%), Tamaulipas, (36.65) y Nuevo León, (35.6%). (3) En los estados fronterizos del Norte se encuentran sólo 4,982 de los 30,366 núcleos agrarios del país; es decir, apenas el 16% son de propiedad social y los demás de propiedad privada. Segundo : El tamaño de las propiedades privadas con relación a las propiedades sociales es mucho mayor. En cinco de los seis estados el tamaño promedio de la propiedad social es mucho menor que el de la privada: sólo de 45% en Nuevo León, de 21% en Chihuahua, de 20% en Sonora y Tamaulipas y de 16% en Coahuila. (4) Tercero : Durante el segundo y el tercer cuarto del siglo XX se produjo un gran esfuerzo gubernamental por impulsar el desarrollo de la agricultura norteña con base en grandes obras de infraestructura hidráulica. Entre los siete estados que concentran las dos terceras partes de la inversión en este rubro figuran cuatro de la frontera norte: Tamaulipas, Sonora, Baja California y Chihuahua. (5) Si en alguna región del país el Estado mexicano trata de hacer real su apuesta por la vía farmer -por una clase media rural, productiva y próspera- es en el Norte. Y hasta cierto punto lo logra. Desde los años treinta hasta principios de los ochenta los fértiles valles irrigados de los desiertos norteños son el compendio de la riqueza agrícola. Ciudad Obregón, Mexicali, Torreón, Ciudad Delicias son modernas urbes, con gran influencia norteamericana en su trazo, pensadas no como ciudades de campesinos, sino como de empresarios agrícolas. El algodón y el trigo son para estas localidades lo que el oro y la plata era siglos antes para los reales de minas. El Valle del Yaqui se convierte en el granero del país y con la Revolución Verde exporta su éxito en los años sesentas y setentas. El boom algodonero hace florecer los desiertos de La Laguna, del Río Colorado, del Centro Sur de Chihuahua. (6) Las obras de infraestructura financiadas por el Estado y las políticas de fomento de éste generan una clase media rural con creciente protagonismo político. Sin embargo, esta clase media, producida por el propio Estado mexicano se irá autonomizando en la medida en que se fortalece en lo económico y en lo social. En lo cultural va adquiriendo una ideología muy cercana a la de los rancheros del suroeste norteamericano, del “self-made man”, del conquistador o pionero de los grandes espacios. Por más que esta clase siga dependiendo del Estado, del gasto y de las inversiones de éste, se va a ir distanciando del mismo en la medida en que afecte sus intereses. Así, el discurso “campesinista” del Presidente Luis Echeverría a principios de los años setenta y luego, la expropiación por parte de él mismo de varios miles de hectáreas en los ricos Valles del Yaqui y Mayo en 1976, va a conducir al primer rompimiento entre los “ farmers ” norteños y el Estado. Estos pasan a ser parte importante de la rebelión contra el partido en el poder a mediados de los años ochenta. No deja de ser muy significativo que Manuel Clouthier, rico agricultor del estado de Sinaloa fuese el candidato del Partido Acción Nacional en 1988, culminando un proceso de insurgencia electoral que en el norte se expresó por este partido desde 1983 y en otras partes de la República con el voto que hizo que Cuauhtémoc Cárdenas ganara de hecho la presidencia en 1988. El fin de la abundancia Pero la abundancia de la clase media rural norteña iba a llegar a su fin y tal vez ni sus propios integrantes sospechaban de dónde vendría: de su tan admirado e imitado vecino país del norte. Con la imposición de las medidas de ajuste estructural de la economía nacional impuestas por el Consenso de Washington las políticas de gobierno hacia la agricultura cambian drásticamente y los estados fronterizos no tardan en resentirlas. Los primeros golpes se dan con la primera generación de medidas de ajuste estructural entre 1983 y 1989. Los segundos, con la Contrarreforma Agraria promovida por el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) en 1992 y la firma y entrada en vigor del TLCAN el primero de enero de 1994. Hay un derrumbe de la inversión y el gasto público en el sector. Y lo que se gasta o invierte en los estados fronterizos se hace con patrones muy erráticos: no hay tendencias firmes, tan pronto reducciones como incrementos drásticos. En lo que se refiere a la inversión extranjera directa