La Información como Derecho y los Medios como Poder

27/06/2013
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
-CUPRE-
 
PRIMERA CUMBRE PARA UN PERIODISMO RESPONSABLE EN LOS NUEVOS TIEMPOS
 
CONFERENCIA MAGISTRAL DEL ECONOMISTA RAFAEL CORREA:
 
“La Información como Derecho y los Medios como Poder”
 
Samborondón, 19 de Junio de 2013
 
 
Ya era hora que la ciudadanía vaya a la ofensiva, no a la defensiva de los ataques de la derecha, del gran capital; del big business, del big media, que se nos han robado conceptos tan sublimes como el de la libertad, entre ellos el de la libertad de expresión, cuando lo que hacen es tan solo defender sus intereses… Ojalá se multipliquen, querido Alí [Rodríguez, Secretario de UNASUR], a nivel regional, a nivel de UNASUR, esta clase de eventos.
 
Creo que el gran desafío de la humanidad en el siglo XXI es la supremacía de los seres humanos sobre el capital, de los ciudadanos sobre los grandes negocios. Y aquí hemos estado dominados por los grandes negocios dedicados a la comunicación. Así que estas iniciativas reconfortan, llenan de alegría, llenan de esperanza. Felicitaciones a la Secretaría Nacional de Comunicación y a todos los organizadores de este evento. Y felicitaciones también por el acierto de organizarlo en este lugar tan emblemático y bonito, el Parque Histórico de Guayaquil, lugar que recrea el Guayaquil republicano de finales del siglo XIX, el Guayaquil de principios del siglo XX, con sus bellas y majestuosas casas de madera.
 
Les agradezco muchísimo por haber pensado en mí para iniciar con una conferencia magistral esta Cumbre de Periodismo Responsable y Ético. He decidido llamar a esta intervención, donde aspiro a dar algunas ideas conceptuales, muchas desde el punto de vista económico dada mi “deformación” como economista y muchas también fruto, en la parte empírica, de las vivencias de estos 6 años intensos, algunas ideas para lograr una verdadera libertad de expresión, para lograr obtener la información de mejor calidad ya que la información no es una mercancía sino un derecho y he pensado que el título más adecuado para esta intervención sería: “La Información como Derecho y los Medios como Poder”, y más exactamente poder económico, big business (los grandes negocios), expresión anglosajona que también refleja lo que queremos enfocar.
 
Si algo, queridas amigas y amigos, he podido verificar – ¡y de qué manera!- en estos seis años de Gobierno, es que el capital domina al mundo… Analicen: Crisis europea, familias se quedan sin casas, bancos con casas, todo en función del capital; prestaron: el problema solamente es del que recibió el préstamo, no del que dio el préstamo; el que daba el préstamo valoraba la casa; burbuja inflacionaria: prestan 250 mil euros, garantía hipotecaria la casa; se derrumba la burbuja, ahora reciben la casa –que ellos mismos valoraron- a 50 mil euros y la gente se queda sin casa y endeudada para toda la vida. Esto no tiene lógica, no tiene ética, es pura y simple supremacía del capital sobre los seres humanos. Recuerden lo que vivíamos en Ecuador, todas esas leyes absurdas: el FEIREP; la “Ley de Transparencia y Responsabilidad Fiscal”, que limitaba todo gasto público, así sea para educación, para salud, para vivienda, excepto para el servicio de la deuda externa. Eso significaba que si encontrábamos uranio, todos esos excedentes tenían que ir a servir la deuda externa. Todo estaba y está a nivel mundial en función del gran capital, eso que los anglosajones llaman los “big business”.
 
Y como manifiesta la Dra. Margareth Chan, Directora General de la Organización Mundial de la Salud, en un muy particular discurso muy rara vez escuchado en un funcionario de esta naturaleza, por su valentía, su frontalidad; en su discurso denuncia a las grandes corporaciones que atentan contra la salud pública y dice textualmente: “Todas estas industrias temen la regulación, y se protegen usando las misma tácticas…. Estas tácticas incluyen grupos de fachada, cabildeo, promesas de auto regulación, juicios, e investigación financiada por la misma industria que confunde la evidencia y mantiene al público en duda… y describen las acciones del gobierno como una interferencia en las libertades personales y la libertad de elección…” y continúa la doctora Chan diciendo: “Esta es una oposición formidable. El poder de mercado pronto se traduce en poder político…” y “una poderosa corporación puede hacer creer al público casi cualquier cosa”. Se refería sobre todo al caso de las tabacaleras, que durante tanto tiempo negaron la evidencia de que el tabaco era dañino para la salud.
 
Veamos otro ejemplo muy actual: la industria armamentista norteamericana, que pese a las matanzas sufridas en el país del norte, logró bloquear, dicho sea de paso en nombre de la “libertad”, el control de la venta de armas en Estados Unidos. ¿Defendiendo los derechos de los ciudadanos? No, defendiendo los intereses corporativos, el interés comercial.
 
Y la comunicación lamentablemente no es la excepción, por el contrario, es una de las áreas donde de forma más dramática se verifica el dominio del capital sobre los seres humanos y sus derechos, en este caso, el derecho a la información. Para el caso de los “big medias”, cabe exactamente el mismo análisis hecho por la Dra. Chan. Vemos que todo lo que busque garantizar los derechos de los ciudadanos en detrimento de los intereses comerciales y políticos de la gran prensa, es combatido, y con las mismas tácticas. No hay nada nuevo bajo el sol.
 
"Mercado" de la comunicación:
 
Entendiendo que los medios de comunicación no son otra cosa que big business, permítanme hacer un análisis de mercado de las corporaciones mediáticas, incluso bajo el supuesto no aceptado de que sólo se dedicaran a informar, aunque, como veremos más adelante y todos sabemos, en realidad son ilegítimos actores políticos.
 
¿Qué pasaría en cualquier “mercado” –entre comillas- donde existieran pocas empresas proveyendo un bien indispensable, que además constituye un bien público generador de efectos sobre toda la sociedad; y que, por añadidura, dichas empresas pudieran coludir, es decir, ponerse de acuerdo entre ellas en beneficio de sus negocios y en perjuicio de los consumidores? Cualquier estudiante de economía saltaría hasta el techo, porque el mercado descrito sería la antología de un mercado imperfecto, con inmenso poder por parte de las empresas participantes, y que, en consecuencia, debería ser fuertemente regulado en defensa de los consumidores. Lo que hemos descrito es precisamente el mercado de la información.
 
El primer problema de fondo es la forma de propiedad, ya que pese a toda ética y profesionalismo periodísticos, desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa no es otra cosa que la voluntad del dueño de la imprenta. Este problema se agrava al tratarse de un bien fundamental para la sociedad –a diferencia de tabaco o armas-, lo cual simultáneamente aumenta el poder de las empresas dedicadas a dicho negocio, su capacidad para afectar a la sociedad, y, en el caso particular de la información, la capacidad para salir impunes, porque las personas disciernen en base a la información que reciben, y paradójicamente el bien que están adquiriendo es la información.
 
Pero existe otro problema. La información no es sólo un bien indispensable para una sociedad moderna, sino que técnicamente es lo que en Economía se conoce como un bien público, esto es, sin capacidad de exclusión ni rivalidad en el consumo. Si yo tengo una manzana, ese es un bien privado; si tú quieres disfrutar de esa manzana me tienes que compensar, si soy una empresa mercantil te la voy a vender; si yo como de la manzana, tú comes menos de la manzana. Pero, el paisaje que estamos viendo del río Guayas, yo no puedo impedir que ustedes lo vean, hay libre acceso a ese bien llamado paisaje; y el que ustedes lo vean no impide que el otro lo vea y lo disfrute también: no hay rivalidad en el consumo.
 
Eso es un bien público; normalmente los bienes ambientales y paisajísticos son bienes públicos.
 
Tomemos como ejemplo la televisión de señal abierta. Un canal de televisión no puede excluirlos de ver su programación, es decir, no hay capacidad de exclusión, y que alguien vea dicha programación, no impide que otros también lo hagan, con lo cual tampoco hay rivalidad en el consumo. Incluso los medios impresos, una vez que se compra un diario lo pueden leer muchas personas, sigue siendo de bastante fácil acceso y no hay rivalidad en el consumo. Cuando existe esta clase de bienes, bienes públicos, la fuente de lucro no es el precio del bien –el pago por el periódico o cuánto le pago yo a un canal de televisión de señal abierta- sino básicamente el ingreso proveniente de los patrocinadores.
 
Por ello, como dice Ignacio Ramonet (ex director de Le Monde Diplomatique, principal periódico de relaciones internacionales del mundo), los medios mercantilistas no venden información a los ciudadanos, sino que venden ciudadanos a los patrocinadores.
 
Veamos ejemplos, que además prueban el hermanamiento que existe entre los “big business”.
 
Ya en 1985 se trató de aprobar en el entonces Congreso Nacional del Ecuador una ley prohibiendo la publicidad de cigarrillos y alcohol. La arremetida concertada de los medios, con los más absurdos argumentos, fue impresionante. Llegaron a decir que la publicidad no incrementaba el consumo, sino que tan solo daba información de cómo elegir.
 
Ahí están los recortes de periódicos con los titulares más absurdos… Las Naciones Unidas habían declarado a 1985 como Año Mundial de la Paz, y como Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios Particulares del Ecuador organicé un festival universitario sin precedentes en mi ciudad natal, Guayaquil (trajimos a Pueblo Nuevo, hicimos un concurso nacional de la canción universitaria por la paz, etcétera), y ese evento lo estaba organizando en coordinación con Diario “El Universo”, para darle toda la cobertura al festival. Sin embargo, como en esos días decidimos apoyar públicamente como Federación el mencionado proyecto de ley prohibiendo la publicidad de cigarrillos y alcohol, tal vez ustedes crean que exagero, pero, en rechazo a nuestra osadía… ¡ni siquiera me volvieron a permitir ingresar al Diario! No pude volver a reunirme con los directivos de Diario El Universo.
 
Cabe indicar que el dueño de este periódico también era uno de los principales comerciantes de armas del país.
 
Sólo casi treinta años después, y gracias a la nueva Ley de Comunicación, vamos finalmente a poder prohibir la publicidad que atente contra la salud humana.
 
No se engañen. Pese a que viven autodefiniéndose como prensa “libre e independiente”, y piensan que en la repetición está la demostración y que mil mentiras hacen una verdad, los medios mercantilistas no son ni libres ni independientes, sino sometidos al capital, el de los dueños del medio y el de sus patrocinadores. El negocio consiste no en la calidad de la información, sino en la cantidad de ciudadanos a los que lleguen, y si lo que vende y lucra es el escándalo, no la verdad, sin duda se quedarán con lo primero. Por definición de empresa mercantil, el lucro pasará antes que la calidad de la información.
 
En Teoría de Mercado supuestamente la baja calidad del bien suministrado se solucionaría con una sana competencia. Toda la teoría se basa en que las empresas compiten entre ellas y así se beneficia el consumidor con un mejor producto y más barato. En el mercado de la información esto supone competir por brindar la mejor información posible, así como ser los primeros en denunciar las mentiras y errores de la “competencia” –entre comillas-. Pero lo que ocurre es precisamente lo contrario: existe una absoluta colusión. Jamás he visto tanto espíritu de cuerpo como en el sector mediático. Actúan como un verdadero cartel.
 
Veamos, por ejemplo, uno los famosos Wikileaks, que se refiere a una disputa entre dos de los más grandes grupos financieros e informativos que existían (hablo muy esperanzadoramente en pasado) en el país: Teleamazonas, del grupo Banco del Pichincha, y TC Televisión y Gama TV, del Grupo Filanbanco, propiedad estos últimos de los hermanos Isaías, hoy fugitivos en Miami después de defraudar a depositantes y al Estado por centenas de millones de dólares. La disputa se debía justamente a que Teleamazonas estaba haciendo una amplia cobertura de la quiebra fraudulenta de Filanbanco, más que por honestidad periodística, por la rivalidad existente entre el capital financiero de la Sierra y de la Costa.
 
