Malvinas, una causa latinoamericana y global I

Qué problema para los británicos!

13/02/2012
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La presidenta argentina responde a la violencia con herramientas políticas y diplomáticas. El Reino Unido y su política colonial han quedado expuestos, y ellos saben que están en un problema.
 
Qué problema para los británicos: han quedado expuestos. Después de mil años de historia durante los que usaron la fuerza militar como avanzada de lo diplomático, alguien los interpela en un lenguaje que no saben hablar. Alguien pone en duda los derechos –“botín de guerra”- que se adquieren por las armas y antepone la Paz Global a la “Pax Britannica”.
 
Desde la Argentina la movida ha sido genial: utiliza un contexto internacional –básicamente regional- favorable hacia su causa para responder desde lo político a la fuerza bruta. Con indiscutible calidad Cristina Fernández hizo una demostración práctica de cómo, sin solución de continuidad, lo político se articula con lo bélico o viceversa. 
 
Las declaraciones de Cristina Fernández tuvieron como marco un escenario cuidadosamente armado para no dejar dudas de la unidad nacional que implica en Argentina la cuestión Malvinas y cumplió con el objetivo de llamar la atención del resto del planeta. La presidenta de los 40 millones de argentinos dirigió su mensaje al gobierno del Reino Unido, ya no desde una dictadura, sino desde un país con mecanismos democráticos transparentes y firmemente encolumnado detrás de una cuestión de Estado.
 
La repercusión se materializó en los medios internacionales. CNN en español y el canal Al Jazzera, siguieron las palabras de la mandataria sudamericana y dedicaron tiempo posterior al análisis. Expertos poblaron la pantalla explicando las diferencias entre “autodeterminación de los pueblos” y “población trasplantada”. La posición argentina se “infiltraba” por unos minutos en las agendas informativas globales.
 
La respuesta británica no se hizo esperar mucho y consistió en tres puntos básicos que en conjunto demuestran su intransigencia. Así, el gobierno de David Cameron señaló que no están militarizando el Atlántico Sur; que sus movimientos militares responden a la rutina y que siguen convencidos del Principio de Autodeterminación de los Pueblos tal cual se establece en la Carta de las Naciones Unidas.
 
Sin embargo después de la declaración de Cristina Fernández queda la sensación de que se ha forzado el ámbito de negociación al que Londres se ha opuesto desde siempre y, con ello, que Gran Bretaña ya no podrá negarse al diálogo sin semejarse a las naciones que suele condenar - Irán, Jordania o hasta hace poco la Libia de Gadafi- . La desaprobación internacional dejaría en inaceptable evidencia al Reino Unido.
 
En un análisis más profundo, resulta interesante tener en cuenta que hasta hace muy poco tiempo el gobierno argentino se negaba a visibilizar sus hipótesis de conflicto, posibilidad prevista en la vigente Ley de Defensa.
 
Basado en esa singular ausencia Argentina pasó a última prioridad el desarrollo de sus Fuerzas Armadas. La decisión no es un tema menor sino que expone las prioridades que el Estado argentino asumió después de que Néstor Kirchner accediera a la primera magistratura en 2003: primero era salir de la profunda crisis económico-social, luego todo lo demás y todo eso inmerso en una dimensión de respeto por la vida y los Derechos Humanos.
 
En otras palabras, la forzada ausencia de hipótesis de conflicto posibilitó que Argentina otorgara la última prioridad al desarrollo material de sus Fuerzas Armadas. Reconocer al conflicto de Malvinas como Hipótesis de Conflicto hubiera significado reconocer al Reino Unido como enemigo y hubiese forzado el esfuerzo imposible de construir una carrera armamentista contra una potencia militar –y atómica- mundial.
 
Comparativamente vale la pena recordar un ejemplo ya clásico: la extinta Unión Soviética colapsó económicamente por intentar superar el complejo militar industrial combinado de Occidente. Aún en ausencia de consideraciones éticas… ¿Hubiera sido inteligente dilapidar los recursos argentinos en el esfuerzo de equiparar al potencial bélico de un país miembro de la OTAN?
 
Y si impulsar el belicismo ya era un despropósito desde lo material, en la continuidad presidencial Kirchner-Kirchner también resulta absolutamente inviable desde lo ético. En ese sentido, Cristina Fernández sentenció que “Somos un pueblo que ya ha sufrido demasiado la violencia”.
 
Otra cuestión que debe explicitarse para comprender el marco sostén del mensaje de Cristina Fernández a Gran Bretaña es el del consenso regional de apoyo a la posición argentina sin el cual la opción diplomático-política hubiese sido inviable.
 
Dicho apoyo, consistente en reconocer la causa Malvinas como Causa Regional, tiene además otras aristas. La propuestas de abandonar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) forjado desde Estados Unidos hace más de medio siglo, cuyo único destinatario era la Unión Soviética y que mostrara su inutilidad en la Guerra de Malvinas de 1982; la amenaza de no asistir masivamente a la Cumbre de las Américas si no es invitada a ella Cuba; la denuncia cada vez más fuerte del bloqueo económico impuesto a esa isla caribeña y el apoyo a los intentos de emancipación de Puerto Rico.
 
