Comentarios a la entrevista con Guzmán Böckler: “Izquierdas o derechas, todo a la basura” (III)

18/04/2013
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Texto dedicado a Rubén Herrera
En prisión por su lucha en favor de los Recursos Naturales
Y por su defensa de los derechos de los Pueblos Indígenas de Guatemala
 
“Cuando quiero conocer lo que pasa en el mundo, busco dentro de mi”
Lao Tse
 
“Encontrarse con la propia sombra, es encontrarse consigo mismo”
Carl Jung (1)
 
La propuesta actual de Böckler, es ésta: antes de reestructurar cualquier proyecto político de cambio revolucionario, resulta imprescindible reestructurar nuestra mente.
 
¿Qué significa eso?
 
Sin siquiera pretender rozar el complejo asunto de las intrincadas interrelaciones (y diferencias de nivel) existentes entre “mente”, “cerebro” y “conciencia” (2), algo que de suyo rebasaría con creces los estrechos límites de éste sucinto texto, podemos situar la propuesta de Böckler dentro del ámbito más general, relacionados con los llamados a la edificación de un nuevo humanismo, llamados que empezaron a escucharse a lo largo y ancho del mundo desde Mayo del 68, como reacción a la crisis general del capitalismo (3).
 
Dicho llamado y demanda por un nuevo humanismo se ha intensificado en las últimas décadas a raíz del colapso de los proyectos políticos del llamado “socialismo real”, con el desplome de la URSS como símbolo más emblemático del fin de una era, y más recientemente, con un nuevo desplome, ésta vez, debido al colapso del mundo unipolar heredado previa y triunfalistamente por EEUU como supuesto “ganador” de la Guerra Fría, lo que resultó en poco tiempo en una victoria pírrica, con el desplome del capitalismo financiero y su doctrina neoliberal como símbolo más emblemático (4).
 
Sobre éste asunto del “nuevo humanismo” habré de volver unos párrafos más adelante (particularmente, en la parte IV).
 
Por ahora, deseo resaltar la importancia del llamado de Böckler, siempre y cuando entendamos su propuesta en el sentido más amplio arriba descrito.
 
Para cualquier persona que siente (o cree) haber nacido para hacer la revolución social (en independencia de lo que se defina como tal cosa), el llamado a “reestructurar la mente” puede ser tomado como algo tan extraño como si se le anunciase que a partir de mañana a las ranas se les enseñará algebra (5).
 
Peor aún, si esa persona es algo letrada y cree haber entendido correctamente el concepto marxista de alienación, como una categoría analítica cuyo poder explicativo se reduce (y agota) en el estrecho marco de la economía política (o más concretamente, como un concepto que se limita al estrecho margen interpretativo de la naturaleza de la producción de mercancías en el sistema capitalista), volteará su mirada hacia otro lado ante un llamado revolucionario como el de Guzmán Böckler, precisamente, por no sentirse aludida.
 
Sin embargo, si acordáramos comprender la frase “reestructurar la mente” como un esfuerzo encaminado hacia la transformación de sí mismo, hacia el auto-conocimiento y hacia lo que Gurdjieff (6), el conocido místico ruso llamaba “el trabajo sobre sí mismo”, nunca estará de más resaltar la enorme importancia de “conquistar espacios interiores” antes de pretender salir a conquistar espacios y realidades exteriores.
 
Hablar de esto ahora, precisamente ahora, cuando las viejas y nuevas generaciones de hombres y mujeres que anhelan alternativas de cambio social y político, y que buscan caminos diferentes para la transformación de una realidad considerada por ellos como insoportable, este punto es crucial, quizá tan solo porque resulta imprescindible hacer un balance histórico del papel de los factores humanos en el fracaso de los más recientes proyectos históricos de cambio social (7).
 
Tal tipo de balance no se ha realizado a fondo ni con seriedad. Por ello es tan peligroso continuar adelante como si nada hubiese sucedido, o como si no fuese posible (o necesario) extraer lecciones importantes de tan trascendente fracaso histórico.
 
