Libia, rumbo a la extinción

30/09/2013
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Desde el martirio del Coronel Gaddafi en 2011, Libia el otrora país más desarrollado y con más altos estándares de vida del continente africano, se acerca vertiginosamente a convertirse en un estado fallido, título que ostenta Somalía y a los que se acercan Afganistán e Irak, a paso redoblado, por obra y gracia de la cruzada democrática a la que fueron sometidas estas naciones por los Estado Unidos, la Unión Europea, Israel, Turquía y las petromonarquias del Golfo. La decidida resistencia del pueblo sirio y su gobierno son lo que han evitado tener que contar también a este país en la triste lista.
 
En la ex poderosa Libia nunca se ha vuelto a instaurar un gobierno con autoridad. En realidad no sé sabe quien gobierna y sin duda tiene más poder cualquier gerente de las petroleras, que rápidamente salieron a refrendar sus contratos para bombear el petróleo libio a las arcas europeas, que Ali Zeidan un abogado quien funge como primer ministro. Que se atreve a declarar que él no es el débil, sino el estado Libio.
 
Cuando el 11 de septiembre de 2012, un comando rebelde al poder central de al-Qaeda, Brigadas del Prisionero Omar Abdul Rahman (clérigo e ideólogo salafista, condenado a prisión perpetua en Estados Unidos por el ataque a las Torres Gemelas en 1993) atacó el complejo diplomático de los Estados Unidos en Benghazi, y eliminó al embajador, Christopher Stevens, y otras tres funcionaros norteamericanos. Washington no reclamó cuentas al gobierno libio, ni nadie se preguntó que hacer con Libia, en los Estados Unidos el incidente fue una discusión de carácter interno y de cruces de acusaciones entre diferentes oficinas por las debilidades y errores del comando y el control, como si el crimen se hubiera producido en la Quinta Avenida. Aunque sospeche también de Ahmed Abu Khattala líder de la milicia alquadeana Ansar al-Sharia, pero nadie lo ha molestado.
 
En concreto hoy Libia cuenta porque tiene petróleo de no ser así, se hubiera convertido en una región montaraz y abandonada de la mano de occidente como lo es Somalia.
 
Las noticias se siguen agolpando como en una pesadilla reiterada: coches bombas, milicias alqueadeanas dueñas de distintos sectores de la ciudad, que al estilo de las Maras centroamericanas, se disputan los espacios para el contrabando y el narcotráfico, con las mismas armas que la comunidad europea les dio para luchar contra el “régimen” y por la democracia.
 
Santuarios islamistas, tierra de promisión para los Hermanos Musulmanes, tráfico de armas, trafico de drogas, parálisis de la producción petrolera, para no hablar de la desocupación, la inflación y los derechos humanos.
 
Sin leyes, sin elecciones a la vista, con un gobierno aferrado a Washington con uñas y dientes y con lógica, ¿de que otra manera podría sostenerse? Libia vagabundea en la nada. Entre la fragmentación absoluta o convertirse en un estado satélite de occidente, dispuesto a dejarse expoliar hasta el agotamiento para no caer en las manos de los salafistas que esperan anhelantes.
 
De la guerra de liberación a la guerra de disolución
 
Tras la guerra de liberación del tirano Gaddafi, que los llevó en cuarenta y dos años a un estado de bienestar jamás soñado por ningún país de la región, Libia se enfrenta a las guerras de disolución. Entre junio y julio de este año decenas de libios fueron muertos en distintos choques entre bandas armadas de Benghazi (Cirenaica) y Trípoli (Tripolitana) las dos ciudades cargan una rivalidad que se hunde en la historia. El viernes 26 de julio, en Benghazi, uno de los principales líderes de la rebelión de 2011 Abdelsalam al-Mismari, fue ejecutado al salir de una mezquita. Mismari estaba ahora enfrentado al partido de la Justicia y la Construcción, mascarón de proa de los Hermanos Musulmanes. También el la ciudad de Benghazi el 27 de julio escaparon de prisión más de mil convictos, la fuga coincidió con otras tan masivas vinculadas a al-Qaeda en Bagdad y a los talibán en Pakistán.
 
Libia carece de la capacidad de controlar sus calles, sus prisiones y ni hablar de sus fronteras donde las bandas contrabandistas viven su era de oro. Mientras las bandas de al-Qaeda se enseñorean en el poder de sus armas, sin duda en estos días habrán comenzado a llegar muchos de los milicianos que han sido derrotados en Siria, para restablecerse y aprontarse a las nuevas aventuras que el Departamento de Estado les tenga asignadas.
 
Volviendo al contrabando, la frontera con Túnez, se convirtió es una larga hilera de tenderetes donde exponen todo tipo de mercaderías: neumáticos, repuestos de automóviles, telas y sin pagar ningún impuesto más que alguna coima ocasional. La supervivencia de las poblaciones fronterizas y la paz social dependen de ese comercio ilegal. Con la nafta el contrabando es a gran escala, en Libia el litro esta a 12 centavos de dólar. En Túnez, ocho veces más. En consecuencia el contrabando es tal que los libios de la frontera quedan sin combustible para uso propio.
El Coronel Gaddafi, solo conjugaba el poder de las tribus que en realidad eran el verdadero andamiaje de la nación Libia, hoy al no ser representadas por nadie tienden a agruparse en mini estados, plan al que había apostado Washington desde que comenzó la famosa Primavera Árabe.
 
La Cirenaica,  la gran región productora de petróleo con capital Benghazi, en el sector oriental del país, ya ha empezado sus primeros pasos para declarar una cierta independencia, acusando al gobierno central de debilidad. Ahora es el turno de la región de Fezzan, en el suroeste, quien ha decidido proclamarse provincia federal autónoma y nombrar presidente a Nouri Mohammad al-Qouizi, por las mismas razones que la Cirenaica. Los jefes tribales de la región anunciaron que nombraran a un jefe militar como encargado de proteger las fronteras y los recursos naturales de la nueva región autónoma, que tiene una extensión de 551 mil 170 kilómetros cuadrados y una población estimada próxima a los 443 mil habitantes.
 
Libia quizás hoy esté alejándose de ser declarado un estado fallido, porque se encuentra mucho más cerca de ser un estado desaparecido.
 
Buenos Aires, 30 Septiembre 2013
https://www.alainet.org/es/articulo/79725
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