De Apartheidland a AUC-landia

13/09/2006
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Un resultado por el momento irreversible de las décadas del régimen del Apartheid en Sudáfrica, fue el enriquecimiento de las grandes corporaciones que se beneficiaron a sus anchas de la superexplotación de la clase obrera negra, impuesta por discriminación racial absoluta. Estas corporaciones están ahora en Colombia recogiendo la cosecha del terror paramilitar. Intempestivamente vemos que las estrellas que brillaron en Sudáfrica se abalanzan sobre empresas y riquezas estratégicas colombianas. Como un mero asunto del mundo de los negocios vimos como SAB Miller compró la cervecería Bavaria que detenta el monopolio de la bebida del país. South African Bewerages SAB dejó hace rato de ser una empresa solamente sudafricana. En su junta directiva al lado de los delgados de los accionistas locales, están los tres de Miller, los dueños estadounidenses de Philip Morris-Altria, la gran corporación que controla el mercado de los alimentos, el café y el tabaco; un alto ejecutivo de refinación y mercadeo de la British Petroleum BP; otro del Barclays Bank; el exembajador británico en Sudáfrica y vicepresidente de JPMorgan Cazenove Ltd. (una alianza del JP Morgan Chase de Rockefeller y el grupo británico Cazenove) y representantes de otros grupos financieros británicos y norteamericanos junto con el Standard Bank de Sudáfrica. Entre los accionistas está el fondo Brandes, uno de los copropietarios norteamericanos d e la “española” Repsol. Otra confluencia del gran capital internacional puede apreciarse en la Anglo American plc. Ahora copropietaria de la mina de carbón de El Cerejón y su filial AngloGold Ashanti que con el nombre de Kedhada aspira al oro del sur de Bolívar, Caldas y Risaralda. Allí confluyen JP Morgan Chase, Citibank, Goldman Sachs, Philips, British Petroleum, Shell y la familia Oppenheimer, la más rica de Sudáfrica. Esta empresa minera se lucró al máximo con el Apartheid y hoy explota minerales en todo el mundo: oro, platino, carbón, cobre y diamantes (con su filial De Beers). Al lado de Anglo American ingresaron a El Cerrejón la Glencore y su filiales Billiton, antiguo brazo minero de la Shell y Xstrata. Glencore tiene en varios países explotaciones de aluminio, zinc, niquel, carbón y petróleo y agronegocios (como plantaciones de caña de azúcar). Como Billiton poseía ya en Colombia la explotación de níquel de Cerromatoso en Córdoba; luego Carbones La Jagua en el Cesar. Ahora se queda con la refinería de Ecopetrol en Cartagena. Aparecen como empresas suizas, y en efecto hay accionistas suizos como el trístemente célebre israelí-norteamericano March Rich, y una relación privilegiada con el Credit Suisse – First Boston, pero en la junta directiva de Xstrata aparecen también los representantes de JPMorgan Cazenove Ltd. y Gencore, la filial sudafricana que explota oro (Gengold), platino (Impala) y carbón (mediante la Billiton). Las empresas sudafricanas le sirvieron de mascarón de proa al capital transnacional, evidenciado en los casos enumerados. El Apartheid les sirvió bien para acumular a tasas y ritmos impensables en otros lugares, y además alteró las relaciones internacionales entre el capital y los trabajadores. Al mismo tiempo, el régimen del Apartheid se convirtió en centro mundial de guerra. Las empresas de mercenarios tuvieron sus sedes allí a sus anchas. De allí partieron Peter McAleese, David Tomkins y otros mercenarios británicos y sudafricanos a la guerra de Angola. Tras su derrota, el británico Mcallese se alistó en la 44 Parachute Brigade del ejército sudafricano en la que consideró la mejor época de su vida. Luego pasó a servir en una empresa de mercenarios COIN Security Group (coin de contrainsurgencia) y luego, con su amigo Tomkins y otros 16 mercenarios británicos, sudafricanos y australianos, viajaron desde Londres a Colombia, contratado por el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha para entrenar paramilitares de las Autodefensas en Puerto Boyacá y en El Azul Putumayo y “combatir a la guerrilla”. Los había precedido el mercenario israelí Yair Klein, quien asegura que fue llamado por los estadounidenses. McAleese y Tomkins tomaron junto con Washington, tomaron por entonces el rumbo de “Los Pepes”, con Carlos Castaño y demás paramilitares que llegarían a hacerse conocer como “Autodefensas de Córdoba y Urabá” y luego constituirían el mando de las “Autodefensas Unidas de Colombia” AUC. Su aporte a los autores de una cadena de masacres y a sus beneficiarios, estaba hecho. El círculo estaba cerrado. Si el latifundismo ha engordado enormemente gracias a los paramilitares, mucho más lo ha hecho el capital transnacional. La contribución mercenaria al final neoliberal de la historia de Colombia estaba hecha. En Sudáfrica ya no rige el Apartheid, pero el terror ha abierto en Colombia un nuevo nido para la superexplotación capitalista de los trabajadores, sometidos por las sucesivas reformas laborales impuestas a sindicatos desmantelados por los asesinatos ejecutados por los alumnos de McAleese. La tropa de los mercenarios a asesinados dirigentes sindicales, como un centenar de trabajadores petroleros y ahora Ecopetrol y otras empresas son privatizadas. En Sudáfrica se ha restringido la actividad de los mercenarios, pero la excanciller Carolina Barco, ahora embajadora de Colombia en Estados Unidos, al visitar a Sudáfrica en junio pasado expresó que Colombia podría adquirir allí equipos de defensa, principalmente armamento ligero para el Ejército y la Policía e intercambiar información de seguridad. Por lo pronto, no hay duda que han intercambiado acciones. Los Santodomingo y otros oligarcas colombianos han aceptado dejar de ser cabeza de ratón para convertirse en cola del león transnacional engordado en Sudáfrica. Los leones han pasado de cazar en Apartaheidland a cazar en AUC-landia.
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