México, el TLC y el zapatismo: 20 años de opresión y resistencia

20/04/2014
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México ocupa un lugar de primerísima importancia mundial en lo referente a la agricultura, la ecología, las luchas campesinas y las resistencias contra el neoliberalismo. Mucho podemos aprender de las luchas de ese pueblo. Es oportuno repasar su historial de opresión y resistencia ahora que conmemoramos el 20 aniversario la implantación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y 20 aniversario también de la revuelta zapatista.
 
En México nació el maíz, seguramente el mayor logro agronómico de la humanidad, un cultivo increíblemente versátil que crece en todas partes del mundo y del cual se derivan una enorme variedad de productos. Las semillas de maíz que llevaron los conquistadores españoles a Europa resultaron ser un tesoro más grande que las montañas de oro y plata que se llevaron de las Américas.
 
México tuvo una de las reformas agrarias más importantes de la historia moderna, decretada por el presidente Lázaro Cárdenas, quien distribuyó millones de hectáreas de tierras agrícolas a los campesinos. La reforma cardenista además declaró a los ejidos campesinos intocables e inalienables.
 
La revolución verde, nombre dado a la globalización del modelo agrícola industrial estadounidense, comenzó en México en la década de 1940 como un programa piloto establecido en las afueras de la Ciudad Capital bajo la iniciativa del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, la Fundación Rockefeller y el Ministerio de Agricultura mexicano.
 
Lo que se estaba experimentando en ese programa era el desarrollo de una agroindustria capitalista moderna de talante keynesiano, que dependía del protagonismo del estado e inversión masiva del sector público. Uno de los principales artífices de ese modelo fue el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace, quien había sido secretario de agricultura y anteriormente agroempresario fundador de la corporación Pioneer. También fue importante la aportación del subsecretario de agricultura de EEUU, Rexford G. Tugwell, quien luego sería gobernador de Puerto Rico.
 
En la década de 1960 el programa fue transformado en el primer Centro de investigación agrícola internacional, el Centro para el Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el cual estableció operaciones en el mundo entero, incluyendo la India y Africa. Su modelo de investigación y desarrollo fue el molde para otros centros similares que luego se fundaron, como el IRRI en la Filipinas, que es dedicado exclusivamente al arroz, y el Centro Internacional de la Papa, en Perú. Estos centros de investigación fueron el brazo operativo de la revolución verde, la cual probablemente fue el emprendimiento no militar más grande del siglo XX. Esta revolución agrícola mundial, que comenzó en México, transformó la investigación agrícola y las prácticas de agricultores del mundo entero. Y fue en México donde se hicieron sentir inicialmente las consecuencias negativas de esta agricultura capitalista, tóxica e industrial.
 
México fue también laboratorio de uno de los primeros experimentos con la economía neoliberal: el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC). Este tratado le dio personalidad jurídica a entes privados (corporaciones transnacionales) para que puedan demandar a los gobiernos por cualquier inconveniente- real o imaginario- causado por regulaciones del estado, como por ejemplo protecciones laborales y ambientales. Mediante el TLC Estados Unidos forzó a México a alterar su constitución para eliminar el carácter inalienable de los ejidos, abriendo las tierras campesinas a la privatización, apropiación y especulación, y le forzó también a eliminar barreras tarifarias que protegían su agricultura, abriendo el país a la entrada del masivo excedente de maíz de EEUU y efectivamente convirtiéndolo en un importador. Tras 20 años se puede ver cómo el TLC ha sido un desastre para la economía, seguridad alimentaria y soberanía de México. Ahora que el país se hunde en un espiral de contaminación ambiental, desempleo, emigración y violencia homicida, quienes abogaron por el mentado TLC deben reconocer que México estaba mejor sin el tratado.
 
