Eliminar las barreras a la reparación

Ya es hora de que unamos esfuerzos a nivel mundial para lograr un derecho universal a la reparación y para garantizar que la reparación, la reutilización y la prevención de los residuos electrónicos se conviertan en la norma en todas partes.

26/11/2021
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 554: Tecnología y medio ambiente: Respuestas desde el Sur 02/11/2021

 
En el Norte del mundo, donde se consume en exceso, no sólo la gente ha perdido su "músculo" para reparar, sino que el sector de la reparación también se ha reducido sustancialmente, mientras que el crecimiento de los residuos electrónicos continúa, imparable y acompañado de bajas tasas de reciclaje. Para muchos productos de consumo, las opciones de reparación comercial son muy limitadas –si es que hay alguna– una vez finalizado el periodo de garantía legal. Esto, combinado con la obsolescencia percibida, conduce a rápidos índices de desecho y sustitución de productos eléctricos y electrónicos. 

 
Sin embargo, no se trata de una tendencia uniforme, ya que diversas comunidades han desarrollado sus propias alternativas, con el florecimiento en la última década de eventos de Repair Cafés (cafés de reparación), Restart Parties (fiestas de reinicio), Fixit Clinics (clínicas de arreglo) y otras iniciativas de reparación dirigidas por voluntarios, en las que la gente común se resiste colectivamente a la obsolescencia prematura de los productos que poseen. Los datos de la Open Repair Alliance1 (Alianza para la Reparación Abierta), que reúne conjuntos de datos sobre reparaciones de pequeños electrodomésticos y dispositivos electrónicos realizadas en estos eventos en todo el mundo, muestran que mucha gente intenta prolongar la vida útil de sus productos más allá de las expectativas de los fabricantes. Por ejemplo, el 40% de los ordenadores portátiles que se llevan a estos eventos tiene al menos seis años, mientras que los fabricantes esperan que duren sólo cinco. 

 
En otros lugares del Sur, la economía de la reparación sigue prosperando, tanto en entornos informales como en los más establecidos, y la reutilización sigue siendo la norma. Sin embargo, la miniaturización de los productos, las opciones de diseño y las políticas de los fabricantes en cuanto al suministro de piezas de recambio y la información sobre reparaciones, están dificultando cada vez más el trabajo de los reparadores, tanto voluntarios como profesionales, en todo el mundo. 

 
Así es como ha surgido un movimiento por el Derecho a la Reparación que está ganando impulso. Los planteamientos varían y se complementan entre sí: desde la demanda de que los consumidores tengan libertad para elegir dónde reparar un producto y de que aumente la competencia en la economía de la reparación en Estados Unidos, hasta el impulso de normativas medioambientales y de derechos de los consumidores, en Europa, destinadas a prolongar la vida útil de los productos y aumentar la eficiencia de los materiales y de la energía. 
 

Los pilares del derecho a la reparación son sencillos2, de sentido común y tan obvios que ni siquiera deberían requerir una campaña, pero ésta sí es necesaria. Éstos son:  

 

  • Los productos deben estar diseñados para facilitar el desmontaje y la sustitución de los componentes clave. 
     

  • El derecho a la reparación debe ser universal: todo el mundo debe tener acceso a las piezas de repuesto y a los manuales de reparación durante toda la vida útil de un producto, incluidos los particulares, los reparadores profesionales independientes y las iniciativas de reparación comunitarias. 
     

  • La reparación debe ser accesible y asequible, con un precio que incentive la prolongación de la vida útil del producto y fomente una economía de reparación próspera. 

 
Existe un fuerte apoyo público a estas medidas: por ejemplo, aproximadamente ocho de cada diez europeos las aprueban, pero los avances políticos son lentos y se enfrentan a la resistencia efectiva de la industria. Los avances a nivel europeo –aunque positivos– son pocos comparados con la tarea que tenemos por delante si realmente tenemos el compromiso de abordar las emisiones vinculadas a nuestro voraz consumo de nuevos dispositivos, y el devastador impacto social y medioambiental que supone su fabricación. La reciente inclusión en el discurso del "derecho a la reparación" realizada por los medios de comunicación y por los propios gobiernos al anunciar las medidas aprobadas, deja la impresión de que se ha conseguido mucho más de lo que realmente se ha conseguido. Los legisladores son lentos a la hora de regular unos mercados que cambian rápidamente, con amenazas crecientes como las barreras de software que podrían impedir la reparación más que nunca. 

 
Sin embargo, los éxitos iniciales de los activistas a la hora de influir en los responsables políticos están suscitando debates sobre la introducción de legislaciones similares, o mejores, en otros lugares, como en India. Y el derecho a la reparación ofrece una oportunidad concreta a los grupos de la sociedad civil de todo el mundo para unirse y exigir soluciones urgentes para desafiar la obsolescencia y el despilfarro, uniendo la lucha por la justicia climática y el impulso de los derechos digitales. 

