Democracia, socialismo y las visiones para el siglo XXI

23/03/2014
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Con el sugerente nombre para el debate de “Democracia, socialismo y las visiones para el siglo XXI” se celebró del 7 al 10 de marzo en Hyderabad, India, un seminario internacional con presencia de partidos políticos, movimientos sociales e intelectuales comprometidos de Asia, África, Europa y América Latina.
 
Hyderabad, considerada el polo tecnológico de un gigante emergente que cuenta ya con una población de 1200 millones de personas, es la capital de la región de Telengana, territorio con largo historial de presencia comunista y lucha armada que el próximo 2 de junio va a convertirse en el Estado número 29 de la India. Dentro de esta coyuntura, y con la necesidad de repensar el proyecto político de la izquierda para un nuevo Estado, se desarrolló este seminario internacional que contó con las experiencias de partidos políticos comunistas de África y Asia, Siriza de Grecia, movimientos sociales como el MST de Brasil o intelectuales de la talla de Marta Harnecker o Michael Lebowitz, entre otros muchos.
 
El seminario internacional planteó varias plenarias y debates en torno a los pilares básicos de la discusión de la izquierda global en este momento histórico, el de la democracia y la construcción del socialismo, pilares atravesados por un eje transversal, crucial hoy en día, que es el de la geopolítica. Debate facilitado en la medida en que había fuerzas de izquierda de 4 continentes, con un claro enfoque Sur-Sur y todo ello enmarcado en un análisis actual de la crisis del capitalismo.
 
¿Crisis del capitalismo o capitalismo en crisis?
 
Estamos, como nos recuerda Samir Amin, quien no pudo asistir en el último momento al seminario en la India, no ante una crisis más del capitalismo, sino ante una crisis terminal del sistema capitalista. Definir el momento histórico de crisis terminal del sistema capitalista no quiere ni que vayamos a ver su fin en el corto o medio plazo ni que la coyuntura haga más fácil la construcción de una alternativa al sistema capitalista. En cualquier caso las crisis siempre son oportunidades para una izquierda que tiene que dotarse de voluntad de poder, y convertir esa voluntad de poder en un proyecto político de carácter anticapitalista como transición a dar paso a un proyecto bajo un horizonte socialista.
 
En cualquier caso, lo que diferencia a esta crisis de las dos anteriores, es que su carácter es global. Mientras que la larga depresión de 1873 a 1896 solo afectó a Estados Unidos, Canadá, Europa Occidental y algunas zonas del Sur integradas al sistema-mundo capitalista, y la crisis en 1929 si bien el capitalismo estaba extendido, no era hegemónico por la resistencia de la Unión Soviética, China y una buena parte de África y Asia con economías precapitalistas, la actual crisis nos encuentra con una hegemonía capitalista solo resistida en la Cuba socialista. Si la crisis es global, la construcción de una alternativa socialista solo puede ser, por tanto, global. No podemos construir un proyecto socialista en un solo país, pero si debemos construirlo aprendiendo de las experiencias que se están poniendo en marcha en diferentes partes del mundo, especialmente en América Latina.
 
Socialismo
 
El análisis de la derrota del socialismo real y el socialismo del siglo XXI que está siendo construido en América Latina marcaron los debates de principio a fin.
 
Marta Harnecker sintetizo en su ponencia inaugural “Perspectivas del socialismo del siglo XXI” algunas de las características de este nuevo proyecto socialista, características que en mayor o menor medida fueron trabajadas y debatidas por una buena parte de los ponentes.
 
·         Socialismo democrático, o definido de otra manera, participación popular vs paternalismo estatal. Un verdadero proyecto emancipador no tiene que tener miedo a ceder una buena parte de su soberanía al pueblo organizado. Un pueblo organizado y altamente politizado es la mejor garantía para hacer frente a la arremetida neoliberal, que junto al imperialismo, conforma la fase superior del capitalismo. El caso de Venezuela y sus comunas y consejos del poder popular son un ejemplo de como el pueblo organizado participa de la construcción del poder popular y del poder estatal.
 
·         Descentralización para permitir un verdadero protagonismo popular. La descentralización en la gestión y toma de decisiones profundiza la democracia a la vez que fortalece el Estado. El caso boliviano, con su nuevo paradigma de Estado Plurinacional es un ejemplo de cómo combinar, con muchísimas dificultades inherentes a la puesta en marcha de algo nuevo, descentralización política y territorial con la necesidad de construir un nuevo Estado.
 
