La derecha en la calle y la izquierda en el gobierno

13/03/2014
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“Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…”
Mercedes Sosa
 
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en El Salvador, realizada el 9 de marzo ha creado una nueva situación política, en la cual la derecha al fracasar en su empeño electoral de una restauración oligárquica se lanza a las calles a protestar, mientras la izquierda hace llamados a la calma mientras se prepara para asumir un segundo gobierno. A continuación reflexionamos sobre este cambio a la luz del contexto latinoamericano así como de la necesidad de la labor ideológica y la nueva lucha contra el militarismo.
 
El contexto latinoamericano
 
A partir de 1999 con el triunfo en Venezuela de Hugo Chávez inicia un nuevo periodo histórico en nuestra región latinoamericana y caribeña, que le permite a la izquierda alcanzar gobiernos por medio de procesos electorales, derrotando a la derecha en su propia y tradicional cancha. La lucha electoral pasa a ser la forma principal de lucha. La izquierda latinoamericana logra así salirse de la camisa de fuerza del silencio y la derrota impuesta por el desmoronamiento del socialismo “realmente existente” de noviembre de 1989.
 
El pueblo de Venezuela tomaba la estafeta revolucionaria en 1999 de la mano del pueblo nicaragüense victorioso en 1979, que la había tomado a su vez del pueblo cubano victorioso en 1959. La lucha continuaba por nuevas avenidas y lo importante es que en esta nueva época de globalización no nos habían derrotado. Y gradualmente el sur se fue tiñendo de diversos matices de rojo, Brasil con Lula, Bolivia con Evo, Argentina con los Kirchner, Uruguay con Mujica, Nicaragua con Daniel, Ecuador con Correa, Chile con Bachelet. Incluso los procesos abortados de Honduras con Zelaya y de Paraguay con Lugo.
 
Han pasado ya quince años y existen frutos regionales de estos procesos iniciados por Chávez en 1999, como lo es la CELAC, UNASUR y ALBA. E incluso a nivel mundial el Brasil de Lula y de Dilma ha jugado un papel destacado en la construcción de una alternativa internacional a los imperios occidentales por medio del BRICS. Lo mismo el PT brasileño y Atacc con lo que fue el Foro Social Mundial iniciado en Porto Alegre en el 2001, heredero también en parte de las batallas de Seattle contra la OMC, a finales de 1999.
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Frente a estos desarrollos progresistas en América Latina, hay un esfuerzo por parte de la ultima administración Bush y de la Administración  Obama desde su primera gestión, para revertir este proyecto integracionista alternativo mediante la creación inicialmente del ALCA, y últimamente de la Alianza del Pacífico y por la otra, el respaldo a la derecha latinoamericana, a machete desenvainado en Honduras y mediante golpe parlamentario en Paraguay; abiertamente en Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua  y Bolivia, y veladamente en El Salvador.
 
El esfuerzo principal de la estrategia intervencionista está focalizado en Europa en Ucrania y en Nuestra América en Venezuela, pretende golpear a uno de los procesos sociales y políticos más avanzados y pilar fundamental de este proyecto. Y todo esto incide, influye en El Salvador. La victoria del FMLN fortalece este proceso de integración regional alternativa y una victoria de ARENA hubiera conducido seguramente al fortalecimiento de la Alianza del Pacífico.
 
La izquierda derrota de nuevo a la derecha en El Salvador
 
En este contexto de vientos de cambio en el sur, en marzo de 2009 la izquierda salvadoreña a partir de una amplia coalición con fuerzas democráticas logra derrotar electoralmente a la derecha. Han pasado ya cinco años de esa fecha. Y ya en la búsqueda de un segundo gobierno de izquierda, en las elecciones presidenciales del 2 de febrero de 2014 el FMLN logra alcanzar una diferencia de alrededor de 300,000 votos que equivalen a una diferencia de 10 puntos sobre el partido ARENA, pero no logra como lo exige la ley electoral la mitad más uno de votos. Y se impone una segunda vuelta electoral el 9 de marzo en la cual sorpresivamente ARENA logra remontar esa diferencia, aunque el FMLN termina ganando la elección presidencial por un ajustado margen de 6,364 votos.
 
Estos resultados significan políticamente el surgimiento de una situación de equilibrio estratégico entre estas dos fuerzas, que vienen enfrentándose electoralmente desde hace veinte años, desde 1994. Será un equilibrio estratégico que será confirmado o modificado en las próximas elecciones municipales y legislativas de 2015.
 