Bueno, leo la diapositiva (esto está en los Wikileaks, esto está publicado en libros): “Teniendo que lidiar con este feroz ataque, Teleamazonas y el Banco del Pichincha clamaron por paz. Líderes de la Iglesia Católica mediaron en un diálogo que derivó en un ‘pacto de no agresión’ por el que Teleamazonas acordó retirar la cobertura sobre la conexión de la familia Isaías con la quiebra del banco Filanbanco y TC Televisión, parar sus ataques al Banco del Pichincha… Un productor jefe de Teleamazonas nos dijo –esto informa la Embajada de Estados Unidos, recuerden que los Wikileaks eran los informes de las respectivas embajadas a Washington- que el canal será más cuidadoso en el futuro acerca de los intereses que puedan afectar en el futuro”. Wikileaks, informe de la Embajada de Estados Unidos. Colusión.
 
Otro ejemplo muy reciente. Como mencioné, hace pocos días la Asamblea Nacional aprobó una nueva Ley de Comunicación, mandato constitucional ratificado en la consulta popular de Mayo de 2011, ley que había sido bloqueada cuatro años por el cartel de medios de comunicación y sus corifeos en la Asamblea, y que reemplaza a la ley actualmente en vigencia que fue expedida en los años setenta del siglo pasado por la dictadura militar de aquel entonces.
 
Ante lo inminente de la aprobación de la nueva Ley, representantes de medios ecuatorianos, junto a la ONG Fundamedios fundada por ellos mismos, y directivos de la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos –AEDEP-, el gremio de propietarios de medios impresos en el Ecuador, fueron a Colombia a hablar con el equivalente de la AEDEP en dicho país para que los ayuden a impedir la aprobación de la ley (esto ya está verificado y denunciado por el diario público El Telégrafo). El mismo día en que se votaba la ley en nuestra Asamblea Nacional, viernes 14 de Junio, en un hecho sin precedentes, 53 medios impresos colombianos publicaron el mismo editorial titulado “¿Estocada final a la libertad de prensa en Ecuador?” con una sarta de mentiras para deslegitimar la nueva ley.
 
Esto en Economía se llama sencillamente colusión y nos recuerda bastante bien las tácticas de los “big business” ya mencionadas por la Dra. Chan: “Todas estas industrias temen la regulación, y se protegen usando las mismas tácticas”… (…) “una poderosa corporación puede hacer creer al público casi cualquier cosa”… ¡Y más aún si se trata de corporaciones dedicadas precisamente a informar a los ciudadanos!
 
Es claro que en el mercado informativo, las empresas no compiten, tan solo protegen sus intereses mutuamente.
 
Estado de Opinión versus Estado de Derecho
 
Sólo con un análisis de mercado ya hay graves problemas en el supuesto, entre comillas: “mercado de la información”, pero en realidad estos problemas son mucho mayores porque los medios se han arrogado un rol político. Ellos mismos se definen como el contrapoder del poder político. En ese caso, cabría preguntarse, ¿qué legitimidad puede poseer en democracia un actor político, cuya única virtud ha sido el tener dinero para comprarse una imprenta? Y si les gusta tanto el equilibrio de poderes, ¿cuál es el contrapoder del mayor poder fáctico de nuestra América: la prensa? Si son un contrapoder ¿la elemental decencia no exigiría poner su línea política en forma explícita, para que el lector, televidente o radioescucha tenga muy claro que ese medio no está informando sino haciendo política?
 
Es hasta cómico: Se definen como contrapoder, es decir, actores políticos, pero no toleran respuestas políticas. Si la prensa difama, desinforma, calumnia a nuestros gobiernos, es “libertad de expresión”. Si algún presidente osa contestarles, es “atentado a la libertad de expresión”. Es decir, algunos son más libres que otros.
 
Hablan de criticar al poder, pero frecuentemente son un poder mayor que el mismo Estado, y, a diferencia de otros “big business”, gozan de mayores niveles de impunidad porque han tenido la habilidad de identificar sus negocios con la libertad de expresión. De acuerdo a ellos, criticar a un medio de comunicación es criticar la libertad de expresión, lo cual es tan brillante como decir que criticar al Presidente es criticar a la democracia. Lamentablemente todavía hay ciudadanos que creen ese discurso. Además, es un poder muy eficaz, ya lo dijo Alí: No hay ejército que pueda invadir el mundo, la desinformación de la prensa sí lo puede hacer.
 
Pero aquí el debate de fondo es si los medios de comunicación deben o no participar en política. Al definirse como contrapoder del poder político, lo están haciendo. Como paladinamente lo reconoció Álvaro Vargas Llosa en el canal Ecuavisa el 10 de Junio pasado, y cito:
 
 “El rol de la prensa hoy día, en cierta forma, es verdad que se ha desnaturalizado un poco pero no por culpa de la prensa sino de gobiernos que han creado un vacío tan grande y que han obligado a la prensa de cierta forma a sustituir a los partidos, a sustituir al Congreso y a cumplir además el rol tradicional de la prensa”, cierro comillas.
 
Y lo peor de todo: sólo son contrapoder de ciertos poderes políticos, de otros, son descarados cómplices, pues al menos en América Latina, los medios de comunicación siempre han estado en contra de los gobiernos progresistas. Bastaría ver el rol de Diario El Mercurio en la caída y muerte de Salvador Allende y la creación de la dictadura pinochetista.
 
El poder mediático es inmenso, sin legitimidad democrática, sometido al capital y con poderosos mecanismos de autodefensa, porque como ya mencionamos, cualquier crítica a estos big business han tenido la habilidad de convertirla en “atentado a la libertad de expresión”.
 
Y es un poder que ha crecido con el tiempo por la masificación de la información, gracias a la alfabetización de la población que generó las capacidades para acceder a medios impresos; gracias a los avances tecnológicos que abarataron el acceso a la información; y gracias a la llegada de gobiernos democráticos que permitieron e impulsaron la información.
 
