A 12 años del 2001:

Del “que se vayan todos” a la recomposición del sistema político

20/12/2013
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A


 

Este 19 y 20 de diciembre se cumplen 12 años de aquella gran manifestación popular que sacudió a la Argentina y que terminó con el gobierno de Fernando De La Rúa y con él, una etapa del neoliberalismo más exacerbado. La rebelión popular que se encolumnó en el furioso grito de “que se vayan todos” hizo que diferentes sectores sociales unificaran su demanda en un fuerte cuestionamiento al sistema político, lo que muchos llamaron una “crisis de representación”. Otros vimos algo mucho más profundo, no sólo la necesidad de un recambio de los actores políticos, sino de reformular el sistema democrático, con mayor participación ciudadana, con herramientas de democracia más directa, con poder revocatorio hacia los mandatos y democratización en el mundo del trabajo, donde la gran mayoría de los trabajadores se encuentran indefensos, ya sea por burocracias sindicales adeptas a las patronales, o lisa y llana ausencia de sindicalización como ocurre en la mayor parte del sector privado. Sin embargo, luego del “que se vayan todos”, se quedaron todos.
 
 El sistema político se recompuso y, poco o casi nada cambió. En primer lugar, porque la fuerza unificadora del que se vayan todos se fue deshilachando en asambleas barriales y diversas formas organizativas que no pudieron superar su propia constitución heterogénea y confluir en una experiencia política novedosa y con vocación de poder, como lo pedía la coyuntura histórica. En segundo lugar, porque el aparato del PJ (Partido Justicialista) sigue intacto. El PJ es una estructura de poder que mantiene el status quo del sistema en Argentina. Garantiza gobernabilidad mediante la conjunción de poderes locales, provinciales y municipales, léase gobernadores y “barones del conurbano”, de carácter feudal, punteril o clientelar. El mismo partido que de la mano de Menem nos llevó a la hecatombe durante 10 años de desindustrialización, reforma laboral, internacionalización de la economía, achicamiento del Estado, etc, se vistió luego de superhéroe para recomponer el sistema y devolverle legitimidad bajo un apócrifo y sugestivo proyecto nacional y popular. El reordenamiento fue más que evidente, los mismos que eran menemistas pasaron a ser kirchneristas, y hasta el mismísimo Carlos Saúl Menem, defenestrado por las voces del pseudoprogresismo K, compartió la boleta con Cristina Fernández de Kirchner y votó en el Senado disciplinadamente los proyectos del gobierno kirchnerista.
 
El radicalismo, por su parte, es la otra pata del sistema, que juega de opositor para ser partener, tal vez por su propia incapacidad de garantizar la gobernabilidad que requiere el poder.
 
El modelo cambió, es cierto, y hubiera sido imposible reconstituir el sistema político conservador sin acceder a algunas demandas, sin bajar la conflictividad social. Sin embargo, las líneas de continuidad del modelo neoliberal fueron más sustanciales que los paliativos. La masacre ferroviaria de Once con 52 muertos es el hecho más elocuente de otra década perdida. Corrupción y complicidad del Estado con las empresas concesionarias fue moneda corriente tanto en el menemismo como en el kirchnerismo. Las grandes empresas nacionales o multinacionales siguen concentrando el poder y la riqueza en una Argentina poco soberana. El modelo neoextractivista está produciendo en Argentina y en la región daños irreversibles. No sólo en términos de saqueo de los recursos naturales que tiene su correlato en la pobreza, sino en contaminación de los ambientes y las personas. Todo, con la más absoluta complicidad de los gobiernos nacionales y locales.
 
Observando este panorama e intentando darle una mirada actual a aquella rebelión del 2001, la pregunta que debemos hacernos es ¿por dónde pasa la rebelión hoy? ¿Desde dónde cuestionar este sistema político recompuesto que cambió de ropas para seguir con la misma matriz de dominación? Creo que la respuesta la tienen aquellos que se han plantado directamente ante los monstruos del sistema. La resistencia en estos días del pueblo de Malvinas Argentinas en la Provincia de Córdoba a la instalación de una planta de Monsanto y sus semillas de muerte, es un claro ejemplo. Es una lucha que debemos tomar como propia en cada rincón del país y en la región. El triunfo en Famatina ante la Barrick nos demuestra que con organización y compromiso podemos defender nuestra tierra frente al poder y los gobiernos comprados. La dignidad del pueblo Qom aguantando el oficialmente estimulado avance de la soja nos muestra que podemos contar con el valor y la sabiduría de los castigados pueblos originarios. Cada resistencia de nuestro pueblo al modelo, debe ser apoyada, multiplicada y difundida por todos los medios con los que contamos. Allí está, al menos una parte, de la respuesta. La otra parte de la respuesta nos lleva a abrir un nuevo interrogante: cómo organizar todas las resistencias, todas las organizaciones populares, en un poder que pueda gobernar la Argentina sin la estructura de los partidos tradicionales, con un proyecto de país más soberano, más democrático y sobre todo, más justo y solidario.
 
Adrian Pietryszyn
Politólogo
 
 
https://www.alainet.org/es/active/69990
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS