Dimensiones de la afrocolombianidad en coyuntura de paz

15/06/2013
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 486: Miradas del movimiento afrolatinoamericano 06/02/2014
Hoy, para hablar de las comunidades afrocolombianas, negras, palenqueras y raizales[1], y su situación socio-económica, como resultado del conflicto político social y armado reflejado en el componente militar, hay que hacerlo desde una dimensión estructural que cobije lo histórico, el presente y el futuro, que algunos cientistas sociales llaman el post conflicto.  Se hace necesario realizar esta ubicación temporal, para poder tener una visión más amplia de la población descendiente de africanos en Colombia frente al conflicto.  Y con ello, no respondemos a interpretaciones simplemente coyunturales, sino a reflexiones históricas o temporales.  Esto nos lleva a realizar un análisis profundamente crítico que pueda arrojar elementos para teorizar premisas, predeterminar rutas o rumbos para los afrodescendientes en una Colombia post conflicto.  De lo contrario, estaríamos divagando sobre el conflicto y las comunidades negras, sobre un presupuesto sin sustentos reales.
 
En este sentido, la historia de las comunidades afrocolombianas se remonta cinco siglos atrás, cuando empezó la trata trasatlántica, con un proceso de esclavización que se dio en América.  Un buen número de hombres, mujeres y niños fueron traídos a la fuerza de África a las Américas y el Caribe, donde estuvieron esclavizados durante tres siglos.  Hecho que ubicó a las personas traídas de África en la capa más baja de la población mundial.
 
En Colombia, a este grupo étnico, después del proceso de su primera independencia (en 1810), se le comenzó a reconocer tímidamente algunos derechos como personas.  (Como la ley de vientre o de manumisión, que consistía en otorgarles la libertad a las hijas y los hijos de las esclavizadas hasta que cumplieran 18 años de edad).  Después de más de 30 años de independencia, en 1852 se da la abolición de la esclavitud en Colombia; lo que no le garantizó a los esclavizados y sus descendientes, condiciones de vida reales comparables con el resto de la población blanco mestiza.  Sin embargo, esta población pasó de la condición de esclavizada a la de nuevo proletariado asalariado, sin garantía de derechos sociales, políticos y económicos.  Además de esto, los afrocolombianos no fueron tenidos en cuenta en el ordenamiento jurídico colombiano como personas de derecho.
 
Antes que lograr un reconocimiento, después de la abolición de la esclavitud en Colombia, esta población pasó al anonimato jurídico, a la invisibilización de derechos y de beneficios de los bienestares del Estado.  Tuvieron que pasar más de 130 años para que los afrocolombianos fueran reconocidos jurídicamente, a partir de la Constitución política de 1991.  Sin embargo esta población, desde principios del siglo XX, comenzó a exigir reivindicaciones (Maguemati y otros 67: 2012).  A partir de 1943, se fue perfilando una lucha desde una identidad étnica particular, en contra del racismo y la discriminación racial, dando como resultado la declaratoria del "Día del Negro" el 20 de junio de 1943. Así se dio origen al Club de Negros, que fue un espacio que se creó en Bogotá para trabajar por los derechos de los afrocolombianos en esta ciudad a mediados de la década de los cuarenta en el siglo pasado.
 
Hechos como éstos son reconocidos como embriones del proceso organizativo afrocolombiano, que se viene a estructurar con una agenda clara y concreta para las comunidades negras en 1975[2], como es reconocido en el texto "Movimiento Social Afrocolombiana, Negro, Raizal y Palenquero: El largo camino hacia la construcción de espacios comunes y alianzas estratégicas para la incidencia política en Colombia"[3]Allí, los autores rescatan la memoria histórica de los procesos organizativos afrocolombianos como algo que no es nuevo y tiene su origen mucho antes que los reconocimientos jurídicos del Estado colombiano en la Constitución de 1991.  Es lo que nos da los elementos para el desarrollo de los derechos de los afrodescendientes establecidos en la ley 70 de 1993, donde lo más rescatable está en la educación y en la titulación colectiva de los territorios que hoy están en riesgo, debido a la realidad del conflicto que se ramificó en todo el territorio nacional a mediados de los años 80 del siglo pasado.
 
Impacto de la lucha armada
 
Como segunda dimensión de análisis, desde esa época la coyuntura que vive la población afrocolombiana en el marco del conflicto comienza a ser relevante, cuando en la estrategia de confrontación empieza a intervenir el paramilitarismo de la mano con el narcotráfico y los grandes ganaderos.  Esto sucedió en zonas como el Urabá Antioqueño, con gran presencia de la comunidad negra, y en el Magdalena medio.  El paramilitarismo comienza a ejercer control a través de las masacres y del desplazamiento que, con el transcurso del tiempo, se fue extendiendo al resto del territorio nacional.  Por ello, los lugares habitados por la diáspora africana no podían ser la excepción.  Pero es a finales de los '90 y en el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cuando se profundiza la crisis humanitaria en los territorios de comunidades negras.  A raíz del desplazamiento y de los asesinatos y persecución de los afrocolombianos, éstos traspasan las fronteras del territorio nacional y se convierten en refugiados en países vecinos, como Ecuador y Venezuela.
 