Probablemente en sus inicios el poder mediático era como un cachorro bien intencionado tratando que el poder político no traspasara ciertas líneas rojas, como por ejemplo, el famoso “Yo acuso” de Emile Zolá en el caso Dreyfus, en Francia (cuando injustamente se quiso condenar a un capitán por traición a la patria solo por el hecho de ser judío), pero luego ese cachorro se convirtió en un mastín que acorrala al poder político y a los propios ciudadanos, en defensa de sus intereses mercantiles y de clase.
 
De la generación de opinión pública, pasaron a pretender imponernos el Estado de Opinión, donde el poder absoluto lo tienen los medios de comunicación. Esto no fortalece la democracia ni el Estado de Derecho: atenta contra ellos, por ejemplo, cuando la defensa o acusación se hacen en los titulares y no en los tribunales. Incluso se podría hablar de la intención de construir la medio-cracia, en oposición a la democracia, ya que este Estado de Opinión soslaya el sufragio universal, el debate parlamentario y la acción política partidista. No importa lo que se haya propuesto en la campaña electoral y lo que el pueblo, el mandante en toda democracia, haya ordenado en las urnas. Lo importante es lo que aprueben o desaprueben en sus titulares los medios de comunicación.
 
Como dice Félix Ortega, sociólogo español, cito: “Con el paso del tiempo y al asumir un papel que les es ajeno, los medios de comunicación han tendido a socavar las bases mismas de la legitimidad política que requieren los gobiernos democráticos, a la vez que han afectado gravemente las propias pautas de convivencia y cohesión de la sociedad”, cierro cita.
 
Y existe terror de enfrentar ese poder, sobre todo de parte de los hombres políticos, cayendo en el clientelismo y sometimiento, para que no los vayan a acusar de que atentan contra la libertad de expresión.
 
Ética y profesionalismo
 
Los problemas mencionados (graves imperfecciones en el mercado de la información, el rol político que se han arrogado los medios), pueden mitigarse (no pueden eliminarse por la propia naturaleza de la forma de propiedad de esos medios), pueden mitigarse en gran medida con ética y profesionalismo periodísticos; pero lamentablemente en América Latina sucede lo contrario: la ausencia de estos elementos agrava aún más las contradicciones.
 
Por ejemplo,los medios de comunicación están convencidos que por ser negocios privados, pueden decidir discrecionalmente qué informar y qué no, lo cual es lo más cercano a la manipulación.
 
Algunas veces se ha llegado a extremos increíbles. ¡Prohibido olvidar! En Venezuela, cuando después del golpe de estado de Abril del 2002 el Presidente Chávez era restituido en sus funciones por presión de todo un pueblo, las cadenas privadas opositoras al gobierno transmitían… ¡dibujos animados! Y por supuesto, ante tremenda manipulación y ocultamiento de la información, nadie dijo nada –algunos dijimos-, nadie hizo nada…
 
En Ecuador decimos que los medios privados tienen tres clases de noticias: las que publican de vez en cuando para decir que informan, las que nunca publican para proteger sus intereses, y las que se inventan para atacar a sus adversarios, sobre todo al gobierno.
 
Pero, así como el juez honrado siempre debe dictar adecuadas sentencias, los medios de comunicación éticos siempre deben publicar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, sin pretender tener discrecionalidad para informar, por el hecho de ser privados.
 
Veamos un ejemplo extremo pero representativo de la calidad ética y profesional del periodismo ecuatoriano (no voy a generalizar, de cierto periodismo, hay grandes periodistas, de ciertos periodistas, lamentablemente con mucho poder): me refiero a cuando en los primeros días de Septiembre del año pasado, tuve que realizar un viaje privado durante doce días a Europa. Emilio Palacio, ex jefe de opinión de Diario “El Universo”, el diario más vendido del país, abierto enemigo del Gobierno y hoy autoexiliado en Miami, probablemente huyendo de su propia conciencia, publicaba en twitter una de sus tantas mentiras: “Correa sabe que está en un momento difícil. Fue a Bélgica también con el objetivo de prepararse para huir en caso de una derrota”. La verdad es que fui a Francia a instalar a mi hija mayor en la universidad, ya que se había ganado una beca de estudios en dicho país. Jamás pisé siquiera Bélgica, país de origen de mi esposa, y la “derrota” a la que se refiere este malqueriente, es con respecto a las elecciones presidenciales y legislativas efectuadas en febrero 17 de 2013, donde obtuvimos una de las mayores victorias electorales de la historia del país. Pero este era “jefe de opinión” del diario más vendido del Ecuador; quiero decirles, el más grave peligro que enfrentamos en este oficio es la gente insana, enferma de odio…
 
Cabe indicar que a este tipejo le otorgaron el premio Columnistas del Mundo de Diario El Mundo de Madrid, por, cito, “simbolizar a todos los periodistas de América Latina que están sufriendo una importante represión”, cierro cita. De acuerdo al jurado, cito nuevamente, “hay países como Ecuador, Venezuela, Bolivia o la propia Argentina que quieren vivir sin prensa libre e independiente”, cierro cita. Como verán, es impresionante el espíritu de cuerpo y el engaño colectivo del poder mediático.
 
Se quiere mitificar a los periodistas como heroicos luchadores contra gobiernos despóticos que no aguantan ninguna crítica. La realidad de América Latina es más cercana a: gobiernos con una inmensa legitimidad democrática jugándose hasta la vida por superar las injustas estructuras de nuestra América, perseguidos inmisericordemente por periodistas sin escrúpulos y por un poder mediático muchas veces mayor al poder del mismo Estado y que además se sabe impune.
 
Veamos otra muestra de la ética y profesionalismo de ciertos periodistas, en este caso, Martín Pallares de diario El Comercio. Estos son algunos de los artículos que este señor ha escrito en los últimos meses, abusando cobardemente de su posición de periodista: “Correa: o ignorante atrevido o incontinente verbal”; “Correa el pandillero”…
 
Este señor era el encargado de la página electrónica de diario El Comercio; veamos algunos ejemplos de lo que permitía publicar para hacerle daño al gobierno (de acuerdo a su pequeñez); no son seleccionados, no son extraordinarios, son de los muchos, de los cientos que se enviaron durante tres, cuatro años:
 
Fernando Hernández: “El presidente está insultando por lo que dicen, debe insultarse por haber nacido con genes narcos, porque como el padre de él también es narco, esta vez utilizando valijas diplomáticas, utilizándole al bobo de Patiño… hazle un gran favor a la humanidad, quítate la vida como lo hizo tu padre, que tuvo un poquito de dignidad aunque sea para quitarse la vida, haz lo mismo tú por favor y te llevaré flores y las tiraré en el Machángara”. Una de las tantas noticias, opiniones, cartas, mensajes, que permitía este sujeto publicar en la página electrónica de El Comercio.
 
