Elecciones del 27 de abril

20/04/2003
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De frente a las elecciones presidenciales del año 2003 en Argentina, es imprescindible tomar en cuenta una serie de puntos para alcanzar un análisis medianamente satisfactorio, que no se ahogue en la estrechez del corto plazo, o en un examen superficial que compare la imagen de los candidatos. A saber: 1. La completa anormalidad de estas elecciones en cuanto a su diseño: Sólo a presidente y vice, desfasada de los mandatos legislativos y de los gobiernos locales, lo que abre una difícil convivencia. Esta extrañeza se completa con la legislación híbrida urdida por el gobierno provisional, que permite presentar varios candidatos por partido (y que sólo utiliza uno de ellos, el peronismo), y que produce la paradoja de un asentimiento generalizado a la idea de que las elecciones la ganará uno de los candidatos de un partido desarticulado y afectado por una crisis que lo excede. Todo el proceso electoral tuvo un dejo de irrealidad, con permanentes cambios de fecha y de normas, dudas sobre su efectiva realización, candidaturas lanzadas y frustradas al poco tiempo. Y a ello hay que añadir que las 'muestras' de procesos electorales, internos y locales, fueron lo suficientemente irregulares como para constituir un anuncio de irregularidades y problemas en el comicio nacional. 2. El profundo desgaste de todos los partidos tradicionales, pero que paradójicamente ha dejado a éstos casi solos en el escenario. Esto se produce por: a) La abdicación de las corrientes más críticas, algunas por rechazo global y sin matices a la institucionalidad política, otras por decidir no convalidar las elecciones con su presentación, b) La fuerte decisión de la dirigencia política de convertir su desprestigio, su falta de diferenciación entre sí, sus manejos desorganizadores y desmovilizadores, en factores igualmente funcionales a su continuidad, que apunta a un consenso negativo, a una aquiescencia resignada con su permanencia. Incluso se produce el 'acostumbramiento' a las conductas más aberrantes, como la manipulación de fechas, el fraude y la violencia electoral que han menudeado en estos meses. (Catamarca, la interna radical) 3. Las secuelas del 19-20 de diciembre han incrementado, en lugar de disminuir, el sentimiento de impunidad de la dirigencia política. Sobre todo a partir de la constatación de que han podido atravesar incólumes aun el repudio clamoroso y generalizado de los primeros meses de 2002. Entonces, 'todo está permitido', desde hacer un homenaje a Rodolfo Walsh con Aldo Rico como candidato a gobernador en la tribuna (como Adolfo Rodríguez Saa), a proponer la supresión de la cámara de senadores para encubrir que en realidad se quiere eliminar ...a la de diputados (como propuso Menem hace pocos días); ser hombre de derechas por origen y convicción (y seguir opinando como tal) y proponerse como el Lula argentino (Ricardo López Murphy), etc. El conjunto social, agotada la capacidad de asombro, y sin alternativas que le interesen, tiende a 'naturalizar' esta situación. 4. El complejo cuadro que ofrece el peronismo. Es el partido de gobierno, y ha logrado estabilizar precariamente la situación. Pero no tiene un liderazgo reconocido, presenta una triple candidatura de las cuales una de ellas emerge de un profundo proceso de desgaste (Kirchner llega a la candidatura luego de que Reutemann se niega a ser candidato y De la Sota no logra apoyos sustantivos) y las otras dos son claramente opositoras al gobierno actual. Y sin embargo, el voto peronista aparece más expansivo que otras veces, como efecto de esta 'ley de lemas' híbrida, y de la desvalorización de las otras opciones, sea por no tener posibilidades de triunfo o por no garantizar 'gobernabilidad'. Esta última se instala como tema desde el poder político, mientras los manejos preelectorales y el cocktail de fechas apuntaron a dificultarla para cualquiera que no cuente con el respaldo del PJ, y a partir de una comprobación histórica: Ningún otro partido fuera del peronismo ha logrado terminar un período de gobierno completo desde 1946 en adelante. 