Octubre, a los votos

30/09/2012
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Durante 2 de los 4 domingos del mes de octubre, millones de habitantes de América Latina concurrirán a las urnas nuevamente, para ser parte de 3 elecciones importantes para nuestra región.
 
Se celebrarán los comicios presidenciales en Venezuela y los municipales de Brasil el 7 de octubre, y el último domingo del mes, se elegirán en Chile a los representantes municipales y habrá segunda vuelta en algunas ciudades de Brasil.
 
En los últimos diez años, se han realizado 47 elecciones en 10 países de América del Sur, incluyendo 25 presidenciales, varios referendos y 3 convocatorias a asambleas constituyentes. El cambio de época, anunciado por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, ha incorporado también a la región un intenso calendario electoral, que se ve reflejado en un estado permanente de campaña, y tiene sus manifestaciones tanto en los medios tradicionales (en la televisión, la radio y la calle), como en las nuevas herramientas virtuales que han incorporado una agenda propia e innovadora en estas temáticas.
 
A diferencia de lo que sucedía años ha, las elecciones de cada país se viven con una intensidad que traspasa las fronteras, generando adhesiones, odios y amores, pero nunca indiferencias, en todo el continente. El avance en el proceso de integración, con un matiz diferente al impuesto por el neoliberalismo, ha posibilitado integrar las fuerzas políticas de una manera más intensa, y establecer mecanismos de cooperación siguiendo el calendario electoral latinoamericano, con actividades de difusión, agendas de intercambio y observaciones electorales, entre otras iniciativas, para apoyar a determinadas candidaturas que se entienden importantes en cada ocasión.
 
En ese sentido, el amplio abanico de fuerzas políticas progresistas y de izquierda en la región ha tenido un rol destacado, sin ser por esto el actor exclusivo, entendiendo la importancia estratégica de ir avanzando en lugares de representación política e institucional de sus fuerzas afines en el resto del continente.
 
Sobre la base de grandes ejes comunes, durante este año la disputa se va desarrollando en condiciones nacionales diferentes.
 
Chile: ¿la consolidación de una alternativa?
 
El 28 de octubre, alrededor de 17 millones de chilenos y chilenas elegirán a los 346 alcaldes y sus respectivos concejos deliberantes. Será la primera votación que incorpora la inscripción automática y el voto voluntario desde la apertura democrática post Pinochet, que significael ingreso de al menos 5 millones de jóvenes al electorado, que hasta esta elección debían realizar un trámite previo en las Juntas Inscriptoras del Servicio Electoral para poder votar.
 
El gobierno de Sebastián Piñera, con niveles de reprobación históricos y en estado de crisis permanente, tiene muchas dificultades para consolidar una estructura municipal acorde a sus necesidades, que le permita a su vez instalar referencias nacionales para la elección presidencial del año que viene. Al día de hoy, sus candidatos muestran escasos niveles de adhesión en el electorado.
 
Según Héctor Testa Ferreira -dirigente del Partido Progresista que lidera Marco Enríquez-Ominami-, la Concertación, vieja alianza entre el Partido Socialista, la Democracia Cristiana y otras fuerzas menores, también encuentra dificultades, producto de su historial gobernante, “que en sus veinte años en La Moneda asumieron sin pudores uno de los modelos neoliberales más extremos de todo el mundo, lo que terminó desplazando a la ciudadanía y el sentido común mayoritario hacia cada vez más lejos de todo el espectro político dominante, cosa que tiene una especial fuerza y profundidad entre los sectores más organizados y movilizados de los nuevos jóvenes y adultos de todos estos años de “democracia de baja intensidad”. Junto con un inicio donde explícitamente se la jugó por la desmovilización social y los consensos con la derecha y los militares, la Concertación funcionó hasta el último de sus días en La Moneda, como dique de contención y cooptación de las fuerzas sociales con potencial transformador, y el chantaje con el que pretendía tener el monopolio de la “alternativa a la derecha” fue usado hasta el hartazgo, hasta que dejó de servir en las pasadas elecciones del 2009. Sin aprender mucho de tal trayectoria de caída en las preferencias de la ciudadanía (…), sigue con la misma arrogancia y falta de autocrítica de siempre, atacando todo intento de construir expresiones por fuera de ella como “hacerle el juego a la derecha” (1).
 