En definitiva, se establece de nuevo un equilibrio estratégico entre el FMLN y ARENA, como ya había sucedido en el pasado durante el conflicto armado entre el FMLN y la Fuerza Armada. Esta nueva situación política ha provocado momentáneamente una situación de alegatos de fraude por parte de ARENA, mientras se define por parte la oligarquía los rumbos futuros de cara a un segundo gobierno de izquierda.
 
Frente a la actual situación de un segundo gobierno del FMLN, ARENA con el capital político logrado, tendrá que decidir si negocia aspectos de la política social y económica a cambio de aceptar la legitimidad de este gobierno o decide rechazar esta elección y mantener la ya iniciada estrategia dual de lucha de calle, llamando incluso a la desobediencia civil junto con el agotamiento de las diversas instancias jurídicas para anular el resultado electoral. La decisión, pronto lo sabremos, aunque la tendencia a corto plazo parece ser lanzarse hacia la desestabilización del régimen.
  
La lucha por la agenda política pasa a ocupar el primer plano. ARENA seguramente tratará de prolongar la situación de incertidumbre acerca de los resultados electorales. Posteriormente se dedicará a observar cuidadosamente y deslegitimar la conducta futura de este segundo gobierno del FMLN. El presidente Funes, por su parte, probablemente pase a ser lo que en Estados Unidos se llama un lame duck, un presidente de salida.
 
ARENA pasa de experimentar una derrota humillante el 2 de febrero, a buscar una derrota aceptable el 9 de marzo, a conseguir una amplia votación que le permite en un primer momento casi saborear la victoria de una restauración oligárquica y en un segundo momento, a pretender descarrilar el proceso electoral alegando fraude y finalmente a negarse a reconocer la victoria del FMLN, privando así a este de la tan ansiada y urgente legitimidad.
 
El FMLN de este segundo gobierno, de ser fuerza subversiva en el pasado ha pasado a convertirse en el principal defensor del orden establecido, de la ley y el orden, incluyendo la defensa de la fuerza armada y del régimen económico,  el cual no puede ser quebrantado por “elementos al margen de la ley.” Los roles han cambiado aunque los personajes y los intereses son los mismos. Al FMLN le corresponde hoy defender y cobijarse en el marco constitucional heredado de la Constitución contrainsurgente de 1983. ARENA por su lado, opta momentáneamente por subirse al carro de la lucha de calle y la desobediencia civil.
 
Al final, se comprueba que las formas de lucha no son patrimonio de la izquierda, aunque en el caso de la lucha de calle, para los sectores populares salvadoreños si forma parte valiosa de su identidad histórica.  Paradojas de la historia: la revolución para avanzar se ve obligada en 2014 a defender el orden constitucional impuesto por la contrarrevolución en 1983.
 
Y mientras el FMLN se convierte en el partido de la ley y el orden, ARENA deviene el partido de la subversión y la desobediencia civil. Todo cambia a excepción de la contradicción principal y de naturaleza antagónica que continúa siendo entre el proyecto oligárquico –dominante desde mediados del siglo XIX- y el proyecto popular, en el gobierno desde 2009.
 
La necesidad del trabajo ideológico
 
La izquierda salvadoreña experimenta en este 2014 un problema de correlación de fuerzas motivada por la desaparición súbita de una extraordinaria mayoría electoral, determinada en parte por la existencia en sus actuales proyecciones políticas de una clientela electoral y no una militancia social. En la vieja escuela leninista de la revolución, la fortaleza ideológica existente -que incluso permitía estar dispuesto a entregar la vida en cualquier momento- tenía como fundamento una ideología, el marxismo, con sus respectivos apellidos. 
 
Alrededor de esta ideología de izquierda y de sus principios -iniciada en nuestro país hace casi noventa años- se encontraba la certeza en el triunfo del socialismo sobre el capitalismo, la lucha de clases y el esfuerzo de la vanguardia revolucionaria por la toma del poder; el orgullo de estar “organizado” de ser militante  en una organización revolucionaria clandestina, la solidaridad con los pueblos que luchaban contra el imperialismo, la conciencia e identidad de clase proletaria opuesta a la clase burguesa, el rechazo a la ideología y explotación del capitalismo, la identificación de varios enemigos: la oligarquía, la dictadura militar, el imperialismo; las banderas eran muy claras: luchábamos por la democracia y contra la dictadura militar,  y por el socialismo; por una sociedad sin opresores ni oprimidos y lo hacíamos de manera disciplinada, con una plena confianza en la dirección política que luego devino en comandancia general.
 
