Defensa Nacional e Integración Regional (II)
Luces y sombras de “la guerra y la paz”
21/03/2010
- Opinión
Un análisis de la legislación argentina, entre los imperativos políticos y la crudeza de los escenarios internacionales.
Los recientes hechos relacionados con las Islas Malvinas y los diálogos intergubernamentales sostenidos en el marco del imbricado proceso de integración suramericana han conferido un estacional protagonismo a la Ley de Defensa argentina.
Sancionada en 1988 y reglamentada recién en el 2006, puede decirse que la Ley de Defensa contempló los acontecimientos acaecidos durante la última dictadura con el objetivo de levantar una barrera legal que encuadre democráticamente el accionar de las Fuerzas Armadas e impida la reiteración de actos y acciones Terroristas de Estado, como los registrados tras el golpe de 1976.
Sin bien la ley tiene hoy un amplio consenso positivo –que incluye la opinión generalizada del sector castrense acerca de que “es una buena Ley”- los escenarios cambiantes de orden regional y mundial hacen necesario hoy instalar la cuestión referida a si la norma sirve para algo más que para proteger a la sociedad de actitudes militares contrarias a la Constitución Nacional.
En efecto, la ley y su reglamentación establecen claramente la distinción entre Defensa y Seguridad interior. Esa nada sutil diferencia ha impedido que, por ejemplo, sea posible “sacar el Ejército a la calle” para luchar contra una delincuencia “¿mediáticamente?” desbordada o, lo que sería más grave, emplear a las Fuerzas Armadas en tareas inherentes a la lucha antidrogas o realizar tareas de inteligencia puertas adentro.
Sin embargo, la disputa mundial por la posesión de recursos naturales, la focal situación Argentina en ese sentido, la ineficiencia de las Naciones Unidas (ONU) para frenar conflictos armados –Irak; Afganistán; Gaza; Kosovo etc.- y la debilidad de las organizaciones regionales para mediar o disuadir, hacen pensar en que –desde el punto de vista de los Estados Nación- la Defensa argentina frente a agresiones externas debería ser considerada prioritaria.
En una reciente declaraciones a la prensa, la ministra de Defensa argentina, Nilda Garré, aludió a un tema central desde la perspectiva de toda doctrina militar: las hipótesis de conflicto.
Argentina no tiene hipótesis de conflicto, dijo Garré según despachos de la agencia pública de noticias Telam, pero aclaró que las Fuerzas Armadas tienen que estar preparadas para preservar la integridad territorial, sus habitantes y recursos. Garré resaltó que las instituciones castrenses “van a tener que ver con temas relacionadas al medio ambiente y con las misiones de paz” de las Naciones Unidas.
“Es evidente que todo país debe tener un sistema de defensa porque eventualmente, hoy no hay hipótesis de conflicto, pero la Argentina tiene recursos naturales importantes y significativos, algunos de ellos escasos en el mundo, como el agua por ejemplo. En consecuencia tiene que estar preparada para preservar integridad territorial, sus habitantes y recursos”, subrayó la ministra.
En primer lugar puede suponerse, con alto grado de certeza, que las hipótesis de conflicto son secretas y por tanto no “ventilables” a través de los medios de comunicación.
Antes de seguir avanzando conviene subrayar que la Ley de Defensa es muy puntillosa con el uso de la terminología y en la designación de las autoridades competentes.
Las Hipótesis de Conflicto pueden enunciarse cuando dos naciones tienen intereses contrapuestos en un área definida, que tengan probabilidad de evolucionar a situaciones de fuerza, y están estrechamente ligadas a las “Hipótesis de Guerra”, que serían aquellas Hipótesis de Conflicto retenidas por ser muy alta la probabilidad de que de ellas se desprenda una situación bélica.
Así en el artículo 12, Título III “Finalidad del Sistema de Defensa Nacional”, la ley sostiene que “El Consejo de Defensa Nacional asistirá y asesorará al Presidente de la Nación en la determinación de los conflictos, de las hipótesis de conflicto y de guerra así como también en la adopción de las estrategias, en la determinación de las hipótesis de confluencia y en la preparación de los planes y coordinación de las acciones necesarias para su resolución.”
Al negar la existencia actual de hipótesis de conflicto, la ministra destacó la superación de problemas de alto voltaje con los países limítrofes –casos de Chile y de Brasil- merced a las buenas relaciones que se ha logrado con la vecindad regional, fruto hasta ahora de una afinidad de criterios por parte de los gobiernos de turno, pero sobre todo del consenso generalizado que reina en la región en torno a la necesidad de profundizar las instancias integrativas.
