El neoliberalismo empresarial otra vez al Palacio de Carondelet
El banquero Lasso supo agrupar a votantes muy diferentes, desde la derecha hasta parte del voto indígena pasando por el centro y la socialdemocracia de Izquierda Democrática que había salido cuarta.
- Opinión
Había expectativas latinoamericanas en que los comicios presidenciales en segunda vuelta de Ecuador pudieran ser un avance progresista, como continuidad de la victoria de Lucho Arce en Bolivia. No fue así. El 11 de abril ganó la fórmula neoliberal encabezada por el exbanquero Guillermo Lasso de CREO-PSC por sobre Andrés Arauz, de Unidos por la Esperanza (UNES), auspiciado por Rafael Correa.
La creencia en una victoria del joven representante de UNES se asentaba en el antecedente de la primera vuelta del 7 de febrero, cuando fue el más votado, con el 32,72 por ciento, y le sacó una ventaja de casi 13 puntos al banquero de la alianza CREO-Partido Social Cristiano. Lasso ingresó en el balotaje por una mínima diferencia de 32.115 votos sobre Yaku Pérez, del indigenista Pachakutik, ligado a la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE).
Pero en la segunda vuelta se impuso Lasso con el 52,4 por ciento (4.533.275 votos) sobre Arauz con el 47.59 por ciento (4.100.283 votos). El banquero supo agrupar a votantes muy diferentes, desde la derecha hasta parte del voto indígena pasando por el centro y la socialdemocracia de Izquierda Democrática (ID) que había salido cuarta.
Este resultado puso muy contenta a la Casa Blanca, que en tiempos de Donald Trump brindó fuerte apoyo a Lenin Moreno, en su traición al legado de Correa. Ahora Joe Biden también mira con simpatía el curso neoliberal que comenzará el 24 de mayo próximo. Ese día habrá recambio de autoridades y para EE UU es mucho mejor tener una figura fresca antes que el desprestigiado Moreno que se está yendo con 3.8 por ciento de imagen positiva.
En su último viaje a Washington, el saliente presidente logró un crédito de 3.500 millones de dólares de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de EE UU. En 2019 había tenido un crédito del FMI por más de 4.205 millones de dólares. Obvio, eso estuvo condicionado a aumentos de combustibles por caída de subsidios del Estado (el famoso achique del déficit fiscal) y a despidos masivos en el Estado. El país se prendió fuego.
Para el Fondo entonces también es una buena noticia la llegada del banquero al Palacio de Carondelet, en Quito, porque tiene mejores chances de cobrar la deuda externa y practicar ajustes extras.
Banquero maquillado
La derrota popular en Ecuador duele porque el ganador es un viejo banquero, ex presidente del Banco de Guayaquil, el mayor el país, del que es un accionista importante. Desde esa entidad financiera creó empresas off shore con un sistema de “mamushkas” donde una pieza encubría a otra, para fugar capitales, no pagar impuestos ni ser imputado de eventuales delitos como dueño o controlante principal.
Lasso había perdido las elecciones de 2013 frente a Correa y las de 2017 ante Moreno. En su tercer intento tuvo éxito, siendo el mismo representante del capital financiero local e internacional, de filiación derechista y del Opus Dei, pero muy bien disfrazado mediante la propaganda hecha entre la primera y la segunda vuelta. ¿Quién tomó a cargo esa tarea de maquillarlo como un hombre amplio, receptor de las demandas ecologistas, feministas y del movimiento LGTB de gays, trans y lesbianas? Un capo del negocio bien conocido en Argentina, ex gurú de Mauricio Macri: Jaime Durán Barba.
El ecuatoriano fue clave para moldear esa falsa imagen del banquero como presidente que dará préstamos a una tasa del 1 por ciento, creará 2 millones de empleos y unirá a los ecuatorianos. Su lema principal fue Encontrémonos. Repitiendo eso por los medios de comunicación en manos de la derecha, fue permeando a buena parte del electorado. Y así el candidato del 19,74 por ciento en primera vuelta ganó la segunda con el 52,4. Durán Barba fue elogiado por el electo, en su discurso de la noche de la victoria.
Otra promesa fue que vacunaría a 9 millones de ecuatorianos en los primeros 100 días, sobre una población de 17 millones, con dosis de los laboratorios “made in USA” con los que él tan bien se lleva.
Politizar las luchas
La pregunta que muchos se hacen es cómo pudo ganar la derecha siendo que en octubre de 2019 se vivió allí una rebelión popular muy combativa luego que Moreno aplicara las recetas de ajuste del FMI. Amplios sectores populares se movilizaron con un paro nacional de 11 días y los pueblos originarios bajaron desde la sierra hasta Quito. Hubo una brutal represión, 7 muertos y más de mil heridos; el gobierno debió dar marcha atrás con su decreto 883/2019, de alza de combustibles, tras una negociación con la CONAIE.
En 2020 Ecuador fue un pésimo ejemplo durante la pandemia. Los muertos quedaban en las calles por falta de sistema sanitario y un Estado en crisis.
Se suponía que como no se había podido sacar al presidente con la lucha callejera, se lo haría con las urnas. No fue así. Eso demuestra que las luchas populares son muy importantes, pero deben estar politizadas y organizadas en una dirección antiimperialista. En caso contrario todo ese esfuerzo y esa sangre derramada, pueden no servir a un cambio positivo.
La victoria del derechista tiene una relación con lo que pasó en abril con el 17,38 por ciento obtenido en febrero por Pachakutik. Pérez coqueteó con la derecha, pactando con CREO-PSC, ID, la CNE y la propia OEA, una comisión para un nuevo recuento del 100 por ciento de votos en la provincia de Guayas, y del 50 por ciento en las 16 restantes. Lasso rompió ese acuerdo, tras ser reconocido como el segundo, en los cómputos oficiales dos semanas luego del comicio. Entonces el Pachakutik, la CONAIE y Ecuarunari decidieron llamar al voto nulo, que resultó el 16.33% (1.715.279 votos). Se estima que 70 por ciento del electorado de Pérez anuló su voto y ¡30 por ciento votó a Lasso!
Salvo Jaime Vargas, presidente de CONAIE y sectores amazónicos, que apoyaron a Arauz, el grueso de la dirigencia de las comunidades se aferró al voto nulo, que fue un tiro en el pie propio y del resto de los ecuatorianos.
Esa crítica no significa avalar ni blanquear todo lo actuado en los diez años de Correa, un buen gobierno pero con muchos conflictos con CONAIE. Al menos una parte de esos problemas habrían sido generados por el correísmo. Sus iniciativas extractivistas, mineras y petroleras afectaron a comunidades indígenas. Los beneficiados directos fueron empresas multinacionales y también la caja del Estado, pero al precio de consolidar un modelo extractivista exportador de un capitalismo que seguía siendo dependiente. Según un antiguo defensor de Correa, Eric Toussaint, de CADTM, eso ocurrió desde 2011 en adelante, tras los mejores años de la Revolución Ciudadana, 2007-2010.
No todo fue derrota para Arauz. UNES, onda socialdemócrata y con fuertes límites progres, será la primera minoría en la Asamblea Legislativa, con 48 bancas, gracias a su 32 por ciento de febrero. Pachakutik tendrá 27 y CREO sólo 12. Que no sea un consuelo de tontos para Correa, quien lame sus heridas condenado a su forzado exilio de Bélgica. Es hora de su balance autocrítico porque el lawfare lo golpeó injustamente, pero algunos errores importantes fueron propios e intransferibles.
Sergio Ortiz
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