El afromexicano Melchor Ocampo y la guerra del 47
25/03/2011
- Opinión
En enero se celebra el aniversario del natalicio de Melchor Ocampo, epónimo del estado de Michoacán. No faltó el orador oficial que dijera en este año 2011:
En épocas pasadas, mucho se especuló acerca de sus raíces y orígenes. Contra lo que muchos suponen, las investigaciones más objetivas señalan que nació en la ciudad de México el 5 de enero de 1814, de padres desconocidos; sin embargo, por tradición este suceso se festeja cada año en Maravatío, ya que, ciertamente, fue adoptado por la propietaria de la Hacienda de Pateo ubicada en ese municipio [del oriente] michoacano...
Por nuestra parte, pondremos acento en Ocampo como un afrodescendiente y la guerra del 47. Insistimos en dos temas que aún se reprueban en la escuela oficial mexicana: el encontronazo europeo que implica la exaltación del pasado prehispánico, precolonial, el rechazo al africano en esta parte de nuestra América; y, el segundo, la guerra con Estados Unidos del Norte.
Para hablar del primer punto, sin aludir al pinche indio para descalificar al prójimo, encontramos en la vigente Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, este recordatorio en el artículo segundo:
La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización…
Sin embargo, en las conmemoraciones y festejos del bicentenario y centenario los descendientes de los pueblos originarios pasaron inadvertidos, no tuvieron atención. Van dos ejemplos michoacanos palpables y notorios, Pedro Rosales partícipe en los preludios de la guerra de independencia y Miguel de la Trinidad Regalado, el organizador de la Sociedad Unificadora de la Raza Indígena, en la gran rebelión mexicana.
Para atenuar el encontronazo, cabe resaltar la participación de 600 españoles y cien mil aliados indígenas en la toma de la capital mexica en agosto de 1521. Pese al decisivo juego de alianzas y tretas, desde Francisco Javier Clavijero en su Historia Antigua de México en el siglo XVIII hasta hoy, se glorifica la resistencia mexica y se recalcan factores de la adversidad. La lección escolar de historia en secundaria todavía repite: --en la defensa de Tenochtitlan, el valiente Cuitláhuac murió a causa de la viruela introducida por un negro llegado con Narváez. Y para recargar el redoblado mensaje, historiadores profesionales señalan que dos de los conquistadores españoles dejaron negra memoria. En cambio, desde 1994, los textos de primaria han atenuado el agravio:
Mientras, en Tenochtitlan se desató una epidemia de viruela. Cuitlahuac murió contagiado (cuarto grado).
Mientras tanto, en Tenochtitlan se había desatado una incontenible epidemia de viruela. Decenas de miles murieron, entre ellos el tlatoani Cuitláhuac (quinto grado).
No está de más apuntar que, muchísimo tiempo atrás, Lucas Vázquez de Ayllón, oidor en Santo Domingo, en comunicación de 1520 al rey Carlos Quinto refirió que tahínos del Caribe llevaron la viruela a México en los barcos de Narváez. Y de oídas, según el cronista López de Gómara (1511-1564), la viruela fue introducida por el esclavo negro Francisco de Eguía. Le acotamos, no directamente de África.
Si fue traída por los indígenas cubanos o por ambos sería lo de menos. La selectiva peste de 1520 sería magnificada en la Historia de los indios de la Nueva España,escrita por Toribio de Benavente (Motolinía). La versión conocida del suceso, la compuso Motolinía sobre las Diez Plagas de Egipto, una alegoría de la Biblia. De ahí que Motolinía necesitara un "etiope" (africano) para sostener el dicho del contagio, hermanado a la calamidad.
Además de la maldición bíblica en el Génesis, “siervos de siervos serán”; desde la inercia colonial en la Nueva España, el tono de cuero importaba. Blanquel, editor en 1856 del Calendario del Negrito Poeta, contó que uno de pellejo claro para ofender al ingenioso versificador de la segunda mitad del siglo XVIII le espetó: "Negro, la color te agravia". Y contestó el aludido: "No tengo la culpa yo:/ una mano oculta y sabia/ esta piel negra me dio". En ese tinte, el historiador Lucas Alamán pardeó prejuicios en el insurrecto José María Morelos quien "por ambos orígenes procedía de una de las castas mezcladas de indio y negro, aunque en sus declaraciones se califica él mismo de español". Por otro lado, el fiscal en el proceso de Morelos en 1815 había abierto la rendija familiar ascendiente del acusado, "atendiendo a su baja extracción".
Están ustedes para saberlo y yo para contarlo. Pedro Pérez Pavón, bisabuelo materno del Siervo de la Nación Mexicana, en su testamento dejó entrever esa oscuridad al nombrar a José Antonio Pérez Pavón, su hijo natural, habido en mujer libre, como primer beneficiario de una capellanía que fundó.