A todo lo anterior debe sumarse el velado consenso de que un ataque a Malvinas sería un ataque a toda Latinoamérica y no sólo a la Argentina. En resumen, una atmosfera de insubordinación masiva hacia el modelo hegemónico planteado desde las potencias anglosajonas es la que respalda hoy a la iniciativa diplomática argentina y deja de lado cualquier mecanismo directo de aplicación de la fuerza militar.
 
De nuevo, la opción de descartar lo militar por ser materialmente inviable y carente de ética deja ahora de ser patrimonio exclusivo de Argentina para convertirse en una concepción latinoamericana. Se explica también desde las necesidades de sus pueblos que, sumergidos durante años en la pobreza, requieren que los recursos sean dirigidos a mejorar las condiciones de vida y no a la proliferación bélica.
 
Más aún, esa nueva concepción marcadamente latinoamericanista también reconoce que los ejércitos nacionales sudamericanos dejen su rol de organismos equipados, adiestrados y organizados para sojuzgar a sus pueblos o para guerrear por disputas limítrofes fratricidas. Y si bien una unión de defensa latinoamericana aún parece lejana ya se han dado pasos concretos para su materialización como lo indica la creación de Consejo de Defensa de Unasur.
 
Independientemente de lo anterior es importante señalar que la aplicación de la fuerza –lejos de ser la primera opción ante los conflictos- descansa profundamente en la autoridad política y en la acción diplomática en pos de la defensa de la paz, relegando a un segundo orden lo estrictamente militar. De ahí que la Presidenta Cristina Fernández recordara en su mensaje a Gran Bretaña que la región ha superado perfectamente sus conflictos sin tener que recurrir a la fuerza o la mediación foránea.
 
Así es –como parte del todo-que la causa Malvinas adquiere su dimensión regional y como tal es respaldada desde todos los países del continente americano.
 
El carácter global es sostenido desde la militarización/nuclearización del Atlántico Sur y de la depredación no sustentable de los recursos naturales aledaños al archipiélago. Es precisamente su globalidad la que inevitablemente hace entrar en el juego a las Naciones Unidas, entidad que se supone fue creada para evitar que divergencias internacionales conduzcan a un holocausto generalizado y, por tanto, escenario obligado para la solución del diferendo.
 
Pero el mensaje de la mandataria argentina no sólo propone a la ONU como organismo natural para la resolución de la disputa sino que, implícitamente, interpela a la organización obligándola a una acción eficiente, al denunciar el doble rasero del Consejo de Seguridad, organismo cuyos miembros parecen poseer la potestad de ignorar o reinterpretar, discrecionalmente, las resoluciones emanadas del conjunto de los países integrantes.
 
Lo que sigue
 
Resulta interesante abrir unos párrafos a la especulación sobre el futuro del tema Malvinas y es inevitable reconocer que básicamente pueden suceder dos cosas: que Gran Bretaña se avenga al diálogo en el marco de la ONU o que no lo haga.
Si no lo hace es de esperar más militarización, más provocaciones, más depredación y hasta tal vez un avance futuro sobre la soberanía territorial de Sudamérica.
 
Gran Bretaña tiene en el Atlántico Sur una garantía para su futuro como Nación. Los recursos económicos de la zona son un bocado más que apetecible en un contexto de crisis del que solamente puede salir más empobrecida. Desde lo geoestratégico Malvinas, al igual que Gibraltar domina uno de los puntos de estrangulamiento del comercio mundial: el Estrecho de Magallanes. Es además un pie sobre la mayor reserva de agua del planeta: La Antártida. Demasiado “botín de guerra” como para creer que Londres lo resignará con facilidad.
 
En efecto, dado que lo que se cuestiona en el mundo son los milenarios mecanismos de apropiación de la riqueza, Gran Bretaña, nación que constituyó su Imperio con el tráfico de esclavos, el comercio de opio y la guerra, no puede esperar un gran futuro desde sólo sus potencialidades legítimas. Dejar de ser un Estado Pirata le causaría un daño que la forzaría a una refundación.
 
Si Londres en cambio se abre al diálogo, la negociación forzará a la Argentina a un nuevo desafío porque… ¿Qué se podría negociar si lo que se pretende es el todo?
 
Dicho de otra manera, si “las Malvinas son Argentinas” entonces al Reino Unido nada le correspondería. Cualquier cosa intermedia resultaría una claudicación. Cualquier convergencia que implique la presencia británica sería una injusticia dado que el Reino Unido nada tiene que hacer en el Atlántico Sur. El corazón de la posición argentina es la inexistencia de argumentos británicos que, más allá de la fuerza bruta, avalen sus pretensiones.
 
Si bien sólo son especulaciones queda claro que en el fondo-fondo del problema Malvinas subyace otra cuestión global: o prevalece el derecho internacional ejercido desde las instituciones mundiales creadas a tal fin o el planeta entero se abre a un orden milenario dónde la fuerza y la esclavitud sean el estado natural de las cosas.
 
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | http://www.prensamercosur.com.ar/apm
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
https://www.alainet.org/es/articulo/155857

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