Deformación de “textos” de la acumulación o totalidad histórica agrícola

29/06/2014
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RESUMEN: Se asume a la semiótica de la cultura como herramienta analítica para describir y confirmar a la deformación de "textos" que utiliza la cultura del capitalismo desde la hegemonía angloestadounidense para la dominación entre acumulación histórica y modelo de sociedad o cultura, con marcada implicación para el sector agrícola y sus modos de manifestarse dentro del valor de uso; persiguiendo el acopio de capital y de todo lo que pueda devenir en capital.
 
INTRODUCCIÓN
 
El sector agrícola es el contexto de producción de bienes para el consumo humano, de manera organizada, más antiguo en la historia de la civilización. La reproducción social (relaciones) que promueve ese sector para la inevitable socialización entre los hombres en función de sustentabilidad para la vivencia como núcleo de una cultura, es esencial.
 
La especie humana en el estado actual –lamentablemente malversado-  Antropocéntrico[1], se discierne desde la sistémica capitalista que amenaza a la existencia de nuestra especie sujeta a dicha sistémica, a través de la dominación que la hegemonía actual (angloestadounidense) impone, precisamente para manipular, condicionar a dicha sobrevivencia, pretendiendo la propiedad privada (global) del sector agrícola y de la dimensión temporo-espacial en su acumulación cultural.
 
El pasado, el presente y el futuro de las sociedades y sus modelos culturales (equivalentes a una sistémica espacial) se encuentran acosados por esa dominación. Nuestra pretensión es alertar desde una perspectiva transdisciplinar acerca de tal amenaza y el modo semiótico en que se sustenta.
 
Nos referimos, no solo a los frutos del trabajo agrícola, en tanto forma esencial de producción de alimentos, también a su vez, a la implicación cultural de ese sector y sus formas de producción.
 
DESARROLLO
 
La hegemonía imperialista, durante su despliegue (tecnológico) de poder implica a los avances en la biotecnología dentro del sector de la producción agrícola, en tanto superioridad cultural discernida como el grado más alto de desarrollo civilizatorio alcanzable; que es un modo de crear sentido común. Y exige sometimiento a la "superioridad cultural" de su desarrollo tecnológico a través de la coacción soportada por dichos avances científicos, específicamente en el contexto de los organismos genéticamente modificados (OGM), las semillas, como si "cosas", obviando que éstas son relaciones sociales (de poder).
 
A través de procesos de semantización, donde las formas tradicionales de significar, describir, semantizar (por ejemplo) a los tipos de semillas, son de-semantizados o re-semantizados por signos que las transnacionales de la esfera imponen para la comercialización forzosa de éstas. Rebasando soberbiamente su semantización desde acumulación cultural alguna; mutilándolas como "textos" de una cultura, al reformar radicalmente la posibilidad de reproducción natural de una semilla o cultivo a partir de la experiencia cultural acumulada.
 
Lo que implica la devastación de una diversidad naturalmente adquirida. Desde ahí, la naturaleza pasa a ser una dimensión mercantil sometida al valor de cambio, indiferenciado, que se puede comprar o vender como una mercancía más sin implicación alguna dentro de una acumulación cultural o totalidad histórica. Tras su reconfiguración como OGM, las semillas son re-significadas al margen de su acumulación cultural como “textos”. Es decir, se convierten en otra “cosa” o signo al margen de su sistema semiótico originario. La hindú Vadana Shiva (2008) interceptó a la deformación cultural capitalista de un “texto” agrícola como la soja, cuando al modificarla genéticamente en laboratorio, intentaron “borrarla” como “texto”, trastornando su origen chino:
 
Los chinos de antaño consideraban a la soja como un tesoro nacional, no como un alimento. De hecho, la consideraban incomible: sabían que la ingestión de soja hacía enfermar de diferentes maneras, y que era casi imposible de digerir produciendo aventamiento intestinal Sabemos hoy que la soja está repleta de antitripsinas, moléculas que no permiten la digestión más elemental de la proteína en la dieta, y de ácido fítico, un ácido que interfiere con la absorción de los minerales esenciales del alimento. Ambas substancias son consideradas por ello antinutrientes. ¿De dónde entonces el aprecio por la soja? Los chinos habían descubierto que sus raíces capturaban nutrientes del aire, fijaban el nitrógeno, que usaban como "estiércol verde" para enriquecer la tierra (el símbolo escrito chino para referirse a la soja es una raíz). Hasta que descubrieron que la fermentación prolongada podía neutralizar la mayoría de sus potentes toxinas, no lo comenzaron a usar como el condimento chiang. El natto aparece en 1.000 a.n.e. y el tempeh en los mil seiscientos años siguientes. Poco de ello se cuenta en las historias occidentales sobre el papel de la soja en la cultura china. La publicidad y el consumo no permiten límites epistémicos, no admite el matiz y la diversidad.[2]
 
Al respecto, Alba Rico (2009) es más explícito desde perspectiva filosófica, implicando a la homogenización que arrasa con esa diversidad natural que llegó hasta el sector agrícola desde la sobreindustrialización capitalista como el trampolín keynesiano hasta la deslocalización productiva vigente en el neoliberalismo:
 
La oposición entre la industria y la naturaleza, y la superioridad de la primera, tiene que ver con el hecho de que, mientras que la naturaleza solo produce gemelos como excepción y anomalía, la industria puede producir en serie y de manera potencialmente ilimitada objetos idénticos. La naturaleza no sabe reproducirse sin producir diferencias: entre dos cuerpos, entre dos montañas, entre dos hierbas. La industria se reproduce, al contrario, produciendo identidades: la misma tuerca, la misma camisa, el mismo coche. Que la naturaleza produzca dos cosas iguales resulta inquietante; que una cadena de montaje produzca dos cosas distintas se considera un defecto. Los iguales naturales dan miedo; los distintos industriales van a parar al cubo de los desperdicios. Nos tranquiliza, sí, pensar en el planeta como salido de una fábrica, redondo, bien acabado, reproducible a voluntad. ¿No podremos hacer otro igual, otros iguales, cuando se nos acabe? ¿Llenar el universo de bolitas azules, ponerlas en fila, habitarlas eternamente? [Y especifica que] Curiosamente, la asociación mental entre calidad e igualdad, inducida por las grandes multinacionales de la alimentación, ha acabado por acelerar la trágica pérdida de biodiversidad en el mundo. El planeta es una patata y las patatas son todas distintas entre sí, abolladas e irregulares; el planeta es un tomate y los tomates son todos distintos entre sí; el planeta es un cigarro habano y los cigarros habanos, sí son buenos, son todos distintos entre sí. Pero el planeta es una canica y las canicas, reproducibles en serie, son todas lisas, brillantes, idénticas entre sí. También deben serlo las patatas, los tomates, las manzanas; y así acabamos desconfiando de todas las irregularidades que introduce la naturaleza, de todas las diferencias que introducen las manos. Queremos manejar siempre el mismo coche, lo que es bastante sensato; pero queremos comernos siempre la misma naranja y fumarnos siempre el mismo cigarro, lo que amenaza 10.000 años de enriquecimiento biológico y de placeres civilizados[3].
 
La agricultura sustentable –por ecológica, la de las papas y tomates diferentes-utilizando controles biológicos contra las plagas, tiene la "desventaja" de que no es lo suficientemente “espectacular” para las redes del consumo globalizado que sirven a la transnacionalización deslocalizada del acopio parasitario capitalista. Y sí, tales fórmulas poseen sus características genéticas y morfológicas naturales, sus propios nombres provenientes de la diversidad en la semiosis cultural, de lenguas y culturas al margen de la superioridad codicial angloestadounidense. Las cebollas enormes como balones de básquet tratadas como OGM, que algunos diplomáticos occidentales radicados en La Habana traen desde Miami, a no pocos ingenuos les asombró "conocer" la existencia de onion(s) casi del tamaño de una toronja; pero, además, desabridas.
 
Al ser la cultura del capitalismo huérfana de acumulación histórica, debido a que se propagó mundialmente gracias a que la modernidad le sirvió de cabalgadura (Amín, 2010) en tanto fundamento de una formación económica social, su manera esencial de sobrevivencia consiste en introyectarse en las acumulaciones históricas para imponer un sentido común que deseche al valor de uso, por el de cambio. Todo lo acopiado desde el sector agrícola de una sociedad es una porción esencial de su acumulación histórica, y por ende de su fundamento para el discernimiento del valor de uso, porque, por ejemplo, las semillas y los modos de la cultura agrícola en general son "textos" provenientes de esa acumulación. La autoproducción es improbable al margen de ese principio.
 
