Notas para una ética sobre el desarrollo sostenible

28/01/2020
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Análisis
serrania-ecuador.jpg
Serranía ecuatoriana
Foto: ETG
-A +A

A René y Oswaldo Báez, por sus aportes teóricos

para esta reflexión sobre la ética y el desarrollo sostenible

 

“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente,

enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver

si no podía aprender lo que ella tenía que enseñar,

no sea que cuando estuviera por morir descubriera

que no había vivido”

Henry David Thoreau (1817 – 1862)

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Diversos estudios científicos señalan que el Ecuador, se encuentra ubicado entre los ocho países con mayor diversidad biológica en el mundo. Con sus 256.370 km2, es el más pequeño de los 17 países llamados megadiversos, ocupa solamente el 0,19% de la superficie del planeta. Además, forma parte de dos de los 24 hotspots, considerados los más biodiversos en el mundo: Andes Tropicales y Chocó-Darién-Ecuador Occidental y de la Amazonía, la más grande de las tres Principales Zonas Tropicales Prístinas del mundo. De las 25 millones 637 mil hectáreas que posee el Ecuador, 11 millones 473 mil hectáreas son bosques naturales, de los cuales el 13% se localiza en la costa, especialmente en la provincia de Esmeraldas, 7% en la sierra y el 80% en la Amazonía.1

 

Cuando el Ministerio del Ambiente publicó la Estrategia Ambiental para el Desarrollo Sustentable del Ecuador en el año 2000 una parte importante de la opinión pública nacional, un poco al margen las preocupaciones ambientales, se informó que el Ecuador es un país con enormes potencialidades. Su excepcional biodiversidad y la extraordinaria variedad de los ecosistemas en su poco extenso territorio facilitan a su población el exceso a los recursos naturales y le brinda oportunidades para el desarrollo económico ecológicamente sustentable. Sin embargo, una creciente depresión social en un contexto in-equitativo en la distribución de la riqueza y los recursos, acompañada de una contaminación rural y urbana siempre crecientes, la destrucción de los bosques y la degradación de la biodiversidad parecían desdecir las buenas intenciones de la Estrategia.

 

1. LOS PROLEGÓMENOS DE UN RIESGO

 

Recuerdo que en los años 70 empezamos a desarrollar nuestras reflexiones académicas dentro de un marco conceptual marcadamente racionalista. Entonces, en el sesgo creado por las ciencias económicas alrededor del tema del desarrollo y del subdesarrollo, y de los diversos enfoques de interpretación entre ellos la teoría de la dependencia liderada por Theotonio Dos Santos, Marini, Fernando Enrique Cardoso2; el estructuralista y el marxista por no citar otros, el contexto ambiental no formaba parte de las preocupaciones teóricas y técnicas concentradas en buscar modelos adecuados que permitiesen a países periféricos como Ecuador romper con siglos de atraso y dependencia e iniciar a pasos firmes el camino del crecimiento económico.

 

Sin embargo, recuerdo también que en esos años recrudecía la polémica teórica acerca del “determinismo geográfico”. Mucha tinta se gastó en esas discusiones entre deterministas económicos y biofisiquistas, hasta que se construyó el concepto de “factor condicionante” para entender la influencia de la geografía en los ritmos de desarrollo. Era marcada, entonces, la separación teórica entre el medio natural, considerado como objeto, y los sistemas socioeconómicos. El ethos humano aprendió a construir su burbuja.

 

Al 2019, me he convencido que pecamos de “modernos” cuando continuábamos anclado en un pensamiento tradicional al margen de las preocupaciones ambientales que ya sacudían a las mejores conciencias de los países industrializados desde los años 1960 y 1970. Muy lejos se estaba de entender el concepto de sustentabilidad como respuesta a los ya alarmantes cambios climáticos que anunciaban los desastres naturales que han sucedido en uno u otro lugar del planeta.

 

Estábamos enfrascados en los temas del desarrollo desde distintas variantes: algunos, admirados por el paradigma de los Estados Unidos, trataban de aplicar mecánicamente la teoría de W. W. Rostow y Listardi para América Latina. Por supuesto, el estadio de desarrollo alcanzado por la región, salvo excepciones, no sobrepasaba el de las sociedades tradicionales marcadamente agrícolas y/o mineras. La vía era entonces, como respuesta a los empujes revolucionarios anticoloniales y de liberación nacional, crear condiciones para acelerar la acumulación, el ahorro interno, las inversiones, el aumento de la productividad en la agricultura y el cambio de la ideología en los agentes económicos para el despegue de América Latina en el marco de una tardía revolución industrial que nunca pudo consolidarse. Se vivía el síndrome del “capitalismo nacional”. Otros se esforzaban por aplicar la teoría de la Causación Circular y Acumulativa de Myrdal, que decía que los valores tradicionales eran los principales obstáculos para el crecimiento económico; algunos, sobre todo los técnicos ligados a la ola planificadora estatal se esforzaban en aplicar la teoría del desarrollo equilibrado.

 

Eran los años 70 cuando nacieron con fuerza los planes de desarrollo armónico e integrales y otros. En fin, estábamos inmersos hasta el cuello adhiriéndonos a los diversos paradigmas clásicos y neoclásicos, marxistas, keynesianos y neo-keynesianos, en la búsqueda de las mejores estrategias para el crecimiento y el bienestar, pero estábamos muy lejos de entender que el contexto ambiental (la naturaleza) era un factor tan importante como los económicos, para cualquier política de desarrollo.

 

Pocos, muy pocos tuvieron conciencia de las terribles consecuencias producidas por el crecimiento y auge económico en el medio ambiente natural con la industrialización, la expansión urbana y de los recónditos ideales maximalistas de ganancia, rentabilidad y confort. Hay una veta no comprendida donde la sublimación de las necesidades y el consumo en el mercado intensifica de un modo u otro la presión sobre los recursos naturales en el planeta.

 

Las ciencias sociales como las ciencias técnicas forjaban sus herramientas al margen de las ciencias naturales, de la física, la química, la biología, la ecología. Los modelos de desarrollo capitalistas, socialistas o no capitalistas, intensificaban la demanda sobre los recursos naturales. Sin embargo, ya en los años 60 un grupo de científicos y de gente sensible a los estragos ambientales de la civilización industrial preparó la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente que se realizó en Estocolmo en 1972.3

 

Pero los ecos de esta Conferencia en América Latina fueron marginales, pese haber identificado a la degradación del medio ambiente como un problema y causa de los desequilibrios de los sistemas ecológicos naturales, en la región se luchaba de distintos modos por acelerar el desarrollo económico aplicando un modelo implícito de industrialización tardía y altamente dependiente4 focalizado en los principales centros urbanos, y que intensifica la extracción de los recursos naturales sin mediar planes de prevención, control y mitigación de sus potenciales impactos socio-ambientales.

 

Visualicemos la complejidad y conflictividad de este proceso: se modernizaban algunos polos de desarrollo, se expandían los centros urbanos y los parques industriales, se modernizaban las estructuras urbanas mientras el agro entraba a la modernización mecanizada incorporando grandes extensiones de bosques a la agricultura, ganadería, minería, petróleo y piscicultura. Los 70 fueron los años del auge y prestigio de las técnicas constructivas. Las ciudades y el campo fueron creando y ampliando sus infraestructuras modificando severamente el paisaje natural hasta entonces prístino.

 

Han pasado cerca de cinco décadas. En Ecuador, el crecimiento urbano, la expansión de las economías de escala y la construcción de carreteras y caminos vecinales sin los estudios de impactos ambientales ni planes de manejo que hubiesen permitido mitigar y controlar los efectos adversos, han ido cubriendo algunos millones de hectáreas de tierras de cultivo de primera calidad y de tierras no aptas para ninguna intervención humana.

 

Y es que hasta ahora se ha tenido una “visión mecanicista” del desarrollo, pensándolo como un conjunto de políticas e instrumentos monetarios o financieros, de acumulación, ahorro e inversiones, al margen de la especie humana y de su ambiente natural y desarrollado. Quién sabe si en estos tiempos de pragmatismo y hedonismo cargados de sinsabores, la “razón instrumental” -a la que tanto énfasis dieron los clásicos de la economía, forme parte hoy del paradigma económico neoliberal.

 

Es tiempo de comprender que la dinámica de los procesos socioeconómicos es un factor crítico para la degradación o protección y conservación de los sistemas y procesos naturales: “El ser humano debe estar plenamente consciente de la dualidad en que vive, pues es innegable que existe una interacción entre lo viviente (biosfera) y sus invenciones (tecnósfera)”.5 ¿Razones? Cada vez están más amenazadas la existencia de importantes fuentes agua (un recurso cada vez escaso) y de suelos de distintas características, unos apropiados para la agricultura y ganadería intensiva y extensiva, otros para el aprovechamiento forestal, otros por su fragilidad para conservarlos a fin de mantener los diversos servicios ambientales que prestan como productores de biodiversidad, como sumideros de carbono, como reguladores del clima o productores de agua.

 

El continuo sociedad medio ambiente fabricado (MAF) y medio ambiente domesticado (MAD) 6, constituyen los componentes esenciales con los que la sociedad interactúa con el medio ambiente natural (MNA) conformado por las más variadas comunidades de microorganismos, plantas y animales, y el medio físico constituido por el aire, suelo y agua, a los cuales las sociedades humanas se encuentran “inexorablemente” unida y donde se regeneran, recirculan y controlan sus necesidades vitales.

 

Estamos de acuerdo de que el paisaje natural ya no es el único existente desde el aparecimiento de la sociedad humana. Este ha sido modificado, dominado, alterado, creándose un medio ambiente artificial que los ecólogos denominan “medio ambiente o paisaje desarrollado” cada vez más complejo y divorciado del medio ambiente natural que lo sustenta. Este medio ambiente artificial está integrado por un ambiente fabricado o desarrollado a través de infraestructuras -el mundo urbano industrial- y por un ambiente domesticado, el agrario.

 

El ambiente o paisaje fabricado o desarrollado (MAF) incluye ciudades, aldeas, parques industriales, agroindustrias, vías, transporte, comunicaciones, que se expanden y crecen creando una red de intercambios y que en el siglo XIX con los avances técnicos y científicos es accionado por combustibles de origen fósil como el gas, el petróleo o el carbón. Se trata de una tecnósfera caracterizada por un uso intensivo de energía y por la producción de volúmenes considerables de desechos sólidos y líquidos que están sobrepasando la capacidad de carga de los ecosistemas provocando severos impactos que amenazan a la calidad de vida de las poblaciones. Odum y Sarmiento7, observan que la densidad de energía (cantidad de energía consumida por unidad de área al año) que genera una región o micro región urbano industrial como la de Guayaquil o Quito es mil veces o más que la de un bosque como los de las laderas del Pichincha o los remanentes que van quedando en la cordillera Chongón Colonche.

 

Al contrario, el ambiente o paisaje domesticado (MAD) está constituido por el conjunto de tierras agrícolas, plantaciones, piscicultura y otras actividades productivas directamente relacionadas con el uso del suelo. Se trata del primer paisaje cultural humanizado donde las áreas cultivadas y los animales domesticados dominan. Se trata de un paisaje donde el sol aporta la energía básica, el resto lo aporta la energía controlada por la sociedad a través del trabajo humano, las maquinarias, herramientas e insumos que provienen en su mayoría de combustibles fósiles.

 

Ninguno de los ambientes modificados que estamos analizando es sostenible ni autogestionado, cada uno depende fundamentalmente del ambiente natural (MAN) único sistema biorregenerativo accionado exclusivamente por la energía solar, considerado el soporte de la vida en el planeta, y que se encuentra sobrecargado de contaminación y de población humana generadora de desechos orgánicos y tóxicos. Y no es por la acción de la misma naturaleza en su larga evolución, sino por las complejidades e irracionales prácticas depredadoras. Uno, por el desarrollo económico incontrolado y dos por el crecimiento exponencial del consumo humano.

 

La sociedad humana (el conjunto de animales sociales del que somos parte) en su “ascenso” se ha convertido en cuasi una de las peores amenazas para su propia supervivencia y el planeta. No estamos conscientes de ello, es cierto. Continuamos siendo prisioneros de nuestros instintos y necesidades, sublimizadas por la sociedad del consumo y el despilfarro. Se debe recuperar un mínimo de racionalidad en los usos de los recursos, pero no podemos. En el siglo XXI enfrentamos problemas globales como el reto nuclear en ciernes, el reto ecológico y el reto tecnológico. Como escribe Yuval Noah Hararti,8 el universo ha cumplido 13 mil 800 millones de años de edad; la tierra 4 mil 500 millones; la especie humana (la nuestra) 2 millones de años de edad y hace 80 mil años comenzamos a emigrar desde la actual Etiopía hacia el norte, Asia y luego América. Posiblemente en Sudamérica entre los 15 mil y 10 mil años los emigrantes comenzaron paulatinamente a poblar lo que hoy son nuestros países. Y resume su narrativa en la metáfora de que “… en el siglo XXI los humanos podrían ser mejorados en dioses”, pero “… en el 2018 seguimos siendo animales de la Edad de Piedra”.

 

Es necesario reafirmar que la sociedad es una estructura compleja de sujetos sociales e instituciones diversas e interrelacionadas, que interactúan y son interdependientes de un medio ambiente natural (MAN) que la rodea y del que se sustenta (ecosistemas, biomas, ecorregiones, zonas de vida) y de una base sociocultural (económica, política e ideológica) que les da un sentido de permanencia, de supervivencia y de identidad histórica.

 

Pero este conjunto de interrelaciones e interdependencias están dejando de ser funcionales y equilibradas. La noción de “crisis permanente” que cotidianamente nos preocupa, es una noción que indica que las cosas no están funcionando bien en la sociedad contemporánea. El “orden social” ha dejado de coincidir con la calidad de vida de la mayoría de las personas (pobreza, marginalidad, inseguridad pública y privada), y ha dejado de coincidir severamente con el “orden de los ecosistemas”: mayor contaminación del aire, del agua, los suelos y degradación de los bosques y a biodiversidad en el mundo.

 

Los costos de la modernidad han sido y continúan siendo altos para las sociedades contemporáneas: cada año se registra un incremento en los índices de lluvia ácida; crece la contaminación de acuíferos; es creciente la cantidad de CO2 y de cloro en la atmósfera; aumenta el desequilibrio climático global; en fin, es creciente la disminución del ozono, así como es decreciente la oxidación de la atmósfera y creciente el calentamiento global de la Tierra.

 

La destrucción de los ecosistemas ha invertido la relación causa-efecto, a partir de los progresos científicos-tecnológicos. Ya no se puede sustentar más la idea de que el “medio geográfico” (con sus componentes bióticos y abióticos) determinan la vida social. Al contrario, más que nunca se sustenta la tesis de que el tipo de organización social es la que determina cada vez más los ciclos de vida en el planeta, alterándola, transformándola o destruyéndola. La extinción diaria de valiosas especies en el planeta es un indicador que debe preocuparnos.

 

Son las sociedades, como la ecuatoriana en particular, con sus estilos de vida y patrones productivos y de consumo las que están modificando el sistema vivo en su totalidad. En la medida que el medio ambiente natural ha sido impregnado por la inducción tecnológica, menos posibilidades existen de retornar a las condiciones de resiliencia natural que aseguren la sostenibilidad de la vida.

 

Mientras no se comprendan las complejas articulaciones del sistema social y no modifiquemos nuestras formas de comportamiento y relacionamiento con el entorno (donde la educación juega un papel importante), no se podrá entender a la naturaleza en su conjunto, y muy difícilmente se podrá cumplir con varios de los más sentidos deberes contenidos la Constitución Política de la República del Ecuador:

 

Gordon Childe9 escribió en 1936 una frase memorable que la cito textualmente: “... la prehistoria es una continuación de la historia natural, y existe una analogía entre la evolución orgánica y el progreso de la cultura. La historia universal indaga la aparición de nuevas especies cada vez mejor adaptadas para sobrevivir, más aptas para conseguir alimento y abrigo, y para multiplicarse. La historia humana muestra al hombre creando nuevas industrias y nuevas economías que han promovido el incremento de su especie y, con esto, ha vindicado el mejoramiento de su aptitud”.

 

En esta misma línea, Albert Gore10, Ex Vicepresidente de los EEUU, en 1992 expuso una idea sugerente: “... podemos prosperar al timón de la revolución ecológica y aportar al mercado mundial nuevos productos y tecnologías que favorezcan el progreso económico sin destruir el entorno”. El monólogo continúa siendo la pieza clave de la comunicación moderna. De la fácil explicación que teníamos antes de todos los fenómenos sociales, económicos y afectivos, hoy nos embarga una terrible pesadumbre e incertidumbre. No sabemos hacia dónde vamos. Y nos encontramos con que la única y posible certidumbre que nos permite existir y sobrevivir es de que el sistema social en el que hemos nacido y crecido y en el que envejecemos, es un complejo de interacciones y objetos ininteligibles e indeterminado.

 

Parecería como que se está perdiendo la gobernabilidad y la gobernanza que hasta hace pocos años caracterizaba el manejo de nuestras acciones. La tarea es saber cómo pasar de este caos e incertidumbre al conocimiento de la nueva lógica que está gobernando los fenómenos socio ambientales y económicos políticos, y saber el sentido de sus acciones y consecuencias. Estoy convencido que la sociedad no es un ente excluyente ajena a la naturaleza como la concibió José Ortega y Gasset en la Rebelión de las Masas11, cuando decía: “Todo lo primitivo es selva”, pienso hoy al contrario: es civilización. Desde Descartes hasta los pensadores postmodernos, esta visión continúa siendo equivocadamente dominante.

 

No nos permite percibir a la existencia de lo social como especie humana (una más de las otras especies faunísticas, botánicas y acuáticas), una objetivación y prolongación de la naturaleza, una forma específica y extraordinaria de manifestarse holística, ecosistémica y transdisciplinariamente. Una forma particular de vida asociativa que nos humaniza, socializa y educa; de redes que se van formando a través de símbolos y artefactos cuyas interacciones van más allá del mero objeto social cosificado.

 

La sociedad existe como un sistema de interacciones simbólicas, rituales y materiales, virtuales y fácticas entre los diversos individuos, los grupos sociales y las instituciones públicas y privadas, y la Naturaleza donde los organismos, los recursos y los procesos como producción de alimentos, recirculación de agua, purificación de aire y asimilación de desechos, interactúan, fijando los límites del crecimiento y la expansión económica.

 

Escribe Rafael Negret:12 “El moderno conocimiento científico permitió valorar la fragilidad y los límites de la Tierra. Dos categorías de límites: primero, límites referentes a la capacidad del planeta de continuar produciendo recursos naturales): los ríos, los mares, la lluvia, la atmósfera, el clima, los suelos, las florestas, la fauna y otros que requirieron millones de años para llegar al estado en que se encuentran. Segundo, límites para soportar el proceso de contaminación a que está siendo sometido todo el planeta. Sin embargo, hay un desconocimiento total del fin común donde convergen los procesos de degradación social y degradación ambiental.”

 

2. EL SUSTENTO TEÓRICO DE LA SUSTENTABILIDAD

 

Muy pocos círculos académicos y sociales consideraban la posibilidad del desmoronamiento del mito del “desarrollo armónico” cuyo auge medido en el crecimiento del PIB alcanzó niveles muy altos entre 1945 y 1973. En los países altamente desarrollados la confianza en la perpetuidad del crecimiento al margen de las preocupaciones sociales y ambientales, era un hecho. Nadie lo discutía. Nadie se daba cuenta que bajo el telón, la crisis se cernía.13

 

El interés económico, era y es la lógica del crecimiento económico y el principal factor dinámico de los modelos de desarrollo creados e implementados. Como escribe Bernard Campbell14, “El impulso despiadado por la ganancia personal es irresistible...” y con mayor fuerza en las sociedades desarrolladas. La meta, maximizar la rentabilidad e incrementar los beneficios, marcando una cruel lógica de que toda actividad humana, por mínima que sea, produce impactos en el ambiente natural. Reflexionaba el célebre profesor Immanuel Wallerstein en los fines del siglo XX:

 

“¿Hacia dónde camina, entonces, la civilización capitalista? Por una parte, la economía - mundo capitalista se moverá firmemente por las rutas ya conocidas, o sea, la reconstrucción de polos importantes de acumulación: por un lado el Japón, probablemente con los Estados Unidos, y, por otro, Europa occidental... Sin embargo, debido a la contracción de las disponibilidades mundiales de trabajo de reserva, no es seguro que sean capaces de mantener el mismo nivel alto de la tasa de acumulación que en el pasado... En consecuencia, nos dirigimos hacia un tiempo de desórdenes masivos tanto locales como regionales y mundiales, hacia un tiempo de desórdenes que serán mucho menos estructurados y, por tanto, menos contenidos de lo que fueron las guerras mundiales germano-estadounidenses del siglo XX y las guerras de liberación nacional que vivieron después de aquellas”.

 

En este marco, el concepto de Desarrollo Sostenible –a mi entender-, constituyó un extraordinario esfuerzo por tratar de articular el interés económico del desarrollo con la conservación y manejo adecuado de la biodiversidad y el medio ambiente natural, que al decir de Joan Martínez Alier y Juan Martínez Magaña,15 quiere combinar conscientemente dos ideas: desarrollo económico y capacidad de sustento. En palabras de Jeffry McNeely de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), “La conservación de la naturaleza tal vez sea una precondición para el desarrollo económico”. No lo sé si en esta última asamblea de septiembre la ONU 2019 sobre el cambio climático, algún académico o político recordó este principio válido y permanente para la sostenibilidad de la vida: el desarrollo de la especie humana depende del grado de conservación de los ecosistemas y de la biodiversidad.

 

 

Alvin Toffler,16 resumía a fines del siglo XX este viraje hacia una nueva civilización que está emergiendo en el presente y que afectan a las personas y a las organizaciones. La especie humana tiene ante sí un futuro que se acelera y para el cual ni sus instituciones ni las personas se encuentra suficientemente preparados. La Humanidad se enfrenta a un período de alta incertidumbre y complejidad. Se enfrenta a la más profunda conmoción social y reestructuración creativa de todos los tiempos.

 

La Primera Ola (70000 – 1750) fue posible por el descubrimiento de larga duración de la agricultura desde hace diez mil años aproximadamente. La especie humana integraba un sistema de características agrícola territoriales, estableciendo determinados estadios de desarrollo desde la dinámica de los grupos cazadores-recolectores hasta el aparecimiento de sociedades agrícolas y ganaderas, de las primeras ciudades y de los grandes imperios esclavistas y feudales.

 

La Segunda Ola (1750-1800) es la invención y el desarrollo de las máquinas (desde las de vapor a las de combustión). La industrialización se desarrolló desde sus orígenes hasta mediados del siglo XX. Esta segunda ola habría entrado en su fase final entre la segunda mitad del siglo XX (1950 – 1990) y comienzos del XXI con el desarrollo de la cibernética, la robótica y la informática. Cada civilización crea un propio código, un conjunto de reglas o principios que determinan sus actividades y las impregnan de un repetido diseño, en el caso de la sociedad industrial se identifican tres:

 

Uniformización de las formas de vida; la sociedad industrial crea productos idénticos.

Sincronización, millones de personas compartiendo un destino común, horarios, este principio marca a la nueva civilización.

Especialización en la fabricación de objetos y artefactos.

 

La Tercera Ola es la sociedad que se está formando desde fines del siglo XX. Toffler afirma con objetividad que se trata de un salto "cualitativo" en el conocimiento y en la organización social. Se trata de una transición compleja del declive y transformación de la industrialización mecanizada hacia un nuevo tipo de organización social denominada en los años 90 de la “era cuántica”. En palabras de Toffler: “lo que está sucediendo es, ni más ni menos una auténtica revolución global, un salto cuántico de la historia”.

 

Milton Friedmam (Premio Nobel 1976), tras largas reflexiones sobre los cambios de época concluyó con su tesis de que la ideología es uno de los promotores del cambio. En uno de sus artículos escribió que todo "...gran cambio de la política social y económica va precedido por una modificación del clima de la opinión intelectual generada, a su vez -al menos en parte- por circunstancias sociales, políticas y económicas de la época"17. Según esta visión, los cambios tardan en hacerse evidentes pero la educación juega un papel importante en la intensidad y velocidad de ellos. Cada "oleada" de transformación dura largo tiempo desde su nacimiento hasta su declinación, dejando huellas en el cambio sucesivo.

 

La “marea Hayek” -que inspiró a Friedmam- tuvo un protagonista lúcido para los avatares de esos tiempos, el economista británico de origen austríaco, Friedrich August von Hayek (1899-1992), quien publicó en 1944 su libro “Camino de Servidumbre” criticó toda intervención del Estado en la economía e incluso en la educación. Hayek, influyó en la fundación de la Escuela de Chicago, cuya meta -casi alcanzada- consiste en restaurar el pensamiento liberal clásico de Adams Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y a los neoclásicos. Hayek decía que18: “En la economía de mercado, como en la naturaleza, el orden nace del caos: la disposición espontánea de millones de decisiones y de informaciones conduce, no al desorden, sino a un orden superior”.

 

Gary Becker (Premio Nobel 1992), Profesor de Economía de la Universidad de Chicago y declarado el “economista de la vida”, al explorar la parte no material del cambio social observó que en todas las decisiones no económicas de las personas y los grupos sociales gravitan consideraciones económicas de costos y beneficios. Muchas de las decisiones sociales presentan -aunque no lo aparentan- un sesgo marcadamente económico, que pesa menos el "homo sociologicus" (para malestar de educadores, antropólogos y sociólogos) que el "homo economicus". La tesis de Becker sobre el cambio social y el desarrollo económico se sintetiza en la idea de que hay que dejar obrar a las fuerzas de mercado libremente; que el "homo economicus" opere con libertad para crear la "riqueza de las naciones" sin interferencia del Estado y de que se puede llamar al siglo XXI:

 

 La “Era del Talento Humano”, en el sentido de que el principal determinante del nivel de vida de una nación es cuán bien desarrolla y utiliza las habilidades, conocimientos, salud y hábitos de su población.

 

§ La productividad en la economía moderna se basa en la creación, diseminación (socialización) y uso del conocimiento.

 

§ Una alta inversión en talento humano no basta para producir buen rendimiento económico. Países socialistas como Cuba dan educación gratuita a gran parte de la población, pero al mismo tiempo el gobierno distorsiona el sistema de incentivos con su intervención económica. Algo parecido sucede en países con altas tasas de impuestos, regulaciones excesivas y subsidios gubernamentales.

 

José de Souza Silva y Juan Cheaz,19 describen y definen desde una perspectiva histórica que forman el contexto de los alcances del cambio de época:

 

1. Una época histórica se caracteriza por un sistema de ideas, un sistema de técnicas y un sistema de poder dominantes. Se incluye un sistema de enseñanza y aprendizaje determinado.

2. Una época histórica cambia cuando se transforman cualitativa y simultáneamente las relaciones dominantes de producción, de poder, de cultura y las formas de vivir la experiencia humana.

3. El cambio de época actual tiene tres epicentros, el tecnológico con las nuevas tecnologías emergentes: biotecnología, nanotecnología y las nuevas tecnologías de información y comunicación; económico que intenta construir un nuevo régimen de acumulación del capital; y cultural donde la sociedad no es considerada una máquina ni un mercado sino el espacio del bien común y de una educación como bien público.20

 

La dimensión del Desarrollo Sostenible fue difundida desde 1987 con la publicación del Informe de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente conocido como el “Informe Brundtland” bajo el título “Nuestro Futuro Común”, que define “Desarrollo sostenible es aquel que atiende las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones”.

 

Esta fue una primera y sensata respuesta a los diversos enfoques de desarrollo que han tenido preeminencia en el campo de las ciencias sociales desde el siglo XIX, pese a que este Informe como efecto de las mediaciones burocráticas de las Naciones Unidas socializó la idea que la pobreza degrada el ambiente, convirtiendo a la pobreza en un estigma muy difícil todavía de superar. Pero es difícil hoy discernir que la “riqueza” sea un potencial activo de protección y conservación de los ecosistemas y la biodiversidad. Al contrario, es la riqueza la que en su sobreexplotación de los recursos naturales y biodiversos la degrada y la ha degradado.

 

En 1972 el Club de Roma presentó un informe que recuerdo tuvo amplias repercusiones y críticas en el mundo. Una de sus debatidas conclusiones fue que “... el crecimiento exponencial lleva al mundo cada vez más cerca de los últimos límites de ese crecimiento”. Para detener la catástrofe recomendaba: (1) estabilizar el crecimiento de la población en 1975, (2) detener el crecimiento del capital en 1990, (3) reducir a un cuarto el consumo de recursos en 1975, más otras medidas extremas para la lógica y el ritmo de la economía.

 

La Conferencia Internacional de Estocolmo (1972) de Naciones Unidas entró al debate entre la crisis y la incertidumbre del problema ambiental, la pobreza, el subdesarrollo de los países del Tercer Mundo y el hiperdesarrollo de los países denominados del Primer Mundo. Desde entonces, las Naciones Unidas han llamado permanentemente a todas las naciones a que utilicen los recursos naturales pero en la medida de que las futuras generaciones tengan las mismas oportunidades de acceso a los recursos naturales que las que demandan las actuales generaciones. Según diversas proyecciones, de seguir la actual tendencia de consumo de recursos naturales, en un futuro próximo serán escasos o inexistentes. El criterio de equidad intergeneracional devino en un principio básico de supervivencia.

 

Las palabras sustentar y/o sostener, forman las bases lingüísticas del concepto de sustentabilidad que proviene del latín “sustenere”. En la segunda versión de la Estrategia Mundial para la Conservación “Cuidar la Tierra” de Naciones Unidas, se llegó a definir a la sustentabilidad como la “característica de un proceso o estado que puede mantenerse indefinidamente”.

 

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en colaboración con la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA.), re-pensaron el concepto científico de equilibrio –válido para las ciencias biofísicas como económicas, en término de “mejorar la calidad de vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que las sustentan”.

 

No es fácil, pero las sociedades deben aprender a establecer los límites de su producción y consumo, de tal manera que no afecten la capacidad de carga y de auto-regeneración de los ecosistemas que sustentan la vida social21. Lo contrario no es más que reiterar el absurdo de las decisiones humanas basadas exclusivamente en el afán de maximizar sus ingresos.

 

A la influencia del pensamiento de Amartya Sen se comienza a trabajar el concepto de desarrollo, entendido como un “proceso más amigable” que respete el criterio de equidad intergeneracional y de sustentabilidad (elaborado por la Comisión Bruntland en 1987), más el enfoque de las capacidades y el desarrollo participativo. Para el enfoque del “desarrollo humano”, el crecimiento económico (ineludiblemente un factor gravitante para el desarrollo) forma parte de ensamblaje holístico del desenvolvimiento de las sociedades.

 

Como destaca Eduardo Santos Alvite,22 el “modelo de desarrollo neoliberal monetarista” auspiciado por el Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, ha llegado a sus límites de realización y se ha agotado en un escenario de fracasos e incertidumbres.

 

Es un imperativo, entonces, pensar desde las ísolas de nuestras ciencias los nuevos paradigmas del desarrollo. Decía René Báez, en una de esas tardes que le embargaba el pesimismo, que debemos pensar hoy más que nunca en su expresión fenoménica opuesta, la del subdesarrollo. Creíamos que parafraseaba a John Kenneth Galbraith cuando escribía que “No hay cuestión económica tan importante como la razón de que haya tantos pobres. Ninguna cuestión referente a la condición humana ha recibido tantas y tan contradictorias respuestas, formuladas con tanta confianza y tanta indiferencia”23. Cual paradoja, casi a ese mismo tiempo, hablamos de 1968, un economista contemporáneo de Galbraith, Gunnar Myrdal, publicó un libro que trataba sobre el mismo tema: “La Pobreza de las Naciones”24. René Báez, plantea con ironía que en estos tiempos de globalización y conglomerados transnacionales, el subdesarrollo está comenzando a lumpenizar la economía y la política, y por ende, a lumpenizar la cultura y a la ética.

 

¿No será que el Ecuador se enmarca en estos rumbos? Chomsky25, no por ser más radical va más allá cuando observa que el viejo proceso del siglo XX el de la “tercermundialización” ha llegado ya al propio mundo del desarrollo, principalmente en segmentos importantes de la población estadounidense y europea en el siglo XXI. Por estas y otras razones, es necesario pensar en la ética desde el sujeto social en su interacción con la marginalidad social, la pobreza, la corrupción y la degradación ambiental.

 

 

3. EL PAPEL DE LA ÉTICA EN EL DESARROLLO SUSTENTABLE

 

Las discusiones acerca de los criterios de sustentabilidad, deben incorporar tanto los factores económicos, sociales e institucionales como los ambientales; solo a través de un concepto integrado como el de DS pueden incluirse todos los factores relevantes en la definición de la sustentabilidad del desarrollo en un triple contenido: crecimiento económico, medio ambiente y bienestar humano.

 

Las sociedades deben aprender a establecer los límites de su producción y consumo, de tal manera que no afecten la capacidad de carga y de auto-regeneración de los ecosistemas que sustentan la vida en todas sus formas.26 La Constitución Política de la República del Ecuador, en su Capítulo Segundo “Biodiversidad y Recursos Naturales”, Sección Primera, “Naturaleza y Ambiente” señala:

 

“1. El Estado garantizará un modelo sustentable de desarrollo ambientalmente equilibrado y respetuoso de la diversidad cultural, que conserve la biodiversidad y la capacidad de regeneración natural de los ecosistemas y asegure la satisfacción de las necesidades de la generaciones presentes y futuras”.

 

Y este es un punto donde se produce una ruptura con las propuestas neoclásicas y neokeynesianas del desarrollo, esto es, la conciencia de los límites sociales y naturales y el del auto-control de las necesidades en la esfera del comportamiento individual y colectivo, sin sacrificar la calidad de vida ni el bienestar de los sujetos sociales en su diversidad histórica.

 

El concepto de Desarrollo Humano Sostenible (desde el punto de vista socioeconómico y ecológico) trata de reemplazar –como señala el Informe sobre Desarrollo Humano Ecuador 2001,27 a los enfoques que asimilan el desarrollo exclusivamente como crecimiento económico. El concepto de DH integra al crecimiento como parte del complejo de necesidades, aspiraciones y potencialidades humanas, que se integran como objetivos del desarrollo. Existen varios elementos importantes que se integran a este paradigma novedoso que no deja de ser utópico en los escenarios actuales, y es que plantea que el goce efectivo de la libertad y los derechos humanos, la equidad de género, la cotidianidad democrática, la distribución equitativa de la riqueza, el respeto a la identidad cultural y la equidad intergeneracional son todos componentes del desarrollo humano.

 

La visión de un DH-S debe, a mi entender debe ser trabajada todavía. En el Informe del PNUD no se logra percibir todavía la armonización del enfoque ecosistémico con lo humano, en sentido integral. Hay un elemento que debe ser reflexionado en la evaluación de viabilidad de este enfoque, y es el de la definición de la naturaleza humana como búsqueda de la “... permanente aspiración a la solidaridad y al afecto”,28 la imagen del “buen salvaje” (Rousseau) o la extrema de Maquiavelo u Hobbe (el “estado de naturaleza” del hombre en el que éste es “lobo” de sí mismo), son extremos que deberían ser ponderados y evaluados con realismo y objetividad.

 

Como expresa Gramsci,29 no existe una “naturaleza humana” abstracta, fija e inmutable, sino que la naturaleza humana es el conjunto de relaciones sociales históricamente determinadas; por efecto, la búsqueda “permanente” de la solidaridad o el conflicto, dependerá de la naturaleza de esas relaciones sociales dominantes. En conclusión, un modelo de DHS solo será sostenible si se cambian las condiciones en que producen y se reproducen relaciones sociales no armónicas ni solidarias. Esta misma conclusión es válida al evaluar los 30 años de esfuerzos por socializar el concepto de Desarrollo Sostenible desde 1987 hasta el primer semestre del 2006.

 

Recordando algunas páginas de “Ética para Amador” de Fernando Savater, al pensar sobre la libertad siempre queda una duda que oscila entre las nociones liberales o conservadoras de la libertad desde una visión antropocéntrica o la noción de libertad desde una visión ecosistémica. Lo esencial es saber que (1) NO somos libres de “elegir lo que nos pasa”, sino libres para “responder a lo que nos pasa” de uno u otro modo, y (2) Somos libres para “intentar” un resultado pero NO para “lograrlo indefectiblemente”. Se trata, entonces, de una libertad condicionada a las diversas fuerzas naturales y sociales en juego.30 La construcción de un orden social y ambiental justo dependerá de cómo social e individualmente se responda a los factores negativos de un determinado contexto.

 

Observaba el maestro y amigo Eduardo Santos Alvite31, el siglo XX nos deja la lección de que el análisis integral e integrado del desarrollo tiene una inmensa importancia estratégica, en el que tiene igual ponderación, lo económico, lo social, lo político, cultural, institucional y ambiental, que no hay ciencia más trascendente que la política en su doble vertiente: el de la “ciencia del poder” y el de ética.

 

En un significativo texto escrito por José Octavio Bordón,32 observa que la demanda ética de las sociedades en América Latina, en un contexto de economía globalizada, es una prioridad emergente. Una economía en proceso de acelerada globalización muestra un creciente poder hegemónico de círculos económicos oligopólicos y de organizaciones internacionales que están asumiendo con mayor fuerza roles de reguladores políticos y/o económicos, a esto se acompaña el surgimiento de un nuevo tipo poder, el de los multimedia, que coexisten con un debilitamiento sostenido de los Estados nacionales periféricos y dependientes.

 

La reflexión sobre la demanda ética contemporánea es relevante en sociedades periféricas en “vías de desarrollo”, que se modernizan y crecen en su PIB y en sus reservas monetarias, pero que no se desarrollan y que continúan reproduciendo índices severos de pobreza e indigencia. Si bien la demanda principal apunta a que la conducta pública esté presidida por valores éticos, la cuestión ética de la sociedad moderna no debería reducirse a una sola dimensión, sino que es necesario distinguir tres dimensiones interrelacionadas: la demanda de transparencia (la moralidad de los políticos); la de equidad y de justicia (la moralidad de las políticas), y, finalmente, la demanda de futuro, de sentido y de inclusión (la moralidad de la economía).

 

1. La demanda de transparencia tiene que ver con la severa crisis de representación, esto es, la creciente distancia entre representantes y representados, gobierno y sociedad, asociada a diversas formas de corrupción, enajenación y perversidad social y deterioro ambiental.

2. La segunda dimensión se vincula a la inequidad social en todas sus manifestaciones, junto con el desempleo estructural, la exclusión, la desigualdad, la distribución regresiva del ingreso y la alta concentración en el acceso a los recursos.

3. La tercera es de naturaleza ético cultural. En una etapa “posnacional”, todos se sienten potencialmente excluidos, sin un referente estable en un contexto de alta competencia, complejidad e incertidumbre. Efecto de esta situación de inseguridad ciudadana, alimentaria, laboral y ambiental es el surgimiento de una “crisis de horizonte”, es decir, la ausencia de un “futuro” que haga crecer la esperanza.

 

Sin duda, se vive una época de transición y de profundos cambios de las sociedades y gobiernos hacia la globalización, la transnacionalización, la descentralización e informatización de todas las actividades humanas; vivimos un cambio de época, no es una época de cambios, por eso la profundidad y la naturaleza de los conflictos socioambientales, de incertidumbre y de graves decisiones.

 

El eje de estos cambios, de sus aciertos o desaciertos, depende y dependerá (hablemos de una responsabilidad intergeneracional) del sujeto Social individual y colectivo, de la forma de su “respuesta” y de la habilidad en lograr sus “resultados” en la búsqueda de soluciones justas y éticas que aseguren la supervivencia de la especie humana. La sociedad en la que vivimos e interactuamos es nuestro continente en el que nos moldeamos y formamos nuestros contenidos y constructos existenciales.

 

La ética solo puede ser comprendida en el marco de la interacción social. Los seres humanos siempre hemos sentido curiosidad por las fuentes de nuestros comportamientos frente a la sociedad y al medio ambiente natural. El estudio objetivo y sistemático del comportamiento humano ↔ ético con relación a la sociedad y a la naturaleza, es un hecho relativamente reciente.

 

En los cuatro mil quinientos millones de años que se estima tiene la historia del planeta, nadie discute hoy en día que la vida tuvo su origen en los océanos. Hace dos mil 400 millones de años se produjo el evento de la oxidación de la tierra y se produjo un nuevo orden mundial con el invento de cuerpos multicelulares más grandes que evolucionaron genéticamente de manera admirable y hace tan solo 10 millones de años, pasados los primeros insectos, peces, dinosaurios y aves, se llegó a la época en la que la criatura con el cerebro más grande del planeta, adaptado al tamaño del cuerpo, fue posiblemente nuestro antepasado más antiguo. Cazadores de fósiles descubrieron un cráneo notablemente completo de un homínido de más o menos tres mil 800 millones de años. Se lo considera parte de los primeros miembros de la familia evolutiva humana clasificada como Australopithecus Anamensis.

 

Científicamente y de acuerdo a la clasificación taxonómica, el Sujeto Social pertenece a la categoría “hombre” del reino Animalia del orden de los Primates de la familia Hominidae, género “Homo”, especie “Homo Sapiens”. Nuestros parientes más cercanos son el chimpancé, el gorila y el orangután. Las diferencias visibles entre los cromosomas son mínimas. La ciencia observa que los seres humanos constituimos un triunfo ecológico sin precedentes. De esto se infiere que la genética influye en nuestro comportamiento pero este bagaje genético solo condiciona las potencialidades de nuestro comportamiento que es determinado (construido o de-construido) socialmente. Así se puede entender el porqué de la violencia, las guerras y la destrucción de la biodiversidad. A lo largo de la historia pervive la imagen dual y siempre en conflicto entre el “hombre como Animalia conquistador” versus el “hombre como ciudadano biótico”

 

En la construcción / de-construcción del Sujeto Social (o como diría Jorje H. Zalles de la USF de Quito, la “bonzaización del ser humano”), el concepto de cultura es uno de los más importantes para la comprensión de este proceso, principalmente en el ámbito de la cultura espiritual que da las pautas para guiar los actos y dar significación a las interacciones que entablan los sujetos sociales con su entorno. Es en este campo donde se construye el “Yo” y el “Super Yo” freudiano y los mecanismos de las micro-interrelaciones con el entorno, Tres son los elementos esenciales que configuran el mundo de la ética y con los que debe trabajar en un cambio de época:

 

Los Valores: entendido como el marco de referencia en el que los Sujetos Sociales desarrollan sus normas de comportamiento. Son ideas generales compartidas socialmente sobre lo que debe considerarse “más apreciable” y “no apreciable”.

 

Las Normas o Pautas de Comportamiento: son constructos sociales históricos que operan como “guías específicas” para las decisiones e intervenciones; sugieren cómo el sujeto social debe actuar o comportarse en cada situación o circunstancia dada. Las normas varían según los valores existentes en cada cultura. Se clasifican en normas explícitas y normas implícitas como las leyes que son obligatorias, y las que provienen de las costumbres que no obligan sino moralmente.

 

Los Intereses y las Metas: relación entre el Sujeto Social y un objeto (las prácticas) que considera satisfará sus necesidades (un bosque, un banco de pesca, una reserva petrolera o minera).

 

Es del Sujeto Social individual y colectivo del que depende y dependerá la búsqueda de un equilibrio sociedad-naturaleza. La ética, en consecuencia, se convierte en la esencia, en la razón del Ser en su relación con el entorno.

 

La conservación de las fuentes de vida, de la biodiversidad y de la salud del planeta, es un compromiso ético que reconoce el sentido de Límite de las necesidades / apetencias / deseos humanos, como factor fundamental para la creación de un entorno saludable en lo socioeconómico (0 explotación, 0 pobreza, 0 discriminación) y en lo ambiental (0 especies extinguidas, 0 ecosistemas degradados, 0 calentamiento global).

 

Esto no significa 0 crecimiento como lo planteó en los años 70 el Club de Roma. Al contrario, significa crecimiento y desarrollo dentro de los límites de las leyes de la naturaleza. De ahí la importancia de construir una nueva ética como respuesta a la cultura del desencanto y a la ética “utilitarista y antropocéntrica” que olvidan lo que alguna vez de manera magistral escribiera Hanna Arendt: “No el hombre, sino los hombres habitan este planeta. La pluralidad es la ley de la tierra”.33 Lo ético, entonces, es comenzar a potenciar la solidaridad activa en el entorno actual y en el ámbito intergeneracional “... en el sentido de respetar el futuro de los que aún no han nacido”.34

 

La preocupación ética significa superar la tendencia actual de deshumanización / de-construcción / enajenación del sujeto social y, por ende, la depredación / degradación de su entorno. Concebir a la Ética como la aplicación de un principio moral a los contextos situacionales sociales, es lo adecuado y es lo correcto. La construcción de los Sujetos Sociales que se requiere es el de la construcción de la persona como sujeto individual (único) y colectivo (con los otros), orientada a asegurar la supervivencia de la vida en el planeta. Como escribe Touraine: el Sujeto Social se construye mediante la confrontación con los “aparatos” y por el respeto del Otro como Sujeto. 35

 

Esto nos lleva a demandar una nueva ética para sociedades periféricas y dependientes en “vías de desarrollo”, que se modernizan y crecen en su PIB y en sus reservas monetarias, pero que no se desarrollan y que continúan reproduciendo índices severos de pobreza e indigencia. Si bien la demanda principal apunta a que la conducta pública esté presidida por valores éticos, la cuestión ética de la sociedad moderna no debería reducirse a una sola dimensión, sino que es necesario distinguir tres dimensiones interrelacionadas: la demanda de transparencia (la moralidad de los políticos); la de equidad y de justicia (la moralidad de las políticas), y, finalmente, la demanda de futuro, de sentido y de inclusión (la moralidad de la economía y de sus impactos). 36

 

● La demanda de transparencia tiene que ver con la severa crisis de representación, esto es, la creciente distancia entre representantes y representados, gobierno y sociedad, asociada a diversas formas de corrupción, enajenación y perversidad social y deterioro ambiental.

● La demanda de equidad y justicia, se vincula a la inequidad social en todas sus manifestaciones, junto con el desempleo estructural, la exclusión, la desigualdad, la distribución regresiva del ingreso y la alta concentración en el acceso a los recursos.

● La demanda de futuro. Vivimos una etapa donde todos nos sentimos potencialmente excluidos y marginados, si un referente estable, en una situación de competencia perversa, complejidad e incertidumbre. La mayoría de los ecuatorianos vivimos una “crisis de horizonte”, la falta de un futuro que nos dé esperanzas.

 

1. LA DEMANDA DE TRANSPARENCIA

 

a) Crisis de representación y ocaso de la política tradicional ante un mundo fragmentado y en crisis. Se asiste a la consolidación de una tradición competitiva y pluralista, a una apuesta a la continuidad y responsabilidad en las relaciones entre oficialismo y oposición, a la modernización y a la reforma del Estado. En el ámbito global, han surgido fuerzas extra políticas y transnacionales en la decisión pública (sector financiero, corporaciones multinacionales, agencias calificadoras de riesgo), en la constitución de la agenda y en la misma comprensión de la realidad (corporaciones multimedia) y en la orientación general de la política económica (tecnocracias vinculadas a organismos internacionales), en detrimento del rol tradicional que tenían los programas de gobierno, los partidos y el Parlamento en la deliberación y decisión pública. Así, el nexo entre ciudadanos y líderes es cada vez más frágil.

 

b) El mejoramiento de la Gestión integral de lo social y lo ambiental. La calidad institucional requiere redefinir la relación con el ciudadano, llevando a cabo un esfuerzo de incorporación de códigos de conducta que pongan el énfasis en la transparencia de las decisiones, establezcan oficinas de ética, requieran declaraciones juradas de bienes a los funcionarios y el suministro de información a los ciudadanos. Introducción de más competencia y participación de los usuarios, capacitación en las nuevas tecnologías informáticas, mejora de la educación y lucha contra la impunidad. En síntesis, una gestión por resultado. Caso: Declaración de París sobre Cooperación Internacional (2005).

 

c) El abanico de Responsabilidades Socioambientales. En la formación del interés público confluyen otros actores que tienen su responsabilidad ética por cuanto inciden directamente en las políticas públicas como los grupos multimedia, actores clave en la configuración de la escena pública y que han asumido el rol de mediador entre el Estado y la sociedad civil y en ente crítico de los sistemas políticos tradicionales.

 

2. LA DEMANDA DE EQUIDAD Y JUSTICIA

 

a) Modernización y “desarrollo ausente”. Es evidente el esfuerzo modernizador de las economías producido en las sociedades de la región, con aumentos de productividad pública y privada, apertura de sus economías, modernización y tecnificación de sus sociedades. Pero al mismo tiempo, el desplazamiento de la idea de desarrollo por la de crecimiento comenzó a mostrar problemas. El “desarrollo ausente” con un crecimiento disociado y deforme.

 

b) Políticas sociales: propuestas y cuestionamientos. Se vive una realidad regional considerada una de las más inequitativas del mundo, se postulan, a fines de los ´90, tres líneas de políticas públicas tendientes a mejorar la equidad en las actuales situaciones.

 

o Las “reformas de segunda generación” que apuntan a poner el acento en la mejora y reforzamiento institucional, a privatizar el área social –previsión, seguridad social, cobro de impuestos, educación, buscando configurar un círculo virtuoso que logre la confiabilidad externa, a la solvencia fiscal para el pago de la deuda, a más competencia para disminuir los costos de transacción, a la generación de agencias de defensa de la competencia y del consumidor, y a flexibilizar el mercado de trabajo

o El aumento de la eficiencia en la política social, para compensar a los menos favorecidos y corregir desigualdades de trayectorias, una reducción del clientelismo unida a una apuesta al capital social, a los recursos humanos y al fortalecimiento de la sociedad civil.

o La deuda externa se ha convertido en una limitante crucial para toda alternativa de desarrollo. Se debe redefinir estratégicamente un proyecto de desarrollo para su implementación en un plazo que no puede ser menor a cinco años. La deuda externa debería ser reprogramada para hacer posible que el Estado atienda las urgencias sociales y productivas.

 

c) Déficit de ética en las políticas. Las demandas de las sociedades en América Latina, no sólo se refieren a conductas erráticas y no éticas de un determinado tipo de actores, de los políticos, sino a la ausencia de ética en políticas públicas principales.

 

3. LA DEMANDA DE FUTURO

 

a) Malestar cultural generalizado. Las sociedades latinoamericanas pasaron de la expectativa de los ’80, cifrada en la recuperación de la democracia no sólo como régimen sino como estilo de vida, al paradigma neoliberal en los ‘90, como posibilidad de acceso a nuevos consumos y ampliación de libertades frente al Estado, incorporando en la cultura la idea de competencia, creatividad empresarial y de responsabilidad individual. Se ha entrado a la era de la incertidumbre, la complejidad y el miedo.

 

b) Política, economía y medio ambiente. La tercera dimensión de la demanda ética versa con la eticidad de la política pública en el marco del bienestar, la calidad de vida y un medio ambiente sano. Pero ¿quién fija “el rumbo correcto”, que es considerado como sinónimo del bien común? El bien común es el bien que debe ser participado por todos. La política, en gran medida, ha delegado las decisiones que hacen al destino común de los pueblos y la estrategia central de los países en la economía, y en los economistas, los que a su vez, las han reducido simplemente a instrumentos monetarios y fiscales.

 

c) El sentido de lo político. Todo esto, pone en cuestión a la política misma, instalándose el siguiente dilema ético: ¿lo único que puede hacerse es administrar un orden injusto con cierta transparencia y prolijidad, o existe la posibilidad de garantizar el bien común aún en las nuevas y difíciles circunstancias? ¿Se trata de ser los mejores gerentes o de configurar alguna voluntad de autonomía? ¿El “rumbo correcto” es el dado externamente o hay algunos márgenes para explorar?

 

Concluyo estas notas con un libro de Aldo Leopold37 (1996); en una de sus páginas escribí hace algunos años tres nociones que me resumen la cadena de la interacción humana con la naturaleza en la historia: la era manual→ la era mecanizada→ y la era digital de la sociedad del conocimiento. Leopold, con cierto pesimismo, consideró que la conservación no había llegado a ninguna parte, estaba convencido que la conservación seguía siendo incompatible con un concepto bíblico, mal interpretado, sobre la tierra, al considerar al planeta como un “producto de consumo que les pertenece”.

 

Este sentido de “pertenencia” no es malo, pero asustan los índices de crecimiento económicos de ciertos países como China, Brasil y la India, porque siguen un camino insostenible abierto por Europa, Japón y los EEUU desde los tiempos de la industrialización, esto es, dinamizar la producción en base a recursos energético de origen fósil. China, por ejemplo, está superando a los EEUU en la emisión de CO2 basado en el consumo de carbón mineral y petróleo.

 

Queda entonces un ideario, posiblemente una utopía, una visión de futuro, para el país y de la gente que amamos:

 

1. El país necesita de un Acuerdo Nacional sobre la base de políticas transversales como seguridad ciudadana, seguridad alimentaria, reducción de la pobreza y seguridad ambiental. Para ello se debe garantizar un crecimiento económico sostenido e integral que no rebase la capacidad de carga de los ecosistemas, que sea competitivo y promueva las acciones del pleno empleo en el marco del desarrollo sustentable.

