Post paro

Pensar que las demandas populares se puedan resolver por la vía del Congreso es francamente ridículo y una burla para los millones de jóvenes que han hecho enormes sacrificios en las últimas siete semanas para conquistar sus derechos.

17/06/2021
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Todo indica que el Paro cívico nacional convocado por el Comando Nacional del Paro desde el 28 de abril ha finalizado en sus manifestaciones de mayor contundencia como los bloqueos de carreteras y ciudades, aunque la represión, la violencia, los montajes judiciales y la vulneración de los derechos humanos se mantiene en toda su crudeza.

 

Para adelantar esta mirada sobre lo que viene, me coloco en el 21 de noviembre del 2019, día en que se dieron gigantescas manifestaciones populares contra el modelo neoliberal y para repudiar el gobierno de Iván Duque por su pésima gestión.

 

Muchos pensaron que las protestas continuarían en los primeros meses del año 2020, pues el cuadro social, económico y político se deterioraba agravando la situación de pobreza y miseria de millones de colombianos.

 

Pero llego la pandemia y con esta se dio un repliegue del movimiento social, el que se expresó simbólicamente con los trapos rojos exhibidos en los frentes y balcones de las casas para mostrar el desespero y la angustia de millones de hogares colocados en situación de extrema precariedad y de hambre.

 

En septiembre se presentó un gran reventón en Cali y Bogotá, violentamente aplastado por la policía y el Esmad con varias ejecuciones de jóvenes y ciudadanos asesinados con la mayor crueldad por los agentes enceguecidos de los cuerpos policiales.

 

Hasta que el 28 de abril estallo una gigantesca explosión social sin antecedentes en la historia política nacional.

 

El fenómeno social que se ha presentado presenta muchas aristas y su principal característica es la complejidad y densidad del mismo.

 

En algunos casos como Cali y Bogotá, lo que se presento fue una insurrección popular con brotes de autogobierno. La potencia de la movilización local sacudió los gobiernos de las dos ciudades, obligando al alcalde de Cali a pactar un Decreto en el que se reconoce la Unidad de las resistencias (casi 30 puntos de resistencia urbana) como un factor de poder determínate en la vida urbana; también hizo que la alcaldesa de Bogotá replanteara su programa de desarrollo para reorientar recursos del presupuesto con el fin de atender programas de empleo y educación gratuita para casi dos millones de jóvenes. En este último caso tal decisión es consecuencia del fuerte rechazo a la construcción del Metro elevado y del Transmilenio ecocida por la Avenida 68.

 

La fuerza del Paro y su impacto político y económico hizo que a nivel nacional el gobierno y el Estado acentuaran su nivel autoritario y despótico mediante la expedición de un decreto que dio facultades anticonstitucionales a 5 generales para que ejercieran el control de 8 departamentos y 16 ciudades, dando forma a dictaduras regionales con graves repercusiones en la vigencia de las libertades democráticas y en la autonomía de los gobiernos civiles.

 

El Comando nacional del paro integrado por las centrales sindicales y otras organizaciones populares ha dicho que los bloqueos deben terminarse, e igualmente cualquier acto que implique la parálisis de las actividades productivas, laborales y estatales. Sus voceros han señalado que van a presentar proyectos de Ley para tramitar en el Senado todos los temas contemplados en el pliego de peticiones, posición que pone en evidencia la fragilidad, la poca representatividad y la inconsistencia de dicho Comando, convertido en un cuerpo fragmentado en más de 40 facciones, cada una buscando sus propios intereses.

 

Pensar que las demandas populares se puedan resolver por la vía del Congreso es francamente ridículo y una burla para los millones de jóvenes que han hecho enormes sacrificios en las últimas siete semanas para conquistar sus derechos.

 

Pero la determinación del Comando de Paro no va a poner fin a la rebelión popular. Ella va a continuar en diversas formas como las Asambleas populares, la Primera línea, las guardias populares, los bloqueos y las marchas agrarias de los cocaleros.

 

Más aun, es bastante probable que la prolongación del alzamiento popular se encadene con la constitución de un Tercer ciclo de violencia política focalizada en los centros urbanos, con la presencia de guerrillas juveniles que repliquen la ruta de la Intifada árabe, recogiendo los métodos de guerra de Hezbolá y Hamás en el Líbano y Palestina.

 

La descomunal violencia ejercida por el actual régimen fascista colombiano contra el Paro permite consolidar la hipótesis de este tercer ciclo de guerra, pues importantes núcleos de las antiguas guerrillas revolucionarias trasladaran a las ciudades sus operaciones defensivas, usando a fondo los teléfonos inteligentes y las redes. para golpear los aparatos armados del Estado y del actual gobierno del Centro democrático apalancado en las sangrientas cosmovisiones de fascismo.

 

También, como resultado de la actual ofensiva popular es bastante probable que cuaje un poderoso sector político independiente, como el que hemos visto en Chile en las recientes votaciones para la Asamblea constitucional. Dadas las vacilaciones y recaídas electoreros del señor Petro, lo previsible es la constitución de redes de líderes políticos más sintonizados con las demandas de la gente.

 

Esa tendencia hace parte de una corriente contrahegemónica que adquiere peso en las circunstancias de la crisis de Hegemonía y la correspondiente estructura de oportunidades abierta por la fractura en el bloque oligárquico domínate y la decadencia del imperio.

 

Las Asambleas populares (Nacional, locales y departamentales) deben ser los escenarios para que esa red política independiente cobre altura y visibilidad. El vacío que deja el Comando del paro y los giros descontrolados de Petro, son el terreno en el que crezcan estos referentes para los jóvenes trabajadores y para el pueblo.

 

Siguen nuevos episodios y momentos de grandes batallas contra el régimen fascista. Bien hizo la Asamblea Nacional popular en proponer una agenda de acciones que lleven a un Paro nacional indefinido hasta tirar por el suelo el gobierno de la ultraderecha y su modelo económico neoliberal.

 

El Post Paro es más huelga y acción política de masas.

 

Al pueblo colombiano no lo pararan las componendas politiqueras del Comando del Paro, ni las inconsecuencias de ciertos liderazgos adictos a las urnas y los votos.

https://www.alainet.org/es/articulo/212694
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