Cada quien cumplía su tarea en el campo que le correspondía, y se era parte de un colectivo. Un elemento clave, de principios, era el apoyo a las luchas populares. Cada huelga, cada demostración, estaba acompañada por la izquierda. Esa fue nuestra formación política, nuestra escuela. Y no estábamos equivocados ya que esa fortaleza ideológica permitió construir la fuerza militar que derrotó a la dictadura. Y es lo que únicamente permitirá a futuro construir la fuerza que derrote a la oligarquía desde lo político y lo ideológico pasando por lo electoral. Mientras tanto las victorias serán frágiles y hasta transitorias.
 
Mucho de estos elementos ideológicos se han perdido a partir de los Acuerdos de Paz y en particular luego de la disolución de las cinco fuerzas que constituyeron el FMLN en 1995 y reconstruirlo es esencial para seguir avanzando. Sin teoría revolucionaria, no puede haber movimiento revolucionario. Fue y es clave la formulación y divulgación de la teoría revolucionaria, del marxismo, hoy más que nunca. El Código Electoral y la Constitución de 1983 no pueden convertirse en los nuevos fundamentos ideológicos.
 
En la nueva escuela cada quien resuelve por sí mismo y lo más importante es lo electoral. Y aún así, partiendo de lo acumulado durante la guerra, como FMLN se ha logrado avanzar de manera impresionante, pero los límites están a la vista. La derecha nos disputa fuertemente el corazón de la gente, y de la gente más pobre.  
 
La voz del amo de la finca cafetalera sigue fluyendo de los gramófonos ideológicos de la oligarquía y es escuchada y obedecida por miles de personas…aunque es una realidad que hemos empezado a cambiar, en particular durante estos últimos cinco años. Pero modificar esta situación requiere un aprendizaje a largo plazo que incluye lo político electoral pero que a la vez necesita otros componentes, como la disputa al interior de las iglesias y universidades, la creación de medios alternativos, y la reconstrucción del tejido organizativo popular y de la militancia de izquierda. Reducirlo a lo electoral es un grave error. Por otra parte, el problema de la disputa de la gente, además de ser político es un problema de naturaleza cultural.
 
Modificar la cultura política autoritaria heredada de la larguísima resistencia clandestina contra la dictadura militar y reforzada en la izquierda durante el conflicto armado es un proceso a largo plazo, pero es fundamental para este periodo de transición. La cultura política autoritaria en la que nacimos y crecimos permite que la opresión continúe internalizada en amplios sectores populares y explica incluso el desbordamiento de movimientos religiosos derechistas en nuestras mismas comunidades, en nuestros mismos territorios.  Profundizar la democracia exige dar esta difícil batalla ideológica, que incluye también la batalla contra el machismo y contra el militarismo.
 
La nueva lucha contra el militarismo
 
Se observan peligrosas señales de un resurgimiento del militarismo. El presidente Funes informaba recientemente que 5 mil efectivos del ejército se sumaran a las labores contra la delincuencia aunque esto signifique la militarización de nuestras escuelas; el domingo 9 de marzo el candidato presidencial de la derecha invoca a la fuerza armada clamando por un golpe para “garantizar la democracia.”; el Alto Mando de la Fuerza Armada aparece en respuesta a esta llamado en una Conferencia de Prensa reivindicando su naturaleza “apolítica.”
 
Ya antes a los militares les había comprado el presidente Funes unos aviones chatarra. Ya antes a altos militares violadores de los derechos humanos los habían guardado en la exGuardia Nacional para que no los detuvieran y los juzgaran en España. Este peligroso proceso de remilitarización del Estado y la sociedad, que lleva ya varios años, entra en conflicto con la letra y el espíritu de los Acuerdos de Paz de 1992 y lo curioso es que parece ser aceptado e incluso impulsado tanto por el FMLN como por ARENA.
 
Es parte de una cultura autoritaria que debemos de rechazar y que se manifiesta entre otros aspectos en la vigencia del silencio obligado, del ocultamiento de la verdad, de la secretividad y del culto a la decisión jerárquica. La claridad acerca de estos desafíos y la necesidad de enfrentarlos son los pilares para poder así construir una cultura democrática, tolerante, que exprese la pluralidad de nuestra sociedad. La lucha continúa.
 
San Salvador, 14 de marzo de 2014
 
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