De todas formas, los conflictos, en potencia o actuales, siempre laten como naturaleza misma de toda practica política.
Por ejemplo. La Hidrovía es un proyecto de navegabilidad que permitiría evacuar –por el río y hacia ultramar- la producción económica desde el Estado de Mato Grosso do Sul y los recursos bolivianos provenientes principalmente de las prefecturas de la “Media Luna” (bastión este de la fuerzas derechistas contra el gobierno democrático de Evo Morales).
Los análisis realizados indican que la soja y sus derivados son los productos más importantes en volúmenes a transportar por la Hidrovía, seguidos por el hierro y los combustibles, en una estructura en la cual las corporaciones transnacionalizadas y los países hegemónico tienen intereses estratégicos.
El proyecto, de interés para Brasil y Bolivia –aunque también para Paraguay y Uruguay- ha quedado silenciosamente detenido –“de eso no se habla”- en parte por una decisión política de Argentina, que pretende construir un sistema de represas hidroeléctricas: Paraná Medio y Corpus Cristi.
Dejando de lado los cuestionamientos ambientales –existen y están bien fundados- Hidrovía y generación eléctrica serían proyectos viables simultáneamente merced a la utilización de exclusas para la navegación, sin embargo, la existencia de Itaipú en Brasil -que regula las aguas previamente- limita la pretensión argentina de construir proyectos energéticos aguas abajo.
Así relatado, el conflicto como problema, aún existe, aunque según se desprende de los dichos de la ministra Garré ha sido superado circunstancialmente en la actualidad como hipótesis de conflicto y por consiguiente como hipótesis de guerra.
Distinto es el caso del enfrentamiento disparado con el Reino Unido en torno a las Islas Malvinas. Allí también hay un conflicto, pero no una simetría estratégica entre los países involucrados.
En todo caso, podría pensarse en que la diplomacia ejercida ante los organismos supranacionales –Naciones Unidas- sería suficiente pero, una vez más, los citados fracasos de la ONU ponen en tela de juicio la idea.
La situación real en el Atlántico Sur (otra vez la presencia expropiatoria del conglomerado corporativo transnacional) podría relativizar la afirmación de que “no existen hipótesis de conflicto” y debería contemplarse la puesta en marcha de las previsiones correspondientes en planificación, adiestramiento y material.
Es cierto que parece una locura el solo pensar en la repetición de un conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña; sin embargo, los británicos no se preocupan en los hechos por tal interpretación: en los últimos meses han destinado unidades navales al Atlántico Sur y en las últimas dos décadas han construido un desproporcionado enclave militar en territorio isleño conocido como Mount Pleasant.
Es verdad que Argentina ha hecho un apostolado de su vocación no ofensiva. Sin embargo, es necesario recordar que ya Klaus Von Clausewitz sostenía que si bien “la defensa es la forma más fuerte de la guerra”, la decisión solo se obtiene merced al uso ofensivo de los recursos.
Ahora bien, suponiendo que se contemplara lo anterior y se prepararan los recursos nacionales para un uso completo (¿cambiar un Ministerio de Defensa por un Ministerio de Guerra?) y se sumara a eso la vocación no bélica de Argentina …¿no disuadiría eso de acciones como las adoptadas por Gran Bretaña en el Atlántico Sur? La duda es crucial porque podría significar el lanzamiento de una carrera armamentista de resultados inciertos. Gran Bretaña pertenece al Club Nuclear.
Es evidente que los escenarios cambiantes hacen necesarias las previsiones atinentes a la Defensa. Pero también es claro que en el marco de los Estados Nación los países de Latinoamérica, individualmente considerados y librados a sus fuerzas, llevarían las de perder.
Es entonces una cuestión de paradigmas. Por un lado, las soluciones que parecen impracticables desde los Estados Nación considerados individualmente son más que posibles, desde la óptica de una virtual unión suramericana.
Una vez más tienen validez los dichos siempre repetidos por el presidente de Brasil Luiz Inacio ”Lula” Da Silva en el sentido de que “juntos nos salvamos”. En este caso, la eficacia de las palabras de Lula depende de construir mecanismos internacionales más allá de las afinidades ocasionales de los gobiernos de turno y de la construcción de un “Sistema de Defensa” unido, que sí sería disuasivo por su potencial combinado.
