De la resistencia a la alternativa
29/10/2007
- Opinión
Desde fines del siglo anterior comenzó un movimiento mundial de la sociedad, en una primera etapa por romper con las rejas del neoliberalismo globalizado que destruía las conquistas democráticas que en dos siglos de luchas habíamos podido lograr, aunque en modos y medidas muy desiguales según la distribución de nuestros países y de nuestros pueblos en el poder global, ante todo empleo, salario, servicios públicos, seguridad, identidad, ciudadanía. Ese movimiento de resistencia comenzó en las regiones dominadas y dependientes, y en particular entre las víctimas de la Colonialidad del Poder, del racismo/etnicismo/sexismo. Pero se hizo mundial, ya que, de modo creciente, ahora también los pueblos de los Estados hegemónicos, Estados Unidos y la Unión Europea, participan en la misma resistencia.
El curso de esas nuevas luchas ha permitido hacer perceptible que las tendencias actuales del capitalismo colonial/moderno no son reversibles y que, por el contrario, no pueden sino agravarse y hacerse más profundas y perversas. Llevan a un período histórico en el cual las formas de dominación, de discriminación, de explotación serán, son ya en realidad, cada vez más brutales, antidemocráticas y perversas. El capitalismo ya no produce, ni producirá, más empleo, ni más salario, ni más servicios públicos, ni más libertades civiles. Todo lo contrario. La esclavitud y la servidumbre están en plena re-expansión, al servicio del capitalismo. La más profunda crisis del capital y la más profunda derrota de los rivales y antagonistas, entre mediados de los años 70 y el fin del siglo XX, ha permitido a los que controlan el capitalismo colonial/moderno acelerar y profundizar esas tendencias que son inherentes del poder actual y son hoy sus procesos centrales.
No es, pues, ya suficiente resistir a la globalización neoliberal. Las conquistas que nos han sido robadas en los últimos 40 años no serán restauradas. Ahora es necesario, urgente en verdad, pasar de la resistencia a la alternativa. Y eso es, precisamente, lo que estamos haciendo. América Latina es el centro mismo de esta nueva etapa del movimiento mundial de la sociedad contra el capitalismo colonial/moderno. El actual nuevo período implica, en esta perspectiva, el conflicto más profundo del capitalismo colonial/moderno y nos coloca a todos en una auténtica encrucijada histórica:
1) De un lado, las tendencias de des-democratización y de re-privatización del poder actual, son impuestas por la más cínica y siniestra violencia, como en Irak, en Afganistán, en Estados Unidos, en Palestina/Israel, en el neocolonialismo sobre Africa, sus mayores ejemplos actuales. Al mismo tiempo el capitalismo colonial/moderno ha logrado producir un desarrollo científico/tecnológico que saca el mayor provecho de la inteligencia individual y social y que permite una producción material e inmaterial en escala mundial. Eso ha generado en el capital un nivel donde ya no se produce empleo y que opera por medio de la acumulación financiera, y que requiere el máximo control de la subjetividad y de la autoridad. Por eso, quienes controlan este patrón de poder usan esta nueva tecnología para sostenerse y reproducirse y al servicio de sus fines de poder y de lucro, para destruir nuestra casa común, el planeta, y para matarnos entre nosotros. De ese modo, en su fase actual este poder es un peligro global. Pero ahora comenzamos a saber que esa misma tecnología también permitiría producir todo lo que la población del mundo necesita sin recurrir a la dominación/discriminación/explotación/violencia. Eso implica que el capitalismo no sólo es peligroso, sino que ya no es útil, ni necesario. Es, por el contrario, prescindible. Y dada su peligrosidad, prescindir del capitalismo colonial/moderno es una necesidad urgente.
2) Del otro lado, debido precisamente a esas tendencias del capitalismo colonial/moderno en su fase actual, a las luchas de los dominados y explotados del mundo industrial/urbano por resistir al neoliberalismo globalizado (en defensa de empleo, salario, seguridad, servicios públicos, ciudadanía), se suman ahora, en primer término, las luchas de los “indígenas” de todo el mundo, los más dominados entre las víctimas de la Colonialidad del Poder, en defensa de sus recursos de sobrevivencia, que son precisamente tales mal llamados “recursos naturales” (el agua, las florestas y el oxígeno, los demás seres vivos, las plantas alimenticias y medicinales que por miles de años han producido y reproducido, y todos los materiales que permiten la producción de la existencia social). Pero ahora los “indígenas” y de modo creciente todos los demás sectores de la población mundial, comenzando por la comunidad científica mundial y los intelectuales y profesionales de las capas medias, así como los trabajadores de todo el mundo industrial/urbano, están descubriendo que, dadas las tendencias destructivas del capitalismo actual, esos recursos de sobrevivencia de los “indígenas” son nada menos que recursos de la defensa de la vida misma en el planeta y que son, precisamente, los que el capitalismo colonial/moderno está llevando a la destrucción total. Este nuevo movimiento mundial de la sociedad puede así concluir que el actual capitalismo colonial/moderno es un riesgo inminente de destrucción de la vida en el planeta, en nuestro planeta. Pero, al mismo tiempo también comienza a descubrir que por su propio desarrollo científico/tecnológico, este patrón de poder es no sólo peligroso, sino finalmente innecesario e inútil.
Ha comenzado así un proceso de des/colonialidad de la existencia social. Eso implica, en primer término, nuestra emancipación del Eurocentrismo, esa forma de producir subjetividad (imaginario social, memoria histórica y conocimiento) de modo distorsionado y distorsionante, que, aparte de la violencia, es el más eficaz instrumento de control que el capitalismo colonial/moderno tiene para mantener la existencia social de la especie humana dentro de este patrón de poder. Esa emancipación es, precisamente, lo que esta ocurriendo; eso es lo que significa descubrir que los recursos de sobrevivencia de los “indígenas” del mundo son los mismos recursos de la vida en el planeta, y descubrir al mismo tiempo, en el mismo movimiento de nuestras luchas, que ya tenemos la tecnología social para prescindir del capitalismo.
Aprenderemos también a organizarnos y a movilizarnos desde esa misma perspectiva: produciendo ya nuestras propias formas de existencia social, liberadas de dominación, de discriminación racista/etnicista/sexista; produciendo nuevas formas de comunidad, como nuestra autoridad política; produciendo libertad y autonomía para cada individuo como una expresión de la diversidad social y de la solidaridad; decidiendo democráticamente lo que necesitamos y queremos producir; acudiendo a y usando los máximos niveles de la tecnología para producir los bienes y valores que necesitemos; expandiendo la reciprocidad en la distribución de trabajo, de productos, de servicios; produciendo desde ese piso social la ética social alternativa a la del mercado y del lucro colonial/capitalista. Eso es lo que significa la producción democrática de una sociedad democrática.
Estas son las disyuntivas históricas de este período histórico que estamos viviendo y configurando con nuestras luchas y nuestro movimiento. Es un tiempo de luchas y de opciones. América Latina fue el espacio original y el momento inicial de formación del capitalismo colonial/moderno. Hoy es, por fin, el centro mismo de la resistencia mundial y de la producción de alternativas contra este patrón de poder.
El curso de esas nuevas luchas ha permitido hacer perceptible que las tendencias actuales del capitalismo colonial/moderno no son reversibles y que, por el contrario, no pueden sino agravarse y hacerse más profundas y perversas. Llevan a un período histórico en el cual las formas de dominación, de discriminación, de explotación serán, son ya en realidad, cada vez más brutales, antidemocráticas y perversas. El capitalismo ya no produce, ni producirá, más empleo, ni más salario, ni más servicios públicos, ni más libertades civiles. Todo lo contrario. La esclavitud y la servidumbre están en plena re-expansión, al servicio del capitalismo. La más profunda crisis del capital y la más profunda derrota de los rivales y antagonistas, entre mediados de los años 70 y el fin del siglo XX, ha permitido a los que controlan el capitalismo colonial/moderno acelerar y profundizar esas tendencias que son inherentes del poder actual y son hoy sus procesos centrales.