5. La 'asombrosa' pervivencia de Menem: Por un lado, es el candidato del establishment, pese a las prematuras evaluaciones de que le habían 'soltado la mano'. Paralelamente, sigue buscando con éxito a los sectores más pobres y despolitizados, a partir de las promesas genéricas de orden y estabilidad, de la reavivación de vínculos emocionales, y de la pobrísima performance de cara a esos sectores de quiénes lo siguieron en el gobierno. Por una mirada deshistorizada, ajena a causalidades que no sean inmediatas y evidentes, muchos lo desvinculan del estallido de la crisis, que debería al desmanejo delarruista y a la pesificación duhaldista, y no a la concepción estratégica de Menem. El riojano es también la promesa de 'limpiar las calles', de inundar el país con policías y militares. Hay otro factor menos visible, y con una incidencia 'policlasista': Menem encarna al más radical pragmatismo, al imperio de los valores concretos, materiales, de satisfacción inmediata. Es un hombre que gusta sobre todo de la riqueza, el deporte, las mujeres, y esas inclinaciones son compartidas por una vasta proporción de sus conciudadanos, y en ese sentido es 'el que sabe', el que no se fatiga con complicaciones éticas y escrúpulos legales, el pragmático por excelencia dedicado a 'vivir la vida', con los recursos que proporciona el poder como herramientas a su servicio. Ese perfil humano seduce a un número no desdeñable de votantes de diversas extracciones sociales y conformación cultural. 6. Todas las candidaturas que se visualizan como 'presidenciables' (desde L.M hasta Carrió) no tienen otra mira que 'correrse hacia el centro', acompañada de la persistencia en la 'despolitización' de las campañas políticas. Todo son referencias a cualidades morales e intelectuales, experiencia, saber, seriedad, honestidad, las propuestas programáticas y las ideas ocupan un segundo plano. La propaganda parece responder más a las pautas de una selección de personal jerárquico de una empresa que a un debate político. Subyace un consenso implícito entre todos: Lo existente es invariable en sus grandes líneas, se trata de tener buenas cualidades para administrarlo con eficiencia y decencia, sin provocar grandes catástrofes. La creciente intención de voto a López Murphy, mas allá del campo de la derecha liberal tradicional, abreva en ese clima. 7. El papel del grueso de los medios es particularmente deletéreo. Procuran reforzar la 'naturalización' de lo existente, aíslan lo electoral del decurso social general, hacen caer sobre la sociedad responsabilidades más fuertes que sobre la dirigencia, y se convierte en inocente al gran capital, el autor mayor del desaguisado. 'Sociologismos' baratos buscan en características idiosincráticas de la sociedad argentina la raíz de los problemas, mientras más disimulan las verdaderas responsabilidades cuando mayor es la acumulación de poder de los culpables. La creciente red de comunicación alternativa, que se ha apoderado con brío de las radios alternativas y el 'cyberespacio', no alcanza a ser un contrapeso, pese a su importante crecimiento en llegada y calidad. 8. El componente de invocación de 'amenazas' es fuerte en estas elecciones. Sólo el peronismo podría gobernar (los opositores no lo han logrado), y se necesita de algún modo restaurar el 'orden' (frente a la delincuencia y frente al movimiento social que ha quedado virtualmente dueño de las calles). Construir una Argentina justa queda como un objetivo relegado, frente a la pretensión más pragmática de construir una Argentina 'gobernable'. El enorme poder de atracción de la derecha se manifiesta también en este campo, y se producen desplazamientos desde una noción de 'gobernabilidad' más compleja a la idea de pasar a la represión como forma de enfrentar el movimiento social. Menem marcó el camino en esto: "La calle está tomada por marxistas y delincuentes". Y allí van todos, empezando por el gobierno provisional, que desaloja fábricas tomadas y clausura espacios de asambleas a velocidad creciente. 9. La posición de la gran empresa. Está iniciando hoy una reorganización gremial (AEA, ADEBA), y ensayando un nuevo discurso, con polo en las empresas exportadoras y cierta reivindicación del capital 'nacional', buscando desligarse del desprestigio que afecta sobre todo a las empresas de servicios públicos y a la banca extranjera. Juegan a Menem y López Murphy, pero toman en cuenta que, dentro de los candidatos con reales posibilidades, nadie busca otra cosa que no distanciarse demasiado de sus intereses y postulados, y siguen temiendo mucho más el disgusto del capital que el del trabajo: Allí está Carrió con su vice extraído de un partido conservador de rancia prosapia, y Kirchner con el suyo salido no sólo de las filas del gobierno de Menem, sino correspondiendo al estereotipo de 'éxito' que Menem construyó. Ambos pidiendo disculpas cada vez que dicen algo que parezca tentar los límites del consenso del gran capital. Los grandes empresarios reparten donativos entre los candidatos, los hacen desfilar a todos frente a sus 'foros' más importantes, y aportan sus equipos técnicos. Salvo excepciones, los candidatos buscan el calor de los think tanks y las consultoras afines al gran capital. Algún outsider (Lo Vuolo, Carbonetto), no altera el cuadro general. 