La Ley de Defensa argentina también tiene sus previsiones en las hipótesis de confluencia, que no significan otra cosa que definir quiénes son los aliados y en qué condiciones. En los 200 años de independencia jamás se estuvo tan cerca de avanzar en este sentido.
Sancionada en 1988 y reglamentada recién en el 2006, puede decirse que la Ley de Defensa contempló los acontecimientos acaecidos durante la última dictadura con el objetivo de levantar una barrera legal que encuadre democráticamente el accionar de las Fuerzas Armadas e impida la reiteración de actos y acciones Terroristas de Estado, como los registrados tras el golpe de 1976.
Sin bien la ley tiene hoy un amplio consenso positivo –que incluye la opinión generalizada del sector castrense acerca de que “es una buena Ley”- los escenarios cambiantes de orden regional y mundial hacen necesario hoy instalar la cuestión referida a si la norma sirve para algo más que para proteger a la sociedad de actitudes militares contrarias a la Constitución Nacional.
En efecto, la ley y su reglamentación establecen claramente la distinción entre Defensa y Seguridad interior. Esa nada sutil diferencia ha impedido que, por ejemplo, sea posible “sacar el Ejército a la calle” para luchar contra una delincuencia “¿mediáticamente?” desbordada o, lo que sería más grave, emplear a las Fuerzas Armadas en tareas inherentes a la lucha antidrogas o realizar tareas de inteligencia puertas adentro.
Sin embargo, la disputa mundial por la posesión de recursos naturales, la focal situación Argentina en ese sentido, la ineficiencia de las Naciones Unidas (ONU) para frenar conflictos armados –Irak; Afganistán; Gaza; Kosovo etc.- y la debilidad de las organizaciones regionales para mediar o disuadir, hacen pensar en que –desde el punto de vista de los Estados Nación- la Defensa argentina frente a agresiones externas debería ser considerada prioritaria.
En una reciente declaraciones a la prensa, la ministra de Defensa argentina, Nilda Garré, aludió a un tema central desde la perspectiva de toda doctrina militar: las hipótesis de conflicto.
Argentina no tiene hipótesis de conflicto, dijo Garré según despachos de la agencia pública de noticias Telam, pero aclaró que las Fuerzas Armadas tienen que estar preparadas para preservar la integridad territorial, sus habitantes y recursos. Garré resaltó que las instituciones castrenses “van a tener que ver con temas relacionadas al medio ambiente y con las misiones de paz” de las Naciones Unidas.
“Es evidente que todo país debe tener un sistema de defensa porque eventualmente, hoy no hay hipótesis de conflicto, pero la Argentina tiene recursos naturales importantes y significativos, algunos de ellos escasos en el mundo, como el agua por ejemplo. En consecuencia tiene que estar preparada para preservar integridad territorial, sus habitantes y recursos”, subrayó la ministra.
En primer lugar puede suponerse, con alto grado de certeza, que las hipótesis de conflicto son secretas y por tanto no “ventilables” a través de los medios de comunicación.
Antes de seguir avanzando conviene subrayar que la Ley de Defensa es muy puntillosa con el uso de la terminología y en la designación de las autoridades competentes.
Las Hipótesis de Conflicto pueden enunciarse cuando dos naciones tienen intereses contrapuestos en un área definida, que tengan probabilidad de evolucionar a situaciones de fuerza, y están estrechamente ligadas a las “Hipótesis de Guerra”, que serían aquellas Hipótesis de Conflicto retenidas por ser muy alta la probabilidad de que de ellas se desprenda una situación bélica.
Así en el artículo 12, Título III “Finalidad del Sistema de Defensa Nacional”, la ley sostiene que “El Consejo de Defensa Nacional asistirá y asesorará al Presidente de la Nación en la determinación de los conflictos, de las hipótesis de conflicto y de guerra así como también en la adopción de las estrategias, en la determinación de las hipótesis de confluencia y en la preparación de los planes y coordinación de las acciones necesarias para su resolución.”
Al negar la existencia actual de hipótesis de conflicto, la ministra destacó la superación de problemas de alto voltaje con los países limítrofes –casos de Chile y de Brasil- merced a las buenas relaciones que se ha logrado con la vecindad regional, fruto hasta ahora de una afinidad de criterios por parte de los gobiernos de turno, pero sobre todo del consenso generalizado que reina en la región en torno a la necesidad de profundizar las instancias integrativas.
De todas formas, los conflictos, en potencia o actuales, siempre laten como naturaleza misma de toda practica política.