 
La narrativa predominante en torno a los residuos electrónicos se ha centrado durante años en las exportaciones de residuos, tanto legales como ilegales, a sitios en África y Asia, narrativa en la que, si bien se denuncia las precarias condiciones de quienes participan en el tratamiento informal de los mismos, a menudo se tergiversa las problemáticas y la dimensión de los problemas. El enfoque del derecho a la reparación ayuda a volver a centrar la conversación en las razones por las que los productos quedan obsoletos antes de tiempo, y en lo que se puede hacer para eliminar las barreras que lo causan. 

 
Si bien los aspectos iniciales del movimiento están arraigados en Norteamérica y Europa, los problemas son globales. Mientras que es en el Norte global donde tiene lugar la mayor parte del sobreconsumo, es en el Sur global donde se dan las prácticas extractivistas de materiales menos sostenibles. Entre ellas se encuentra la minería a cielo abierto de los metales utilizados en los bienes de consumo, como el oro en la electrónica. En Argentina, Artículo 41 –una ONG que dirige el Club de Reparadores, una red de iniciativas comunitarias de reparación– ha realizado una campaña activa para detener la deforestación y los incendios intencionados y para impedir las reformas legislativas que permitirían una mayor extracción de mineral a cielo abierto en varias provincias del país. Tenemos que ampliar las oportunidades para conectar la realidad de los países fabricantes con la de los países consumidores si queremos frenar el círculo vicioso de nuestra economía de usar y tirar. 

 
Pero hay más. El derecho a la reparación también tiene que ver con el derecho al acceso, y los ejemplos del Sur global abundan. La falta de acceso a la documentación de reparación de los dispositivos médicos está bien documentada, por ejemplo, en la África subsahariana, gracias, entre otros, al trabajo del Hospital Workshop de Frank Weithöner3. El problema no es exclusivo de los países africanos; allí, sin embargo, se presenta en su verdadera dimensión, con barreras que hacen que la reparación sea a menudo imposible, o prohibitivamente cara. La falta de acceso generalizado a las piezas de repuesto, junto con los candados de software, restringen las opciones de asistencia a unos pocos proveedores de servicios autorizados, que a menudo son inasequibles o simplemente no disponibles. 

 
En Zambia, SolarAid ha denunciado el despilfarro que generan las lámparas solares no reparables. Es una paradoja del mal diseño: Una tecnología "verde" diseñada sin tener en cuenta la posibilidad de reparación, y vendida a comunidades que todavía valoran la reparación y les encantaría reparar sus productos, pero que sin saberlo reciben luces solares con baterías insustituibles, o no pueden conseguir piezas de repuesto adecuadas. Como parte de su investigación, la organización se enteró de que el 43% de los propietarios de lámparas solares intentó repararlas, el 60% no lo consiguió y los que lo hicieron no pudieron obtener una reparación duradera. 

 
La información sobre reparaciones implica más que el acceso a los manuales de los fabricantes. Como nos recordaba el año pasado una empresa sudafricana de reparaciones que se puso en contacto con la campaña europea "Derecho a la reparación", la opción más eficiente, respetuosa con el planeta y rentable es la disponibilidad de los esquemas que pueden ayudar a realizar reparaciones a nivel de componentes de tarjetas madre y otras piezas. Desgraciadamente, ninguna normativa sobre reparaciones, ya sea aprobada o en desarrollo, incluye disposiciones para exigir a los fabricantes que compartan este tipo de información, protegida por la propiedad intelectual y valorada por los fabricantes como secretos comerciales. Por ello, los activistas deben intensificar su labor y hacer que los productos no reparables sean sencillamente inaceptables. 

 
El software es la última frontera. Como cada vez hay más productos que requieren soporte y mantenimiento del software para funcionar, todxs estamos experimentando la amenaza de la obsolescencia del software, sobre todo en el caso de teléfonos inteligentes y otros productos de tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) que ya no reciben soporte de los fabricantes con actualizaciones de software y, lo que es más importante, de seguridad. Estos productos pueden ser desechados y sustituidos con demasiada rapidez por los habitantes de las zonas ricas del mundo, pero a menudo acaban siendo reutilizados en el Sur global, sin ningún apoyo para sus usuarios. Se calcula que el 40% de todos los teléfonos Android ya no está protegido por las actualizaciones de seguridad: más de mil millones de dispositivos. Y las amenazas de las barreras de software no hacen más que crecer con el tiempo, ya que los fabricantes adoptan cada vez más bloqueos de software, impidiendo que los técnicos de reparación no autorizados realicen reparaciones sencillas, lo que es especialmente preocupante en lugares donde el apoyo oficial puede estar lejos de ser accesible. 
 

Mientras que, desde hace un buen tiempo, el creciente movimiento por el derecho a la reparación ha conseguido dar un nuevo nombre y visibilidad a cuestiones que afectan a personas y comunidades de todo el mundo, ya es hora de que unamos esfuerzos a nivel mundial para lograr un derecho universal a la reparación y garantizar que la reparación, la reutilización y la prevención de los residuos electrónicos se conviertan en la norma en todas partes. 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/214460

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Publicado en Revista: Tecnología y medio ambiente: Respuestas desde el Sur

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