El subsidio energético a la trasnacional canadiense del aluminio será un verdadero regalo

Contrato con Río Tinto, peor que Tratado de Itaipú

19/08/2012
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 El tratado de Itaipú firmado el 26 de abril de 1973 restringió la soberanía hidroeléctrica del Paraguay. Nadie duda de su carácter leonino, el que justamente hemos contribuido a cambiar radicalmente gracias al Acuerdo del 25 de julio del 2009, mediante el cual se triplicó la compensación paraguaya, Brasil aceptó que le vendamos nuestra energía de Itaipú a precio de mercado del Brasil “a la brevedad posible” y que podamos venderla a terceros países desde el 2023, además de conseguir una línea de 500 kV sin costo para el Estado Paraguayo, auditoría de la deuda de Itaipú y cogestión plena.
 
Aquel tratado original de Itaipú es indudablemente leonino, pues nos impedía un precio justo y vender nuestra energía a terceros países, pero aún así es menos leonino que el contrato que se prepara para Río Tinto Alcan, en dos cuestiones fundamentales: (1) los beneficios resultantes y (2) la posibilidad soberana de recuperar la energía hidroeléctrica que se le cede al Brasil, en el caso del tratado de Itaipú, y a Río Tinto Alcan, en el caso del contrato que se firme con ésta.
 
En cuanto a los beneficios que se derivan del tratado original de Itaipú y del previsible contrato con Río Tinto Alcan, la diferencia es abismal. En el caso de Itaipú nos dan migajas. Antes de la triplicación de la compensación por la cesión de energía, eran por ésta 120 millones US$/año, más 200 millones US$ por royalties, utilidades y resarcimiento, aproximadamente; o bien 320 millones US$/año globalmente. Luego de la triplicación de la compensación, son (360 + 200 =) 560 millones US$/año. En comparación al valor real de nuestra energía, son verdaderas migajas, más aún en el caso de los valores originales. Lo que nadie puede negar es que se trata de un pequeño beneficio neto –beneficio al fin– que ingresa en el presupuesto público y que bien utilizado puede dar provecho a toda la Nación.
 
En el caso de Río Tinto Alcan, sus defensores, que son funcionarios públicos pagados con recursos del Estado, dicen que la transnacional no recibirá subsidios, pero en la práctica ocurrirá todo lo contrario y será un verdadero regalo o subsidio, y ello es fácil de entender apenas si uno tiene conocimientos elementales de energía. La tarifa fija que pretende Río Tinto por al menos 20 años, extensible a 40 ó 50 años, implica un subsidio real de por lo menos 14.000 millones US$ en el plazo de 20 años y de mucho más para los 40 ó 50 años, que es el plazo mínimo del contrato que se suscribiría. Vale decir, en lugar de recibir migajas, el Estado Paraguayo deberá entregar un promedio de (14.000 : 20 =) 700 millones US$/año –más de todo lo que recibimos gracias a Itaipú. Se trata, indudablemente, de una enorme diferencia: mientras Itaipú nos da un beneficio pequeño, Río Tinto Alcan nos traerá un perjuicio enorme, de 700 millones US$/año, sin generar prácticamente ningún empleo (menos del 0,1% del empleo que genera una industria tradicional).
 
La peor diferencia entre el tratado de Itaipú y el contrato que suscribiría Federico Franco con Río Tinto, sin embargo, es en relación a la soberanía hidroeléctrica.
 
En el caso de Itaipú, el Paraguay comenzó utilizando una cantidad mínima de energía, en el orden de 200 MW, hacia el año 1985, en sus inicios. Cada vez fue demandando más –hoy el retiro de energía paraguaya de Itaipú está ya en el orden de 1.600 MW en horario de punta– y SIEMPRE el Paraguay pudo recuperar la soberanía sobre su energía de Itaipú cedida al Brasil cuando necesitó más, porque el mismo tratado de Itaipú, aún con sus serias imperfecciones, garantiza que el Paraguay puede utilizar su propia energía toda vez que la necesite. Nunca se impidió que el Paraguay recupere más y más energía que anteriormente cedía al Brasil.
 
En el caso de Río Tinto Alcan, en cambio, NUNCA JAMÁS el Paraguay podrá recuperar los 1.600 MW que entregará a Río Tinto Alcan para su funcionamiento continuo, pues rigen los tratados de protección a las inversiones extranjeras y, si se llegara a firmar un contrato con la empresa productora de lingotes de aluminio, ésta exigirá que el Paraguay, sea cual sea el gobierno, le entregue sí o sí tal energía, a la subsidiada (regalada) tarifa que se comprometa a entregarle Federico Franco. Ésta es una condición mucho peor que la del tratado de Itaipú, pues mientras éste nos permite recuperar toda la energía que se le cede hoy al Brasil y así se ha cumplido sin ningún inconveniente en los últimos 27 años, en el caso del contrato con Río Tinto, el Paraguay JAMÁS podrá recuperar las más de 2 (dos) unidades generadoras de Itaipú (1.600 MW), en caso se firme el más que leonino contrato con tal multinacional.
 
Como pueblo paraguayo –donde radica la soberanía nacional– debemos crear conciencia y movilizarnos para impedir que se perpetre el contrato con Río Tinto Alcan, mucho peor que lo que fue el Tratado de Itaipú firmado en 1973 por el dictador Alfredo Stroessner.
 
 
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