El Che, 46 años después

08/10/2013
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El 8 de octubre de 1967 fue capturado en Bolivia el Comandante Ernesto Che Guevara, herido en combate, y asesinado por orden de la CIA al día siguiente. Sus matadores, militares a las órdenes del dictador de turno, general René Barrientos, irían desapareciendo poco después; el propio Barrientos en un oscuro accidente aviatorio, alguno enloquecido, otros asesinados entre ellos. A esta ola de infortunios la gente le bautizó como “la maldición del Che”.
 
Han pasado exactamente 46 años desde el crimen de La Higuera, el paupérrimo rincón donde el agente de la CIA Félix Rodríguez -de la gusanera de origen cubano asentada en Miami-, dirigió personalmente la ejecución del crimen. Pero la historia se burló de esta mafia internacional de asesinos. Las huellas dejadas por el Che demuestran que el valeroso jefe guerrillero permanece vivo, para espanto de los que chupan la sangre  y el sudor de los pueblos. En Bolivia, la masa rinde culto al héroe y los combatientes que sobrevivieron a los trágicos episodios del 67 forman parte del gobierno de Evo Morales, mientras en Argentina, Uruguay, Venezuela, Brasil, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, República Dominicana y otros países del continente, seguidores de  sus ideales dirigen gobiernos o forman parte de ellos y de los respectivos parlamentos. En Colombia, aparte de las FARC, vive y actúa desde 1964, medio siglo ya, el Ejército Nacional de Liberación (ELN), una de cuyas figuras emblemáticas fuera el cura Camilo Torres, también caído en combate. A esta formación guerrillera de 5.000 hombres y mujeres, la derecha le llama “guevarista”.
 
En cuanto al Ecuador, vale la pena recordar que los mutuos afectos entre el Che y nuestra gente viene desde cuando vivió temporalmente en Guayaquil, en 1953/54, en el Barrio Las Peñas, en estrecha amistad con Fortunato Safadi y Ana Moreno, que habitaban junto al río, y que fueron decididos luchadores en la fallida Revolución del 28 de Mayo de 1944. Posteriormente, unos u otros grupos tomaron como bandera propia los ideales del Che, comenzando por URJE (Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas), de 1960 a 1963. Hoy en las numerosas concentraciones del movimiento País, la masa entona el conocido canto en su homenaje y el Presidente Rafael Correa remata sus discursos con la frase que el Che consignó al final de su histórica carta a Fidel: “¡Hasta la victoria siempre!”.  
 
Aquí cabe la conocida anécdota según la cual uno de sus captores, al verlo pensativo minutos antes de su ejecución, le preguntó en son de burla: “¿Piensas en la inmortalidad del cangrejo? –No, pienso en la inmortalidad de la revolución”, fue la respuesta contundente del Che.
 
Y es que la fe del Che mueve montañas, cordilleras y continentes. Forma parte inseparable de las actuales luchas que se dan en todas partes contra los sistemas de opresión imperialista, de guerras de despojo, del genocidio practicado por la OTAN bajo la dirección del Pentágono y la CIA, con fuerzas propias o con mercenarios bien billeteados, como ocurre en Libia, Afganistán y Siria, y como se pretende hacerlo con Irán. Todo en nombre del capitalismo depredador tipo Chevron-Texaco, cuyo olor a cadáver despide la propia Casa Blanca con el cierre de puertas de entidades estatales, y el millón de empleados lanzados a puntapiés a la calle.
 
Además, la humanidad consciente está cansada del espectáculo deprimente de sociedades entregadas al consumismo, a la desaforada competencia individualista, a la irracional explotación de recursos naturales, por lo que vuelve sus ojos al sueño del Che: un socialismo a plenitud, donde se desarrolle el hombre del Siglo XXI, libre, creativo, solidario. Por algo el Che amaba la poesía de León Felipe, el poeta español libertario que expresó en sus versos: “Un día, cuando el hombre sea libre, la política será una canción”.
 
- Jaime Galarza Zavala es escritor ecuatoriano, Twitter: @jaigal34
https://www.alainet.org/es/articulo/80173
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