Sin embargo, desde el año 2009, cuando sorprendió a propios y extraños en la elección presidencial, el cineasta y portador de apellidos Marco Enríquez-Ominami pretende convertirse en un referente ineludible de aquellos que en Chile impulsan la construcción de un espacio alternativo a la política tradicional, que se estructure en los sectores críticos por izquierda, sin dejar de tomar contacto con expresiones menos radicales.
 
Siguiendo la interpretación de Testa Ferreira, “la Candidatura Presidencial de Marco Enríquez-Omimami, que se mantiene en pie, no sólo fue vital para expresar electoralmente el creciente descontento ciudadano frente a la alicaída Concertación y poner en el tapete electoral temas que han sido centrales en los escenarios políticos posteriores (Educación Pública, Reforma Tributaria, HidroAysén, reformas políticas), si no que además movilizó a una franja no menor de movimientos y ciudadanos de a pie, y fue quizá el principal factor que impidió que Piñera ganara en Primera Vuelta” (2).
 
Las expectativas en el resultado de la alianza del Partido Progresista de Enríquez-Ominami con otras expresiones ajenas al tradicional sistema binominal, junto con el aporte electoral que surgirá del heterogéneo movimiento estudiantil de los últimos años, pueden ser algunas de las novedades electorales que aparezcan en el país cordillerano. La cada vez más segura candidatura de la ex-presidenta Michelle Bachelet para las próximas elecciones presidenciales y cómo repercutirá eso en el PRO y los movimientos sociales, terminará de dibujar el mapa donde, una vez más, la búsqueda de una alternativa al duopolio UDI-Concertación se ha puesto en marcha.
 
Brasil: algo más que 5565 municipios en juego
 
Desde la llegada al gobierno de Lula da Silva en 2002, el PT ha sabido crear una serie de bases sólidas entre los movimientos sociales y organizaciones de base que le han permitido conducir nacionalmente sin contar con los gobiernos de los principales distritos municipales y provinciales. En ese mismo período, el Brasil se ha ubicado en el concierto internacional como un actor de relevancia destacado, tanto por su lugar en el proceso de integración latinoamericano, como por la alianza con los países emergentes en el BRICS (Rusia, India, China y Sudáfrica), cuestionando el predominio político y económico de los Estados Unidos y la cada vez más en crisis Unión Europea.
 
Este octubre, más de 5200 gobiernos locales renovarán sus autoridades, en una elección crucial para el gobierno de Dilma Rousseff, que sentará las bases para su reelección o, de ser inevitable, el regreso al Palacio del Planalto de Lula da Silva. De los más importantes, los municipios de Belém y Recife presentan elecciones complicadas para el PT, mientras que en Río de Janeiro y Porto Alegre, posibles victorias de aliados del partido gobernante harán más tenue el color de la derrota.
 
El partido más importante se jugará en San Pablo, ciudad habitada por 11 millones de personas, bastión industrial del Cono Sur, y destino esquivo para el PT en los últimos años. Fernando Haddad, ex-ministro de Educación de Lula y Dilma es la carta a la que apuesta el PT para recuperar el distrito y José Serra, el ex-candidato presidencial de la derecha se juega aquí su proyección nacional una vez más, quizás definitivamente.
 
Pero la sorpresa es un exitoso conductor de TV llamado Celso Russomanno. Miembro de la Iglesia Universal del Reino de Dios, este dirigente pentecostal apela a la homofobia y las críticas a las culturas jóvenes como el hip hop y la religión africana, concitando sorprendentemente adhesiones en los más variados sectores paulistas. Anclado en un importante ascenso de su religión en las periferias urbanas y con el consenso de sectores importantes de la derecha que han girado de la candidatura de Serra a la del Partido Repúblicano que él encarna, aquí se erige la principal amenaza para el PT.
 
