De vuelta a casa

14/07/2009
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La crisis económica global y las restricciones de los países europeos al ingreso de inmigrantes provenientes del sur de América están logrando lo que, desde hace décadas, no sucedía en Uruguay: una reducción del flujo migratorio y el retorno al país de un número no cuantificado de ciudadanos y ciudadanas que intentaron una mejor vida allende los mares.
 
A la decisión de retorno no es ajena la ilusión de que el crecimiento económico experimentado por esta nación en los últimos años permita la reinserción laboral y un nivel de vida digno.
 
Según datos de la Dirección Nacional de Migración, en 2008 entraron al país, por la principal terminal aérea, 255.556 personas y salieron 261.610, para una diferencia de unos 6.000 emigrantes menos respecto al año precedente.
 
Alrededor de medio millón de uruguayos reside en el exterior, asentado sobre todo en España, Estados Unidos, Canadá y Australia. La población actual de Uruguay es de 3.200.000 habitantes.
 
La demógrafa Adela Pellegrino explicó a SEMlac que el contexto internacional es complejo para la emigración. “No se trata sólo de la crisis económica en los países receptores, sino también de que las políticas migratorias en dichas naciones se han puesto muy restrictivas para los inmigrantes”, sostuvo.
 
En el caso de España, por ejemplo, los requisitos de ingreso para los uruguayos que no tienen pasaporte comunitario son extremadamente severos.
 
Deben llevar una carta de quien los recibe asegurando su manutención y demostrar solvencia económica, entre otras exigencias. Y, aún así, pese a cumplir con los mínimos requerimientos, no han sido pocos los que fueron deportados en menos de 24 horas.
 
En todos los casos “quemaron sus naves”. Vendieron sus pertenencias, renunciaron a sus trabajos y arriesgaron el futuro familiar.
 
Consultada respecto a si existen estimaciones de la cantidad de mujeres que migran en el volumen total de personas que abandonan el país, Pellegrino recordó que en la migración uruguaya siempre predominaron los hombres. “No sé si las mujeres salen solas o no; lo que puedo decir es que la emigración uruguaya suele estar integrada por familias”, confirmó.
 
Sin embargo, aunque las estadísticas no las registran, todo el mundo conoce en Uruguay casos de mujeres viudas o divorciadas que viajaron tras sus hijos, sobre todo a España, porque sienten que con ellos lejos su vida ya no tiene sentido o entienden que pueden ayudarlos y apoyarlos en la crianza de los nietos.
 
Hoy, la esperanza del reencuentro se esfuma ante la cruda realidad del desempleo y la penuria económica en que los ha sumido la crisis económica europea.
 
El caso de Carmen es uno de ellos. Hace una década, su hija mayor decidió instalarse en las Islas Canarias junto con su marido y tres hijas. Ella, divorciada, se ganaba su vida como profesora de inglés y con sus menguados ingresos debía hacer frente a la crianza de una hija discapacitada.
 
La crisis económica que asoló el Río de la Plata en 2002 no le dio otra opción que emigrar ella también. No daría clases de inglés, pero bien podría cuidar niños y personas ancianas, pensó. Y así lo hizo. Poco tiempo después viajó su consuegra. La familia se recompuso. No por mucho tiempo.
 
Desde hace meses, el yerno de Carmen perdió su trabajo y está en el seguro de desempleo, “el paro”, como lo llaman los españoles. También su hija. Todo su núcleo familiar debió reducir los gastos, por lo que decidieron mudarse a la casa de la suegra y así compartir “los panes y los peces”.
 
En su horizonte está el retorno a Uruguay, pero la decisión no es sencilla. Deberán recomenzar de cero: sin casa, sin trabajo y con un familión a cuestas, lo que en los hechos representa una segunda emigración.
 
“Siempre hay una parte de la emigración que retorna. Se estima que de cuatro emigrantes, uno retornó. Cuando terminó la dictadura (en 1984) el regreso fue mayor y ahora también es importante, pero no lo hemos cuantificado”, señaló Pellegrino.
 
En la última década, unos 20.000 uruguayos por año se radicaron en el exterior, según datos de la Dirección Nacional de Migración.
 
Sin casa ni comida
La doctora en Historia Silvia Facal reseña en su ensayo “Ida y vuelta. La emigración y el retorno de los uruguayos de España” los casos de muchos y muchas compatriotas, tan reales como el de Carmen, que día a día ven fracasar sus proyectos y quebrarse los sueños que los impulsaron a abandonar el país natal.
 
Entre ellos, hay quienes se apostan ante un supermercado, esperan que cierren sus puertas y, a escondidas, hurgan en los tachos de basura los productos desechados, porque están en el límite de su fecha de vencimiento.
 
Muy camuflada está la imagen de éxito que tratan de trasmitir semana a semana a su familia en Montevideo a través de una camarita Web que todo lo disimula.
 
Rómulo Correa, presidente de la Asociación de Uruguayos en Cataluña, confirmó en abril último en un programa local de Radio El Espectador que en España “hay gente que duerme en la calle y no tiene para comer. No tiene dinero para pagar una habitación y los albergues están repletos”.
 
“Los emigrantes abrazan el sueño quimérico de regresar ricos a su tierra por el ‘que dirán’ de los que se quedaron”, sostiene Facal. Y así suman frustraciones, decepciones y desencantos.
 
Y, como si fuera poco, se quedan sin dinero para enviar remesas a la familia que quedó y que alentó su vuelo.
 
En el primer trimestre de 2009 los envíos de dinero desde el exterior cayeron en forma notoria y aumentaron los envíos desde Uruguay hacia fuera.
 
De acuerdo con datos divulgados en abril último en el mencionado programa radial, en 2008 cayeron un 18 por ciento las transacciones y en 20 por ciento el monto promedio de las remesas, según datos proporcionados por Western Union y More Money Transfer.
 
Repatriación
En 2008, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay apoyó la repatriación de 100 ciudadanos que sobrevivían en España en situaciones extremas. En 2007, fueron 70 los que volvieron al país. En esos casos, la cancillería asume el costo del pasaje y el beneficiado se compromete a pagarlo en determinado plazo.
 
Como forma de facilitar la reinserción de los uruguayos que deseen retornar al país, la ley 18250, aprobada en enero de 2008, autoriza a todos aquellos con más de dos años de residencia en el exterior a introducir —libre de todo tipo de tasas e impuestos— muebles y enseres domésticos, herramientas, máquinas e instrumentos vinculados con el ejercicio de su profesión y un auto, el cual no podrá venderse antes de cuatro años de ingresado.
 
Hasta ahora se han beneficiado con esta ley 227 personas.
 
Del mismo modo, como forma de facilitar la reinserción, se impulsó una experiencia piloto de construcción de una cooperativa de vivienda por ayuda mutua integrada por 10 familias provenientes del exterior y otras 10 radicadas en Uruguay.
 
Las casas estarán terminadas en un plazo de tres años y se aspira a que, en el proceso de edificación de los inmuebles, se promueva la integración y la reinserción de las familias.
 
El demógrafo y economista Juan José Calvo, en un informe sobre “Sustentabilidad demográfica”, concluye que, pese a las nuevas cifras, la emigración uruguaya “persistirá” pues en su opinión, es parte estructural de la dinámica demográfica propia.
 
“Parece poco factible revertir la tendencia en el corto plazo, menos aún sin políticas intensivas que tengan como objetivo alentar la residencia en Uruguay”, concluyó.

Montevideo, julio (Especial de SEMlac)
Fuente: http://www.redsemlac.net

https://www.alainet.org/es/active/31696
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