UNASUR, bases militares y después

09/09/2009
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  • Opinión
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Con la reciente Cumbre Extraordinaria de Unasur (Bariloche, 28 de agosto) televisada durante varias horas, adquiere singular estado público un debate alrededor del tema central de la Cumbre, las bases militares de Estados Unidos en la región, que se extiende también a los alcances y objetivos de la propia Unión de Naciones Suramericanas y el Consejo de Defensa (CDS) creado el año pasado en ese marco.
 
Como un primer resultado altamente positivo de la reunión gubernamental de Bariloche hay que anotar que es la primera vez en muchos años que la presencia militar imperialista en la región es debatida en tan alto nivel y con semejante grado de exposición pública, lo cual dicho sea de paso, genera inmejorables condiciones para que el movimiento popular despliegue en nuestro país renovadas acciones contra las bases militares extranjeras y específicamente por el desmantelamiento de la Fortaleza militar que la OTAN inauguró en 1985 en nuestras Malvinas.
 
Igualmente importantes son las reflexiones y argumentos proporcionados por la mayor parte de los Jefes y Jefas de Estado de América del Sur, entre ellos los del Presidente de Bolivia, Evo Morales, al formular la propuesta de promover referendos en cada uno de los países para que sean los pueblos quienes decidan si quieren o no bases extranjeras en sus respectivos territorios. Si esta idea llegara a concretarse millones de personas podrían sumarse a los debates, desplegar su conciencia antimperialista e incorporarse activamente a la lucha por la paz, contra la militarización imperial.
 
Tras la Cumbre de Bariloche quedó en claro que el gobierno de Uribe y toda la derecha continental había apostado fuertemente al quiebre de Unasur, cosa que no logró, aunque sí consiguió atemperar las definiciones que, como es sabido, en estos espacios se adoptan por consenso.
 
En el texto aprobado los mandatarios postularon la no injerencia en los asuntos internos de cada país, se pronunciaron por la paz en la región, afirmaron la defensa de la soberanía y la preservación de los bienes naturales.
 
El presidente colombiano, recibió una andanada de críticas por sus acuerdos militares con EEUU y no logró convencer a nadie de que la millonada de dólares que recibe en concepto de ayuda militar, así como la concesión al Pentágono de siete nuevas bases –terrestres, aéreas y navales- en territorio colombiano sólo tendría como objetivo el combate al narcotráfico y, por lo tanto no entrañarían un peligro para los países vecinos. Es más, la discusión no ha terminado y continuará en una reunión de cancilleres a realizarse en la primera quincena de septiembre, así como en el Consejo de Defensa de la Unasur convocado para analizar la estrategia militar de Estados Unidos en la región que fuera enérgicamente cuestionada especialmente por los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia.
 
Con ello adquiere particular relevancia el mantenimiento de un espacio de integración regional como la Unasur, en la que no participa Estados Unidos, y en cuyo marco empiezan a funcionar organismos como el Consejo de Defensa Suramericano.
 
¿Qué es y para qué se constituye el CDS?
 
La idea de crear el Consejo de Defensa Suramericano (CDS) se instala en la reunión constitutiva de Unasur que tuvo lugar en Brasilia el 23 de mayo de 2008.
 
El CDS se conforma en diciembre de 2008 con los ministros de Defensa de los doce países de Unasur (Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Surinam, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) con el propósito declarado de “fortalecer la confianza mutua mediante la integración, el diálogo y la cooperación en materia de defensa buscando avanzar en una política común de Defensa para el continente”.
 
Conceptualmente hablando el principal objetivo del CDS es tomar distancia de las doctrinas de “seguridad hemisférica” trazadas por el Pentágono yanqui que se vienen aplicando desde hace décadas en nuestro continente, y elaborar para América del Sur una doctrina propia de seguridad y defensa.
 
Ya antes de crear al CDS los gobiernos de la Unasur habían dado señales en ese sentido con acciones como la defensa de la institucionalidad democrática en Bolivia y la investigación de la masacre de Pando; o la determinación del gobierno ecuatoriano de no renovar el convenio para el uso de la base de Manta por el gobierno de los Estados Unidos; o la decisión del gobierno argentino de re-estatizar la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba que con la anterior política de privatizaciones había sido concesionada a la empresa Lockheed Martín, una de la principales proveedoras del Pentágono.
 
En la misma dirección se inscribe la tendencia creciente a lo que el investigador argentino Gustavo Lahud señala como una “progresiva erosión del papel desempeñado por la Organización de Estados Americanos (OEA) en el proceso político regional”. Lo ocurrido en la XXXIX Asamblea General de la OEA, en San Pedro Sula donde fue anulada la inmoral exclusión de Cuba, confirma ampliamente dicha tendencia al aprobarse una Resolución que el sociólogo Atilio Borón subraya como “un síntoma de los grandes cambios que han tenido lugar en el panorama sociopolítico de América Latina y el Caribe en los últimos años (y) cuyo signo distintivo es la persistente erosión de la hegemonía norteamericana en la región”.
 
Estos hechos y reflexiones marcan el contexto en el que deberíamos analizar la reciente Cumbre de Unasur, así como el papel del Consejo Sudamericano de Defensa, tanto en lo que se refiere a la elaboración y ejecución de una política propia de seguridad y defensa como en cuanto a la tarea concreta que le fuera derivada por los mandatarios de América del Sur respecto a las bases militares en territorio colombiano.
 
En las declaraciones de los Ministros de Defensa de la región se encuentran numerosas pistas para precisar los propósitos del CDS: no se trata de una alianza militar convencional, ni de la conformación de un ejército común, sino de crear un mecanismo de integración que permita discutir las realidades y necesidades de Defensa de los países suramericanos; reducir los conflictos y desconfianzas, y garantizar la estabilidad en una región codiciada por sus importantes reservas de agua, recursos energéticos y alimentos, así como "prevenir" situaciones como la crisis provocada por la incursión de tropas de Colombia en territorio ecuatoriano. Se propone asimismo transparentar la información sobre gastos e indicadores económicos de la Defensa, uno de los aspectos más controvertidos tomando en cuenta la desconfianza que provoca en algunos países el aumento del presupuesto militar de sus vecinos.  
 
La ministra argentina de Defensa ha realizado importantes precisiones sobre los principios ya consensuados que guíarán la actuación del CDS, entre ellos el reconocimiento de la subordinación constitucional de las instituciones de la Defensa a la autoridad civil legalmente constituida, así como el fomento de la defensa soberana de los recursos naturales de nuestras naciones. Ha propuesto además fomentar el intercambio en materia de formación y capacitación militar, facilitar procesos de entrenamiento entre las Fuerzas Armadas de los países de Unasur y promover la cooperación académica de los centros de estudios de defensa.
 
Es muy interesante la iniciativa del gobierno Argentino, presentada a los Ministros de Defensa de Unasur de crear un Centro Suramericano de Estudios Estratégicos para la Defensa. El gobierno argentino también considera necesario promover el establecimiento de un Colegio Suramericano de Defensa. De concretarse esta idea, ya no habría argumentos para que los países de la región siguieran enviando sus efectivos a capacitarse a la tristemente célebre Escuela de las Américas, escuela de asesinos a la que ya algunos países, entre ellos Argentina, han dejado de concurrir.
 
Buenos Aires

- Rina Bertaccini es presidenta del Movimiento por la Paz y la Solidaridad entre los Pueblos (MOPASSOL), Argentina.

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