10. El proceso de protestas y de apogeo de formas no tradicionales de organización, que tuvo picos en las elecciones de octubre de 2001 y en las movilizaciones que poblaron, a partir del 19 y 20 los primeros meses de 2002, y se desenvuelve cotidianamente en nuevos espacios y actividades ganados por asambleas, piqueteros y organizaciones de todo tipo, incluyendo un importante movimiento de información alternativa, no tuvo canalización política eficaz hasta el momento. Tendió a consolidar las construcciones en el plano 'micro', dotó de alta visibilidad a las nuevas formas de organización (piquetes, asambleas, fábricas recuperadas), pero no se consolidó en movimiento articulado ni en propuesta, ni siquiera por la negativa. Ni las asambleas vecinales están al borde de la extinción, como suele creerse, ni el movimiento piquetero ha sido cooptado por entero por el aparato estatal, como algunos opinan, pero la disminución del impulso inicial y algunos contrastes en que los partidos de izquierda, por un lado y los sectores más conciliadores por otro, tuvieron bastante que ver, les han restado fuerzas a la hora de plantarse en la crítica al proceso electoral. 11. Contra lo prometido por algunos (la corriente de Zamora en primer lugar), no hubo movilización que denunciara la manipulación y restricciones de este proceso electoral. Las formas de abstención no han estado articuladas ni propagandizadas públicamente. De esa forma, el rechazo a la elección aparece como una forma de refugio individualista, plagada de ambigüedad, una pura renuncia a la política (incluso con sesgo reaccionario en algunos casos), más que una acción concertada contra el sistema. El porcentaje de abstención y voto negativo podrá ser mayor o menor que en las últimas elecciones, no lo sabemos, pero no ha sido respaldado en la movilización, ni dotado de un significado medianamente claro. 12. Los sindicatos atraviesan el período de menor presencia pública de la historia. La pasividad sindical se ha hecho un modo de vida desde hace mucho para dirigentes como Cavalieri, José Rodríguez o West Ocampo, y hace un tiempo que alberga a Moyano y los suyos. Están dispuestos a cabalgar no sólo sobre la apatía, sino sobre el repudio de sus propias bases, mientras eso sea compatible con la no articulación de alternativas a su dominio. Pero, en grado diverso y con otras características, esto tiende a extenderse a la CTA, que no logra articular luchas reivindicativas de resonancia, y tampoco una propuesta política coherente. Luego de encarnar la reivindicación de un sindicalismo alternativo, con otras prácticas y sistemas de decisión más democráticos, de romper con la superstición de la unidad sindical, de captar la importancia de lo territorial y de las formas no convencionales de organización, ha quedado estancada, perdiendo peso específico el factor de los trabajadores organizados, ganándola los grupos más conciliadores de los 'piqueteros'. En lo ideológico ha quedado 'presa' de sectores que tienden a derivar hacia la política tradicional, sus postulados y prácticas. Mientras los 'gordos' apoyan a Menem a la callada, Moyano milita en la corriente 'adolfista', y la CTA no pudo generar una opción propia, mas allá de la adscripción aquí o allá de algunos de sus referentes. 13. Las propuestas políticas de izquierda sufren la paradoja de que la figura más rutilante (Luis Zamora) es abstencionista y repudia a sus congéneres de los partidos de izquierda, además de que tamiza sus bases de apoyo con un criterio individualista y 'antipolítico'. Por su parte, los partidos tradicionales de la izquierda, no logran despegar de sus conductas atávicas: la falta de manejo de los tiempos (la ilusión del triunfo fulminante), el vanguardismo, las disputas de secta, el desprecio por cualquier rasgo de autonomía del movimiento social, la incapacidad de generar alianzas amplias (y aun estrechas). Quedaron dueños de las calles junto con el movimiento piquetero y las asambleas, crecieron en su base militante y en el apoyo a su acción desde fuera de sus filas, e incluso en el plano electoral, pero siguen siendo propuestas desarticuladas, testimoniales, con candidatos nombrados en conciliábulos misteriosos y entredichos entre grupos incomprensibles para el resto de los mortales. La aptitud de armar alianzas dentro o fuera del espacio propio tiende a cero, y buena parte del