 

2. Para consolidar la seguridad ambiental, el país requiere preservar el medio ambiente, proteger sus fuentes naturales de captación de agua, de las cuencas hidrográficas, y crear el diálogo intergeneracional y transnacional (comenzando por las cooperaciones binacionales y transfronteriza para defender la vida y eliminar la posibilidad de un suicidio colectivo). Ser conscientes de que el mayor patrimonio que tiene el Ecuador es su excepcional biodiversidad, considerado un recurso estratégico y un patrimonio natural.

 

Pero esta visión requiere de una ética que vaya más allá de la ética basada en la relación entre las personas como el Decálogo de Moisés o las Reglas del Corán. Hoy se requiere de una ética acerca de la relación sociedadnaturaleza que vaya más allá del sentido de la economía, del sentido de propiedad, de uso y usufructo. Como escribió Aldo Leopold: “Desde el punto de vista de la ecología, la ética es una limitación que se le impone a la libertad de acción, en la lucha por la supervivencia”.38

 

Vivimos un cambio de época de turbulencia e incertidumbre. El siglo XXI es un siglo decisivo: para evitar los estragos del cambio climático y el de la ralentización global de la economía. En realidad, no sé hacia dónde vamos, pero lo que sé es que algo va a ocurrir para nuestra sobrevivencia como especie humana.

 

 

 


1  Ministerio del Ambiente, EcoCiencia y Unión Mundial para la Naturaleza (UICN). 2001. La Biodiversidad del Ecuador. Informe 2000, editado por Carmen Josse. Quito, Ecuador. Ministerio del Ambiente, EcoCiencia y UICN.

2  Interesante releer a F. H. Cardoso (1972), Ideologías de la Burguesía Industrial en Sociedades Dependientes (Argentina y Brasil). México, D.F. Editorial Siglo Veintiuno.

3  Negret, Rafael. 1999. De la Protesta Ecológica a la Propuesta Política, p. 97. Quito, Ecuador. Eskeletra Editorial.

4  Raza, Werner. 2000. Desarrollo Sostenible en la Periferia Neoliberal. Una mirada a Bolivia desde Afuera. La Paz, Bolivia. CID / PLURAL Editores; Claude, Marcel. 1997. Una Vez Más la Miseria. ¿Es Chile un País Sustentable? Santiago de Chile. LOM Ediciones.

5  Enkerlin, Ernesto C. y otros, Editores. 1997. Ciencia Ambiental y Desarrollo Sostenible, p. 99. México, D. F. International Thomson Editores.

6  Odum, E. P. y Sarmiento, F. O. 1998. Ecología. El Puente entre Ciencia y Sociedad, pp. 9 a 25. México, D. F. McGraw – Hill Interamericana Editores.

7  Obra citada, pp. 10 y 11.

8  2018. 21 Lecciones para el Siglo XXI, pp. 96-144. Lima, Perú. Debate, Penguin Random House Grupo Editorial S.A.

9  Childe, Gordon V. 1971(5o.r.) Los Orígenes de la Civilización, p. 26. México, D. F. Colección Breviarios No. 92. Fondo de Cultura Económica, FCE.

10  Gore, Al. 1993. La Tierra en Juego, p. 13. Buenos Aires, Argentina. EMECÉ Editores.

11  Ortega y Gasset, José. 1983. La Rebelión de las Masas, pp. 97-102. Barcelona, España. Ediciones ORBIS, S.A.

12  Obra citada, p. 29.

13  ECOFONDO / CEREC. 1996. La Gallina de los Huevos de Oro. Debate sobre el Concepto de Desarrollo Sostenible. Bogotá, Colombia. Ediciones ECOFONDO y CEREC.

14  Campbell, Bernard. 1985. Ecología Humana, página 206. Barcelona, España. Salvat Editores.

15  Martínez Alier, Joan y Juan Martínez Magaña. 1997. “Desarrollo y Sostenibilidad”, páginas 143-147. En: ¿Sostenible? Tecnología, Desarrollo Sostenible y Desequilibrios, debate organizado por la Universitat Politécnica de Catalunya. Barcelona, España. Editorial Icaria, Colección Antrazyt.

16  Toffler, Alvin. La Tercera Ola. Barcelona. Editorial Orbi, 1992.

17  Friedman, Milton. “La Marea en Asuntos Humanos”, Págs. 74 - 79. En Revista Perspectivas No.66. Washington, USA. 1992.

18  Sorman, Guy. Los Verdaderos Pensadores del Siglo XX, Págs. 198 - 199. Buenos Aires, Edit. Atlántida, 1991.

19  De Souza Silva y Juan Cheaz. 2001. La Dimensión Institucional del Desarrollo Sostenible. Proyecto Nuevo Paradigma. Servicio Internacional para la Investigación Agrícola Nacional (ISNAR). San José de Costa Rica, junio de 2001.

20  De Souza Silva, José. 2012. La Innovación de la Innovación en la Política. Memorias del Taller realizado en el Distrito Metropolitano de Quito, 24 a 28 de septiembre de 2012. Consejo Nacional Electoral de Ecuador.

21  Falconí, Fander. 2002. Economía y Desarrollo Sostenible. ¿Matrimonio Feliz o Divorcio Anunciado? El caso de Ecuador. Quito, Ecuador. Edición FLACSO, Sede Ecuador.

22  Santos Alvite, Eduardo. 2001. Ecuador, hacia el Diseño de una Teoría de Desarrollo Humano, pág. 116-118. Quito, Ecuador. Edición del Colegio de Economistas de Quito auspiciado por el Banco del Estado.

23  Galbraith, John Kenneth. La Era de la Incertidumbre, páginas 284-285. Barcelona, Editorial Plaza  Janes., 1984.

24  Myrdal, Gunnar. La Pobreza de las Naciones. Barcelona, Editorial Ariel, 1974.

25  Chomsky, Noam. Pocos Prósperos, Muchos Descontentos. México, Editorial Siglo XXI, 1997.

26  Falconí, Fander. 2002. Economía y Desarrollo Sostenible. ¿Matrimonio Feliz o Divorcio Anunciado? El caso de Ecuador. Quito, Ecuador. Edición FLACSO, Sede Ecuador.

27  PNUD. 2001. Informe sobre Desarrollo Humano Ecuador, 2001. Quito, Ecuador. Editado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo –PNUD y Vicepresidencia de la República del Ecuador.

28  Obra citada, pág. 4.

29  Gramsci, Antonio. 1973. Maquiavelo y Lenin. Notas para una Teoría Marxista, pág. 7. México, D. F. Editorial Diógenes.

30  Savater, Fernando.1997. Ética para Amador. Barcelona, España. Editorial Ariel.

31  Santos Alvite, Eduardo. 2006. Ecuador Siglo XX. Quito, Ecuador. Ediciones del Colegio de Economistas de Pichincha.

32  Bordón, José Octavio. 2005. Las Demandas Ética de la Población en América Latina y el Rol de los Políticos. Buenos Aires, Argentina.

33  Boff, Leonardo. 2002. Ecología: Grito de la Tierra, Grito de los Pobres. Madrid. España. Editorial Trotta. Colección Estructuras y Procesos. Serie Religión.

34  Obra citada, página 20.

35  Touraine, Alain. 1993. Crítica de la Modernidad, páginas 364 a 376. Madrid, España. Ediciones Temas de Hoy, S. A. Colección Ensayo.

36  Bordón, José Octavio. 2005. Las Demandas Éticas de la Población en América Latina y el Rol de los Políticos. Buenos Aires, Argentina.

37  Leopold, Aldo (1886-1948). 1996. Equilibrio Ecológica. Almanaque de un Condado Arenoso y con Ensayos sobre Conservación tomados de Round River. Ilustrado por Charles W. Schwartz. México. D. F. Editorial Gernika.

38  Leopold, obra citada, página 226.

 

Domingo Paredes Castillo

Sociólogo, doctor en Historia, expresidente del Consejo Nacional Electoral

https://www.alainet.org/es/articulo/204453
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS