En el Día de La Tierra

21/04/2004
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Se calcula que entre el 39 % y el 50% de los ecosistemas de tierra firme en el mundo han sido ya degradados o transformados por las actividades humanas. La destrucción de los manglares costeros alcanza cerca del 50% de su área de distribución original. En 1995 el 22% de las pesquerías marinas estaban ya sobre explotadas y un 44% adicional había llegado ya a su límite de utilización. La transformación humana de los ecosistemas ha provocado que las tasas de extinción especies sean hoy entre 100 y 1000 veces mayores que las que se darían de manera natural. Estos datos son sólo algunos de los muchos que se han publicado sobre la situación del ambiente que nos rodea. Alguien podría especular que se trata de exageraciones, pero desgraciadamente su fuente, la prestigiosa revista Science de julio de 1997[1], es suficientemente fidedigna como para pensar que son hechos científicamente demostrados. La cuestión, queramos o no reconocerla, está clara: las actividades del ser humano han degradado la naturaleza a tales niveles que estamos poniendo en riesgo no sólo la vida de otros seres, sino también nuestra propia supervivencia. Guatemala no es una excepción. Las estadísticas de cobertura boscosa indican que aproximadamente el 70% del territorio guatemalteco ha perdido ya sus ecosistemas naturales y el 30% restante está en acelerada degradación. El manglar ha sido talado de manera tal que ya se ha perdido aproximadamente el 50% de su cobertura original[2], y aún continúa degradándose. De todo el sistema nacional de áreas protegidas, únicamente dos mantienen aún la capacidad de conservar por sí mismas la diversidad biológica que albergan[3]. El resto depende de un entorno que va desapareciendo de manera irremediable. La selva tropical de Guatemala se ha reducido a unas partes de la Reserva de la Biosfera Maya y a unas pequeñas áreas protegidas que están seriamente amenazadas o que ya han fracasado en la conservación de la diversidad biológica. Pocos conocen, aunque no por ello deja de ser cierto, que áreas como el Biotopo Chocón Machacas han perdido la casi totalidad de sus características biológicas terrestres[4], o que el Monumento Cultural Ceibal está en degeneración al haber perdido desde hace años los grandes felinos que en otra época albergaba. Estos no son más que dos casos entre muchos otros, que sirven para mostrar que o nos tomamos las cosas en serio o nuestra generación está condenada a ser testigo de la extinción de los últimos reductos naturales del país. Las causas son numerosas y profundas, y su análisis sobrepasa con mucho los motivos de este artículo. Ahora bien, merece la pena mencionar que entre ellas se sitúan el descomunal egoísmo de una sociedad –valga la antítesis– en la que el individuo busca su bienestar a costa del de los demás. Una de las consecuencias de él es la corrupción rampante y la mediocridad que impera en todas las esferas colectivas. Lo cierto es que a una buena parte de la sociedad guatemalteca le importa poco la destrucción de su entorno, y por eso no hace nada mientras el deterioro natural no afecte sus propios intereses. El individualismo y la indiferencia han provocado que en Guatemala se sucedan los gobiernos que no buscan el bien común. En estas circunstancias, celebrar el Día de la Tierra se convierte en un sin sentido. Mientras se hacen fiestas y exposiciones, la destrucción de sitios tan importantes como los parques nacionales Sierra del Lacandón, Laguna del Tigre y Yaxhá sigue su rumbo. No por celebrar el Día de la Tierra se va a crear la voluntad política que ha faltado en los últimos gobiernos para enfrentar los serios problemas ambientales del país. Tampoco esta conmemoración va a ser el punto de partida para que las instituciones a las que les corresponde inicien una lucha a muerte contra la impunidad con la que unos pocos están usurpando nuestro patrimonio natural. Quizás ese mismo día, algún que otro gobernador o alcalde esté pensando cómo ganar votos fomentando la usurpación de áreas protegidas o la construcción de una carretera en la Reserva de la Biosfera Maya. Tal como está la situación actual hay poco motivos para pensar que la celebración del Día de la Tierra va a servir para algo más. Pero no debe ser esto un motivo para el desánimo, al contrario. Todos y cada uno de los que queremos que la situación cambie; los que pensamos que existe una ética que debe prevalecer sobre el interés particular; los que amamos profundamente la naturaleza y creemos que necesita una oportunidad de sobrevivir, debemos continuar sin desfallecer. La conservación del ambiente en Guatemala tiene muchas dificultades, pero si todos nos rendimos ante ellas lo seguro es que vamos a conseguir ser testigos de una tragedia por la que, sin ningún género de duda, nos van a juzgar las generaciones futuras. Notas: [1] Vitousek, P., H. Mooney, J. Lubchenco y J. Melillo. Human Domination of Earth's Ecosystems. Science 277 (1997). [2] Espinosa, P., C. Albacete y E. López, 2001. El manglar, un ecosistema único. Trópico Verde. Guatemala [3] Albacete, C, 2002. Estado del Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas. Trópico Verde, Parks Watch, Center for Tropical Conservation, Duke University. Guatemala. [4] Albacete, C., 2003. Perfil del Biotopo Protegido Chocón Machacas. Trópico Verde, Parks Watch, Center for Tropical Conservation, Duke University. Guatemala.
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