Más allá de las explicaciones económicas y geopolíticas de los historiadores y los politólogos, subyacen detrás de tales fracasos de éstos proyectos de emancipación, factores humanos que están presentes en toda época civilizatoria y en toda sociedad humana. Son, sencillamente, factores transhistóricos unidos como siempre a las pasiones humanas (8).
 
Para decirlo en breve, nadie pude dar lo que no tiene. Nadie que desee transformarse en “faro” de otros puede lograrlo si antes no tiene dentro de sí la “luz” que pretende irradiar hacia afuera.
 
Ello requiere, en primer lugar, el reconocimiento del principal “enemigo interno”, el cual siempre proviene desde las trincheras del fuero íntimo de cada uno, y contra el cual se debe luchar permanentemente, so pena de que su fabulosa “Caja de Pandora” (9), no sorprenda a los luchadores en contra de la opresión, situándose inadvertidamente y en el azaroso devenir de todo proceso, en el bando opuesto, en el de los opresores.
 
Tan importante es ésta consideración, pues entre otras cosas, permite comprender que si alguien antes no ha logrado enseñorearse de sus propios demonios, no puede ser factor de cambio real en ningún tipo de proyecto de cambio social y revolucionario.
 
Debe de previo comprenderse y aceptarse, el hecho inequívoco de que cualquier cambio radical de estructuras económicas, sociales, políticas, culturales y espirituales requiere, antes de todo, en la simultánea transformación de estructuras mentales, en especial, de o en quienes se encuentran en las líneas frontales de tales cambios o proyectos.
 
Todo esto nos hace recordar que las batallas más importantes siempre se ganan o se pierden dentro de uno mismo, así se trate de un general o de un simple jardinero (10).
 
Expuesto todo lo anterior, estamos en condiciones de pasar a la siguiente interrogante: ¿Hay espacio para una ética y para un nuevo humanismo revolucionario en el siglo XXI?
 
Ese es nuestro punto central en la parte IV que viene a continuación.
 
Post Scriptum y Notas alusivas:
 
1-     (…) “The black shadow which everybody carries with him, the inferior and therefore hidden aspect of personality, the weakness that goes with every strength, the night that follows every day, the evil in the good…” (“Psychology and Alchemy”: Carl Jung; citado en “Jung on Alchemy: Nathan Schwartz-Salant; Routledge, Princeton University Press, London, 1995, p. 58).(“La sombra negra que todos llevamos dentro… que encubre los aspectos ocultos de la personalidad…Trad. Lit.).
 
2-     Tan solo en los últimos años se han producido significativos cambios en el enfoque y comprensión de la compleja naturaleza e intrincada interrelación existente entre “mente”, “cerebro” y “conciencia”, tanto desde la neurofisiología, como desde la física cuántica, la neuro-fenomenología y las neurociencias, entre otras disciplinas. Para ellas la mente, el cerebro y la conciencia aparecen cada vez más unificadas en un solo campo indiferenciado (“holístico” como le llaman), en donde la vieja visión positivista y cartesiana que tradicionalmente ha separado lo físico de lo psíquico, lo material de lo inmaterial (intangible o subjetivo), ya no tiene lugar. Este “holismo”, visto desde la perspectiva metodológica del método dialéctico empleado por Marx e inspirado por Hegel (donde el antagonismo entre tesis y antítesis se resuelve en la síntesis), puede verse como una nueva síntesis histórica emergida de la pugna durante más de 2,500 años entre el materialismo y el idealismo. De modo que esta vieja pugna ha sido asumida ahora como un falso dilema, por personajes de las ciencias como D. Bohm, con su teoría del “Orden implicado” y “Orden explicado”; K. Pribram, con su postura de que “la mente es un holograma interpretando un mundo holográfico”; S. Groff, con su planteamiento del “paradigma holotrópico”; A. Wolff, quien desde la física cuántica propone la aplicación de la visión holística hacia otros campos del saber y conocimiento humanístico; R. Lanzas, con su propuesta del “paradigma del biocentrismo” (todo en el universo está interpenetrado por “conciencia”); y F. Kapra, para quien la experimentación con aceleradores de partículas sub-atómicas le ha llevado a la conclusión de que existe una realidad multidimensional en la cual la materia es solamente una de tantas expresiones. En los planteamientos de todos estos autores se encuentra la idea subyacente de que la definición de conciencia se ha renovado, al punto de que hoy en día su concepción y manifestación ya no depende exclusivamente de la existencia de la biología (un ser “vivo” cualquiera), tan sólo se requiere que exista información… ya sea en la forma de partícula sub-atómica, en la forma de un trozo de materia o de energía cualquiera. El enfoque entonces, de la conciencia “como expresión de la materia altamente organizada”, tal y como la definió Lenin en “Materialismo o empiriocriticismo”, sigue siendo válido, excepto que ahora ya no se concibe como un privilegio exclusivo del ser humano, dado que ahora se considera ésta un atributo inherente a cualquier entidad micro o macrocosmica.
 
Por otra parte, resulta llamativo también como todos estos “nuevos” enfoques de la conciencia (nuevos para Occidente), son de vieja data en las más importantes filosofías del Oriente (Vedantismo, Hinduismo, Budismo Mahayano, Sufismo y otras corrientes), aunque debemos hacerle justicia a pensadores de Occidente como Hobbes, quien muy tempranamente, ya en el siglo XVII definía la mente como “un haz de luz en continuo movimiento”, describiéndola de una manera muy similar a la que actualmente emplean los físicos modernos.
 
Interesante además, hacer notar como ciertas concepciones de Marx respecto al origen de la alienación en el ser humano, van en la misma línea interpretativa que dichas filosofías antiguas del Oriente. Para él, tal y como lo dejó muy claro en los Manuscritos de 1844, la raíz de la alienación humana se remonta mucho más allá de la propiedad privada y la división del trabajo, mencionando que todo el problema comienza (y aquí utilizo mi propia terminología pero sin traicionar el fondo de la cuestión planteada diáfanamente por él), con la situación dramática en que le toca nacer a todo individuo, al ser un espíritu atrapado en una caja material (el cuerpo físico), viviendo además en otra caja más grande (el mundo). Ante semejantes consideraciones, adoptadas por un hombre de la talla de Marx, no resulta sorprendente que muchos de sus fervientes discípulos (la mayoría de ellos “materialistas vulgares”), hayan desatado una feroz hostilidad en contra de los “Manuscritos económico-filosóficos” de 1944, argumentando algo infantilmente que dicho texto corresponde a la época “pre-marxista” del pensador alemán. Este tipo de aseveraciones en su momento fueron rechazadas tajantemente por gente como Fromm y otros intelectuales marxistas del siglo XX, afirmando que Marx no era ni materialista vulgar ni tampoco idealista, sino un naturalista.
 
3-     Reacciones que se plasmaban en lemas que inundaron los muros de las ciudades, con frases como: “Prohibido prohibir”; “Lo personal es político”; Tomo mis deseos como realidades, porque creo en la realidad de mis deseos” (E. Hobsbawm; “Historia del Siglo XX”, p. 334 y ss).
 
4-     Tal desplome se ilustró en la “quiebra” de la doctrina neoliberal posterior al colapso del Muro de Berlín. Hobsbawm lo explícita así: “La ironía histórica del neoliberalismo que se puso de moda en los años setenta y ochenta y que contempló con desprecio la ruina de los regímenes comunistas, es que triunfó en el momento mismo en que dejo de ser tan plausible como había parecido antes. El mercado proclamó su victoria cuando ya no podía ocultar su desnudez y su insuficiencia” (Hobsbawm; Op. Cit, p. 345).
 
5-      Ya en su conocida obra “Guatemala: una interpretación histórico-social”, Böckler señalaba la falta de coherencia ética que a menudo solía afectar a quienes se llamaban así mismos luchadores sociales (o “intelectuales de izquierda”).
 
6-     Me refiero aquí al famoso místico armenio G. I. Gurdjieff, quien fuera fundador en los años cuarenta del siglo XX del famoso “Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre”, situado en París. Su tesis principal (tan extraña pero tan coincidente con algunas posiciones de pensadores relevantes como Carl Jung y Nietzsche), es que el ser humano carece de entidad unitaria. Este, decía, tiene una gran pluralidad identitaria, al ser una simple marioneta de fuerzas emocionales, fisiológicas y mentales que pugnan caóticamente entre sí en el seno de cada persona. En el mismo tono, afirmaba que la inmensa mayoría de personas está realmente dormida, y que sólo aquellos que “trabajan arduamente sobre sí mismos” logran despertar(“Perspectivas desde el mundo real”: apuntes fragmentarios de algunos de sus discípulos: Editorial Sirio, España, 2007).
 
7-      Una discusión de éste tipo se dio muy tempranamente a inicios del siglo XX – aunque sutilmente disfrazada como discusión general de asuntos relativos a táctica y estrategia-, entre Bujarin y Lenin, dos marxistas y luchadores sociales de generaciones distintas: El primero advertía a Lenin acerca del peligro de que al triunfo de la revolución rusa (algo que en efecto ocurrió pocos años después), el proceso se convirtiera no en una dictadura de clase (y ni siquiera en una dictadura de partido), sino en una dictadura personal… algo que en efecto también sucedió, cuando inmediatamente a la muerte de Lenin se entronizó Stalin en el poder. En su momento, Trotsky también había advertido a Lenin acerca del mismo riesgo (“A History of Civilizations”: F. Braudel, Pinguin Books, London, 1984, pp. 548-560 y ss).
 
8-     En su momento Marx abordó éste tipo de peligros en todo proyecto revolucionario. Empleando sus propio estilo, él hablaba del peligro real de que se pudiera instaurar un “socialismo vacío de contenido” (un falso socialismo) (“Manuscritos económico-filosóficos”; K. Marx; incorporado el texto completo dentro de la obra “Marx y su concepto del Hombre”; E. Fromm, Fondo de Cultura Económica, México, 1962).
 
9-     “Caja de Pandora” es el término con el que Jung muchas veces denominaba al “inconsciente”, de la cual, según su opinión, en no pocas ocasiones emergen todo tipo de horrendas sorpresas (“Nathan Schwartz-Salant, Op. Cit.).
 
10- Al éste respecto de la importancia del mundo interior, existe una milenaria anécdota que ilustra la idea. La cita Amartya en una de sus obras más o menos en los siguientes términos: “En uno de sus numerosos viajes de conquista a través de la India, Alejandro Magno se topó con un pequeño grupo de viejos filósofos del Kashmir (noroeste de la India), y al notar que éstos no le prestaban mayor atención, se acercó a ellos y se presentó. Ellos, sin inmutarse trabaron un breve parlamento con él, diciéndole: “No sabemos mucho de ti. Sólo conocemos que siempre andas agitado, corriendo de aquí para allá, conquistando tierras y tramando siempre cosas. Pero tenemos que decirte que todo eso en realidad tiene poca importancia. Pronto habrás abandonado éste mundo y debajo de tus pies no tendrás más tierra que la que necesites para ser enterrado” (“Identidad y Violencia: la ilusión del destino”: A. Sen, New York, Norton, 2006, p. 64).
 
- Sergio Barrios Escalante es Científico Social e Investigador. Escritor y Narrador. Editor de la Revista virtual RafTulum y activista por los derechos de la niñez y adolescencia en la asociación ADINA.
https://www.alainet.org/fr/node/75481
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