Como resultado del TLC, México sufre la contaminación genética causada por la entrada de maíz transgénico al país. Desde 2001 se ha documentado científicamente la entrada de este maíz, que mediante polinización se está entrecruzando agresivamente con las variedades criollas locales, con consecuencias inciertas para la salud humana, la ecología y la soberanía alimentaria de México. Y mientras tanto, la inocuidad de los alimentos transgénicos sigue siendo asunto de controversia. En octubre 2013 un grupo internacional de científicos publicó una carta abierta en la que declaran que no existe consenso científico en torno a la seguridad de los alimentos transgénicos. En un mes la carta fue firmada por sobre 200 científicos. *
 
Lo que es peor, todas las semillas transgénicas están patentadas. Son la punta de lanza de una nueva agricultura neoliberal en la que el agricultor debe pagar a una transnacional del agronegocio para sembrar. Con las leyes de propiedad intelectual impuestas por toda Norteamérica por el TLC, se criminaliza la práctica ancestral de compartir, intercambiar y regalar semillas. Sería el golpe de muerte de la agricultura campesina, de no ser por la brava resistencia de los sectores indígenas y campesinos y de amplios sectores populares de la sociedad mexicana contra el neoliberalismo y contra los designios globales de las transnacionales de biotecnología que controlan la tecnología transgénica.
 
Frente a este cuadro de neoliberalismo y coloniaje biotecnológico, México se distingue también por la creatividad y vitalidad de las resistencias de pueblo. El mejor ejemplo es el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el cual comenzó el primero de enero de 1994, el mismo día que entró en efecto el TLC.
 
Los zapatistas introdujeron un nuevo estilo de insurgencia y han dejado una huella honda y positiva en la manera de hacer política. Según el diario mexicano La Jornada: “Por todo el territorio rebelde florece un sistema autónomo de bienestar basado en una reforma agraria de facto que privilegia el uso comunitario de tierras y recursos naturales, en el trabajo colectivo y en la producción de valores de uso, y en prácticas de comercio justo en el mercado internacional.” (31 dic 2013)
 
“El Zapatismo hoy representa un aporte a la construcción de relaciones sociales basadas en lo comunitario y colectivo; conviven diversas culturas, seis pueblos mayas y el componente mestizo, con concepciones de “mundos de vida” que confluyen sin negar a nadie, sin someter creencias, sin exterminar subjetividades, sin disolver identidades”, dice el periódico Página 12.
 
“La forma valor comunitario permite la reproducción del trabajo en condiciones en que el capital no ha tomado posesión del proceso de producción, ni vía “renta de la tierra” ni vía circulación y mercado de lo producido. Se dan formas de sociabilidad alternativas que habilitan el valor de una vida digna que en otras culturas hermanas llaman “buen vivir”. El zapatismo tiene sus propias clínicas de salud, escuelas y espacios de tecnicaturas, sus leyes y mecanismos de justicia. Sus promotores de derechos humanos y comunicación. Bancos que canalizan el fondo común de sus cooperativas (telares, zapatos, café, alimentos campesinos); la lucha de las mujeres se ha expresado en la construcción de relaciones sin supremacía masculina, sin propiedad privada y sin Estado colonial. Lo que implica la lucha no sólo contra el patriarcado, sino contra el capitalismo y el colonialismo.” (2 enero 2014)
 
La Jornada: “A 20 años de su irrupción pública, el zapatismo sigue siendo una novedad política dotada de un enorme vigor”, informa otro artículo de La Jornada. Lo que es profundamente original en esta fuerza, escribió el ensayista Tomás Segovia, es que, no obstante ser una rebelión armada, sigue teniendo fielmente los rasgos de una protesta social y no los de una revolución política. Esa protesta ha puesto en entredicho la legitimidad del poder. Ha evitado convertirse en partido político y quedar atrapado entre las redes de la política institucional.” (Dic 24 2013)
 
(Publicado en el periódico puertorriqueño Compartir es Vivir, abril 2014)
 
 
 
 
Ruiz Marrero es autor, periodista investigativo y educador ambiental puertorriqueño. Dirige el Monitor de Energía y Ambiente de América Latina   (http://energyandenvironmentmonitor.blogspot.com/ ) y el Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico (http://bioseguridad.blogspot.com/ ). Es catedrático del Instituto de Ecología Social de Estados Unidos y colaborador de la campaña nacional puertorriqueña Nada Santo Sobre Monsanto (Buscar en Facebook). Su identidad en Twitter es @carmeloruiz.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/84901

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