No por casualidad, Lula y Dilma han puesto todo su esfuerzo en garantizar una victoria allí. La continuidad del proyecto PT a nivel nacional por cuatro u ocho años más puede quedar condicionado, en cierta medida, por el resultado electoral en las próximas municipales, especialmente en San Pablo. Este es un desafío vital, arrebatarle el municipio más importante del país a la derecha y volver a representar a sus once millones de habitantes es una de las tareas pendientes del proyecto petista que se definirá este mes.
 
Si los resultados se dan a pedir del PT, la alegría no será sólo brasilera.
 
Venezuela: la madre de todas las batallas
 
“La victoria de Chávez es la victoria de América Latina”, dice una campaña llevada adelante por cientos de partidos políticos, movimientos sociales, estudiantiles y de trabajadores a lo largo y a lo ancho del continente. Esta campaña, acordada en el XVIII Encuentro del Foro de San Pablo que se realizó en julio de este año en Caracas, muestra la importancia estratégica del gobierno de Chávez en la República Bolivariana de Venezuela, para el conjunto de los procesos progresistas en marcha en la región, y la consolidación de alternativas del mismo tipo donde aún persisten gobiernos con rasgos neoliberales.
 
Chávez renueva en su elección número 11 desde que llegó a Miraflores su presidencia. Es la cuarta vez que se someterá a una elección presidencial. Como siempre, en las tierras de Bolívar, es a todo o nada. El próximo 7 de octubre se pone en juego la continuidad de un proceso político que lleva 14 años en el poder, y se enfrenta a una opción que plantea modificar la totalidad de lo producido hasta ahora.
 
El complejo entramado de alianzas regionales e internacionales -pasando desde el ALBA, la CELAC, la UNASUR y la reciente incorporación como miembro pleno al MERCOSUR, por la concreción de numerosos acuerdos bilaterales en la región, hasta acuerdos de cooperación con países como Rusia, Bielorrusia, China e Irán-; la confrontación permanente con los Estados Unidos; el desarrollo de las “misiones” con las cuales se producen enormes transferencias de renta hacia los sectores más desprotegidos, mediante planes de salud, educación, trabajo, desarrollo de cooperativas, viviendas, etc.; la gestión de los recursos de la petrolera estatal PDVSA para desarrollar políticas sociales, entre otros, son algunos de los elementos que se pondrán a consideración del electorado venezolano; que ha mostrado hasta aquí un firme acompañamiento al proceso encabezado por Chávez.
 
En la vereda de enfrente, las expectativas se mantienen más altas que en ocasiones anteriores. La Mesa de la Unidad Democrática, coalición de partidos de centro y de derecha, presentó luego de sus elecciones internas como candidato unitario a Henrique Capriles Radonski, gobernador hasta este año del Estado de Miranda, el segundo más importante del país.
 
Capriles utiliza su relativa juventud y la condición de candidato unitario de una parte importante de la oposición, para llamar a construir una nueva Venezuela, “alejada de la violencia y el miedo” que según su caracterización encarna el actual presidente. La utilización grosera de la enfermedad de Chávez para instalar su candidatura y los constantes baches intelectuales en sus discursos, son algunos de los puntos más flojos que hacen cada vez más difícil la posibilidad de pelear cuerpo a cuerpo con el “candidato de la Patria”, según la consigna electoral del PSUV.
 
“Todas las encuestas, incluso las que más se identifican con el sector opositor en Venezuela, indican que el Presidente Hugo Chávez será reelecto con una amplia mayoría. La encuestadora Datanálisis, cuyo fundador, Luis Vicente León, firmó un decreto dictatorial durante el golpe de estado contra el Presidente Chávez en abril 2002 disolviendo todas las instituciones democráticas del país, determinó hace un mes que a estas alturas, Chávez solo podría perder si hubiera un evento “extraordinario” o “catastrófico” antes de las elecciones presidenciales el 7 de octubre” (3).
 