No es, pues, ya suficiente resistir a la globalización neoliberal. Las conquistas que nos han sido robadas en los últimos 40 años no serán restauradas. Ahora es necesario, urgente en verdad, pasar de la resistencia a la alternativa. Y eso es, precisamente, lo que estamos haciendo. América Latina es el centro mismo de esta nueva etapa del movimiento mundial de la sociedad contra el capitalismo colonial/moderno. El actual nuevo período implica, en esta perspectiva, el conflicto más profundo del capitalismo colonial/moderno y nos coloca a todos en una auténtica encrucijada histórica:
1) De un lado, las tendencias de des-democratización y de re-privatización del poder actual, son impuestas por la más cínica y siniestra violencia, como en Irak, en Afganistán, en Estados Unidos, en Palestina/Israel, en el neocolonialismo sobre Africa, sus mayores ejemplos actuales. Al mismo tiempo el capitalismo colonial/moderno ha logrado producir un desarrollo científico/tecnológico que saca el mayor provecho de la inteligencia individual y social y que permite una producción material e inmaterial en escala mundial. Eso ha generado en el capital un nivel donde ya no se produce empleo y que opera por medio de la acumulación financiera, y que requiere el máximo control de la subjetividad y de la autoridad. Por eso, quienes controlan este patrón de poder usan esta nueva tecnología para sostenerse y reproducirse y al servicio de sus fines de poder y de lucro, para destruir nuestra casa común, el planeta, y para matarnos entre nosotros. De ese modo, en su fase actual este poder es un peligro global. Pero ahora comenzamos a saber que esa misma tecnología también permitiría producir todo lo que la población del mundo necesita sin recurrir a la dominación/discriminación/explotación/violencia. Eso implica que el capitalismo no sólo es peligroso, sino que ya no es útil, ni necesario. Es, por el contrario, prescindible. Y dada su peligrosidad, prescindir del capitalismo colonial/moderno es una necesidad urgente.
2) Del otro lado, debido precisamente a esas tendencias del capitalismo colonial/moderno en su fase actual, a las luchas de los dominados y explotados del mundo industrial/urbano por resistir al neoliberalismo globalizado (en defensa de empleo, salario, seguridad, servicios públicos, ciudadanía), se suman ahora, en primer término, las luchas de los “indígenas” de todo el mundo, los más dominados entre las víctimas de la Colonialidad del Poder, en defensa de sus recursos de sobrevivencia, que son precisamente tales mal llamados “recursos naturales” (el agua, las florestas y el oxígeno, los demás seres vivos, las plantas alimenticias y medicinales que por miles de años han producido y reproducido, y todos los materiales que permiten la producción de la existencia social). Pero ahora los “indígenas” y de modo creciente todos los demás sectores de la población mundial, comenzando por la comunidad científica mundial y los intelectuales y profesionales de las capas medias, así como los trabajadores de todo el mundo industrial/urbano, están descubriendo que, dadas las tendencias destructivas del capitalismo actual, esos recursos de sobrevivencia de los “indígenas” son nada menos que recursos de la defensa de la vida misma en el planeta y que son, precisamente, los que el capitalismo colonial/moderno está llevando a la destrucción total. Este nuevo movimiento mundial de la sociedad puede así concluir que el actual capitalismo colonial/moderno es un riesgo inminente de destrucción de la vida en el planeta, en nuestro planeta. Pero, al mismo tiempo también comienza a descubrir que por su propio desarrollo científico/tecnológico, este patrón de poder es no sólo peligroso, sino finalmente innecesario e inútil.
Ha comenzado así un proceso de des/colonialidad de la existencia social. Eso implica, en primer término, nuestra emancipación del Eurocentrismo, esa forma de producir subjetividad (imaginario social, memoria histórica y conocimiento) de modo distorsionado y distorsionante, que, aparte de la violencia, es el más eficaz instrumento de control que el capitalismo colonial/moderno tiene para mantener la existencia social de la especie humana dentro de este patrón de poder. Esa emancipación es, precisamente, lo que esta ocurriendo; eso es lo que significa descubrir que los recursos de sobrevivencia de los “indígenas” del mundo son los mismos recursos de la vida en el planeta, y descubrir al mismo tiempo, en el mismo movimiento de nuestras luchas, que ya tenemos la tecnología social para prescindir del capitalismo.
Aprenderemos también a organizarnos y a movilizarnos desde esa misma perspectiva: produciendo ya nuestras propias formas de existencia social, liberadas de dominación, de discriminación racista/etnicista/sexista; produciendo nuevas formas de comunidad, como nuestra autoridad política; produciendo libertad y autonomía para cada individuo como una expresión de la diversidad social y de la solidaridad; decidiendo democráticamente lo que necesitamos y queremos producir; acudiendo a y usando los máximos niveles de la tecnología para producir los bienes y valores que necesitemos; expandiendo la reciprocidad en la distribución de trabajo, de productos, de servicios; produciendo desde ese piso social la ética social alternativa a la del mercado y del lucro colonial/capitalista. Eso es lo que significa la producción democrática de una sociedad democrática.
Estas son las disyuntivas históricas de este período histórico que estamos viviendo y configurando con nuestras luchas y nuestro movimiento. Es un tiempo de luchas y de opciones. América Latina fue el espacio original y el momento inicial de formación del capitalismo colonial/moderno. Hoy es, por fin, el centro mismo de la resistencia mundial y de la producción de alternativas contra este patrón de poder.
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