Para decidir y considerar, sólo me hace falta que estés tú (Víctor Heredia)

A propósito de la Consulta

24/07/2008
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Zygmunt Bauman pone el dedo en la llaga al denunciar el límite de la libertad en la modernidad capitalista: todo se puede (aunque la mayoría no pueda casi nada), excepto imaginar un mundo mejor que este en que vivimos.  Cuando mucho, se queda en la reparación de la casa, la reforma del tejado, la pintura de las paredes, sin que se cuestione la misma arquitectura de la casa ni, mucho menos, el modo de convivencia de quienes la habitan.
Frei Betto, Privatización de la libertad[1]

Tiempo de decisiones

Estamos a las puertas de la decisión en la consulta popular sobre la Constitución aprobada por la Asamblea Constituyente.  La primera pregunta es ¿hay posibilidad de libertad en la decisión?

La dinámica del juego político, tanto desde el lado del régimen, como desde la derecha ha creado un espacio cerrado entre el sí y el no.  La propaganda oficial se centra en dos ideas fuerza: votar por el NO es regresar al pasado (vuelve el Congreso y la partidocracia) y con ello hacer juego a la derecha; la nueva Constitución es la puerta del cambio y del bien.  La propaganda de la derecha argumenta que el SI es dar carta en blanco al autoritarismo de Correa y con ello afirmar un socialismo ateo.

No se abre un espacio para el debate, para saber por qué optamos por el SI o por el NO.  Estamos de entrada condenados a alinearnos a favor del régimen o en su contra; la decisión sobre la Constitución queda sometida a los avatares de la coyuntura.

Un debate filosófico

No existe la libertad en abstracto.  El argumento filosófico liberal reduce la libertad a su lado “formal”, en las nuevas versiones se concentra en el procedimiento; y rechaza “la convencional oposición marxista-leninista entre la libertad «formal» y la «real»”.  Aquí está el “centro nervioso de la ideología liberal: la libertad de elección, basada en la idea del sujeto «psicológico» dotado de propensiones que intenta hacer realidad.”[2]

El poder en las diferentes versiones se presenta como la capacidad de vencer o de convencer, a menudo por encima de los intereses de los propios sujetos, sobre todo de los dominados. 

“Beauvois enumera tres modos de lo que lleva a las personas a cumplir dicho acto en contra de su propensión o sus intereses percibidos: autoritario (la pura orden: «¡deberías hacerlo porque yo lo digo, sin cuestionarlo!», sostenida por la recompensa si el sujeto la cumple y el castigo si no la cumple); totalitario (la referencia a una causa superior, a un bien común que es mayor que el interés percibido del sujeto: «¡deberías hacerlo porque, aunque sea desagradable, le sirve a tu nación, tu partido, la humanidad!»); y liberal (la referencia a la naturaleza interna del sujeto: «lo que se te pide tal vez parezca repulsivo, pero si buscas profundamente en tu interior descubrirás que está en tu verdadera naturaleza el hacerlo, te resultará atractivo, descubrirás dimensiones nuevas e inesperadas de tu personalidad!»).

Zizek precisa que más bien el autoritarismo proclama el bien superior bajo la amenaza de la recompensa o del castigo, mientras el totalitarismo y el liberalismo invocan al sujeto, y “la diferencia entre ambos reside en otra parte: el «totalitarismo» le impone al sujeto su propio bien, aunque sea contra la voluntad de dicho sujeto… El liberalismo intenta evitar (o, mejor dicho, tapar) esta paradoja aferrándose hasta el final a la ficción de la autopercepción libre e inmediata del sujeto”

El razonamiento liberal empieza por situar la decisión en el individuo, por “la privatización de la libertad”[3], para reducirla a un problema de conciencia personal, separada/vaciada de la contextualización social: la libertad formal “se inscribe en la ideología del sujeto entendido como individuo psicológico preñado de habilidades y tendencias naturales”.  Cuando tengo que decidir, interpreto los procesos “como resultado de mi personalidad, no como resultado de que las fuerzas del mercado (o del poder) me arrojen de un lado a otro.”[4]

En la decisión de la consulta, el sistema va jugar esas tres variantes: el discurso autoritario desde ambas veredas: para la propaganda oficial, si votas NO opera el chantaje del regreso del “Congreso de los manteles”, como consta en el Mandato Constituyente sobre la transición.  Para la derecha, si votas SI, opera la amenaza de la prolongación del autoritarismo de Correa.

El discurso totalitario de ambas veredas: debes votar SI, porque hay una razón superior, el cambio, la felicidad; auque puede haber puntos que no te gusten o estén en contra de tus intereses.  Una variante es el discurso pragmático: no se podía ir más allá; hay que aceptar los cambios posibles. 

Y del otro lado: debes votar NO, porque si no atentas contra la vida, contra el bien supremo, Dios.  Una variante es el discurso anticomunista: ya llega el socialismo chapista, te van a quitar la casa y hasta los hijos…

Y entonces, desde la impotencia personal viene el discurso de votar en conciencia.  Al final no queda más que la salida del mal menor: peor es nada.  El consuelo de no ser calificado como reaccionario, aunque en silencio o en privado se proclame la insatisfacción de una oportunidad perdida.

La libertad leninista

Empieza por contextualizar: “libertad sí, pero ¿para QUIÉN? ¿Para hacer QUÉ?”.  Establece una ruptura entre libertad “formal” y “real”.  “De eso tratan los ataques obsesivos de Lenin contra la libertad «formal», ahí reside su «núcleo racional» que vale la pena salvar hoy:[5] cuando él subraya que no hay ninguna democracia «pura», que siempre deberíamos preguntar a quién sirve la libertad en consideración, cuál es la función de dicha libertad en la lucha de clases, su fin es precisamente el de mantener la posibilidad de la verdadera elección radical.  A eso equivale en último término la distinción entre libertad «formal» y libertad «real»: la libertad «formal» es la de elegir dentro de las coordenadas de las relaciones de poder existentes, mientras que la libertad «real» señala el espacio de una intervención que socava las coordenadas en sí.  En resumen, el objetivo de Lenin no es limitar la libertad de elección, sino mantener la opción fundamental: cuando Lenin pregunta cuál es la función de una libertad dentro de la lucha de clases, lo que pregunta precisamente es: «esta libertad ¿aumenta o disminuye la opción revolucionaria fundamental?»[6]

El sistema produce dilemas que se agotan dentro de las reglas de juego: las dos variantes terminan por consolidar el juego del poder.  Ahora la condena es o con la derecha, o con un gobierno que ha optado por una salida excluyente, por una salida parcial que “se queda en la reparación de la casa, la reforma del tejado, la pintura de las paredes, sin que se cuestione la misma arquitectura de la casa ni, mucho menos, el modo de convivencia de quienes la habitan.[7]

El recurso del método constitucionalista liberal

En la democracia moderna regida por el Estado de derecho, las normas jurídicas son el dispositivo fundamental para la integración social.  Pero allí se juega una contradicción/paradoja entre el hecho, la facticidad de la ley, que opera en forma obligatoria por encima de la voluntad y aquiescencia del sujeto, y la legitimidad que debe obtener para ser aceptada “libremente” por ese sujeto.[8]

El método liberal construye esta legitimidad en un proceso de vaciamiento del contenido material de la democracia y la libertad.  La hegemonía del Estado liberal se funda en un tratamiento de la relación entre lo universal y lo particular que termina por vaciar el principio en el momento de su concreción: “Cada artículo de la Constitución contiene… su propia cámara alta y su propia cámara baja.  En la frase general la libertad; en el comentario adicional la anulación de la libertad.  Por tanto, mientras se respetase el nombre de la libertad y sólo se impidiese su aplicación real y efectiva –por la vía legal, se entiende- la existencia de la libertad permanecía íntegra, intacta, por mucho que se asesinase su existencia común y corriente.”[9]

La brecha entre los principios abstractos (el lado “dogmático” de la norma) y las disposiciones concretas juega un doble papel: asegura la adhesión genérica del ciudadano, pero diluye el derecho concreto, hasta someterlo a la resolución del poder.  De esta manera se opera una metamorfosis: el principio proclamado que debía ser el fundamento de la concreción (el lado “orgánico” de la norma) se ve reducido a un argumento de legitimación de la norma concreta.

“El neoliberalismo rompió el puente entre la esfera pública y la privada… Ahora lo privado absorbe lo público… De un lado se privatizan instituciones como el Estado (rehén de sus acreedores privados) y los sindicatos, confinados a la negociación directa entre empleados y empleadores, desarticulándose las categorías profesionales y la solidaridad de clase.  De otro lado lo privado sobrepasa e inunda -y vuelve inmundo- lo público, como en el Gran Hermano.”[10]

Ahora ya no puede ser el cinismo directo del neoliberalismo.  El nuevo discurso sobre el sujeto se desplaza desde la lucha de clases y la acción de los movimientos sociales, al campo de la sociedad civil, “es decir, una textura asociativa y una cultura política que queden suficientemente desconectadas de las estructuras de clase.”[11]

El universal liberal que se asienta en la libertad del sujeto individual, ve como una amenaza cualquier forma de comunidad, de asociación: la decisión y la acción es del ciudadano.

La libertad se construye

El asunto es cómo romper esa trampa, cómo abrir perspectivas para la opción revolucionaria.  La tarea clave es crear un espacio de libertad para decidir de cara al proyecto histórico.

No hay libertad sin sujeto.  El primer paso es defender el espacio de los sujetos colectivos, resistir la privatización de la decisión: ya ni siquiera el ciudadano, sino simplemente el telespectador ante la avalancha mediática.  Recuperar la independencia del proyecto histórico, compartir el espacio de decisión, colectivizarlo y comunitarizarlo; y trasformarlo en acción.  Una decisión en común, desde la esperanza y el amor: “para decidir y considerar/ sólo me hace falta que estés aquí/ con tus ojos claros.”

Defender la utopía de “un modelo civilizatorio que permita, en fin, la adecuación de nuestra existencia a nuestra esencia.  En palabras de Fernando Pessoa: "Ah, quién diera la perfecta concordancia /de mí conmigo.  /El silencio ulterior sin la distancia /entre mí y lo que yo digo".  Recuperar el derecho político a la libertad, ése es el desafío si anhelamos que, en el futuro, la violencia no se extrapole del ámbito privado al público.  E imprimir al ejercicio colectivo de la libertad un sentido, una dirección, un horizonte capaz de superar la gran antinomia del actual modelo de democracia: en nombre de la libertad, la mayoría es excluida del derecho a la justicia.”[12]

Aunque, por el alineamiento y la correlación de fuerzas, la defensa de la libertad, a menudo, se reduzca a un gesto para la posteridad: el “sin embargo se mueve” de Galileo Galilei ante la brutalidad de la inquisición.

Quito, 25 julio de 2008



[1] Frei Betto, Privatización de la libertad, versión electrónica, Voltaire/Colombia Plural, julio de 2008

[2] ZIZEK Slavoj, Beauvois y la libertad leninista, Prólogo al libro Tratado de la servidumbre liberal: análisis de la sumisión, de Jean-Léon Beauvois, versión electrónica, www.rebelion.org, 10-07-2008

[3] FREI BETTO, Op.  Cit.

[4] ZIZEK Slavoj, Op.  Cit.

[5] ZIZEK se refiere a la “polémica contra la crítica de mencheviques y socialistas revolucionarios al poder bolchevique en 1922: «De hecho, los sermones que […] los mencheviques y los socialistas revolucionarios predican expresan su verdadera naturaleza: “La revolución ha ido demasiado lejos.  Lo que vosotros decís ahora nosotros lo decimos desde siempre, permitidnos que lo repitamos”.  Pero nosotros respondemos: “Permitidnos poneros delante de un pelotón de fusilamiento por decir eso.  O bien evitáis expresar vuestros puntos de vista o, si insistís en expresar en público vuestras opiniones políticas en las actuales circunstancias, cuando nuestra posición es mucho más difícil de lo que era cuando los guardias blancos nos atacaban directamente, seréis los únicos culpables de que os tratemos como a los elementos peores y más perniciosos de la guardia blanca”» V.I.  Lenin, Informe político al Comité Central de RCP, 27 de marzo de 1922.

[6] ZIZEK Slavoj, Op.  Cit.

[7] FREI BETTO, Op.  Cit.

[8] HABERMAS Jürgen, Facticidad y validez.  Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Editorial Trotta, Madrid, España, 1998

[9] MARX Carlos, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Progreso, Moscú, s/f, p 21.

[10] FREI BETTO, Op.  Cit.

[11] HABERMAS J., Op.  Cit., p 243.

[12] FREI BETTO, Op.  Cit.

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