Por ejemplo. La Hidrovía es un proyecto de navegabilidad que permitiría evacuar –por el río y hacia ultramar- la producción económica desde el Estado de Mato Grosso do Sul y los recursos bolivianos provenientes principalmente de las prefecturas de la “Media Luna” (bastión este de la fuerzas derechistas contra el gobierno democrático de Evo Morales).
Los análisis realizados indican que la soja y sus derivados son los productos más importantes en volúmenes a transportar por la Hidrovía, seguidos por el hierro y los combustibles, en una estructura en la cual las corporaciones transnacionalizadas y los países hegemónico tienen intereses estratégicos.
El proyecto, de interés para Brasil y Bolivia –aunque también para Paraguay y Uruguay- ha quedado silenciosamente detenido –“de eso no se habla”- en parte por una decisión política de Argentina, que pretende construir un sistema de represas hidroeléctricas: Paraná Medio y Corpus Cristi.
Dejando de lado los cuestionamientos ambientales –existen y están bien fundados- Hidrovía y generación eléctrica serían proyectos viables simultáneamente merced a la utilización de exclusas para la navegación, sin embargo, la existencia de Itaipú en Brasil -que regula las aguas previamente- limita la pretensión argentina de construir proyectos energéticos aguas abajo.
Así relatado, el conflicto como problema, aún existe, aunque según se desprende de los dichos de la ministra Garré ha sido superado circunstancialmente en la actualidad como hipótesis de conflicto y por consiguiente como hipótesis de guerra.
Distinto es el caso del enfrentamiento disparado con el Reino Unido en torno a las Islas Malvinas. Allí también hay un conflicto, pero no una simetría estratégica entre los países involucrados.
En todo caso, podría pensarse en que la diplomacia ejercida ante los organismos supranacionales –Naciones Unidas- sería suficiente pero, una vez más, los citados fracasos de la ONU ponen en tela de juicio la idea.
La situación real en el Atlántico Sur (otra vez la presencia expropiatoria del conglomerado corporativo transnacional) podría relativizar la afirmación de que “no existen hipótesis de conflicto” y debería contemplarse la puesta en marcha de las previsiones correspondientes en planificación, adiestramiento y material.
Es cierto que parece una locura el solo pensar en la repetición de un conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña; sin embargo, los británicos no se preocupan en los hechos por tal interpretación: en los últimos meses han destinado unidades navales al Atlántico Sur y en las últimas dos décadas han construido un desproporcionado enclave militar en territorio isleño conocido como Mount Pleasant.
Es verdad que Argentina ha hecho un apostolado de su vocación no ofensiva. Sin embargo, es necesario recordar que ya Klaus Von Clausewitz sostenía que si bien “la defensa es la forma más fuerte de la guerra”, la decisión solo se obtiene merced al uso ofensivo de los recursos.
Ahora bien, suponiendo que se contemplara lo anterior y se prepararan los recursos nacionales para un uso completo (¿cambiar un Ministerio de Defensa por un Ministerio de Guerra?) y se sumara a eso la vocación no bélica de Argentina …¿no disuadiría eso de acciones como las adoptadas por Gran Bretaña en el Atlántico Sur? La duda es crucial porque podría significar el lanzamiento de una carrera armamentista de resultados inciertos. Gran Bretaña pertenece al Club Nuclear.
Es evidente que los escenarios cambiantes hacen necesarias las previsiones atinentes a la Defensa. Pero también es claro que en el marco de los Estados Nación los países de Latinoamérica, individualmente considerados y librados a sus fuerzas, llevarían las de perder.
Es entonces una cuestión de paradigmas. Por un lado, las soluciones que parecen impracticables desde los Estados Nación considerados individualmente son más que posibles, desde la óptica de una virtual unión suramericana.
Una vez más tienen validez los dichos siempre repetidos por el presidente de Brasil Luiz Inacio ”Lula” Da Silva en el sentido de que “juntos nos salvamos”. En este caso, la eficacia de las palabras de Lula depende de construir mecanismos internacionales más allá de las afinidades ocasionales de los gobiernos de turno y de la construcción de un “Sistema de Defensa” unido, que sí sería disuasivo por su potencial combinado.
La Ley de Defensa argentina también tiene sus previsiones en las hipótesis de confluencia, que no significan otra cosa que definir quiénes son los aliados y en qué condiciones. En los 200 años de independencia jamás se estuvo tan cerca de avanzar en este sentido.
- Diego Ghersi | Desde la Redacción de APM
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