materializada en todo el país, entre 1994 y el año 2000, apenas el 0.4% se destinó al sector agropecuario. En la frontera Norte, de toda la inversión extranjera, fue el 0.9% lo que se destinó al campo. Por estados, destaca el de Sonora donde el 8.8% de la inversión se orientó al sector agropecuario; en las demás entidades de la región apenas alcanzó el 0.1%. (7) El crédito de la banca pública al campo se ha ido contrayendo. Ciertamente tuvo una expansión en número de hectáreas habilitadas entre 1994 y 1997 al pasar de un millón 128 mil a dos millones 171 mil. Pero volvió a caer en el 2001 a un millón 504 mil. En todos los estados de la Frontera Norte hubo reducciones netas en el número de hectáreas habilitadas por Banrural entre 1994 y 1997: de 6 mil 100 hectáreas en Baja California, 14 mil 300 en Coahuila, de 33 mil 300 en Chihuahua, 10 mil 500 en Nuevo León, 8 mil 700 en Sonora y 46 mil 800 en Tamaulipas. Pero lo que ya había herido mortalmente a muchos de los pequeños y medianos empresarios rurales de la región desde fines de los ochenta fue la política de tasas de interés y de préstamos, tanto de la banca de desarrollo como de la banca comercial. Con el fin de atraer capitales, el gobierno de Salinas incrementa las tasas de interés a niveles muy altos. Los capitales extranjeros llegan –aunque luego se irán- pero se perjudica seriamente a los productores nacionales a los que el costo del dinero se les encarece enormemente. Quienes más resienten esta política son los productores agropecuarios pues tienen que competir ahora con las importaciones procedentes de los Estados Unidos donde las tasas de interés son mucho más bajas y más altos los subsidios del gobierno. Comienza así una cadena sin fin de quiebras en el sector A estos datos específicos sobre la aplicación de las políticas agropecuarias en la Frontera Norte hay que agregar los correspondientes a las políticas nacionales en el ramo. Por ejemplo, la política de precios al productor agrícola y de precios al consumidor provoca que los primeros se rezaguen en un 25% con respecto a los segundos entre 1994 y 2004. La política de subsidios al productor hace que la ayuda gubernamental a éste sea 30 veces inferior a la del agricultor de los Estados Unidos. La agricultura fronteriza hoy ¿sin agricultores? A nivel nacional con el TLCAN ha habido un crecimiento moderado del PIB del sector agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, pero no per cápita (únicamente en términos absolutos). Los incrementos más fuertes se dan en frutas, hortalizas y forrajes, y hay descensos significativos en los cereales, sobretodo en trigo, fríjol, arroz palay, soya, ajonjolí y semilla de algodón. El maíz se mantiene con tasas de crecimiento moderadas gracias al precio de referencia y los apoyos a la comercialización. Las frutas y hortalizas constituyen las dos terceras partes de la exportación agrícola y crecieron entre 1991 y 2003 a un ritmo de 7.3% anual. Pero en ese mismo lapso el valor de la producción de granos básicos descendió a una tasa promedio de 2% anual. (8) El sector pecuario crece también debido a la dinámica exportadora de ganado bovino en pie, de carne de cerdo, ave y leche. El sector muestra producción en números absolutos mayor que en 1990 pero menor per cápita. Hay un claro avance de las explotaciones tecnificadas, muy capitalizadas, pero en perjuicio de las explotaciones tradicionales, de los campesinos y pequeños empresarios agrícolas. (9) En los estados de la Frontera norte lo que destaca es: a) El descenso del trigo, del maíz de grano (salvo en Tamaulipas), del fríjol y el sorgo así como la desaparición en la práctica del soya; b) el ascenso de los productos hortofrutícolas: uva, tomate, espárrago, nuez, cebolla y cebollín, manzana, naranja y papa; c) el ascenso de los forrajes: pastos y praderas, alfalfa, sorgo y maíz forrajeros, y d) la reaparición del algodón. (10) Por otro lado se dan fuertes incrementos en la producción pecuaria: ganado en pie, bovino, en los seis estados, pues pasan de 535 mil 032 toneladas en 1993 a 638 mil 304 en 2003. En ganado porcino, hay un espectacular aumento en Sonora, de 152 mil 170 toneladas a 254 mil 533 en el mismo lapso y considerables incrementos en Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila. En la producción avícola, Coahuila y Nuevo León se ponen