Los territorios habitados por las comunidades negras, que en el pasado fueron desechados por encontrarse en lugares recónditos, apartados, selváticos y montañosos, por ende abandonados, se han convertido, en las dos últimas décadas, en los lugares más apetecidos por las multinacionales y los grandes emporios nacionales, debido a su riqueza natural y, últimamente, a causa de su ubicación geoestratégica.  Estos territorios son los lugares de mayor confrontación bélica entre los diferentes ejércitos regulares e irregulares.  Ejemplo de ello es lo que sucede a diario en el Pacifico colombiano.  Estas situaciones las padecemos y sufrimos las comunidades negras de diferentes formas.  El conflicto armado, tanto en el territorio, como en las grandes ciudades donde llegamos en condición de desplazados o migrantes, nos ubica en los cinturones de mayor miseria del país.  Por otro lado, son nuestros jóvenes los que están enfilados en los diferentes ejércitos, como carne de cañón, sea en la guerrilla, en el ejército o con los paramilitares, puesto que no tienen oportunidades de estudio o de trabajo.
 
Generar oportunidades
 
Como última dimensión decimos que, para que los afrocolombianos puedan cambiar y salir de la precaria situación socioeconómica en que viven, tanto en el campo como en las ciudades, es importante que se generen condiciones reales de oportunidades. Éstas pueden tener su punto de partida en las discusiones de La Habana entre la FARC-EP y el Gobierno Nacional, en el marco de la búsqueda de una salida negociada al conflicto, enmarcada en el acuerdo para la terminación de la guerra y una paz duradera.  En este sentido, las comunidades negras fueron víctimas, en el pasado, de la esclavización, de la invisibilización, de la exclusión y del racismo.  Hoy son víctimas además del conflicto.  Es necesario que acaben las condiciones que generan las situaciones de pobreza y falta de oportunidades que padecen, razón por la cual apoyamos el proceso de diálogo que se está desarrollando en La Habana, Cuba.[4]
 
El apoyo de las comunidades afrocolombianas al proceso de La Habana no es bajo la visión de la elite racista y clasista que ha gobernado este país, que se reduce a una solución al conflicto con el solo silenciamiento de los fusiles de la insurgencia, sin cambios estructurales, sin solución a las causas que originaron este conflicto, sin democracia real.  La apuesta de las comunidades negras, de colectividades como Marcha Patriótica, es una salida negociada al conflicto que implique cambios reales en la dimensión de la distribución de la riqueza, y contemple una nueva forma de administración y relacionamiento con el campo, la aplicación de políticas económicas en beneficio de la economía nacional y de sus ciudadanos, una nueva forma de manejo de los servicios esenciales como la salud y la educación.  Plantea otra lógica de concebir la doctrina militar y cómo ejercer la soberanía. Igualmente compartimos que después de La Habana debe haber un cambio radical en la forma cómo se hace y ejerce la participación política de las mayorías de la población colombiana.  Por ello, un resultado indiscutible debe ser la profundización real de la democracia en nuestro país.  Terminaría diciendo que el producto final de La Habana nos debe enrumbar por los senderos de una justicia social, para todos y todas, sin distingo de etnia, religión, ni clase social.
 
Y para introducirnos a una era post conflicto, vemos necesario, como comunidad negra, palenquera y raizal, que se generen oportunidades para todos y todas, pero también creemos que éstas deben ir de la mano con la progresividad de los derechos conquistados por los grupos étnicos que componen la nacionalidad colombiana.  También deben ir acompañados de la implementación de políticas y de acciones afirmativas, para los históricamente excluidos, no solo por el conflicto, sino por el racismo y la discriminación estructural que padecen los descendientes de africanos.
 
Concluyo diciendo que la implementación de esta iniciativa en una Colombia post conflicto nos debe llevar a una sociedad sin racismo ni discriminación racial, por los senderos de otro mundo posible.
 
Desde el Palenque un Cimarrón todavía.
 
- Aiden Salgado Cassiani es miembro del Colectivo de Estudiantes Universitarios Afrocolombianos -CEUNA- y del movimiento social y político Marcha Patriótica.


[1] Afrocolombiana, negra, palenquera y raizal: términos utilizados para referirse en Colombia a las personas descendientes de africanos.  De aquí en adelante se utilizará cualquiera de ellas para su referencia.
[2] Ver conclusiones del primer encuentro nacional de la población negra colombiana, realizado en Cali-Colombia 1975 en Negritudes de Valentín Moreno Salazar, 1995, Editorial XYZ, Cali.
[3] Maguemati Wabgou, Jaime Arocha, Aiden Salgado y Juan Carabalí, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derechos, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá Colombia, agosto 2012.
[4] El periódico la URAMBA, del Colectivo de Estudiantes Universitarios Afrocolombiano CEUNA realiza su última edición (No. 7, Junio 2013, Bogotá) sobre el proceso de paz en Colombia.  Ver periódico la URAMBA en http://ceunafro.blogspot.com
https://www.alainet.org/es/active/68207
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