·         Nuevo modelo económico. El socialismo del siglo XXI debe estar regido por la lógica de la solidaridad, del equilibrio con la naturaleza para vivir bien en lugar de vivir mejor. Ello pasa, como apunta Michael Lebowitz, por una nueva dialéctica de la producción/distribución/consumo basada en la propiedad social de los medios de producción y la producción social organizada por los trabajadores con el objetivo de satisfacer las necesidades colectivas. El ejemplo de la nueva Constitución Política en Bolivia en lo referente a los recursos naturales también sirve, propiedad del pueblo boliviano bajo administración del Estado que tiene la obligación de gestionarlos y redistribuir la riqueza generada por dichos recursos.
 
El paraguayo Gustavo Codas nos recordaba en Hyderabad una cita de Marx donde el filósofo alemán alertaba que cuando el proletariado, la clase trabajadora, fuera hacer su revolución socialista, primero iba a conquistar el poder político, pero sin aún tener el dominio de la economía. Pues bien, la construcción del socialismo debe necesariamente transitar de una revolución política, como ya tenemos en buena parte de los procesos puestos en marcha en América Latina, a una revolución económica, y sobre todo, social.
 
Democracia
 
En lo que respecta a la democracia, es obvio que la izquierda tiene un debate pendiente con la concepción de la misma y su desarrollo. La derecha nos robó las banderas y asimiló democracia con la “ilusión democrática” que definía Badiou, la aceptación de los mecanismos de la democracia liberal como marco final y definitivo de todo cambio, lo que evita el cambio radical de las relaciones capitalistas. Pero no solo fue la derecha, sino que una parte de la izquierda, la socialdemocracia lightberal, cedió rápidamente esa bandera y asimilo rápidamente democracia con democracia liberal y burguesa.
 
Por lo tanto, dentro de la construcción de un proyecto socialista es indispensable recuperar y construir un nuevo paradigma de democracia en la línea de la que se está poniendo en práctica en los procesos de cambio. La democracia es bienestar económico, por supuesto que hay que garantizar las bases materiales pero es mucho más que eso, es la participación de la ciudadanía en la toma de las decisiones, es la ejecución permanente de la igualación social, pero no desde la falsa equidistancia y respeto a la diversidad que el multiculturalismo, en cuanto a expresión posmoderna del capitalismo en el ámbito cultural, nos trató de imponer, sino desde la construcción de una nueva forma de hacer política, en la que se combina, como define Álvaro García Linera, liberalismo y comunitarismo, los partidos políticos como mecanismos de representación política comienzan a verse rebasados por otras formas de representación como sindicatos o movimientos sociales. Es en esa combinación de democracia participativa, igualación social, y nuevas formas de representación política, que se puede pensar en un nuevo paradigma de democracia, al igual que una nueva forma de repensar los derechos humanos y colectivos.
 
Geopolítica
 
Mientras tanto, esa concepción lightberal de la democracia es perfectamente utilitaria al imperialismo, que sigue operando en el Sur global de manera contundente como hemos podido comprobar en las agresiones imperialistas a Libia, Siria o en el accionar de las mal llamadas primaveras árabes.
 
Mamdouh Habashi lo explicó muy bien en el plenario sobre las lecciones aprendidas de estos levantamientos populares, afirmando que por el mero hecho de contar con un apoyo popular no convierte a esos movimientos en revolucionarios, ni siquiera define claramente un componente de izquierda en ellos.
 
Habashi, fundador del Partido Socialista de Egipto, nos dejó algunas lecciones aprendidas en el mundo árabe. La primera de ellas es la necesidad de organizarse, el levantamiento popular en Egipto derroco a una junta militar primero y a los Hermanos Musulmanes después, pero como no había organización ni estructura política que lo sustentase, estos levantamientos se han perdido. Solo mediante un instrumento político se puede pasar de derrocar gobiernos mediante la indignación popular a tener un proyecto de país. La segunda lección, entendida lección como un cambio real en la conciencia política, es la utilización política que ha hecho el imperialismo estadounidense y la Unión Europea de los Hermanos Musulmanes y del Islam en general, lección que lleva a la pregunta, ¿se puede avanzar en el proceso de democratización sin secularizar el país?
 
Pero la geopolítica como elemento transversal al análisis para la construcción de un proyecto de izquierda debe mirar también necesariamente al subcontinente latinoamericano, que con un PIB combinado de 6 billones, es ya la cuarta economía del planeta. Pero además, como nos explica Atilio Boron en su último trabajo Geopolítica del Imperialismo, América Latina cuenta con el país con las reservas de petróleo más grandes del mundo (Venezuela, nada es casualidad), la mitad de las reservas de agua del planeta, 6 de los 10 principales países productores de minerales del mundo (Perú, Chile, Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela) y 5 de los 10 países más biodiversos del planeta según el PNUMA de Naciones Unidas (Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú).
 
Por lo tanto, no es casualidad que en un momento de crisis estructural del capitalismo, la maquinaria imperialista se mueva a toda velocidad para controlar los recursos naturales del planeta, provocando conflictos bélicos que alimenten la industria de la guerra. Todos estos elementos son importantes tenerlos en cuenta para el análisis. La construcción de un proyecto socialista debe tener entre sus prioridades combatir el proyecto imperial de dominación global.
 
A modo de conclusión
 
La historia no es lineal, y por lo tanto tampoco puede serlo la construcción de una alternativa al capitalismo. Lo que es cierto es que en América Latina, a pesar de la agresión imperialista, se está viviendo un cambio de época que va dejando atrás 500 años de colonialismo y 20 de neoliberalismo.
 
Los proyectos políticos están en un momento de transición entre el horizonte posneoliberal y el poscapitalista, pero lo que ya es una realidad es la construcción de un nuevo horizonte de época, un nuevo sentido común y un nuevo sujeto histórico. Por primera vez, las clases populares tienen un proyecto de nación que recibe el apoyo mayoritario de la población. Por primera vez, se democratiza el acceso a los servicios básicos, se redistribuye la riqueza y reduce la desigualdad como nunca antes en la historia, ampliando los límites de la soberanía política, económica, territorial y popular, construyendo una democracia más profunda e intensa que la democracia formal y representativa. Hubo revoluciones en el siglo XX, que ampliaron algunos derechos para los sectores populares, pero siempre, con la honrosa excepción de la revolución cubana, sin un cuestionamiento radical al sistema capitalista. Incluso tímidos intentos de cuestionamiento del modelo como el de Salvador Allende en Chile fueron cortados de raíz mediante golpes de estado.
 
Tenemos retos y debates pendientes, como el de la propiedad de los medios de producción, y el del cambio de la matriz productiva, necesitamos responder la pregunta de cómo resolver la urgencia de las políticas públicas, de la necesidad de alimentar millones de ciudadanas y ciudadanos latinoamericanos cada día, con la necesidad de cambiar la matriz productiva de la sociedad, como conjugar los Derechos de la Madre Tierra con el derecho al desarrollo de las clases populares y sectores subalternos, que por fin, aunque sea parcialmente, han conquistado el Estado.
 
Pero esa transición hacia un horizonte poscapitalista y más aún, socialista, solo puede ser trazada con mucha más audacia que con la que se construyó el socialismo del siglo XX. Ese horizonte solo puede ser trazado decodificando las cartografías de las luchas populares, construyendo conocimiento, saberes y conciencia revolucionaria desde abajo y a la izquierda, partiendo de las luchas y actores concretos, de la praxis cotidiana.
 
Como describe perfectamente Samir Amin, la primera oleada de las luchas por el socialismo en el siglo XX han dejado al descubierto los límites de las socialdemocracias europeas, de los comunismos de la Tercera Internacional y del nacionalismo popular de la era de Bandung. La segunda oleada de las luchas por el socialismo, la del siglo XXI, debe sacar lecciones de las experiencias de fracasos anteriores, y volverlo a intentar con más audacia, el fracaso no está permitido, pues la alternativa es la barbarie.
 
Y no podemos olvidar la importancia de las relaciones Sur-Sur para el proyecto que tenemos que construir. Tenemos un gran desconocimiento de las realidades y luchas de la izquierda en otros continentes, y necesitamos estrechar lazos, conocimientos y colaboraciones con ella. Profundizando además las relaciones de cooperación política y económica entre América Latina, África y Asia, fomentando esquemas de integración desde el paradigma de una nueva Diplomacia de los Pueblos, donde los movimientos sociales tengan un papel relevante junto a los gobiernos, para de manera articulada poder desmontar el sistema neocolonial de dominación imperial.
 
Publicado originalmente el domingo 23 de marzo en el semanario boliviano La Época; texto base para la exposición en el seminario internacional del PT “Los partidos y una nueva sociedad”, Ciudad de México 27 a 29 de marzo

 

https://www.alainet.org/es/articulo/84168
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