Los efectos de esa introyección se manifiestan a partir de un espejismo que las sociedades menos desarrolladas asumen tras las estrategias desarrollistas promovidas por la plutocracia global a través de sus instituciones financieras y de mercado: los bancos –BM y FMI-, las transnacionales y los institutos de investigación científica en función del acopio de capital y de todo lo que pueda ser definido como tal para la conformación de esa potencia social autónoma de que hablaba Chesnais (2009b).
 
Al final de ese laberinto de subversión cultural, entre otras, se localiza un objetivo esencial para el sistema capitalista en crisis. El acopio, en el caso del sector agrícola, de espacios en un proceso de geofagia casi místico. Un latifundismo global que pretende barrer de los espacios de cultivo agrícola con la presencia humana, para a partir de esa tecnofilización de la cultura hacer funcionar la interacción entre los avances biotecnológicos y la tecnología más avanzada para la realización del trabajo cultural de la tierra a través de dispositivos no humanos (mecanización automática), ahorrándose los costes de atención al hombre y de salarios. La tecnofilización de la cultura, donde los individuos al margen de su posibilidad de puros consumidores devengan en socialmente prescindibles. La geofagia en el acopio latifundista actual es evidente, Balmaseda Espinosa (2011) comenta al respecto que:
 
Las inversiones de acaparamiento pueden ser por renta (contratos por períodos desde 10 hasta 99 años) o por venta de las tierras. La primera variante es esgrimida para demostrar que no se pierde totalmente. Sin embargo, desde el punto de vista ambiental esa pudiera ser la peor. […] Afirmar que habrá degradación de los suelos […] se sustenta en el análisis de la manera que se manejan o manejarán los sistemas productivos, en ellos predominan el empleo excesivo de la mecanización para las labores de atención a los cultivos, la fertilización con compuestos químicos, los grandes volúmenes de agrotóxicos, las semillas modificadas genéticamente y extensas superficies de monocultivo. Esta es una nueva versión de la Revolución Verde, un modelo de agricultura industrial, cuyo resultado final es la destrucción de la productividad de los sistemas agrícolas. ¿Por qué ese paquete tecnológico es perjudicial? Algunas de las razones son las siguientes:
• Mecanización excesiva:
• Fertilización química: generalmente se aplican los fertilizantes […] sintéticos unido a la aplicación de agrotóxicos [que] puede favorecer la acumulación de metales pesados, […] dañinos para la salud de los seres humanos, los animales y los suelos.
• Empleo de agrotóxicos: […] una de las sustancias más utilizadas es el glifosato que es sumamente tóxico para animales y humanos
• Semillas modificadas genéticamente […]. Cuando los agricultores utilizan semillas transgénicas se ven obligados a aplicar un paquete tecnológico de semillas- agrotóxicos que los hace dependientes de las grandes compañías del agronegocio.
• Monocultivos: causan la pérdida de la biodiversidad, […] incluidas las comunidades humanas que viven en los lugares, que son víctimas de desalojos forzados[4].
 
La eternización que se pretende del sistema y el poder capitalistas, parte de la imposición del “pasado griego”, como zócalo del capitalismo en tanto, única dimensión histórico cultural legitimada; es decir, de una cultura o modelo de cotidianidad, que no posee acumulación histórica, sino la inventada,  desde ese pasado por sobre cualquier otra Cultura o civilización histórica.
 
La deshistorización de la acumulación (experiencia) agrícola de una diversidad de culturas, atraviesa ese proceso para la imposición, por ejemplo de OGM como las semillas transgénicas. Esa deformación, no incluye a todos los elementos de un modelo, sino solamente a aquellos dilucidados como “textos” por su importancia dentro de una cultura.[5] Sonesson, al respecto, precisa que: “un texto no es para la Escuela de Tartu cada realización de un sistema semiótico,sino solamente una a la que se le ha dado especial importancia en la cultura.” [6]  
 
Siguiendo el concepto de Wacquant (2013), secluir a la mayor cantidad de tierras en producción "robotizada" al servicio de la insoportable acumulación de capital. Al margen de los asuntos y problemas sociales. No es una casualidad que el sector más afectado durante el despliegue imperialista bélico sean (esencialmente) las personas que viven en espacios agrícolas, fuera de las ciudades. En Colombia Juan Manuel Santos en sus conversaciones de “paz” con el FMNL-EP mantiene "oculta" bajo su manga la presión que a través de TLC (tratado de libre comercio) firmado con Estados Unidos, lo compromete a desplazar a las poblaciones campesinas (y mineras) de sus tierras originarias para ponerlas a disposición de esa geofagia. Durante la guerra de agresión al sudeste asiático –en el siglo veinte-, los bombardeos angloestadounidenses, priorización los espacios agrícolas utilizando una cantidad enorme del agente naranja. En Afganistán, Irán y sobre todo en Pakistán, los drones yanquis arrasan con las áreas campesinas de manera indiscriminada.
 
El mantenimiento de las grandes urbes del capitalismo global resulta extremadamente caro. La seclusión de espacios agrícolas, prescindiendo de su población humana es indispensable. Los alimentos naturales provienen principalmente de países no desarrollados (¿Tercer Mundo?) a costas de arrasar con cualquier contexto en función de abastecer a tales centros globales. De hecho, uno de las herramientas utilizadas para la guerra económica contra procesos como Venezuela Bolivariana es "secuestrar" los recursos naturales como la producción agrícola, con el objetivo de hacer colapsar a una sociedad. A su gobernabilidad.
 
Así es que la deformación con el código hegemónico angloestadounidense, se hace efectiva sobre cualquier “texto” o realización de un sistema semiótico, que tenga una especial importancia dentro de una sociedad o modelo de cultura, y por tanto, implique a su importancia en el saber mutuo que constituye-(se) en memoria común a compartir, cuya base, reiteramos, es histórico cultural, acumulativa en tanto totalidad que soporte a esa memoria común.
 
Cualquier elemento de especial importancia para una cultura, en tanto “texto”, es susceptible de ser deformado por el código hegemónico, antes de su circulación; o, si ya en circulación, es sustituido –recordar que dicha hegemonía controla flujos entre sistemas semióticos- por la versión deformada. La relatoría al respecto, es apabullante desde su perspectiva histórica, pues esa agresión o violencia epistémica se despliega desde hace más de un siglo, por ejemplo, contra la cultura y acumulación cubanas, por parte de la hegemonía angloestadounidense.[7]
 
El imperialismo persigue la homogenización total im-posible durante la expansión de su dominación. La imagen que promueve e impone de las “cosas” que como tales no excluye a las personas, busca la producción en serie de todo lo que pueda legitimarse como posible capital entre el proceso de cultivo agrícola y el trayecto hasta el consumidor, invisibilizando a la diversidad.
 
El planteamiento que encierra el concepto aymara de “vivir bien” analiza críticamente la violentación de tres ciclos temporales o “cambios de ritmo”, que son tres momentos de aceleración brutal en los cambios que el ser humano impone a la naturaleza mediante la expansión histórica de la cultura del capitalismo a lomos de la modernidad europea:
 
El tercer momento es en la formación del mundo actual a partir de la Revolución Industrial, donde el hombre se independiza del tiempo cíclico de la naturaleza. [...] al sustituir tanto los productos agrícolas de temporada con el cultivo en invernaderos e importación de otros climas, como las prácticas agropecuarias como parte de la vida tradicional de las comunidades campesinas e indígenas con la agricultura industrial intensiva en monocultivos, etc. […] Este salto occidental hacia una civilización acelerada destruye un mundo agrícola con bosques y leñadores, comida “sencilla”, tiempos lentos, costumbres repetidas hasta el infinito, relaciones duraderas y absolutas. Al tener menos tiempo por ser obligado a emigrar parte del año, el campesino ya no puede, como en los Andes, cultivar en una sola comunidad 30 a 40 variedades distintas de papa (junto con otras numerosas plantas propias del lugar), cada una con sus requerimientos ligeramente diferentes de suelo, agua, luz y temperatura, que el comunario tiene tiempo suficiente para trabajar. Tiene que ajustarse a la forma de producción industrial, reduciendo el número de variedades locales, sustituyéndolas por la explotación intensiva de unas pocas variedades comerciales muy seleccionadas, como en EE.UU., donde sólo cuatro variedades estrechamente relacionadas representan el 99% de toda la papa producida. Junto a la deforestación, esta falta de tiempo está provocando una erosión genética con grandes pérdidas de variedades en los cultivos tradicionales[8].
 
Lo que deforma, en principio, el código hegemónico es la(s) significación(es) misma(s) del "texto", como ya enunció Lotman, “codificado, como mínimo, dos veces”, en su implicación cultural.
 
CONCLUSIONES
 
La sustentación del desarrollo de la producción de alimentos para la sociedad, haciendo hincapié en la producción agrícola a través de los avances de la ciencia y la técnica no puede guiarse por el autismo de la acumulación parasitaria capitalista. No son esas armas (melladas) las requeridas para tal propósito.
 
Una sociedad en desarrollo como la nuestra, que asumió el fundamento de la materialización efectiva de justicia social no puede olvidar que no existe economía a secas, sino economía política. Es decir economía políticamente intencionada, y esa intención descansa en la sustentabilidad que la materialización de justicia social, efectiva, y la naturaleza (la cultura acumulada) deben asumir como interacción. Siempre que sea el ser humano en armonía sustentable con la naturaleza el que interiorice tal propósito.
 
La hegemonía capitalista, para el desguace de esa sustentabilidad en función del acopio parasitario de capital, tiene en su agenda esa implicación geófaga, genocida. La pobreza no puede convertirnos en proveedores de la estulticia pseudo-tecnócrata. El respeto por la cultura agrícola, por la armonía con la naturaleza, y la felicidad de los individuos ciudadanos a partir de ahí, es lo que dilucida a la indispensable armonía cultural de una sociedad.
 
Lamentablemente, esa misma acumulación histórica, guarda la memoria del momento en que dentro del proyecto de emancipación social, socialista, el trabajo agrícola fue menospreciado, hasta el punto de ser asumir como castigo o forma de aislamiento social con carácter punitivo; aún teniendo en cuenta el contexto histórico en que se ubica. Nada existe más dignificador que producir cultivar comida para los conciudadanos. Y disfrutar de los resultados materiales y culturales de que provea, honradamente.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
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4.     BALMASEDA ESPINOSA, Carlos E. “La tierra: suprema mercancía. Su acaparamiento como forma emergente de someter ante el mercado y el capital”. En Pensar a Contracorriente VIII Edición. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 2011.
 
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16. SHIVA, Vandana. “Los monocultivos de la mente. Perspectivas sobre la biodiversidad y la biotecnología”. En El desafío de conservar la biodiversidad. Monterrey. Fineo Editorial, 2008.
 
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20. VÁTTIMO, Gianni. “El fin de la modernidad”. Barcelona. Gedisa, 1986.
 
21. WACQUANT, Loïc. “El diseño de la seclusión urbana en el siglo XXI”. Disponible en: http://www.herramienta.com.ar  [31 de  mayo del 2013].
 
22. ZINN, Howard. “La otra Historia de los Estados Unidos”. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 2004.
 
Yelina Gómez Martínez es Máster en Marketing y Comunicación. En estos momentos está en fase de defensa de su tesis de Doctorado en Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad de La Habana, Cuba. Su investigación persigue incluirse en los estudios sobre la comunicación, asumiendo la relación entre el poder y los modos de dominación, utilizando a la semiótica de la cultura como herramienta para estudiar a la comunicación. Integrándose así, a una tendencia a nivel internacional, que asume la certeza de la interacción entre el poder imperialista y la comunicación.
 


[1] "En el siglo XX pasamos de un mundo «vacío» a un mundo «lleno», en palabras de Daly (1999), lo que implica una verdadera mutación histórica, haciendo que se hable ya de la entrada en una nueva era geológica: el Antropoceno. El Antropoceno sería una nueva época de la Tierra, consecuencia del despliegue del sistema urbano-agroindustrial a escala global, que se da junto con un incremento poblacional mundial sin parangón histórico. Todo ello ha actuado como una auténtica fuerza geológica con fuertes implicaciones ambientales. [...] Una tremenda fuerza de carácter antropogénico, activada y amplificada por un sistema que se basa en el crecimiento y acumulación (dineraria) «sin fin». Y sus impactos durarán siglos o milenios, y condicionarán cualquier evolución futura". Fernández Durán R. El Antropoceno: “La Crisis Ecológica se hace mundial”, 2010, p.4. Disponible en: http://www.rebelion.org [17 de febrero de 2010].
 
 
[2]Shiva, Vandana. “Los monocultivos de la mente. Perspectivas sobre la biodiversidad y la biotecnología”. En El desafío de conservar la biodiversidad. Monterrey. Fineo Editorial, 2008, p. 159.
 
[3] Alba Rico, Santiago. “En contra de la igualdad”, 2009, p.1-2. Disponible en: http://www.rebelion.org [Consultado: 26 dic. 2009]. El resaltado es de la autora
 
 
[4] Balmaseda Espinosa, Carlos E. “La tierra: suprema mercancía. Su acaparamiento como forma emergente de someter ante el mercado y el capital”. En Pensar a Contracorriente VIII Edición. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 2011, p. 71-72
 
 
[5] Y aquí, se precisa nuevamente un alto, para solucionar otro inconveniente provocado por duda conceptual. ¿De qué “textos” hablamos? Comencemos por recordar: “puesto que la dimensión del signo no es pertinente -como enseñó Hjelmslev-, la cultura en su totalidad puede ser considerada como un texto pero, como advierte Lotman, es un texto complejamente organizado que se descompone en una jerarquía de «textos en los textos» y que forman complejas tramas de textos. Así, puesto que la propia palabra «texto» encierra en su etimología el significado de trama, se le devuelve al concepto «texto» su significado inicial. Al hablar del «texto dentro del texto» se quiere subrayar el papel de los límites del texto, ya sea de los externos que lo separan del no texto, ya sea de los internos que dividen sectores de diferente codificación.” Lozano, Jorge. Cultura y explosión en la obra de Iuri Lotman. 1999, p.4. Disponible en: http://www.ucm.es/info/especulo/numero11/lotman2.html   [22 de enero del 2007].
[6]Sonesson, Goran. “Dos modelos de la globalización”. Criterios33, 2002, p. 114. El resaltado es de la autora.
[7] El propio Lotman, aporta mucha más precisión al concepto de “texto”, cuando, enuncia que: “la conformación de la semiótica de la cultura […] cambió en considerable medida las ideas semióticas tradicionales. El concepto de texto fue objeto de una transformación sustancial. Los conceptos iníciales de texto, quesubrayaban su naturaleza unitaria de señal, o la unidad indivisible de sus funciones en cierto contexto cultural, o cualesquiera otras cualidades, suponían implícita o explícitamente que el texto es un enunciado en un lenguaje cualquiera. La primera brecha en esta idea que parecía obvia, fue abierta precisamente cuando se examinó el concepto de texto en el plano de la semiótica de la cultura. Se descubrió que, para que un mensaje (elemento, signo) dado pueda ser definido como «texto», debe estar codificado, como mínimo, dos veces. Así […] el mensaje definible como «ley» se distingue de la descripción de cierto caso criminal por el hecho de que pertenece a la vez al lenguaje natural y al jurídico, constituyendo en el primer caso una cadena de signos con diversos significados, y en el segundo, cierto signo complejo con un único significado. Lo mismo se puede decir sobre los textos del tipo de la «plegaria» y otros". Lotman, Iuri. “La semiótica de la cultura y el concepto de texto”. 2003, p.2. Disponible en: http://www.ugr.es/%7Emcaceres/Entretextos/entretextos2.htm   [8 de noviembre del 2007].
 
 
[8] Colectivo de Autores. “El Vivir Bien como respuesta a la Crisis Global”. 2011, p. 68. Disponible en: http://www.rebelion.org/docs/122287.pdf [21 de febrero del 2011]
 
 
https://www.alainet.org/en/node/86804
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