Zenón Moreno Guato (nombre obviamente inventado): “Sigue la sarta de mentiras en el monólogo de la vagina de los sábados del tontito con poder y cachudo por no poder, homosexual, malparido, hijo de…, pero ya estás cerca de terminarte maldito engendro”. Estas son las cosas que publica la “prensa libre e independiente” de este país.
 
Y cuando la Secretaría Nacional de Comunicación del Gobierno –SECOM- después de años de estos agravios manda una carta diciendo: “La permisividad que mantiene diario El Comercio en este tipo de imputaciones y repudios, va acompañada de una sistemática actitud de rechazo al gobierno actual, configurando no solo el delito de injuria sino además una notoria provocación al odio” y le pide detener estos insultos, ¿qué es lo que publica diario El Comercio?: “El gobierno amenaza a El Comercio y a comentaristas de su versión digital”, y dice que lo que se está deteniendo es el “libre flujo de ideas”. Es decir, para la prensa “libre e independiente” todos esos improperios e insultos impublicables constituyen el “libre flujo de ideas”…
 
Son ejemplos extremos, pero representativos, de lo que hemos tenido que soportar no solo en Ecuador sino en toda América Latina y en muchas partes del mundo.
 
El nivel ético de la prensa latinoamericana es bastante bien descrito por un agente del sistema, Mario Vargas Llosa, cuando denuncia la descarada participación política electoral de Diario El Comercio del Perú en las últimas elecciones presidenciales peruanas. Cito:
 
“Viola a diario las más elementales nociones de la objetividad y la ética periodística: silencia y manipula la información, deforma los hechos, abre sus páginas a las mentiras y calumnias que puedan dañar al adversario, a la vez que en todo el grupo de medios se despide o intimida a los periodistas independientes y se recurre a las insidias y golpes bajos de los peores pasquines que viven del amarillismo y el escándalo”.
 
La pregunta es, ¿qué sucedió ante estas gravísimas denuncias? Absolutamente nada.
 
El caso ecuatoriano
 
Para el caso ecuatoriano, aunque el problema de fondo es la forma de propiedad de los medios de comunicación, también hay un problema muy grave de concentración y transparencia en dicha propiedad. En nuestro país los medios de comunicación escritos, a nivel nacional, son propiedad de media docena de familias; lo que ustedes se enteran cada día, lo que creen sobre personas que ni conocen, lo que piensan que pasa en el resto del mundo, es lo que quieren decirles o callarles media docena de familias. El mayor diario nacional, El Universo, pertenecía –hasta que denunciamos aquello, ahora pertenece a una firma en Miami-, antes pertenecía a empresas fantasmas en Islas Caimán (donde ustedes saben que no se va precisamente a pagar impuestos y a transparentar balances; tampoco a Miami, pero al menos está más cerca). El Diario La Hora y la Revista Vanguardia, ambos acérrimos opositores al gobierno, cuyo odio es sólo superado por su falta de ética, son propiedad de Francisco Vivanco, alto funcionario en el Gobierno de León Febres Cordero, 1984-1988, uno de los más represivos que el Ecuador recuerde, y esa es la gente que nos habla ahora de “libertad”, de “derechos humanos”, que pretende darnos cátedra de moral y buenas costumbres. Diario Expreso (que tengo que reconocer, uno de los que más guarda la objetividad del caso) es propiedad de Galo Martínez Merchán, ministro de Gobierno antes y durante la dictadura de su amigo Velasco Ibarra, donde desparecieron o asesinaron a varios dirigentes estudiantiles, como Milton Reyes. El Comercio (ese Comercio que le decía a Alfaro “ladrón”, “corrupto”, “traidor” y que incitó su asesinato en la Hoguera Bárbara), es de la familia Mantilla, que al inicio del gobierno amenazaba a sus empleados si simpatizaban con la Revolución Ciudadana, los mismos trabajadores grabaron y subieron dichas amenazas a las redes sociales… Y Diario Hoy es de Jaime Mantilla, actual presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (la SIP), primo de los dueños de El Comercio y ex gerente del mismo. Sé que esto suena a culebrón televisivo, pero es la realidad.
 
Cuando llegamos al gobierno en el 2007, cinco de los siete canales de televisión nacionales eran propiedad de banqueros. Ustedes pueden imaginar lo que sucedía cuando se quería tomar alguna medida de regulación bancaria… Ahora que tenemos 2 canales incautados dicen que tenemos “monopolio”; ¿por qué no decían que había monopolio de los banqueros en los medios de comunicación cuando la banca era dueña de 5 de los 7 canales nacionales? ¡Cuánta hipocresía! ¿Ustedes se imaginan, si queríamos controlar tasas de interés, realizar regulación bancaria, la impresionante campaña mediática en contra que recibíamos? No para informar o defender los derechos de los ciudadanos; para defender los intereses del dueño del canal.
 
Muchas veces los negocios dedicados a la comunicación, además de formar monopolios y oligopolios de propiedad familiar, se encontraban vinculados íntimamente con otros intereses empresariales distintos a los de la comunicación. De hecho, la práctica generalizada era hacer un emporio económico y luego invertir en medios de comunicación, no para informar, sino para defender los intereses del emporio. Hablemos con ejemplos (con tantas formas de saqueo que ha soportado el país, nos sobran ejemplos): En Ecuador, la familia Isaías poseía un grupo de más de 200 empresas, entre ellas el banco más grande del país, Filanbanco, y poco a poco adquirieron también dos canales de televisión nacionales en señal abierta, un canal nacional por cable, el propio servicio de televisión por cable, tres radios regionales y un sinnúmero de revistas. Como ya mencionamos, el banco Filanbanco, el mayor del sistema bancario ecuatoriano, propiedad de los hermanos Isaías, quebró fraudulentamente, por lo que los hermanos Isaías son fugitivos de la justicia ecuatoriana y se hallan refugiados en Miami, pese a los pedidos de extradición del gobierno ecuatoriano. En manos de esta clase de gente estaba la información que recibíamos cada día.
 