a la cabeza a nivel nacional al pasar de 46 mil 018 y 59 mil 632 toneladas a 133 mil 997 y 135 mil 481 en el período citado. También se dan considerables aumentos en la producción de leche en La Laguna y Chihuahua. (11) Pero este crecimiento no significa ni mayor soberanía ni siquiera más disponibilidad de alimentos para la nación, pues aunque el sector agroindustrial se muestra muy dinámico en exportación y el tequila y la cerveza, junto con las hortalizas, se han convertido en las tres primeras exportaciones, se han disparado las importaciones de alimentos básicos: trigo, sorgo, soya, maíz, carne de todos tipos y leche en polvo. (12) A nivel nacional, las importaciones de alimentos han echado por tierra la rentabilidad de los productores locales: los cosechadores de maíz perdieron entre el trienio 1980-1982 y el trienio 2001-2003, 50% del poder adquisitivo de su grano; los cultivadores de trigo perdieron el 50.3% de su poder de compra en ese lapso; los de fríjol el 21.1%; los de soya el 57.6%, etc. (13) En la década pasada -según datos recabados por investigadores de las universidades Nacional Autónoma de México, Chapingo, Autónoma Metropolitana y Consejo Nacional Agropecuario- desaparecieron 3 millones 700 mil productores comerciales con rentabilidad, por lo que sólo quedan 300 mil. Quebraron 4 mil 500 de los 15 mil ranchos porcícolas, cerraron 300 de las mil granjas avícolas, el hato ganadero se redujo 30 por ciento. (14) Todo esto ha generado un pronunciado proceso de concentración de la producción agropecuaria en manos de quienes tuvieron el capital suficiente para reconvertir sus explotaciones o lograron asociarse a capitales trasnacionales En la Frontera Norte, los pequeños y medianos productores que no tienen oportunidad de cultivar grandes extensiones para manejar economías de escala, ni de hacer grandes inversiones en tecnología para aumentar su productividad han sido muy dañados. Anteriormente ya habían sido afectados por la crisis bancaria de principios y mediados de los años noventa y por los altos costos de la energía eléctrica y el diesel. Todo esto ha derrumbado la rentabilidad de muchos pequeños y medianos empresarios rurales de las zonas de riego: trigueros, productores de uva, algodoneros, chileros, etc. Lógicamente ha tenido su efecto en el empleo: a nivel nacional el empleo en el sector primario (agricultura, ganadería, caza y pesca), descendió entre 1994 y 2000 a una tasa anual de -2.4%. En ese lapso se perdieron casi dos millones de empleos en el sector. (15) En los estados de la Frontera Norte la tasa promedio anual fue menor, pero siempre negativa: -0.4% entre 1990 y 2000. Se perdieron un poco menos de 20 mil empleos en el sector primario. Algunos estados como Coahuila y Chihuahua experimentaron tasas más altas de decrecimiento y sólo en Sonora hubo tasas positivas de crecimiento de la ocupación en el sector. (16) De los 10 estados con menores tasas de ocupación en dicho sector a nivel nacional, cinco son de la Frontera Norte. Sólo Sonora se ubica en el lugar trece en orden descendente. (17) Podría pensarse que al haber una tendencia de crecimiento de las explotaciones más capitalizadas, más orientadas a la exportación, también se aumenta el número de jornaleros agrícolas contratados, pero no es así: el número de trabajadores agrícolas permanentes asegurados en el Instituto Mexicano de Seguridad Social que en 1997 era de 109775 para 2002 era de 84268, es decir, 15507 empleos permanentes menos. (18) Es claro que las explotaciones más tecnificadas requieren menos empleos fijos y utilizan más mano de obra eventual. Por su parte, al principio del periodo TLCAN, es decir entre 1994 y 1995, los salarios en el sector cayeron al igual que todo el salario por efecto de la crisis económica de 1994, no por el TLCAN. Pero en el período de vigencia de éste el único sector en que no se han recuperado es en el sector primario. En 2001 los salarios promedio en el sector agrícola eran 16% menores que en 1993 y las remuneraciones promedio en el sector pecuario eran 5.1% menores. En contraste las remuneraciones promedio para el conjunto de la economía en 2001 eran 10% mayores que en 1993 en términos reales. (19) Lo anterior incide en una agudización de la desigualdad en el campo. Aunque parece que crece el ingreso real que recibe el sector como tal, durante el período 1990-2002, éste se distribuye de manera poco equitativa: ha sido mucho más pronunciado en los hogares de altos ingresos. Si dividimos la población del campo mexicano en grupos iguales que contenga cada uno de ellos (decil) un 10% de la población, los dos deciles más altos vieron incrementar su ingreso a un ritmo doble que los otros ocho deciles. Como consecuencia de lo anterior, los dos deciles donde se encuentran las familias de ingresos altos concentran más de la cuarta parte del ingreso rural total. Las familias de ingresos bajos tienen mayores ingresos que al principio del período, pero menores a los años intermedios como el 2000 y las familias de ingresos medios han visto disminuir su participación promedio en el ingreso. (20) Esto ha contribuido a incrementar la emigración de las zonas rurales fronterizas, principalmente hacia los Estados Unidos. Aunque entre 1995 y el 2000 ninguno de los estados fronterizos mostró un saldo migratorio negativo e incluso tres entidades fueron consideradas como de atracción: Baja California, Tamaulipas y Chihuahua debido a la demanda de mano de obra generada por la industria maquiladora, hay tres estados fronterizos que durante el período 1992-1997 enviaron importantes contingentes al vecino país del norte: Chihuahua, 78 mil 986 personas; Nuevo León, 60 mil 718 y Tamaulipas con 58 mil 501, habiendo ocupado los lugares 10, 12 y 13, respectivamente entre todos los estados de la República. 21 Esto quiere decir que, si bien algunas entidades fronterizas atraen fuertes contingentes de migrantes de otros estados de la República hacia sus zonas urbanas, al mismo tiempo expulsan contingentes significativos hacia los Estados Unidos desde sus zonas rurales. Conclusiones 1. Los estados de la Frontera norte se inscriben plenamente en la tendencia nacional al incrementar la producción agropecuaria durante la vigencia del TLCAN. Sin embargo, los incrementos se dan sobre todo en la producción más tecnificada, se dirigen principalmente a la exportación y hay una fuerte tendencia a la concentración, ya no en los pequeños y medianos productores, sino en las empresas más tecnificadas, que pueden atraer la alta inversión que exigen los cultivos de frutas, hortalizas y explotaciones pecuarias industriales. Esto ha permitido que la producción agropecuaria se vaya concentrando en manos de grandes empresas oligopólicas nacionales o trasnacionales, como es el caso de las productoras o procesadoras de carne como Tyson y Pilgrim's Pride en el ramo de la carne de ave; Biza en carne de res. 2. México ha perdido soberanía alimentaria: el país importa gran parte de sus alimentos básicos, incluidos el maíz, el fríjol y la carne. Esto se agudiza en las ciudades fronterizas, como Juárez y Tijuana por su lejanía de los centros de producción. Por otro lado, los estados de la Frontera Norte contribuyen en un porcentaje significativo a las exportaciones agroalimentarias, sobre todo con hortalizas, frutas, ganado en pie, carne de porcino y productos de acuacultura. Sin embargo, ninguno de estos productos es tan estratégico como los que importamos y en este escenario hay que considerar que la producción de los cultivos hortofrutícolas tiene un límite cercano a 1.6 millones de hectáreas, después del cual los precios de los productos son muy bajos, dado que el mercado se empezaría a saturar y, en consecuencia, los precios tenderían a bajar. Esto aunado al deterioro de los precios de los granos básicos, subsidiados por los Estados Unidos y la Unión Europea, generaría una severa crisis agrícola y alimentaria en México. Por esto, las exportaciones agrícolas fronterizas de hortalizas y frutales como tomate, algodón, naranja y nuez son altamente vulnerables 3. El proceso combinado de incremento de las importaciones de alimentos a bajos precios, el encarecimiento de insumos como la energía eléctrica y las semillas mejoradas y la necesidad de tecnificar más las explotaciones para aumentar su productividad y bajar los costos ha hecho poco o nada rentables muchísimas explotaciones de pequeños y medianos productores agrícolas de la Frontera Norte, llevándolos a la quiebra. Con esto se genera una mayor concentración de tierras en manos de las grandes empresas, quienes ya ni se preocupan por adquirir tierras, pues pueden arrendarlas cuando las necesitan o a través de la agricultura por contrato, llegar a acuerdos con los productores para que les produzcan lo que ellas requieren en la forma y la cantidad que lo requieren 4. En cuanto al empleo, se está dando una “primermundización forzada” del perfil de la población ocupada al disminuir muy significativamente los empleos en el sector primario. En el norte la tendencia no es tan aguda porque de por sí la población en el sector ya era muy baja. En este sentido, los estados de la Frontera Norte son una “avanzada” del sueño tecnocrático por reducir la población ocupada en el sector primario a cifras de un dígito, más proporcionada a la participación de éste en el PIB. 5. A pesar de que hay una baja en el número de trabajadores ocupados en el sector y se incrementa la producción, es decir, que se eleva la productividad, los salarios en el sector agropecuario no se han incrementado en términos reales a lo largo de la vigencia del TLCAN. A resultas de todo esto, el campo es más desigual que al principio del TLCAN: las familias de mayores ingresos concentran más ingresos todavía mientras que las de menores y las de ingresos medios tienen menos proporción del ingreso total. Es decir, se está compactando la reducida clase media rural, anteriormente muy extendida en los estados de la Frontera Norte. Con esto se está diciendo adiós a la vía farmer, al proyecto de los gobiernos para esta región del país de construir una amplia capa de productores agropecuarios de propiedad privada, eficientes y orientados a la exportación. En lugar de ello se ha generado un campo más productivo pero más polarizado, más exportador pero mucho más concentrado en pocas manos. Para decirlo en pocas palabras: las políticas de ajuste implementadas en la economía nacional y el TLCAN ciertamente no han acabado con la agricultura de los estados fronterizos; han ido acabando con los agricultores. Notas 1. Warman, Arturo, op.cit. pp. 35-36 2. El ejido es una forma de propiedad que data de tiempos de la colonia española y por la cual la tierra es poseída por una comunidad: a cada ejidatario se le asigna un lote para su vivienda y una parcela para que cultive de manera familiar; existen además terrenos comunales, como los pastizales y los bosques. 3. Ibídem, p.77. 4. Ibídem, pp. 79 y 80. 5. Ibídem, p. 157. 6. La apuesta por la vía farmer, apuntalada por las grandes inversiones de los gobiernos posrevolucionarios en irrigación y en créditos es tratada además de por Warman, (op.cit.), para el caso de Chihuahua por José Luis abortes: La Irrigación Revolucionaria, SEP, CIESAS, México, 1987 y por Alonso Domínguez en La política de la reforma agraria en Chihuahua, 1920-1924, Plaza y Valdés-Conaculta-Inah. 2003. 7. Grijalva Monterde Gabriela: Generación de empleos en la frontera norte: ¿quiénes han aprovechado el Tratado de Libre Comercio? Revista Frontera Norte, vol. 16, No.31, Enero-Julio 2004, pp. 33-68, (consultado en internet). 8. SAGARPA-SIAP: El Ingreso rural y la producción agropecuaria en México, (1989-2002), agosto 2003. 9. Idem. 10. Servcio de Información y Estadística Agroalimentaria y Pesquera, SAGARPA (internet). 11. Idem. 12. Rosenzweig Andrés: El debate sobre el sector agropecuario mexicano en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, CEPAL, Unidad Agrícola, Serie Estudios y Perspectivas, México, 2004, pp. 29 y ss. 13. Calva José Luis en el diario El Universal, 25 de junio de 2005. 14. Nota de Karina Avilés en el diario La Jornada, 3 de enero de 2005. 15. Schwentesius, Gómez Cruz y Carrera, loc.cit, lámina 7. 16. Grijalva Monteverde Gabriela: loc.cit, pp. 33-68 (consultado en internet). 17. Rosenzweig Arturo, op.cit. p. 16. 18. Datos del IMSS: Informe Mensual de la Población Derecho habiente. 19. Romero y Puyana, op.cit. p. 28. 20. SAGARPA-SIAP: El ingreso ruralloc.cit. 21. INEGI: Perfil sociodemográfico de México, 1930-2000, INEGI, 2001(consultado en Internet). - Víctor M. Quintana S. es colaborador mensual del Programa de las Américas del Centro de Relaciones Internacionales (IRC, en línea en www.irc-online.org). Es asesor del Frente Democrático Campesino de Chihuahua e investigador-docente de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Programa de las Américas del International Relations Center (IRC) www.ircamericas.org
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