De acciones y elecciones
 
Hasta aquí hemos hecho un recuento de algunos de los desafíos electorales de la región para lo que queda del año, sin embargo, es necesario introducir algunas reflexiones sobre el desarrollo del proceso de integración en general, y de sus manifestaciones nacionales de manera crítica. En una región donde se han realizado casi 5 elecciones nacionales por año en los últimos diez, hay otros dos hechos políticos muy importantes sucedidos durante el año 2012 -que no son comicios o resultados directos de ellos- que merecen de nuestra parte una especial atención.
 
El primero, el golpe de estado palaciego contra Fernando Lugo en Paraguay, fue directamente una ofensa contra aquello que ha caracterizado a la región en el último tiempo, que es su profunda vocación democrática. El posterior gobierno ilegítimo de Federico Franco ha encontrado la forma de mantenerse en el Palacio de los López, y Paraguay se encamina hacia un nuevo proceso electoral el año que viene, que de una manera u otra -y por necesidades de las propias fuerzas políticas de volver a la carrera electoral- ha legitimado el golpe en los hechos.
 
El segundo, y como un derivado impensado de aquel, es la llegada de Venezuela al MERCOSUR. Con esta incorporación, el MERCOSUR amplia sus posibilidades de competir en un contexto internacional cada vez más incierto y aumenta su potencial como una herramienta capaz de dotar a nuestros pueblos de mayores beneficios. Sin dejar de tener en cuenta lo positivo de esto, para aquellos que defendemos la integración como una bandera irrenunciable, nos preocupa la falta de herramientas en manos de los pueblos latinoamericanos que se traduzcan en conquistas de este tipo. El Senado paraguayo tuvo en sus cajones esta incorporación durante varios años, y no existió ningún mecanismo mediante el cual los electores latinoamericanos en su conjunto pudieran expresarse al respecto.
 
Volviendo a los votos
 
Durante el mes de junio, hubo una noticia que pasó desapercibida aún en los medios argentinos, y que debe destacarse. En Loncopué, un pueblo de menos de 5000 habitantes de la provincia patagónica de Neuquén, se realizó el primer plebiscito vinculante sobre Megaminería en nuestro país. Allí, el 85% de la población votó en contra de la actividad minera a cielo abierto, incluyendo al intendente del derechista partido provincial, que enfrentó el mandato de su partido y los dirigentes locales de los partidos nacionales, aún a contracorriente de ellos. Más allá del reducido alcance de la experiencia, debería ser tomada en cuenta como una enseñanza muy interesante.
 
El año que viene, trascendentales elecciones sucederán nuevamente en nuestra región. Rafael Correa volverá a presentarse para seguir presidiendo el Ecuador; en Paraguay se pondrá en juego nuevamente la capacidad de construir una alternativa desde el conjunto de las fuerzas de izquierda y democráticas que pueda obtener la presidencia, ante una nueva ofensiva del Partido Colorado y los intentos del Partido Liberal por conservar lo que no es suyo; y en Argentina el kirchnerismo buscará obtener un resultado que le permita intentar una cuestionada reforma constitucional para ofrecerle al electorado argentino la misma opción en 2015, mediante el recurso de la re-reelección que ya fracasó durante el menemismo.
 
Se hace cada vez más necesario rediscutir y afianzar los mecanismos de participación popular en los procesos políticos, y democratizar en profundidad la toma de decisiones. La participación del electorado ha sido constante y consistente en estos últimos años, aunque no han sido desarrolladas nuevas formas de participación que aumenten los mecanismos de democracia directa, complementarios a los mecanismos de delegación de responsabilidades en autoridades legislativas y ejecutivas nacionales y/o distritales. De más está decir que la extensión de los mecanismos electorales a nivel regional -como la elección directa de los Parlamentarios del MERCOSUR- es una deuda aún irresuelta, que ni siquiera se encuentra en las carpetas de pendientes de muchos/as de los mandatarios/as regionales.
 
Convocar a la población a participar directamente en el debate y la resolución de los problemas más conflictivos que se presentan para profundizar los cambios que acompañen y consoliden los avances producidos en los últimos años, se hace indispensable para construir esa otra Latinoamérica posible.
 
Ariel Navarro
ISEPCi
 
 
 
https://www.alainet.org/es/active/58346
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS