Concierto en Cúcuta: la cultura de la muerte

21/02/2019
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Ver a Roger Waters --icono de uno de los grandes grupos de la música pop de todos los tiempos, Pink Floyd-- en la pantalla del televisor aclarando al mundo que la situación de Venezuela NO ES de ayuda humanitaria, de gente muriendo de hambre en la calle, con persecuciones a disidentes y crímenes perpetrados por el estado, sino que todo se debe a una situación de guerra irregular --o híbrida-- expresada en sabotajes, bloqueo económico y financiero, sanciones desde Estados Unidos con cercos de cuentas que nos impiden comprar medicinas y alimentos.

 

Ahora, --cuando éstas acciones y medidas no parecen surtir efecto-- y luego de distintos intentos fallidos de defenestrar al gobierno usando todos los formatos posibles, incurren en una presión bélica directa por las fronteras, principalmente por Colombia y por Curazao, donde han montado bases militares para invadir a nuestro país, no sin antes ofrecer un masivo concierto musical donde participarán cantantes, músicos y publicistas que se encargarán de disfrazar aún más de gestos humanitarios y culturales las perversas gestiones del gobierno de Estados Unidos, para apoderarse de las riquezas de nuestro subsuelo con el pretexto de ayudarnos, llamando incluso a nuestras fuerzas armadas a desconocer al gobierno actual, elegido en unos comicios libres.

 

El espaldarazo de Roger Waters a Venezuela ha sido importante, y lo agradecemos. Su obra El Muro es un clásico de pieza política musical de los años 70, con una influencia tremenda en millones de jóvenes. Creo que así lo habría hecho John Lennon de estar vivo ahora --y se lo agradecemos a tantos otros escritores, músicos y artistas alrededor del mundo, así como a comunidades que se han expresado libremente en las calles de diversos países-- sus gestos de solidaridad y de conciencia política y social, frente a los desmanes del gobierno de los Estados Unidos, que continúa así su línea histórica intervencionista en América Latina.

 

Lo más patético resulta constatar cómo gobiernos como los de Colombia (Iván Duque), Chile (Sebastián Piñera) Argentina (Mauricio Macri), Brasil (Bolsonaro) y el más lamentable de todos, el reciente traidor Lenin Moreno (precedidos de un grupo de embajadores fracasados, autodenominados el "Grupo de Lima") actúan como marionetas manipuladas por distintos agentes tarifados, desde saboteadores y destructores de bienes públicos en las calles de toda Venezuela durante las guarimbas (asesinos, sicarios, mercenarios), políticos profesionales (del tipo Borges, Machado o Ledezma) u otros personajes circunstanciales sacados de la manga (Guaidó) y demás actores-agentes en el exterior, e intelectuales laureados que se creen investidos de poderes especiales sólo porque unos ganan premios internacionales y moderan otros programas de TV, apoyados todos por un monstruoso aparato mediático internacional que no duda ni un ápice en ponerse al servicio de estos intereses, creando los llamados falsos positivos.

 

Ahora, como abreboca a la invasión humanitaria, han preferido convocar para el 22 de febrero a las 3 de la tarde a un grupo de cantantes bajo la tutela de Richard Branson Live- Aid: Alejandro Sanz, Luis Fonsi, Carlos Vives, Nacho, Mau y Ricky, Anitta, Ruddy Mancuso, Ricardo Montaner, Juan Luis Guerra (lamentable), Juanes, y al parecer han invitado al mismísimo Peter Gabriel (lo cual ha lamentado mucho Roger Waters), entre otros, para que adornen con sus maravillosas creaciones y presencias la gran fiesta-aperitivo a la cultura de la muerte, donde después de las canciones se repartirá comida a granel, y unas especiales galletas energéticas que bien recuerdan a aquel alimento del viejo film de Richard Fleischer Cuando el destino nos alcance: Solient Green, unas galletas super-potentes que prometen saciar el hambre de los ciudadanos por varios días seguidos, y cuya verdadera base eran cadáveres procesados de seres humanos, que han donado antes legalmente su cuerpo al Estado con tal de disfrutar, antes de ser enviados al otro mundo  y con la respectiva autorización firmada al Estado, de una buena dosis de paraísos artificiales propiciados por drogas y alucinaciones dirigidas.

 

Luego, dicen los organizadores del magno concierto, las ganancias que deje el evento serán distribuidas equitativamente entre la población hambrienta de Venezuela. Realmente conmovedor.

 

Al parecer, los perros belicistas de Estados Unidos están decididos a invadir, pero no la tienen fácil con el pueblo de Venezuela, que mayoritariamente está luchando por su dignidad y su paz, y no va a aceptar a un gobierno impuesto desde afuera.

 

Se repiten una vez más las traiciones perpetradas a la patria, desde la muy conocida al Libertador Simón Bolívar; hace doscientos años el gobierno de Colombia (representado por Francisco de Paula Santander) traicionó los sueños de unidad de Bolívar con Colombia, apoyado por un traidor en Venezuela (José Antonio Páez) para romper esa unidad, así como fue traicionado Francisco de Miranda por sus propios coterráneos en Venezuela como el Marqués del Toro, Juan German Roscio, Casa León y otros envidiosos, en su proyecto americano de emancipación.

 

Ahora, el nuevo objetivo de la ultraderecha internacional es destruir, aniquilar todo vestigio de chavismo, de fidelismo, de guevarismo, y de allendismo, que ellos satanizan bajo los rótulos de comunismo o socialismo. Quieren aplanar todo, convertir la sociedad en un mercado de productos al mejor postor, en una comunidad pujante movida y promovida por el dios mercado, a través de la compra y venta de absolutamente todo; quieren vender el arte, el cine, la poesía, la cultura, el espíritu; quieren vender la tierra, el paisaje, las nubes, el cielo. Necesitan compradores, pues quieren apoderarse de los minerales, el agua, el petróleo, la madera, los ríos, los frutos de la tierra; quieren negociar rápido todo y después hartarse, vencer, triunfar. Y Venezuela ahora es el botín más a la mano. Pero les va a costar mucho para conseguirlo, porque aquí les espera un pueblo valiente, decidido a luchar por la paz y la libertad.

 

© Copyright 2019 Gabriel Jiménez Emán

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198308
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