movimiento social se define como de izquierda pero desde el rechazo explícito a los partidos, a menudo sin excluir al alternativismo de Autodeterminación y Libertad. La perspectiva inmediata Si hay un escenario 'abierto' éste es el de la Argentina actual. No tanto por el resultado electoral, ya que los candidatos comparten la mediocridad de las propuestas y la falta de voluntad, o de audacia, a la hora de proponer innovaciones de fondo. Sino por lo que ocurra, cualquiera sea el triunfador, después de las elecciones. El primer problema es el grado de legalidad y legitimidad que ofrezca el resultado electoral. Es probable que la primera minoría tenga un porcentaje muy bajo, los perdedores no se conformen con su condición de tales, haya protestas e impugnaciones, y el próximo gobierno parta de una situación inicial de debilidad, de inestabilidad de su base de sustentación. También que la segunda vuelta, celebrada entre candidatos con propuestas similares y su carga propia de desprestigio, tenga un porcentaje mayor de voto negativo que la primera, contribuyendo también a debilitar la legitimidad de origen. No puede predecirse la configuración del sistema de partidos en el futuro inmediato, ya que éste vive una transición que dista de haber madurado. Uno de los polos del bipartidismo tradicional, el radicalismo aparece muy disminuido y con pocas esperanzas inmediatas de remontar su suerte. Este es un elemento muy fuerte, ya que el radicalismo se mantenía como una de las dos fuerzas predominantes desde hace casi cien años. El Frepaso, tercero emergente de la década de los 90' frente a un bipartidismo que ya evidenciaba su crisis, se desmembró casi por completo, y la formación más perfilada para reemplazarlo en ese espacio, el ARI, es de una fragilidad e inestabilidad muy altas. La derecha hace décadas que crea opciones que se deshilvanan sin alcanzar a volverse mayoritarias, a menudo cooptadas por el bipartidismo, y está por verse si la coalición generada en torno a López Murphy logra seguir un derrotero diferente. Las perspectivas de la movilización popular no deben subestimarse, absteniéndose de sacralizar el actual parate y los pujos de 'normalización' que se impulsan desde el poder. No sólo la mal llamada 'clase política', sino también el poder judicial, los sindicatos, buena parte de la gran empresa (los bancos, las compañías de servicios públicos). amplios ámbitos institucionales están abarcados en la puesta en tela de juicio del lugar que ocupan, en un escepticismo radical siempre al borde del repudio activo, no cristalizado hasta ahora en posiciones alternativas que cuenten con respaldos sólidos. Frente a ello, las asambleas vecinales (que siguen existiendo y teniendo fuerza dentro y fuera del Conurbano), el movimiento piquetero, las empresas recuperadas, el movimiento estudiantil post-Franja Morada, las agrupaciones culturales contestatarias, los medios de comunicación alternativos, todo lo que de nuevo ha parido una voluntad y creatividad autónoma de los centros de poder, son puntales de una organización social renovada y poderosa, que no encuentra todavía su articulación, y en ocasiones se encandila con un enfoque 'post-político', que pretende prescindir del nivel 'macro' y de la disputa del poder estatal. La atenuación de la ilusión antipolítica que rescate sus mejores valores, y el desarrollo de las búsquedas más coherentes de renovación (más bien re- fundación o re-creación) de la izquierda partidaria, si logran converger de alguna manera, tienen un vasto futuro por delante. Lo más agudo de la crisis, apenas disimulado hoy, reverdecerá en cualquier momento. Y la imaginación constructiva, la capacidad de organización y lucha, la capitalización de las experiencias fracasadas, brotará con fuerza en cuánto la capa de desencanto que hoy parece cubrirlo todo se resquebraje ante nuevas esperanzas. Los tiempos electorales no coinciden, ni tendrían por qué coincidir con el proceso de cambio cultural y organización, pero sus resultados lo afectarán de diversas maneras. Nada sustancial va a cambiar por el resultado de estas próximas elecciones. Mucho e importante, sin embargo, puede ser modificado por el desarrollo del movimiento social y político de los próximos años, sobre todo si logra incluir eficazmente lo político-institucional en su agenda, eludiendo el triple riesgo del purismo abstencionista, el vanguardismo declamatorio, y la cooptación por los poderes existentes. Y si el movimiento logra prepararse adecuadamente para escaladas represivas que sin duda sobrevendrán...
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