Otro ejemplo. El emporio del Banco del Pichincha y de la tarjeta de crédito Diners Club, del banquero quiteño Fidel Egas, propietario de varias revistas y del canal Teleamazonas que, dicho sea de paso, fue incautado a la familia Granda Centeno por una deuda con la tarjeta de crédito Diners Club, sin que nadie dijera nada sobre atentado a la libertad de expresión, pero cuando nuestro gobierno incautó en el 2008 las empresas de los Isaías, puesto que debían más de 600 millones de dólares al Estado, ustedes pueden ver lo que dijo la prensa. En nombre de la libertad de expresión era preferible que esos medios estén en manos de banqueros corruptos y prófugos, antes que en manos públicas. Esa es la escala moral de cierta prensa en Ecuador.
 
Sin duda, eso sí lo tengo que reconocer, nuestra prensa era “libre”… ¡Libre, pero de impuestos! Junto con medicinas e insumos agrícolas las importaciones de papel periódico eran las únicas totalmente exoneradas de aranceles e impuestos, beneficiando así en forma ilegítima, no a los pequeños agricultores sino a los big business de la comunicación. Y pese a todas esas canonjías, favores, poder de mercado, etcétera, el canal Teleamazonas declaró pérdidas durante diez años, sin pagar 20 centavos de impuestos y no había gobierno que se atreviera a enfrentarlo por su poder mediático.
 
Existía y existe altísima explotación laboral en las empresas dedicadas a la comunicación, donde incluso había (espero que no continúe esta situación) periodistas sin estabilidad y pagados a destajo.
 
La falta de objetividad, la descontextualización, los sesgos en la información son, por decir lo menos, patéticos. Como soy un Presidente que enfrenta a cierta prensa, créanme, si a mí me muerde un perro… ¡al día siguiente entrevistan al perro!
 
No informan sobre conflictos: los buscan, los inducen, los crean, los anhelan, para vender más periódicos y en el caso de nuestro insumiso gobierno para tratar de debilitarnos y sojuzgarnos. Esto es irresponsable en cualquier sociedad, pero más aún en las frágiles democracias latinoamericanas.
 
Aquello de decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad, para excluir cualquier posibilidad de engaño, ni siquiera lo comprenden. No entienden que verdades a medias son dobles mentiras.
 
Adicionalmente, como todo “big business”, poseen abundantes instrumentos de cabildeo y lo que se llama en inglés “front groups” (oenegés, grupos de “intelectuales”, etcétera), es decir grupos fachadas.
 
Tenemos por ejemplo la ya mencionada fundación, Fundamedios, creada en el 2006 cuando ya se avizoraba la Revolución, financiada y dirigida por los propios medios de comunicación, recibida directamente en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en nombre de la sociedad civil ecuatoriana y para denunciar, como no podía ser de otra manera, la “falta de libertad de expresión” en el país.
 
Da que pensar, como dice Eduardo Galeano escritor uruguayo autor de Las venas abiertas de América Latina, da que pensar que “tengan absoluta libertad de expresión para publicar todos los días que no hay libertad de expresión”.
 
Cabe indicar que Fundamedios también es financiada por la USAID, la Agencia de Cooperación Norteamericana (la que acaba de ser expulsada en Bolivia), y que en los famosos Wikileaks aparece como uno de los “contactos” de la Embajada de Estados Unidos en Ecuador.
 
De hecho, Estados Unidos nutría sus informes con reportes de periodistas claves, incluso en varias ocasiones la visita de funcionarios del Departamento de Estado o especialistas estadounidenses al país, era motivo para reuniones con periodistas, políticos, empresarios y “líderes de opinión”. Con la información, suministrada sobre todo por periodistas, elaboraban informes para diseñar estrategias de acción política con los diversos gobiernos. Encabezaba esta lista de contactos el celebérrimo Jorge Ortiz, ex entrevistador estrella de Teleamazonas…
 
Prohibido olvidar; por ahí deben estar los Wikileaks con toda esta información, esto no lo publicó la prensa (nuevamente manipulación), publicó los Wikileaks que creyó que nos podían hacer daño como gobierno, como las declaraciones de la embajadora de Estados Unidos, los Wikileaks sobre la “colaboración” de periodistas y Fundamedios con la Embajada de Estados Unidos, jamás los publicaron.
 
En el ámbito internacional la big media también tiene sus instancias de presión. Por ejemplo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tiene ocho relatorías, pero la única que cuenta con informe y financiamiento propio es la Relatoría de Libertad de Expresión. Su financiamiento proviene sobre todo de los Estados Unidos, país que no es signatario de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, es decir, paga para controlar a los demás. ¿Es que este financiamiento propio, este informe independiente, supone la supremacía del derecho a la libertad de expresión sobre otros derechos como el de las personas con discapacidades, niños y adolescentes, pueblos ancestrales, etcétera? De ninguna manera, no se engañen, este informe propio, este financiamiento especial, sencillamente demuestra los alcances del “big business” de la comunicación.
 
Y el problema fundamental del enfoque actual de Derechos Humanos en la región es creer que el Estado es el único que puede abusar de los derechos humanos. No se entiende que cualquier poder puede hacerlo, y que al menos en nuestra América, hay poderes fácticos que superan al propio Estado y atentan contra esos derechos humanos.
 
Ahora que nuestros Estados están manejados por gobiernos democráticos, se los trata de igual forma o peor que a los Estados dictatoriales, y, paradójicamente, acusados por los grupos que siempre apoyaron a esas dictaduras y que siempre lucraron de esos Estados dictatoriales.
 
Para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no existe la prensa corrupta (tan bien descrita por Mario Vargas Llosa), sólo existen políticos malvados que persiguen a ingenuos y angelicales periodistas, porque denuncian la corrupción y porque estos dictadores, villanos, populistas, no soportan la crítica que heroicamente publica la prensa. ¿Hasta cuándo tanta falsedad? ¿Hasta cuándo tanto engaño social? Son adversarios, como decía la Dra. Chan, opositores enormes, sumamente poderosos.
 