En ese tono oscuro, mediante sainete joco-serio en un acto, los conservadores insultaron a Benito Juárez en 1861, como personaje de Solaces Demagógicos, el Negro Sensible o la Esclavitud...
Centuria después, los libros de texto único para la escuela pública comprendidos en el Plan de Once Años (a partir de 1958) pusieron en blanco, omitieron, la presencia africana. Superada la concepción centralista de la historia mexicana a partir de 1968 y no obstante el intento desde 1972 (el año de Juárez) por tratar más de cerca a los esclavos africanos en los libros de Ciencias Sociales, la edición de Historia en la primaria recuperó parcialmente la memoria en 1994. Participaron especialistas en ello. Con todo, se refleja en la calle que el profesorado no ha hecho bien la tarea en el salón de clases.
Tarea que nos da mano aquí para tocar el segundo punto y acercarnos a Melchor Ocampo, gobernador de Michoacán al momento de la guerra anunciada por la expansión norteamericana, la decimonónica del 47.
Primero una revisión a Nicolás León, quien hace más de cien años aseguró que Ocampo nació en enero de 1814, por una verdadera casualidad, en la antigua México-Tenochtitlan. Sustentó su dicho al encontrar una partida bautismal de "José, Telésforo, Juan Nepomuceno, Melchor de la Santísima Trinidad. Español." De ahí, con el agregado de misterio y adopción por parte de la dueña de Pateo, siguieron la conseja varios autores a lo largo de los años.
Distinta versión sería la de Fernando Iglesias Calderón, familiar cercano de la propietaria de Pateo, quien sostuvo que Ocampo no fue hijo de la señora Tapia sino uno de los niños que ésta recogió en su hacienda. Ahijado. Al trazar los rasgos biográficos, Raúl Arreola Cortés, editor en 1985 de las Obras Completas de Don Melchor Ocampo, en una nota a pie de página, con letra chiquita: El Lic. Ramón Alonso Pérez Escutia encontró en el archivo parroquial de Maravatío el acta de nacimiento (sic) de un niño, hijo de indio y mulata al que pusieron José Telésforo Melchor. Eran vecinos de Pateo. El niño nació el 5 de enero de 1810. (Tomo I, p. 129)
Esta última información, coincide con la descripción que hizo de Ocampo un prisionero norteamericano, Corydon Donnavan, quien estuvo en Morelia desde los últimos días de diciembre de 1846 hasta principios de mayo de 1847.
Durante los primeros dos meses de confinamiento, se nos ocupó en la (composición) de la “Reimpresión de Ordenanzas de la ciudad de Valladolid [Morelia]”, durante la cual tuvimos la fortuna de ser ocasionalmente visitados por el gobernador de la provincia Melchor Ocampo, quien supervisó la publicación. Él está por encima, a la cabeza de los mejores hombres de México, y fue candidato a la presidencia en las últimas elecciones. Ocampo tiene alrededor de treinta y ocho años, un poco bajo de la estatura promedio, aunque robusto. Su fina facción aceitunada pareciera más oscura de lo que en realidad es, debido a la negrura de su cabellera, de la cual caen caireles alrededor de su cara y de sus expresivos y chispeantes ojos negros. El modo en que se conduce refleja una persona agradable y un caballero; y aunque la primera impresión al conocerlo, partiendo de su extrema amabilidad y continuas sonrisas, sería la de un buen hombre y sencillo, uno pronto se da cuenta de sus agudas e inquisitivas miradas, las cuales se le escapan sin querer y dejan ver debajo de esa casi infantil manera de ser un exacto y agudo estudioso de la humanidad.
Adventures in Mexico: experienced during a captivity of seven months in the interior--having been captured at Camargo, by Canales’ band of guerrillas ... and sold into slavery ... final escape, and perilous journey to the United States--with a view of the present war ... By C. Donnavan. Cincinnati : Robinson & Jones, 1847.
Capitán Donnavan. Aventuras en México: Experimentadas durante una captura de siete meses en el interior del país. Siendo capturado en Camargo, por la guerrilla de Canales, junto con otros dos ciudadanos norteamericanos, rumbo a Valladolid, más allá de la ciudad de México y de como fueron vendidos como esclavos; dando cuenta de cómo fueron tratados durante su cautiverio y expedición a la provincia –no sin una visión romántica de los incidentes y aventuras- además de una descripción del suelo del país, su clima, producción, recursos y sus atractivos naturales, antigüedades, ciudades, pueblos, haciendas y ranchos, riquezas de la iglesia y la influencia del clero. –Gobierno y población-- sus costumbres y hábitos, relaciones sociales, vida cotidiana y entretenimiento. Descripciones de campos de batalla, su huída final y su sufrida travesía a los Estados Unidos, con una introspectiva de la guerra que acontecía en esos tiempos, así como el inaplazable destino del país.
- Álvaro Ochoa Serrano - El Colegio de Michoacán
https://www.alainet.org/en/node/148586?language=en
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