¿Quién politiza la pandemia y rehuye investigar su origen?

Contrario al caso de China, EE.UU. no se ha sometido al escrutinio de la comunidad internacional, y no permite que sus doscientos laboratorios biológicos secretos sean investigados.
10/06/2021
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¿Quién politiza la pandemia?

 

La politización de la pandemia, que incluye una campaña racista antichina de amplio espectro, ha ocasionado un gran perjuicio a nivel mundial, especialmente a China y a los propios EE.UU., porque desvía la atención acerca de la responsabilidad por el origen de la misma y se culpabiliza injustamente a Pekín, cosa que ha puesto en duda recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) luego de realizar investigaciones en varias instalaciones en Wuhan.

 

Sin embargo, contrario a China, EE.UU. no se somete a igual escrutinio y no abre las puertas de sus doscientos laboratorios biológicos secretos. Ya hemos denunciado que el COVID-19 no se originó en China y que el mismo estaba presente en EE.UU. entre 2018 y 2019.

 

Si los países hubiesen actuado de común acuerdo y cooperado para enfrentar la pandemia de manera altruista, la atención médica hubiese sido más pronta y efectiva.

 

Si se uniesen los esfuerzos a partir de la Cumbre Global de la Salud, que debe implementar una distribución equitativa de las vacunas -tal como lo ha sugerido el Presidente Xi Jingpin- seguramente se obtendrían rápidos y mejores resultados.

 

La intención malévola y la política de guerra iniciada por el presidente Trump contra China fue adoptada al pie de la letra por el presidente Joseph Biden cuando dijo: “China tiene un objetivo general para convertirse en el país líder del mundo, el país más rico del mundo y el país más poderoso del mundo. Eso no va a suceder en mi gobierno” (25 de marzo de 2021).

 

La ayuda de China

 

La ayuda económica de China a países en desarrollo por 3.000 millones de dólares y la donación de más de 300 millones de vacunas para vencer la pandemia e impulsar el progreso de los pueblos, incluyendo la transferencia tecnológica y la eliminación de patentes, son una contribución del gobierno de China a la salud y el bienestar de los pueblos que contrasta con la política codiciosa de otros países que no se compadecen con los países más vulnerables. China demuestra total desapego a toda noción de ganancia particular e individual y da un ejemplo a la comunidad de naciones.

 

La declaración por parte de China de que sus vacunas, una vez desarrolladas y puestas en uso, serán “un bien universal accesible y asequible”, es la mejor demostración de una política no basada en la búsqueda de ganancia o ventaja de alguna clase, como ha estado acusando EE.UU. a China.

 

China ha enviado 300 millones de dosis de vacunas a diversos pueblos.  Hasta hace tres semanas, 26 países de América Latina y el Caribe habían recibido 84 millones de dosis de vacunas, de las cuales 54 millones -cerca del 65%- procedían de China.

 

La campaña de inoculación de China a nivel mundial, especialmente en Latinoamérica y el Caribe, demuestra su solidaridad activa con la salud y el desarrollo de nuestros pueblos al no hacer de las vacunas un instrumento vil para comerciar, hacer ganancias a costa de la salud de nuestros pobres y presionar, como sí lo hace EE.UU., para satelizarlos.

 

¿La CIA en pos del origen de la pandemia?

 

La noticia del Wall Street Journal del 23 de mayo de 2021, según la cual tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan de China se enfermaron y fueron a hospitales para ser atendidos en noviembre de 2019, está basada en un “informe no revelado antes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA)”. China ha refutado como falsa y tendenciosa dicha noticia.  Hagamos las siguientes observaciones en torno a la misma.

 

Primero: La CIA no es una entidad equipada ni facultada para investigar los orígenes del COVID-19. Ésta es responsabilidad de científicos expertos e independientes y no de políticos. La pandemia no se puede politizar sin contaminar la investigación. 

 

Los hechos demuestran que EE.UU., con el  presidente Donald Trump, politizó desde un principio la pandemia contra China para aliar al mundo contra Pekín, hacerla pagar por un perjuicio global y frenar el vertiginoso desarrollo de China, que EE.UU. ve como amenaza a su hegemonía.

 

Segundo. Recientemente, el 26 de mayo, después de la noticia del Wall Street Journal del 23 de mayo, el presidente Joe Biden le dio un plazo de 90 días a la CIA para que demuestre si el COVID-19 se escapó del laboratorio de Wuhan.

 

Es evidente que Biden, comprometido en atacar a China por todos los flancos, le dio una orden perentoria a la CIA para producir los resultados que de antemano Washington desea, disfrazándolos como producto de una investigación.  La actitud de EE.UU. es no solamente inapropiada sino grotesca.

 

Tercero: Las noticias del 23 y 26 de mayo de 2021, originadas en la Casa Blanca, son una respuesta grosera y un rechazo ofensivo al informe de la OMS, a la cual EE.UU. ha vuelto precipitadamente luego de que el presidente Trump abruptamente la abandonara.

 

Cuarto: Washington no puede imponerle a China que la CIA investigue un tema que ya fue analizado suficientemente por la OMS, la cual concluyó en su informe del pasado marzo que, “es altamente improbable” que el COVID19 haya escapado de un laboratorio de China. El Center for Research on Globalization de Canadá, llegó a la misma conclusión hace más de un año y medio: el virus no fue liberado accidentalmente por el propio gobierno de Pekín.

 

Insistir sobre este tema constituye una violación de la soberanía y una intervención en los asuntos internos de China.

 

Investigaciones pendientes

 

Es necesario esclarecer las siguientes denuncias:

 

Primero:  Según fuentes confiables de Japón (Asahi News), República de Corea y Taiwán, con documentación en mano, el COVID19 estaba presente en EE.UU., inclusive en Hawái, entre 2018 y 2019, donde algunos japoneses se contagiaron con el virus sin haber estado en Wuhan. Un destacado virólogo y farmacólogo de Taiwán sugirió que el coronavirus fue originado en EE.UU.  El tipo de virus que infecta a Taiwán existe solo en Australia y EE.UU. y, dado que Taiwán no fue infectado por australianos, la infección en la Isla sólo pudo haber venido de EE.UU. (27 de febrero de 2020). Esta información fue borrada en los medios occidentales.

 

Segundo:  Es posible que muchos fallecidos en EE.UU., no sometidos a autopsia, fueran atribuidos a otras enfermedades, como lo denunció el portavoz de la cancillería china, Zhao Lijian, y como lo afirma el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU., Robert Redfield, quien admitió ante la Cámara de Representantes que algunos estadounidenses que aparentemente murieron de influenza tuvieron un resultado positivo para el COVID19 en el diagnóstico póstumo. EE.UU. reportó 34 millones de casos de influenza y 20.000 muertes.

 

Tercero: Es obligatorio llevar a cabo investigaciones en laboratorios secretos de EE.UU., de los cuales unos 200 son para guerra biológica según fuentes de la inteligencia de Rusia. Debe someterse a investigación rigurosa el laboratorio microbiano de Fort Detrick (Maryland), principal centro del programa de armas biológicas del Comando Médico del Ejército de EEUU, clausurado abruptamente en agosto de 2019, solo 4 meses antes del brote en Wuhan (People’s Daily, Órgano del PCCh). Si China permitió que se examinaran escrupulosamente, ¿por qué no EE.UU.?

 

Cuarto: Es necesario investigar la denuncia de Zhao Lijian de si en los Ejercicios Militares de octubre de 2019, en Wuhan, los supuestos “atletas” de EE.UU., hospedados cerca del mercado público del lugar, diseminaron el COVID-19 y lo encubrieron. Resultó escandaloso y llamativo el hecho de que, en los citados ejercicios, EE.UU. llegó en último lugar, a pesar de ser ese país también una superpotencia atlética (Peoples’Daily, 23 febrero 2020; Global Times, 22 febrero 2020).

 

Quinto: Es indispensable investigar qué relación guarda el COVID19 con la celebración en Nueva York el 16 de octubre de 2019 del simulacro del Foro Económico de Davos para determinar el impacto económico mundial de una pandemia. 

 

Participaron en dicho simulacro el John Hopkins Center for Health Security y la Bill and Melinda Gates Foundation. ¿Qué relación guardan Davos, el Banco Mundial y el FMI con las políticas neomalthusianas de disminuir la población mundial?

 

Sexto: Es necesario verificar la información del Center for Research on Globalizaton de Canadá de que el Laboratorio Bioinformático del Pirbright Institute,  de Inglaterra, financiado por Londres a través del Biotechnology and Biological Sciences Research Council, creó el COVID-19 en 2014. 

  

Séptimo: El Ministerio de Relaciones Exteriores de China exigió que EE.UU. explicara qué significaban los ocho contenedores con etiquetas de riesgo biológico enterrados en su Consulado General en Wuhan, abandonados al retirarse todos los estadounidenses de territorio chino.  EE.UU. no ha respondido aún al reclamo de China (6 de febrero de 2020).

 

Considerando las anteriores interrogantes, es posible que la CIA sí tenga, después de todo, tareas legítimas que cumplir sin inmiscuirse en la investigación científica sobre el origen del COVID-19, pero ¿quién convence a un presidente paranoico y obcecado como Joe Biden, de que sus agentes “de inteligencia”, cuyo fin es mantener su poder a toda costa, no están interesados en revelar el origen real de la pandemia?

 

No obstante, estas interrogantes deben ser esclarecidas para que la verdad sobre el origen del COVID19 salga a la luz.  La paz y la salud de los pueblos así nos lo exigen.

 

Julio Yao es Analista Internacional, Presidente Honorario y Presidente Encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá (CEEAP); Asesor de Política Exterior del general Omar Torrijos.

https://www.alainet.org/es/articulo/212603
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