En el Informe 2012 sobre Libertad de Expresión, de la respectiva relatoría de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el promedio de hojas por país es 5. Para el caso de Ecuador se dedican 33 hojas, casi 7 veces más que el promedio. Y, obviamente, las principales “fuentes” para estos informes son: Fundamedios, la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos y la Unión Nacional de Periodistas (que creo tiene 400 afiliados, de las decenas de miles de periodistas que hay en el país, y cuyo presidente trabaja para diario El Universo); fundación y gremios estrechamente vinculados entre sí, descaradamente defendiendo los intereses de los big media, abiertos opositores al gobierno, y sin ninguna solvencia moral ni democrática. Realmente el Informe, por sus sesgos, sus omisiones, sus imprecisiones, su falta de contrastación, de verificación, es un verdadero adefesio, y la más clara muestra de cómo instancias internacionales de derechos humanos se han convertido, consciente o inconscientemente, en eco de los intereses de los grandes medios de comunicación.
 
¿Saben cuántos periodistas presos hay en Ecuador por sus opiniones? ¡Ninguno! Y si hubiera algún periodista preso, sería por haber cometido un delito, no por su oficio de periodista. Lo que sí es cierto es que hasta antes de nuestro Gobierno, por el terror al poder mediático, había una ley no escrita: que los medios de comunicación y periodistas estaban por encima de la Ley. En un Estado de Derecho se persigue delitos, no personas. Hacer la excepción para tal o cual oficio, eso sí sería romper el Estado de Derecho, sería un grave atentado a las garantías fundamentales.
 
Y ni qué hablar de la inefable Sociedad Interamericana de Prensa, de oscuros orígenes, creada por la CIA para contrarrestar al régimen cubano e integrada no por periodistas sino por los dueños de los medios impresos de comunicación. Ya es como ritual religioso, cada seis meses la condena de la SIP al Ecuador. Si no nos llega, nos empezamos a preocupar.
 
Hoy, los grupos que apoyaron a tanto genocida, sus medios de comunicación, sus adláteres, frecuentemente son los que nos hablan de derechos humanos. Saben que ya nadie va a aguantar las botas de las dictaduras en nuestra América, y por ello inventan medios más sutiles para continuar oprimiendo a nuestros pueblos.
 
Que se enteren que América Latina vive una nueva época, que ya no están aquí las dictaduras a las cuales sí apoyaron esos medios de comunicación, sino gobiernos progresistas, inmensamente democráticos, que están cambiando la realidad de nuestros pueblos y que seguiremos luchando contra todo poder fáctico que trate de mantenernos en el pasado.
 
SOLUCIONES
 
Frente a todo lo descrito, ¿cuáles son las soluciones? Los pobres no tienen canales de televisión, no tienen periódicos. Es evidente que los medios de comunicación en América Latina han sido monopolios de las oligarquías. Pero el problema de fondo es el modelo comunicacional capitalista, la información como mercancía, los derechos en función del lucro y del poder. Esto se agrava aún más por la falta de ética y profesionalismo periodísticos.
 
Creo que todos coincidimos en que una buena prensa es vital para la democracia, pero también debemos coincidir en que una mala prensa es mortal para esa misma democracia, y la prensa latinoamericana es mala, muy mala.
 
Del análisis realizado se deriva la necesidad de democratizar la propiedad de los medios de comunicación e independizarlos del dominio del capital; se deduce también la necesidad de generar mayor cantidad de medios fuera de la lógica de mercado, es decir, medios sin fines de lucro, comunitarios, y medios públicos; se deriva la necesidad de control social, a través de una adecuada regulación, que busque alinear las empresas de comunicación con lógica de mercado con los objetivos sociales, esto es, el derecho a recibir información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural, sin censura previa y con responsabilidad ulterior, como ordena el artículo 18 de la Constitución de la República del Ecuador.
 
En Ecuador hemos avanzado considerablemente en este sentido. En primer lugar, el Gobierno Nacional tiene mucha mayor credibilidad que los medios mercantilistas. Hoy, la mala fe de cierta prensa hace daño, pero ya no pone y saca presidentes como antaño.
 
Nuestra Nueva Constitución (aprobada en el 2008 luego de una Asamblea Constituyente con miembros elegidos por votación popular y ratificada en consulta popular con el 63% de los votos) prohíbe que los bancos tengan acciones en medios de comunicación (recuerden que al inicio del gobierno, de 7 canales 5 eran propiedad de la banca), algo que en países como Estados Unidos está prohibido con el Bank Holding Act desde 1956, pero que en Ecuador era poco menos que una blasfemia hablar de esto.
 
Nuevamente en un proceso absolutamente democrático, en la Consulta Popular del 7 de Mayo del 2011 –la tercera en nuestro gobierno- y rechazando una gigantesca campaña mediática en contra de esta valiosa herramienta de democracia directa, el pueblo ecuatoriano decidió con su voto separar las actividades financieras y mediáticas de cualquier otra actividad económica; es decir, para evitar la incestuosa relación entre poder financiero y poder mediático, los banqueros sólo pueden dedicarse a la actividad financiera, y los comunicadores sólo a la actividad de comunicación. Esto ya se concretó con la nueva Ley de Control de Poder de Mercado, la cual establece que todo accionista con más de 6% de participación en la propiedad de un banco o un medio de comunicación, no podrá tener otra clase de empresas. Zapatero a tus zapatos: banqueros a hacer banca; comunicadores a comunicar y no pretender unir el poder mediático a la defensa de los emporios económicos…
 
Ecuatorianas, ecuatorianos, espero que entiendan la trascendencia de esta norma. Busca democratizar la propiedad de los medios y evitar los conflictos de intereses, pero también es un golpe extremadamente fuerte, histórico, a la estructura de poder en Ecuador.
 
Mientras que en países como los europeos la televisión nació pública, antes de nuestro gobierno en Ecuador no existía ni prensa, ni radio ni televisión pública. Hoy existen las tres. Insisto en el término público, que es diferente a gubernamental. Sin embargo, todavía el desbalance entre lo público y privado es fenomenal a nivel de comunicación.
 
Y ahora que se está tratando de deslegitimar por parte de ciertos analistas y medios a la Ley de Comunicación, siguen diciendo mentiras, que el gobierno es el que tiene el monopolio de los medios de comunicación. Sepan ustedes que el 85% del espectro radioeléctrico está en manos privadas (y de acuerdo a la Constitución es un bien público), solo 15% está en manos del gobierno, de municipios, prefecturas, universidades, sector comunitario, radios indígenas, etcétera; pero así es como se miente y creen que una mentira repetida mil veces se va a convertir en verdad o que en la repetición está la demostración. En cuanto a medios impresos, tenemos cuatro. Radios tenemos tres o cuatro de las ochocientas que existen en el país, que son las incautadas de los Isaías y queremos venderlas lo más pronto, igual que los canales, que no se venden por las amenazas de los Isaías que al que compre lo enjuician, pero eso no dice la prensa… Pero “El gobierno tiene el monopolio de los medios de comunicación”… ¡Cómo se miente, se miente y no se para de mentir!
 
Y en cuanto precisamente al espectro radioeléctrico, se democratizó el Consejo de Telecomunicaciones, el cual antes de nuestro gobierno lo conformaban los mismos propietarios y accionistas de los medios, los cuales se repartían las radiofrecuencias de acuerdo a sus intereses, dejando a los funcionarios de gobierno como meros “testigos de honor” de sus negocios, pese a que el espectro radioeléctrico, de acuerdo a la Constitución, es propiedad del Estado. Ahora, gracias a este control público sobre el espectro radioeléctrico, se han podido entregar catorce frecuencias de radio a nuestros pueblos y nacionalidades indígenas, eternamente marginados en la comunicación social.
 
Finalmente, con la nueva Ley de Comunicación recientemente aprobada (y gracias a los Asambleístas, algunos aquí presentes, por haber cumplido con el mandato constitucional y popular durante cuatro años bloqueado por el cartel de medios y sus corifeos), lo que se busca es una mejor prensa;se empodera a los ciudadanos, no al Gobierno, para que puedan defenderse de los abusos del poder mediático; se promueve una ciudadanía crítica, que pueda exigir su derecho a la información y a la comunicación y ejercer el control social sobre los medios; se busca democratizar la propiedad de los medios de comunicación e impulsar medios fuera de la lógica de mercado, esto es, medios públicos y comunitarios, así como la democratización del espectro radioeléctrico, hoy 85% en manos privadas pese a ser un recurso público. La ley establece que ese espectro radioléctrico se tiene que repartir: 33% para la empresa privada con fines de lucro dedicada a la comunicación; 33% para el sector público (que no es solamente el gobierno, es el IESS, es la Asamblea, es la Justicia, son los Municipios, son las Prefecturas, las Universidades públicas, etcétera); y 34% para el sector comunitario, básicamente sin fines de lucro (pueblos, nacionalidades indígenas, pero también verdaderas fundaciones, asociaciones de periodistas que quieran ejercer el periodismo, no el negocio).
 
Como no es una Ley de Medios sino de Comunicación, la ley también busca proteger nuestra cultura e impulsar la producción nacional de programación, de arte y de publicidad, obligando en plazos determinados que la publicidad sea 100% nacional, para que al menos 50% de la música de las radios también sea nacional, y al menos 60% de la programación en canales de televisión también sea nacional. De igual manera, se establece un mínimo de 5% de programación en función de la cultura y lenguas de los pueblos ancestrales de nuestro país.
 
CONCLUSIONES
 
Queridas amigas y amigos:
 
Para finalizar, ojalá haya quedado claro y no nos dejemos engañar, lo que está en el centro del debate no es la libertad de expresión sino la contradicción técnica y ética de negocios privados con fines de lucro e intereses políticos y grupales, proveyendo (frecuentemente en forma monopólica) un derecho fundamental, el derecho a la información, lo cual les otorga un poder tan grande como ilegítimo, puesto que entre el fin privado –lucro, poder- y el fin social –garantizar un derecho-, por definición prevalece lo primero o dejarían de ser empresas de mercado.
 
Sin duda el problema de la mala información y abusos de poder se mitigan con ética y profesionalismo; pero, sigue latente por la naturaleza misma de los proveedores de información, insisto: empresas privadas con fines de lucro e intereses políticos.
 
La información no puede proveerse con lógica privada, peor con lógica de mercado. No es una mercancía, es un derecho y debe suministrarse con lógica de servicio público, con lógica de derechos, lo cual significa que como derecho nadie te lo puede quitar, no que alguien te lo puede conceder en función de sus intereses.
 
Estimadas compañeras y compañeros, ecuatorianas y ecuatorianos, amigos que han venido desde el exterior y dicho sea de paso Bienvenidos al Ecuador:
 
Al mundo lo domina el capital y la comunicación no es la excepción. Para mí ese es el gran desafío de la humanidad en el Siglo XXI: la supremacía del ser humano sobre el capital. ¡A defendernos de los big business que atentan contra nuestros derechos, ya sea el derecho a la salud, el derecho a la seguridad o el derecho a la información!
 
Defendemos la verdadera libertad de expresión y el derecho a la información de todas las ecuatorianas y todos los ecuatorianos y no solamente de las grandes corporaciones mediáticas que lucran de esta información y de esta libertad, frecuentemente destruyéndolas. Por ello, estamoscontra la mentira, estamos contra la falsedad, estamos contra esos negocios privados, no pocas veces corruptos, frecuentemente con claros conflictos de intereses, que han lucrado de su poder mediático y que cotidianamente secuestran la verdad y pretenden secuestrar también hasta nuestras democracias.
 
Pero aquí, en el Ecuador del siglo XXI, con nuestra Revolución Ciudadana, prevalecerán los derechos de nuestros ciudadanos y no los intereses del gran capital.
 
¡Muchísimas gracias!
 
Rafael Correa Delgado
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR
 
 
https://www.alainet.org/en/node/77208
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS