La tarea de Sísifo

13/12/2019
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-Ensayo sobre las dificultades para superar el capitalismo-

 

Un vistazo general a la historia de un siglo

 

Sísifo se levantó tarde y al lavarse la cara se miró al espejo. Pensó en el sentido que había dado a su existencia, repasando con franqueza en un minuto cómo había cambiado el mundo desde que él tenía recuerdos de sus amistades y de los hechos políticos. Porque decididamente el planeta no había ido en el rumbo que él y otros muchos millones de personas imaginaron a lo largo de muchos años, por lo menos, un siglo; ese rumbo era el de la fraternidad universal entre las personas y la convivencia respetuosa de la Humanidad con el resto de la naturaleza.

 

Cuando nació, hacía seis años que se había terminado la Segunda Guerra Mundial y mucha gente estaba convencida, en especial tras la derrota del nazismo obtenida gracias al esfuerzo decisivo de la URSS, que el socialismo era el destino inevitable de la Humanidad. Y no sólo lo creían los partidarios del socialismo, sino incluso también los capitalistas; por eso desde la Segunda Guerra Mundial habían inventado el Estado de Bienestar Social, que en la Europa Occidental y algunas “islas” en otras partes del mundo, trataba de contener el avance rojo dándole un nivel de vida material mínimamente aceptable a los asalariados (e, incluso a los desempleados).

 

Pero en 1956 había ocurrido en el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS la denuncia de los crímenes de Stalin, y en ese mismo año había tenido lugar la invasión de Hungría por la URSS; ambos hechos apartaron del socialismo orientado al comunismo a algunas personalidades y a varios sectores de izquierda.

 

Ahora bien, en 1959 llegó a su pueblo muy apagada la noticia de la Revolución Cubana, que plantaba la bandera del socialismo en tierras latinoamericanas e inflamaba a la parte más inquieta de la juventud el Continente con el ejemplo heroico y austero de sus barbudos.

 

Mas en el mundo había tenido lugar el cisma entre China, por un lado, y la URSS y sus países satélites en Europa oriental, por otro; porque Mao y los dirigentes chinos acusaban a la URSS de haber revisado de forma claudicante el marxismo-leninismo, renunciando a la revolución armada y adoptando la coexistencia pacífica con el imperialismo encabezado por los EEUU; los chinos sostenían que el imperialismo era un tigre de papel, que el poder nace del fusil, y que la revolución se haría (a imagen y semejanza de China) con una guerra popular prolongada que rodease y ocupase las ciudades desde el campo. De eso casi nada llegaba a la ciudad de Sísifo. Pero, aunque deformadas sistemáticamente por la gran prensa que daba la versión de las agencias de los EEUU y sus aliados, allí sí llegaban las noticias del heroico Vietnam, que después de derrotar a fuerza de voluntad, coraje, arroz y bicicletas, a los imperios japonés y francés, estaba derrotando también al imperio yanqui.

 

Y luego en 1967 sacudió a A. Latina el asesinato del Che en su gesta boliviana, y sacudieron al mundo las grandes rebeliones juveniles de 1968 que reclamaban la prohibición de prohibir, la instalación de la imaginación en el poder, y la práctica del amor en vez de la guerra. El país de Sísifo no escapó a esa ola, y sobre todo su capital fue palco de multitudinarias manifestaciones donde redoblaban de vigor las exigencias universitarias.

 

Pero en ese mismo icónico 1968 las Tropas del Pacto de Varsovia habían invadido a Checoeslovaquia, y se repitió lo ocurrido tras la invasión de Hungría, doce años antes, con el alejamiento de varios sectores del sueño socialista, y su acomodación a los límites impuestos por capitalismo.

 

Y en eso llegó el año de mudanza a la capital, para cursar los estudios universitarios que el país no ofrecía fuera de ella. Allí Sísifo descubrió la camaradería semiclandestina de la agrupación que apoyaba al movimiento guerrillero de liberación nacional orientada hacia el socialismo, predominantemente urbano, que operaba ejerciendo una violencia mínima en acciones de propaganda armada, desde hacía algo más de un lustro.

 

Se reunían en un semisótano de la Facultad, que las autoridades universitarias fingían no ver, y cuyas paredes estaban pintadas con homenaje a guerrilleros latinoamericanos, como Yon Sosa, a Vietnam y a los palestinos.

 

A los pocos meses vino la invitación para integrarse al movimiento guerrillero; y él, que nunca había sido gente de pelea, aceptó porque no veía otra vía para llevar a su país más allá del capitalismo.

 

Hasta 1972, y a pesar de que la represión venía en violento aumento tanto contra las organizaciones clandestinas como contra el movimiento popular en general, la mayoría de los jóvenes no intuía ni por asomo el infierno que vendría poco después. Por eso era excepción aquel compañero que ante una oferta de indiscreción decía: “no me cuentes que no quiero saber, y lo que no se sabe no se puede decir, aun en la tortura”. La confianza había sido aumentada por el triunfo electoral de Allende, y con él, de la perspectiva alentada por la URSS, los comunistas y los socialistas, de un tránsito pacífico al socialismo. Pero en su país la tortura generalizada que desde tiempos inmemoriales sufrían los presos comunes, se aplicó con supervisión de los EEUU a los presos políticos; y con las informaciones obtenidas con ese mecanismo el movimiento guerrillero y el movimiento popular fueron rápidamente derrotados desde el punto de vista militar, habiendo sido prácticamente reducidos a la inacción por los golpes brutales de las Fuerzas Armadas.

 

Sísifo propuso a su responsable, en ese momento una mujer, que se revisara lo que estaba sucediendo para corregir el rumbo. Pero como respuesta recibió la orden de que saliera hacia Chile para juntarse allí a otros compañeros, con los que volvería en el futuro al país. En Chile reencontró la camaradería risueña y segura de antes, con compañeros convencidos de que su regreso al país sería en breve, para continuar la lucha.

 

Pero en 1973 la conspiración de la oligarquía aliada al gobierno de los EUUU arreció el cerco contra el gobierno de la Unidad Popular presidido por Allende, que desembocó a la postre en el sangriento Golpe pinochetista de setiembre. En el país de Sísifo el Golpe se había oficializado en el primer semestre de ese año.

 

En ese contexto la Dirección de su movimiento evacuó a sus militantes hacia Cuba. Allí se organizaron en Colonias que trabajaban en la producción dirigida por cubanos; una minoría iba siendo seleccionada para recibir formación militar, en vista de una futura vuelta al país. Cuba significaba en la época la realidad perceptible en A. Latina de que una sociedad que se propusiese construir el socialismo era posible.

 

En la época Sísifo tenía 22 años, y ahora, ya viejo, recordaba cómo había vivido aquella experiencia única. Los grupos de las Colonias ejecutaban variadas tareas, colaborando con empresas o brigadas cubanas. Por ejemplo, en un lugar ayudaban a construir una nueva ciudad que provisoriamente en el futuro sería sede de una edición de los Juegos Panamericanos, para revertir luego todas sus instalaciones a disposición de familias cubanas; otro construía en la Isla de Pinos, la misma donde el Che habría imaginado en algún momento experimentar una sociedad sin dinero, un establecimiento rural; otro trabajaba en una fábrica de paredes y techos prefabricados para la construcción de casas, edificios, centros de educación o centros de salud; otro laboraba en una fábrica de bloques, destinados en construir en Cuba y otros países, como Tanzania, muchos predios de utilidad popular; otro limpiaba las grandes estanterías metálicas destinadas a almacenar los barriles del ron cubano que en su gran mayoría era exportado para obtener las divisas tan necesarias para un país casi carente de recursos naturales bien cotizados en el mercado internacional; otro se integraba a una brigada cubana que hacía edificios para vivienda; la particularidad de estas últimas brigadas de construcción y de sus frutos (que trabajaban con materiales y su transporte, así como con la alimentación, donados por el Estado) residía en el hecho de que sus integrantes eran voluntarios que provenían de las más diversas empresas; luego los apartamentos construidos eran adjudicados por méritos laborales y ciudadanos por el colectivo de cada empresa con representantes en la brigada, a quienes en la empresa se juzgara los más meritorios, al tiempo en que una cuota era adjudicada, por sorteo, a los propios constructores.

 

La mayoría de la sociedad cubana asumía con optimismo las privaciones y sacrificios que debía soportar tanto por la pobreza del país como por el feroz bloqueo impuesto por EEUU y sus títeres en A. Latina y el resto del mundo. Ese optimismo se alimentaba de los progresos concretos que veía en la educación y salud gratuitas y universalizadas que a cualquiera permitía cursar estudios universitarios y a todos protegía en caso de enfermedad; además se saboreaban con mucha alegría las veladas en bailes donde corría la cerveza servida en envases de cartón de un litro, o las visitas a restaurantes o pizzerías que cada familia podía ver como posibles una vez por mes; y también se disfrutaba al menos mensualmente las novedades que ofrecían los cines y las permanentes delicias de la heladería Coppelia. Es cierto que había una clara discriminación de los homosexuales, y un porcentaje de gente que nunca aceptó o nunca se identificó con la Revolución, y que hacía los trámites para irse a los EEUU y/o practicaba la pequeña delincuencia. Pero a pesar de esta última en Cuba se respiraba un sentimiento de seguridad muy fuerte, avalado por el hecho de que en plena madrugada se podía caminar por La Habana sin temor de ser asaltado. Y el apoyo mayoritario al gobierno se constataba en cada gran acto de masas para conmemorar el aniversario del asalto al cuartel Moncada, o el Primero de Mayo.

 

Pero ya en esa época Sísifo notó algunos hechos que mostraban que el futuro socialista soñado por el Che no se estaba construyendo sin peros o sombras. Así, por ejemplo, la prensa escrita, radial y televisiva reservaba espacios mínimos a pensadores y pensamientos críticos, cuando los reservaba; y la gente revolucionaria creía cándidamente en lo que le decían esos medios, porque la educación tampoco era problematizadora, sino que machacaba sin discusión las mismas ideas vehiculadas por la prensa y los dirigentes del único Partido legal (el Comunista) y de las organizaciones legales de masas (que agrupaban, por ejemplo, a los sindicatos, las mujeres, los jóvenes, o los vecinos reunidos en cada barrio en los Comités de Defensa de la Revolución); en ese contexto ni la misma Universidad era espacio generador de críticas y propuestas capaces de prevenir o corregir a tiempo errores, y perfeccionar la democracia socialista.

 

Así, cuando en 1976 se discutió el Proyecto de Reforma de la Constitución, Cuba mostró dos realidades; por un lado la experiencia superdemocrática de que el texto fuera sometido a debate en cada centro de trabajo y educativo; pero al mismo tiempo, por otro, lo que Sísifo presenció en la fábrica en la que entonces residía, a saber, que la única propuesta que surgió allí fue la del cambio de nombre del país, agregándole el adjetivo “socialista”, al tiempo en que se aceptaba sin ninguna observación o demanda de cambio todo lo relativo a los derechos de los trabajadores de la ciudad y del campo, y de los ciudadanos, o el sistema electoral, por ejemplo. Años después Sísifo concluyó que en Cuba no serían publicados sus trabajos orientados al socialismo, y quizá él mismo no conseguiría trabajo como docente en la Isla (donde al parecer la sospecha de disidencia basta para ser expulsado del profesorado; un colega cubano le contó que cuando iba a presentar un trabajo sobre Estética en un congreso universitario que se realizaba en otro país de A. Latina, un responsable le dijo que sometería su texto a la consideración del responsable local del Partido, a lo que ese colega respondió con humor que no sabía que aquel responsable fuera un conocedor de la Estética).

 

Después vino la desaparición de la URSS y del llamado “campo socialista de Europa”, y entonces la modesta vida optimista de los cubanos se vio afectada de raíz, demostrando así que en buena parte dependía de los subsidios directos o indirectos de aquellos aliados. Cuba conoció el éxodo de los “balseros” que en cualquier embarcación de fortuna trataron de llegar a los EEUU, y el país entró en el llamado Período Especial en Tiempos de Paz, en el que ningún centro educativo o de salud fue cerrado, pero la mayoría de la población disminuyó de peso por la escasez de alimentos. El gobierno de EEUU esperaba que la Revolución implosionara, como la URSS y sus satélites europeos, pero Cuba resistió.

 

No obstante la sobrevivencia no mantuvo ni la estructura económica ni la modesta vida optimista de antes. El país estableció acuerdos con multinacionales, en especial en el sector turístico, que pasaron a tener peso decisivo en ese sector vital para la obtención de divisas. Al mismo tiempo, la ejemplar solidaridad internacional que antes había enviado (casi) gratuitamente a combatientes (como los que habían operado en guerrillas latinoamericanas, o los que después ya como Ejército ayudaron a Angola a derrotar a la racista Sudáfrica que la había invadido), a médicos, educadores y entrenadores deportivos a tantos países, ahora se volvió fuente de obtención de divisas o intercambio por petróleo, como ocurría, por ejemplo con la Venezuela de Chávez; en el caso de Brasil, por ejemplo, los médicos recibían efectivamente sólo una pequeña parte del salario que el gobierno brasileño pagaba al Estado cubano; claro que eso se justificaba desde Cuba aduciendo que esa contribución de cada profesional era la justa retribución al Estado por la educación gratuita que había recibido en Cuba desde su infancia; pero menos fácil era justificar la prohibición de que tales profesionales viajasen acompañados por su familia (en una especie de chantaje para mantenerlos fieles al gobierno cubano y obligarlos a regresar al país al fin de su contrato).

 

Posteriormente, cuando Cuba asumió en la segunda década del siglo XXI los Nuevos Lineamientos Económicos, y los consagró en la nueva Constitución discutida y votada en 2019, se hizo visible la distancia entre el nuevo rumbo y las ideas que el Che había defendido en su propuesta del Sistema Presupuestario de Financiamiento y en su crítica al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS (que permaneció inédito hasta 2006, cuando fue finalmente publicado en La Habana); básicamente porque se abrían diversos espacios a la empresa capitalista, desde la multinacional hasta la pequeña empresa de base familiar (pero que puede contratar mano de obra, perpetuando la esclavitud salarial capitalista). Eso no impidió que en setiembre de 2019 el propio gobierno reconociese que el país pasaba por otro período de escasez de productos básicos, como el aceite, y se viese obligado a reducir la frecuencia de ómnibus o trenes que ligan a ciudades a una sola frecuencia por semana, a causa de la disminución del flujo del petróleo venezolano, al tiempo en que el transporte público urbano sigue siendo tan escaso e infrecuente como antes. En ese nuevo tiempo Cuba aflojó las trabas para que sus ciudadanos puedan salir de la Isla y mucha gente que consiguió el dinero necesario para pagar su viaje se desparramó por diversos países (mientras en muchos casos esperan la posibilidad de irse al “paraíso” norteamericano).

 

Mientras Cuba pasaba por toda esa transformación, otra Revolución que parecía similar a la de la Isla, la nicaragüense, sucesivamente triunfó, fracasó y se transformó negativamente; apenas triunfó sufrió el brutal ataque de una guerra de contrarrevolucionarios financiada y organizada por los EEUU y que operaba en especial desde Honduras (donde EEUU tiene una gran base militar); agobiada por el desgaste de esa guerra la Revolución Sandinista convocó a unas elecciones que perdió en favor de una derecha que había mantenido lazos con el sandinismo; pero después asumió la dirección del país una derecha pura y dura; en ese lapso la dirigencia sandinista se dividió, en medio a varias acusaciones de corrupción; y cuando Daniel Ortega volvió a la presidencia en nombre del FSLN ya no tenía la confianza de Ernesto Cardenal y de otros importantes sandinistas, ni de muchos revolucionarios de A. Latina (algunos de los cuales llegan a decir que Nicaragua se convirtió en una dictadura de Ortega y su mujer, elevada al cargo de Vice-Presidente). Ahora bien, como Nicaragua, al igual que la Isla y la Venezuela chavista-madurista pasó a ser hostigada por EEUU en 2018 y 2019, el gobierno de Ortega cuenta al menos públicamente con el respaldo de Cuba.

 

En Europa, tras la caída de la URSS, los EEUU y la OTAN aprovecharon para destripar a la Yugoeslavia que supuestamente mantenía la bandera del socialismo, aunque se había separado de la URSS hacía mucho tiempo.

 

Después y en el siglo XXI en A. Latina se elevaron y se derrumbaron experiencias de gobiernos surgidos de elección popular que se denominaron “progresistas” en unos casos, y partidarios del “socialismo del siglo XXI” en otros. Entre los primeros se destacan los casos del auge y derrota del kirchnerismo en Argentina (y su resurgimiento reciente con la hace poco estrenada presidencia de Alberto Fernández), y del lulismo en Brasil; durante su auge no sólo se tomaron medidas de ayuda social a los más pobres, sacando de la miseria a millones, sino que también se edificaron con su participación organismos de integración autónoma en A. Latina (como la UNASUR y la CELAC) que claramente no agradaban a los EEUU.

 

En el momento en el que Sísifo escribe estas líneas se acaba de consumar la derrota electoral del “progresismo” del Frente Amplio en Uruguay, tras 15 años de gobierno. El país que lanzó el “socialismo del siglo XXI” fue la Venezuela chavista en 2005, y concitó la sintonía de Bolivia (con el nuevo Estado Plurinacional presidido por el aymara Evo Morales, ahora también recientemente derribado por un Golpe de Estado) y de Ecuador (con la “Revolución Ciudadana” encabezada por Rafael Correa). Pero en ese país el sucesor de Correa dio un giro de 180 grados y volvió a las políticas neoliberales atadas al FMI, el Banco Mundial y al gobierno de EEUU. Y en Venezuela campea una gravísima crisis económica (sin duda resultante simultáneamente de errores internos y de la guerra económica conducida por los EEUU) que ha sumido al país en una regresión de la producción petrolera, y con ello en una escasez de alimentos y remedios, que ha provocado un masivo exilio de venezolanos (algunos cifran esa deserción en más de dos millones de personas, en un país que tenía unos 30 millones de habitantes). En Bolivia Morales había adoptado una política que era una contradictoria conjugación entre una supuesta reivindicación del “buen vivir comunitario” de la cultura indígena y el desarrollismo extractivista, que, aliado a ciertas multinacionales, devasta el medio ambiente.

 

Por todo eso Sísifo extrae a esta altura de los tiempos las primeras conclusiones que siguen.

 

En primer lugar que la superación del capitalismo se ha revelado una tarea histórica muchísimo más difícil de lo imaginado cuando triunfó la Revolución en Rusia; al punto de que hoy ningún país puede ser catalogado como socialista en los conceptos de Marx y del Che.

 

En segundo lugar, que en el caso de los grandes países como Rusia y China (que cuentan con grandes poblaciones y muchos recursos naturales), hasta ahora no está claro por qué y en qué concreta y detalladamente fracasó el intento socialista; y fracasó al punto de que las mayorías de esos pueblos no se levantaron para oponerse a la reinstalación (o continuidad, o por el contrario, instalación, según los diferentes analistas) del capitalismo. En Rusia un filósofo comunista alega genéricamente como causa del hundimiento el hecho de que no había organización de la sociedad por la base y que predominaba una nomenclatura privilegiada. Por otro lado, lo que parece claro desde lejos es que el pueblo chino pasó a comer, a vestirse y a equiparse con tecnología actualizada muchísimo mejor de lo que lograba hacerlo en el período maoísta; pero ese logro se hizo adoptando el eslogan de Ten Tsiao Ping que reza “poco importa que un gato sea blanco o negro, desde que cace ratones”, o sea, reivindicando la mera eficiencia técnica con independencia del horizonte filosófico y proyecto político en el que se encuadre la acción. Ahora bien, ese cambio está siendo seguido por el heroico Vietnam, después de que derrotó sucesivamente a tres imperios; porque en 2008 Sísifo oyó decir a un filósofo vietnamita que el país se daba cien años de producción con iniciativas privadas para poder después volver a pensar en el socialismo; la pregunta que se hizo Sísifo es si al cabo de ese siglo el país querrá volver a pensar en el socialismo.

 

Así la experiencia indica que los países pobres como Vietnam y Cuba, sometidos a una sangrienta guerra y/o bloqueo no tienen los recursos materiales como para darles a sus ciudadanos el tranquilo confort frugal, sin recurrir a la empresa privada multinacional o nacional. Ahora bien, esa prescindencia, según el Che, es lo propio del socialismo orientado hacia el comunismo, o al ecomunitarismo, como prefiere decir Sísifo.

 

La República Democrática Popular de Corea entra también en ese caso, aunque su monarquía hereditaria en nada se asemeja a la idea socialista de la organización política imaginada por Marx y por el Che para el poscapitalismo.

 

Las derrotas electorales del “socialismo del siglo XXI” y del “progresismo” en A. Latina muestran que los adagios que pregonan respectivamente la “sabiduría popular” y el “instinto de clase del proletariado”, están rotundamente equivocados. Llevadas o no por la masiva manipulación mediática, las mayorías populares se muestran oscilantes entre una supuesta izquierda suave y una derecha más o menos dura y abiertamente neoliberal, o, incluso, fascista. (En Brasil hubo votos que antes habían sido del PT que se volcaron a Bolsonaro, y en Uruguay ex votantes de Mujica apoyaron al militar neofascista Manini).

 

Al mismo tiempo Sísifo constata que en todos los países capitalistas de los que tiene conocimiento hay minorías activas que pugnan usando diversas formas de lucha para disminuir las miserias del capitalismo, y, en algunos casos, por superarlo en un nuevo orden socioambiental (que Sísifo desea que sea ecomunitarista). En muchos casos se logran significativos avances que duran un tiempo histórico, y luego hay retrocesos pro-capitalistas (como ha ocurrido en los países que se autodenominan o se autodenominaron “socialistas”, sin que tenga elementos de juicio suficientes para juzgar lo que sucede en la RPD de Corea). En otros muchos esas luchas consiguen sólo pequeños avances parciales e inestables, pero no cejan.

 

Tal parece ser la tarea de Sísifo que la Humanidad parece haber emprendido hace milenios para ir más allá de las sociedades clasistas, y en estos últimos dos siglos, para ir más allá del capitalismo.

 

Breve caracterización del capitalismo

 

El capital es la relación social que media entre los dueños de medios de producción y los que trabajan para ellos como asalariados en esos medios. El capitalismo reposa sobre la valorización del valor que ocurre a través del robo de plusvalía arrancada por los capitalistas a sus asalariados. El valor es la cantidad de tiempo socialmente necesario para producir una mercancía. La mercancía es la entidad de doble faz constituida por el valor de cambio (llamado simplemente “valor”) y el valor de uso, que es el soporte material del valor (o sea, el “objeto” útil para satisfacer una determinada necesidad, como lo es una olla, para satisfacer la necesidad de cocinar). El valor (a través de procedimientos que no analizamos aquí) se expresa como precio en una determinada suma de dinero. El dinero es la medida universal de valor, que facilita el intercambio de todas las mercancías, incluyendo la mercancía fuerza de trabajo, cuyo valor (que el capitalista paga o debería pagar como salario) es la suma de los valores de las mercancías necesarias para que el trabajador reproduzca en él y sus descendientes la fuerza de trabajo (que el capitalista pondrá a su servicio en las generaciones presente y futuras). La plusvalía es la suma de valor que supera el valor de la fuerza de trabajo (el salario) y que el capitalista se embolsa gratuitamente, a costa del asalariado. Tal remanente deriva del hecho de que el trabajador trabaja más allá del tiempo que equivale al necesario para “pagarle” al capitalista el valor de la fuerza de trabajo, recibido como salario (plusvalía absoluta) y/o del hecho de que disminuye el valor de la fuerza de trabajo por las innovaciones tecnológicas que hacen posible reducir el valor de los bienes que conforman su valor, sin que disminuya la jornada laboral del asalariado (plusvalía relativa). La ganancia es el remanente de valor de que se apropia el capitalista (mediante la plusvalía) luego de haber compensado los desembolsos que hizo por concepto de salarios, materias primas y auxiliares, fracción de las maquinarias desgastadas en el proceso de producción de una determinada cantidad de mercancía, y cualquier otro gasto generado por esa producción. Ahora, como dijo Marx (anticipando la actual devastación ecológica y la mercantilización de todas las dimensiones de la vida humana), en la lógica de la ganancia propia al capitalismo, se ven socavadas las dos fuentes de la riqueza: el ser humano y la Tierra. En esos conceptos simples (y que presentamos de forma simplificada) reside la explicación de la esencia del capitalismo. Y así, como lo señaló el Che, mientras haya aplicación de la ley del valor, mercancía, salario y dinero, el capitalismo no habrá sido superado (y tampoco eventualmente otras formaciones económicas que lo precedieron históricamente y pueden convivir con él, aplicando las categorías mencionadas). Analizando a la URSS el Che previó que la sobrevivencia de esas categorías en su vida económica amenazaba retrotraer a la URSS al capitalismo puro y duro; y 35 años después la Historia le dio la razón.

 

Dificultades económicas para superar al capitalismo

 

Aquí, inspirándonos del Che, habremos de considerar algunas dificultades materiales-estructurales de la economía planificada (por definición libre de la atomización de las empresas privadas propias del capitalismo), y de la domesticación de la ley del valor (con la consecuente extinción del dinero)

 

El Che propuso un sistema centralizado de planificación y gestión de recursos presupuestarios, naturales y humanos. Según su propuesta todo el país se organizaría como una única gran empresa, cuyas secciones (o sea cada instalación en particular) intercambian productos, servicios y trabajadores entre sí sin que ello sea un intercambio de mercancías, o sea, superando la ley del valor, pues es posible desviarse de ella desde que en el total de la economía se hagan las compensaciones necesarias; en ese contexto al interior del país el dinero pasa a ser dispensable rápidamente, aunque en un inicio se mantengan los precios y salarios, que estarán regulados; en el caso de los últimos la propuesta del Che es que el estímulo principal del trabajador sea el moral, a saber el entusiasmo y orgullo de construir una sociedad mejor que la capitalista, y que cualquier elevación en la tabla salarial fuera el resultado de una mejor capacitación, pero supeditada al esfuerzo colectivo (de tal manera que lo individual se encajase siempre armónicamente con lo colectivo, a saber, en última instancia la gran comunidad nacional). A ese propósito el Che criticó a los koljoses de la URSS porque consideró que tenían intereses de pequeñas comunidades que entraban en choque con los de la gran comunidad, y en ello vio una supervivencia del capitalismo que podría retrotraer a todo el país hacia el capitalismo. Sobre la domesticación de la ley del valor en el socialismo, el Che recordaba la frase de Lenin según la cual los Bancos tendrían que ser simples cajas de registros de los intercambios, sin cobro de intereses ni ganancias.

 

Ahora, bien, las propuestas del Che tuvieron corta vida incluso en Cuba, y fueron alteradas antes mismo de su salida del país para combatir en el Congo.

 

Veamos algunas de las dificultades de esa propuesta.

 

En primer lugar hay que destacar la dificultad de hacer un censo correcto y completo de las necesidades que deben ser cubiertas, a los efectos de elaborar el correspondiente Plan de producción y distribución, capaz de satisfacerlas. Ambos planes se guían por el confort frugal-ecológico que se basa en la libertad individual de decisión que se aúna en consensos (como lo exigen, respetivamente la primera y la segunda normas fundamentales de la ética), y también con la preservación y regeneración permanente de la salud de la naturaleza humana y no humana (como lo exige la tercera norma fundamental de la ética).

 

En segundo lugar está la dificultad de elaboración de ese Plan de producción y distribución, en especial de la coordinación de los delegados de los productores libremente asociados y del equipo de especialistas que en algún momento tendrá que asumir la responsabilidad de su sistematización, por un lado, con la amplia discusión-elaboración democrática de los datos y de las directrices generales del Plan, que debe brotar del conjunto de la ciudadanía, desde todas las instancias donde se organice, que van desde lo local hasta lo nacional (y lo mundial cuando el ecomunitarismo tenga esa dimensión). Porque si la balanza se tuerce en favor del equipo, hay grave peligro de entronizar una elite burocrático-técnica que impone su criterio a la ciudadanía sin hacerse el vocero de la misma; y si pende hacia la amplia discusión democrática hay peligro de una dispersión y tardanza tal que hace imposible la definición del Plan de producción y distribución en tiempo y forma adecuados. Al parecer la utilización de los recursos informáticos y de internet permiten en principio efectuar esa articulación, mediante la información y discusión a distancia que complemente las presenciales, incluso en lo que a votaciones-decisiones se refiera.

 

Dentro de esa dificultad genérica se encuadran los problemas de distribución eficiente económicamente y ágil para satisfacer las necesidades de la ciudadanía, que exigen evitar al máximo las largas distancias entre los centros de producción y los locales donde sus frutos son consumidos; por ejemplo, aunque sea racional desde el punto de vista económico que todos los zapatos de un pequeño país sean producidos en una única fábrica, ello trae aparejado el problema de que para abastecer al lugar más alejado de esa fábrica se requerirán más recursos y más tiempo, que si, por lo menos en lo que se refiera a los zapatos de uso más común, hubiera en el país una docena de fábricas repartidas estratégicamente en su territorio.

 

Esa cuestión tiene otra expresión mayúscula en la matriz energética. Hoy en muchos países (y pensamos en especial en A. Latina, como lo hacemos en toda esta reflexión) las fuentes solar y eólica permiten descentralizar los centros de producción y distribución de manera racional y económica. A lo que se suma el hecho de que el país queda más prevenido contra la posibilidad de mega-apagones, como los que ocurren en sistemas totalmente interconectados y centralizados.

 

Ahora bien, la adecuada armonización entre la discusión general que abarca a toda la ciudadanía y la tarea del equipo de sistematización es cuestión clave para que se pueda efectivamente superar el trabajo alienado propio del capitalismo, tal como la caracterizó Marx (desde los Manuscritos Económico-filosóficos de Paris, de 1844). Porque como lo mostró Marx, la superación del trabajo alienado supone la superación:

 

a) de la separación del trabajador en relación al trabajo, haciendo desaparecer el desempleo en actividades que rotativamente permitan a cada individuo desarrollar alternadamente sus vocaciones, en una rotación de trabajos que supere la división entre lo manual y lo intelectual, y lo urbano y lo rural, y al mismo tiempo, con una disminución progresiva de la jornada laboral para que quede cada vez más tiempo libre para que cada individuo se desarrolle más allá de la producción material en la cultura, el deporte, y también para goce con el ocio de la alegría de vivir;

 

b) de la separación entre los productores y el producto de su labor, haciendo que éste revierta directa o indirectamente en su totalidad a cubrir las necesidades de los productores, sus dependientes y descendientes,

 

c) de la separación entre el trabajador y la naturaleza, en una reapropiación de la naturaleza no humana por la comunidad humana (organizada desde el nivel local hasta el planetario) para satisfacer las necesidades de cada individuo, al tiempo en que se la trata como casi-sujeto al preservarla y regenerarla en permanencia, evitando su devastación y su contaminación irreversible.

 

d) de la separación entre el productor y la actividad productiva, por cuanto producirá en conformidad con sus diversas vocaciones, que la comunidad armoniza para que ninguna necesidad quede sin cubrir, y cubriendo las tareas socialmente necesarias para las que no haya vocaciones de dos maneras: inventando máquinas y procedimientos que permitan prescindir de la actividad humana en esas tareas, o, durante el tiempo en el que ello no sea posible, distribuyendo rotativamente y equitativamente las tareas no deseadas, para que nadie sea sacrificado en su ejercicio más de lo que lo sea su vecino,

 

e) de la separación entre cada ser humano y su semejante, mediante la realización de la comunidad solidaria en la que cada uno aporta según sus capacidades y recibe según sus necesidades para desarrollarse como individuo universal (o sea, multifacéticamente en lo físico y lo espiritual, según sean sus vocaciones), y,

 

f) de la separación entre cada individuo y él mismo, pues cada individuo universal estará en paz y armonía consigo mismo (al menos en los aspectos esenciales de su vida, pues los humanos nunca escaparemos totalmente a la imperfección).

 

Apoyándonos en las ideas del Che y en su crítica al ya mencionado Manual de la URSS cabe preguntarse por qué no fue posible ni en la URSS ni en la actual Cuba disminuir la presencia del dinero; porque cuando la economía estaba en lo esencial en manos del Estado, ¿por qué no se pudo atender las necesidades individuales-familiares directamente a partir del gran fondo generado por la producción, sin tener que pasar por el uso del dinero?; porque incluso los transportes públicos podrían ser gratuitos (desde que sus costos estén incluidos en el Plan, como al parecer lo están en la RPD de Corea) y lo mismo se podría decir de los cines, teatros y espectáculos culturales y deportivos (dándole a cada trabajador bonos que le permitan, por ejemplo, asistir a tal cantidad de esos eventos por mes). Claro que si parte del mundo aún permanece capitalista el dinero sería necesario para el comercio exterior y para los viajes (incluso de vacaciones) al exterior, y ese dinero sería captado por el país gracias a su exportación de bienes y servicios.

 

Dificultades culturales para superar al capitalismo

 

En A. Latina hay que considerar las dificultades culturales inherentes a la llamada “cultura occidental” que expandió el capitalismo a todo el mundo, las inherentes a las culturas indígenas y negras (obviamos aquí otras importantes pero minoritarias, como la asiática, muy presente en algunos núcleos poblacionales de nuestras tierras), y las derivadas de la apuesta intercultural propia al nuevo orden socioambiental poscapitalista al que aspiramos.

 

La cultura occidental que diseminó el capitalismo está marcada por el egoísmo individualista, la indiferencia recíproca y aún la violencia hacia otros.

 

El egoísmo individualista es un reflejo de la atomización recíproca entre los productores que son víctimas del trabajo alienado en el capitalismo, una de cuyas expresiones es la alienación en relación al otro ser humano; y si la misma opone a capitalistas y asalariados (con intereses opuestos en lo relativo al monto del salario, a la duración de la jornada laboral y a las condiciones de trabajo), también opone a trabajadores entre sí (que se enfrentan, a pesar de que los sindicatos históricamente intentan impedirlo, como competidores en la búsqueda y en la conservación del trabajo, que siempre pueden perder a manos de otro asalariado), y también entre capitalistas (por su oposición en la competencia y en la búsqueda de financiamiento, aunque se puedan aliar temporalmente, por ejemplo, para enfrentar como clase a los asalariados).

 

Es obvio que esa cultura del egoísmo individualista se opone a toda formación colectiva de las voluntades, tanto en lo relativo al censo de las necesidades, como a la elaboración y ejecución del Plan de producción y distribución que las satisfacen. Una complicación particular en ese contexto es la aceptación del principio que reza “de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades, respetando los equilibrios ecológicos”, pues el mismo implica que alguien con mayor capacidad de producción no necesariamente va a recibir más del producto social a causa de eso; así si sus necesidades (por ejemplo por tener una familia menor y/o sin enfermedades crónicas) son menores que las necesidades mayores de otro de menor capacidad que él (y que por ello contribuyó menos a la formación de aquel producto), recibirá menos que ese segundo.

 

En lo que tiene que ver con las culturas indígenas y negras, su pasado comunitario (que es presente fuerte en muchas comunidades, en especial las indígenas) facilita la instauración de la organización productiva-distributiva poscapitalista que arriba hemos bosquejado. Pero también estas culturas presentan insuficiencias que deben ser superadas, como lo es la posición inferior de la mujer en la trama social, en la que, al igual que en la cultura occidental, el machismo es milenario. Y además hay que notar que hoy el capitalismo ha logrado penetrar en varias de esas comunidades, y las inoculan con el deseo de ganancia y de lujos, aunque sea al precio del trabajo alienado y de la devastación de la salud de la naturaleza humana y no humana, contradiciendo la propia visión anterior del “buen vivir”.

 

En lo relativo a la solidaridad intercultural en un orden socioambiental ecomunitarista hay que destacar la dificultad de identificar los temas y terrenos en los que cada cultura debe ser complementada por la otra, mediante un diálogo desprovisto de subordinación o de invasión no deseada. Así por ejemplo, en pro de la salud humana, hay que pensar en la adopción por parte de las comunidades indígenas de la parte indispensable de la medicina occidental por parte de las comunidades indígenas para vencer enfermedades (a veces contagiadas por los propios blancos) para las cuales la medicina indígena no tiene soluciones suficientemente eficaces; pero resulta evidente que en perspectiva intercultural ecomunitarista esa adopción sólo puede ser resultado de una libre elección informada por parte de las comunidades indígenas, en un diálogo intercultural solidario.

 

Ahora bien, para que ello sea posible, los blancos (o sea, los portadores de la cultura occidental) deben aprender las lenguas indígenas que tienen a su alrededor (y esto varía de país a país), para que haya un verdadero diálogo, con comprensión del Universo de los pueblos indígenas y las comunidades negras. De ellas tienen muchísimo que aprender en lo relativo al trato preservador-regenerador de la Pacha Mama, evitando toda devastación y contaminación irreversible (sin que en estas palabras vaya una idealización falsa de tales comunidades, pues ellas también han sido a veces escenarios de aquellos nefastos acontecimientos).

 

A su vez, esas comunidades tienen que estar abiertas a cambiar hábitos, por ejemplo en el trato de la mujer (como se está empeñando en hacerlo la cultura occidental), a partir del convencimiento de las exigencias de un nuevo orden socioambiental que supere el capitalismo, y que no es un simple regreso al estado de esas comunidades antes de la Conquista (o del comercio negrero), porque es innegable que hay recursos tecnológicos desarrollados por la cultura blanca (por ejemplo la informática e internet) que se revelan como indispensables a esta altura de los tiempos para la organización de la sociedad poscapitalista. En ese contexto hay que incluir el problemático uso consensuado de los recursos naturales, porque, por ejemplo, puede que en función del Plan nacional que a todos satisface, deba ser afectada una floresta que una comunidad indígena pueda querer preservar intocada a toda costa en función de su tradición cultural; pero esa afectación nunca podrá hacerse sin el consenso de dicha comunidad indígena, so pena de traicionar el corazón mismo de la sociedad intercultural poscapitalista, en una de sus principales expresiones en A. Latina. Y al mismo tiempo, con ese espíritu, la discusión del Plan nacional deberá evaluar todas las posibilidades de satisfacer las necesidades de todos sin afectar para nada esa floresta (por lo menos deliberada y directamente, porque los efectos indirectos de la acción humana son numerosos y a veces imprevisibles).

 

En los parágrafos anteriores ya hemos caracterizado las dificultades atinentes a la vivencia intercultural que debe signar al nuevo orden socioambiental poscapitalista en el nivel “macro” de A. Latina. En lo “micro” la articulación intercultural supone armonizar las diversas vivencias urbanas con las rurales de un país y una región, por ejemplo, y dentro de las primeras, las de las diversas “tribus” que las componen (por ejemplo, desde los núcleos de la tercera edad hasta los de los jóvenes inspirados por el rap, o los de las comunidades LGBT). Y es evidente que eso no es nada fácil, pero sólo el respeto a las tres normas básicas de la ética puede dar el rumbo para caminar rumbo a las soluciones.

 

Ahora bien, dijimos que la llamada “cultura occidental”, además de acunar el egoísmo individualista que nutre la competencia recíproca, también incentiva la indiferencia y la violencia recíprocas.

 

En lo que respecta a la indiferencia hay experiencias que muestran que cuanto mayor es el desarrollo capitalista de una localidad, mayor es la indiferencia recíproca entre las personas; así un actor fingió que no se sentía bien en la calle y los resultados fueron los siguientes; en un pueblo pequeño con fuerte influencia indígena o rural pre-capitalista o de capitalismo incipiente, prácticamente todos los transeúntes se pararon para prestarle ayuda; en una ciudad mediana con capitalismo más desarrollado de industrias y comercios y algún banco, son tantos los que los ayudaron como quienes pasaron de largo; y en la gran urbe capitalista, con rascacielos, tránsito infernal, grandes industrias y muchos Bancos, casi nadie se detuvo para ayudarlo.

 

Al mismo tiempo la violencia está siempre latente en la vida cotidiana de la A. Latina capitalista, y aflora ya dentro de la casa donde los adultos expresan sus frustraciones o temores (por la falta o inestabilidad en el empleo, o por el menosprecio de los jefes en su trabajo, o por dificultades financieras) agrediéndose entre sí (en especial es masiva la violencia contra la mujer, por parte de sus compañeros, o responsables, en caso de ser menor), o agrediendo a los niños. Y esa violencia se respira en el barrio, donde son frecuentes los homicidios por los más diversos motivos (más aún cuando el narcotráfico y la gran delincuencia están allí instalados). A su vez, en las calles abundan los robos y los asaltos. Y no escapan a la violencia los estadios deportivos, donde las continuas agresiones llegan a veces hasta el asesinato.

 

La única respuesta para la competencia, la indiferencia y la violencia interindividual está dada por la convivencia pacífica y solidaria que asegura a todos lo necesario para desarrollarse como individuos, que debe ser propia del nuevo orden socioambiental poscapitalista a partir de la aplicación del principio que reza “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y el diálogo intercultural”.

 

Dificultades políticas, educativas y comunicativas para superar al capitalismo

 

Ahora bien, el nuevo orden socioambiental poscapitalista necesita combinar su base económica con una articulación política y comunicativa que esté alimentada por una educación socialmente generalizada.

 

En lo político el gran desafío consiste en superar la seudodemocracia seudorrepresentativa vigente en el capitalismo, por una democracia participativa que siempre que sea posible sea ejercida de manera directa. Para ello en sociedades con mucha población y grandes extensiones geográficas es evidente que se deben usar todos los recursos que proporcionan la informática y la internet; así, por ejemplo, los millones de asambleas locales y los cientos de plebiscitos o referendos que en pleno capitalismo Suiza ha organizado desde hace dos siglos, pueden hoy en cualquier país abarcar desde los asuntos más generales (como lo es la elaboración del censo de las necesidades y la elaboración del Plan de Producción y Distribución) hasta los más locales (como lo es la determinación por los vecinos de un barrio sobre cómo debe funcionar allí el centro de salud o qué tipo de arborización es la mejor). Al mismo tiempo, todos los cargos y responsabilidades que sea imprescindible mantener tienen que ser revocables por decisión de los electores (por lo menos una vez a la mitad el mandato) y con número de mandatos limitados (para evitar que una nomenclatura se petrifique en el poder, y para favorecer la rotación de, teóricamente, todos los ciudadanos en el ejercicio de esas funciones).

 

En ese sentido vale la pena investigar críticamente en detalle el modelo de democracia que ofrece Cuba a partir de la promulgación de su reciente nueva Constitución; en principio lo que podemos decir es que si por un lado en él se puede percibir que la democracia no pasa necesariamente por el pluripartidismo, por otro lado parecen frágiles los argumentos cubanos que, respectivamente, nos dicen que hay participación efectiva de los trabajadores en la elaboración del censo de necesidades y en el Plan de Producción y Distribución, y que niegan la influencia decisiva del Partido Comunista en las elecciones de los diversos cargos electivos; simultáneamente hay que constatar la casi ausencia de plebiscitos o referendos en la política cubana, y el hecho de que los Rectores de las Universidades no son electos por su respectiva comunidad universitaria (en un ejercicio democrático que Uruguay, por ejemplo, implementó hace más de sesenta años).

 

En Venezuela, donde se mantuvo buena parte de la economía en manos privadas, ha sido también notoria la dificultad de empoderar realmente al Poder Popular a partir de los Consejos Comunales y las Comunas, y de reestructurar completamente al Estado para que camine rumbo a su disolución (o casi) a través de la democracia directa cada vez más efectiva y abarcante. Lo que se ha visto, por el contrario, ha sido una gran concentración de poder en manos del Presidente, del Partido dominante, de una cúpula militar no electa por el pueblo, de los órganos del Estado burocrático y de los dirigentes de los sindicatos y gremios oficialistas.

 

Desde el punto de vista comunicativo el nuevo orden poscapitalista debe poner los medios de comunicación en manos de los individuos y de las comunidades, y a nivel nacional hacerlos públicos, lo que significa supeditarlos a la diversidad de aquellos mismos individuos y comunidades, sin permitir monopolios u oligopolios de ningún tipo. O sea, que al mismo tiempo en que se superan los actuales monopolios u oligopolios mediáticos capitalistas, no se transfiere ese sector a ningún otro tipo de monopolio. En ese sentido otra vez hay que denunciar la carencia del modelo cubano cuando hasta el advenimiento de internet, por lo menos, no supo descentralizar los medios, ni siquiera en manos de Universidades que, aun siendo francamente favorables al socialismo, en mucho podrían contribuir con críticas y propuestas constructivas a través de radios, TV’s y otros medios.

 

En el orden educativo se hace necesaria la generalización de una educación ambiental ecomunitarista, que incentive la aplicación de las tres normas básicas de la ética y que incluya, entre otras: a) una permanente crítica y corrección de los problemas socioambientales con soluciones comunitario-participativas, de los estudiantes, docentes y vecinos en general, y propias del nuevo orden, b) una educación sexual socialmente generalizada (en centros educativos, barriales, productivos, sociales, culturales, deportivos, etc.) orientada al gozo del libre placer consensualmente compartido, y a la superación del machismo y la homofobia, y, d) una práctica deportiva para el cultivo del cuerpo y de la mente, sin ningún afán de ganancia ni competencia.

 

Dificultades subjetivo-individuales para superar al capitalismo

 

Es evidente que los individuos capaces de construir y mantener el orden poscapitalista tendrán que ir superando el individualismo egoísta (competitivo, indiferente y violento) del capitalismo. Ahora, para que los individuos vayan consolidando el nuevo perfil es indispensable que el nuevo orden les entregue efectivamente lo que necesitan para su frugal confort ecológico, porque sin esa recompensa decaerá su ánimo y tenderán a ceder ante la seducción de la vuelta al capitalismo. Y aquí ha estado la gran deficiencia de Cuba, porque es imposible exigir durante décadas que cada ciudadano común tenga el mismo espíritu ascético de auto-sacrificio del Che. Grandes multitudes están dispuestas a soportar ese sacrifico por períodos más o menos previsibles y esperando la venidera recompensa material y espiritual, pero no puede esperarse de ellas una renuncia indefinida a la cobertura de necesidades básicas que no son tan difíciles de obtener (como lo es el aceite).

 

Sólo en ese contexto el individuo podrá superar tanto el espíritu del “no te metas”, que lo lleva a ocuparse sólo de lo que le conviene y lo premia sin comprometerse en ningún esfuerzo comunitario de largo plazo, y el ventajismo que lo hace tratar de sacar ventajas en todo lo que involucre a otros; o la práctica que consiste en hacer sólo lo mínimamente necesario estipulado por alguna instancia colectiva. El individuo reforzará y ampliará su conducta solidaria más allá del mínimo necesario explícitamente exigido de él, en la medida en que ve que la solidaridad también lo beneficia palpablemente desde el punto de vista del frugal confort material y espiritual compatible con la manutención de los equilibrios ecológicos y la interculturalidad. Ese individuo tampoco tendrá miedo ni será pusilánime a la hora de denunciar y ayudar a corregir errores que a todos perjudican, y, por ende, también a su confort individual.

 

Una gran cuestión estriba en determinar si en cada individuo está presente y es insuperable la “pulsión de muerte” que enunció Freud, que, oponiéndose a la de vida, empuja siempre hacia la autodestrucción y la destrucción de los otros. Para el bien de la Humanidad y de las posibilidades del orden poscapitalista, esperamos que Freud se haya equivocado, o que, por lo menos, si existe, esa pulsión sea superable.

 

La cuestión militar

 

Es obvio que el poscapitalismo habrá de prescindir de toda fuerza militar (a no ser la indispensable para la defensa ante una eventual agresión interplanetaria) o policial. La convivencia pacífica y solidaria hace obsoletas a las actuales Fuerzas Armadas y Policiales. Los casos de desvío individual serán fácilmente controlados y corregidos por la propia comunidad organizada. Y en un orden poscapitalista que abarque a todo el planeta han desaparecido los conflictos bélicos (y otros) entre países (en función del censo planetario de las necesidades y del Plan planetario y solidario de Producción y Distribución para satisfacerlas)

 

Ahora, durante el tiempo en el que resten países capitalistas, aquellos embarcados en la construcción del nuevo orden deberán velar para que sus fuerzas militares defensivas sean expresión de la comunidad organizada y nunca se constituyan en un foco de poder autónomo que comprometa la estructura entera del nuevo orden; las Milicias Populares y la rotatividad de las fuerzas especializadas son las herramientas más adecuadas para garantizar lo uno y evitar lo otro.

 

Yugoeslavia: una advertencia para algunas de mis ideas

 

Cuando se mira la experiencia del socialismo yugoeslavo, se percibe que algunas de las ideas que propongo fueron por lo menos en alguna medida implementadas en Yugoeslavia, y después fracasaron. A manera de resumen reproduciré aquí textualmente (menos los gráficos) el análisis de Miguel Guerrero Boldó, publicado en 2016 (y disponible en internet).

 

En la Constitución yugoslava (a partir de los años cincuenta) se concretó un principio de obligatoriedad para organizar el trabajo por parte de los trabajadores en todos los escalones y etapas del proceso productivo. Desde la segunda mitad de los años sesenta y a comienzos de los setenta, comenzó a observarse que estas transformaciones en las relaciones de producción erigían, de facto, a una capa social privilegiada por su condición y posición económica. Para el asentamiento del modelo y su posterior desarrollo, era imprescindible que la sociedad adquiriera conciencia comunitaria, fuera cada vez más capaz de tomar decisiones que no obedecieran al mero acto voluntarioso, y se naturalizase el proceso. La descentralización jugaba un papel fundamental en un sistema autogestionario que tenía que configurarse, por definición, a partir de la democracia directa, más que de la representativa. Debía conciliar los intereses divergentes que componían los procesos de toma de decisiones Así, los problemas se resolverían cada vez más a nivel local, pero esto trajo consigo, por citar algunos de los efectos indeseados más relevantes, la atomización de los trabajadores y el dominio nacionalista de los años setenta.

 

En Yugoslavia, la autogestión en una organización de trabajo se creaba de dos maneras: "directa" e "indirectamente". En la Constitución (a partir de los años cincuenta) se concretó un principio de obligatoriedad para organizar el trabajo por parte de los trabajadores en todos los escalones y etapas del proceso productivo. Esto debía ser así en todas aquellas organizaciones que constituyesen una unidad económica [1], en todos los problemas relativos al trabajo, a las relaciones dentro de la empresa, a la distribución de los ingresos y a todas las cuestiones relacionadas con su situación económica. Sin embargo, la naturaleza del trabajo, en ocasiones, según Branko Bruckner, imposibilitaba la intervención de los trabajadores en las decisiones, por lo que nos encontraríamos ante una autogestión "indirecta". Este modo de autogestión se fundamentó en una delegación, por parte de los trabajadores, de las funciones directivas, a los órganos elegidos por ellos. Dos formas de intervención directa de los trabajadores, en la gestión de la empresa, eran las asambleas de trabajadores y los referéndums. Bajo estos procedimientos, los trabajadores podían intervenir expresando sus opiniones y propuestas para la resolución de cuestiones relacionadas con la marcha de la empresa. En los distintos sectores, las empresas eran dirigidas por los consejos de trabajadores, compuestos de 15 o 20 personas electas cada dos años por los colectivos de trabajadores. Se celebraban reuniones mensuales de estos consejos, abiertas a todos los miembros de la colectividad y “se discutía y tomaba decisiones concernientes a los precios, productos, publicidad, organización en el lugar de trabajo, aumento de la fuerza laboral, condiciones de trabajo, y los salarios relativos a los distintos grupos de trabajadores de la empresa.

 

Una de las decisiones más significativas fue cómo invertir los ingresos de la firma y cuánto sería distribuido como ingreso personal”. Los obreros comenzaron a ser considerados como un mero instrumento de la restauración de las relaciones capitalistas, la autogestión se convertía en un asunto para un futuro a largo plazo. Los cambios acaecidos en las relaciones de producción (sobre todo a partir de las reformas de 1964-65) fueron seguidos por alteraciones en la estructura social de la sociedad yugoslava.

 

Desde la segunda mitad de los años sesenta y a comienzos de los setenta, comenzó a observarse que estas transformaciones en las relaciones de producción erigían, de facto, a una capa social privilegiada por su condición y posición económica. Se pusieron en marcha una serie de reformas que orientaron el sistema económico hacia una pérdida de poder por parte de los trabajadores. Estas beneficiaron al capital financiero en detrimento del productivo, se dio un ensanche de los límites del mercado y se propagó la tecnocratización creciente del sistema. Sin embargo, desde la introducción del sistema autogestionario en 1954, ya se puede encontrar, en el diseño del mismo, contradicciones que favorecieron y estimularon los problemas sistémicos posteriores. Fueron, fundamentalmente, la limitación de la autogestión exclusivamente al ámbito de la empresa, y la reducción de la misma a la distribución del ingreso.

 

Las contradicciones generadas por el diseño del sistema autogestionario se originaron en esta fase (1954-1965), aquí comenzó a advertirse la ideología típicamente tecnocrática que definió la etapa posterior. Pese a todo, la mejora de la situación de Yugoslavia en el comercio internacional, fue uno de los factores fundamentales de este periodo, de cara al aumento significativo de las fuentes de inversión y la apertura de nuevos mercados que dio una salida a su volumen creciente de exportaciones. Hasta 1965 se creó una base real, aunque partiera de niveles de desarrollo bajos, para que se establecieran los objetivos de los planes. Sin embargo, tras las reformas de mediados de los sesenta, se desmantelaron los fondos de inversión y se fue abandonando toda vocación planificadora por parte del Estado federal; hubo una ampliación de los mecanismos de formación de los precios a partir del mercado y el sistema bancario se transformó, orientado, cada vez más, hacia un criterio de asignación de recursos fundamentado en el principio de la rentabilidad monetaria.

 

Los obreros comenzaron a ser considerados como un mero instrumento de la restauración de las relaciones capitalistas, ya que la autogestión se convertía en un asunto para un futuro a largo plazo. La gerencia democrática fue aprovechada para promover la atomización nacionalista, el elitismo y la libertad de mercado. Los bancos y los grandes productores se convirtieron en los agentes clave dentro del sistema económico, y a los trabajadores se les instó a realizar sacrificios en pos del éxito de estas formaciones. La propiedad social (el modelo de propiedad yugoslavo pretendidamente diferenciado de la estatal), fue interpretada en este periodo como una propiedad de los colectivos de empresas coordinados por los bancos. En los consejos obreros bajó la participación de los trabajadores del 76% en 1960 a 73,8% en 1965 (primer año de reformas), mientras que en los comités de gestión del 67,2% a 61,9% en el mismo periodo. El número de obreros presidentes de los consejos obreros disminuyó del 74,1% en 1962 al 65,8% en el año 1965 [4]. Este proceso desembocó en el surgimiento de un poder financiero y comercial cada vez más independiente y mucho más poderoso que el capital productivo, que incurría, a su vez, en una contradicción evidente con las relaciones autogestoras. A partir de 1964-1965, las organizaciones de trabajo pasaron a ser fundadoras de bancos junto con las comunidades sociopolíticas pero ante un déficit cada vez mayor de medios en las actividades bancarias, comenzó a iniciarse un ciclo de encarecimiento constante del capital.

 

El acceso al crédito se redujo a aquel que podía permitirse afrontar una tasa de interés cada vez más alta. Esto provocó que las organizaciones de trabajo agravaran su dependencia de los bancos a partir de la fase de endeudamiento que se inició. Los bancos comenzaron a comportarse cada vez más como rentistas sin soportar riesgos en las inversiones, sin asumir responsabilidad alguna por el desarrollo y el trabajo asociado. Desde 1971 se establecieron una serie de enmiendas constitucionales que abolieron el derecho a invertir de la Federación. Esto tuvo una gran trascendencia, ya que, hasta el momento, el monopolio financiero de las inversiones lo ejerció el poder del Estado federal. Estas reformas venían dadas, en parte, por las presiones de las repúblicas más desarrolladas (Croacia y Eslovenia), que pusieron en tela de juicio las políticas de redistribución desde las regiones más ricas a las menos desarrolladas. Por otra parte, se originó una descentralización mercantil que respondía a una demanda creciente de derechos de autogestión reconocidos a los trabajadores (como derechos de empleo y de despido, derecho de gestión de diversos fondos, etc.) que, en realidad, estaba cuestionando cualquier intromisión estatal. A partir de aquí, ya no se logró revertir una tendencia capitalista y nacionalista que se vio favorecida por el contexto de crisis global que se advenía. 

 

De lo arriba expresado se deduce que la descentralización económica (lo opuesto de la centralización defendida por el Che) puede llevar al fracaso del modelo, con lo que el desafío para un eventual futuro modelo socialista consiste en articular la planificación central (plano de lo global, como dirían los ecologistas) con la descentralización (plano de lo local, según los ecologistas); y obviamente que eso dista mucho de ser sencillo y eficiente. Y mi idea es que también la planificación central debiera tener un primer momento basado en el ejercicio de la democracia por parte de la ciudadanía en general, que debiera definir el censo de las necesidades y las opciones mayores de la manera de resolverlas, por ejemplo, determinando entre dos opciones diferentes ofrecidas por los técnicos, si está dispuesta a trabajar más horas para conseguir determinados bienes o servicios, o si desea trabajar menos horas porque se contenta con menos bienes y servicios.

 

Ahora bien, registrado todo eso, hay que señalar que según una encuesta de Gallup divulgada en 2017 la gran mayoría de los habitantes de la ex-Yugoeslavia pensaba que en el socialismo vivían mejor; concretamente, alrededor del 81% de los serbios juzgaban desastrosa la disolución de Yugoslavia, y compartían tal opinión el 77% de los bosnios, el 65% de los macedonios, el 41% de los eslovenos y el 23% de los croatas. Y algunos importantes números económicos mostraron que efectivamente era así, con la única excepción de Eslovenia (de todos los actuales países que antes hicieron parte de la Yugoeslavia de Tito).

 

Conclusiones provisorias

 

No tenemos respuesta para la pregunta sobre si es posible que un país o un grupo de países puede efectivamente ir más allá de la ley del valor, la mercancía, el salario y el dinero, mientras el resto del mundo permanece capitalista y hay imperios agresores; menos aún tenemos esa respuesta si ese o esos países son poco desarrollados tecnológica e industrialmente. Pero ya sea posible eso o haya que esperar-imaginar la posible superación del capitalismo sólo cuando la misma ocurra a nivel planetario (y hay que preguntarse cómo sería posible esa transformación global simultánea), reiteramos algunas ideas clave sobre el contenido de esa superación en perspectiva socialista con horizonte ecomunitarista.

 

Para que la Tierra pueda superar el capitalismo hay que imaginar en primer lugar que toda la comunidad humana (nacional o planetaria) participe (por ejemplo a partir de los 11 años, que es la edad que Piaget caracterizó como la del manejo del razonamiento lógico y del nivel maduro de la moral) en la definición de las necesidades individuales-comunitarias que deben ser satisfechas y de la confección del Plan de producción y distribución capaz de proveer los bienes y servicios para satisfacerlas.

 

Oportunamente aclaramos que esas necesidades acatadas serán sólo las éticamente legitimadas por las tres normas fundamentales de la Ética, que nos exigen, respectivamente, luchar para garantizar nuestra libertad individual de decidir, realizar esa libertad en la búsqueda de consensos con los otros, y, preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana; también aclaramos que esta última traza los límites ecológicos éticamente aceptables para la producción y el consumo poscapitalista, de tal forma que concebimos el poscapitalismo como el orden socioambiental ecomunitarista en el que se practican las tres normas básicas de la Ética y se aplica diariamente el principio que reza “de cada uno según su capacidad y a cada uno según se necesidad, respetándose los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”. Así los productos y bienes generados no son más mercancías pues carecen de valor de cambio, y se limitan a ser valores de uso para satisfacer las necesidades legítimas.

 

Así ha sido dejado atrás el salario y también el dinero. En segundo lugar, y para respetar la tercera norma fundamental de la Ética, la economía poscapitalista debe usar sólo energías limpias y renovables (como la solar y la eólica), reducir, reutilizar y reciclar los insumos y residuos (de la producción y del consumo), y prescindir, en la producción, de los agrotóxicos, transgénicos y de cualquier técnica que degrade gravemente la tierra, el agua y/o el aire, y/o que afecte gravemente la salud de la naturaleza humana y no humana (contrariando la tercera norma fundamental de la ética). En tercer lugar todas las decisiones intra y extra-económicas (en sentido estricto) deben ser tomadas mediante el ejercicio de la democracia directa, y los cargos de representación que sea inevitable mantener deben ser ejercidos en permanente rotación y sus ocupantes deben ser electos y removibles a cualquier momento por los electores; tal democracia directa es hoy enormemente facilitada por los recursos informáticos y de internet. La comunicación debe ser horizontal y simétrica, usando todos los recursos que ya ofrecen la informática e internet, y la gran prensa será comunitaria y pública, superando e impidiendo la formación de monopolios u oligopolios mediáticos privados.

 

La educación formal e informal tendrá siempre un perfil problematizador y ambiental-ecomunitarista); tal educación incluye una educación sexual promotora de la erótica del libre y consensuado placer sano para los partners (según lo exigen las tres normas básicas de la Ética), sean sus nexos de carácter hetero u homosexual, y la crítica-superación del machismo y del racismo. Hay que notar que algunos autores han defendido la tesis de que el “trabajo productivo” en el capitalismo, a saber aquel que genera plusvalía, se concentró en el sexo masculino, mientras que los trabajos “no productivos” (como las tareas domésticas y de cuidados educativos y de salud) se depositaron en manos de las mujeres, por lo que el modo capitalista de producción sería intrínsecamente machista.

 

No obstante hay que notar que algunos de esos autores parecen contradecirse cuando, al constatar la inclusión masiva de las mujeres al mercado de trabajo capitalista, afirman que esa inclusión se hace al precio de su masculinización; y decimos que se contradicen porque naturalizan en la mujer características tales como la dulzura y la compasión, siendo que, para escapar al machismo, hay que concebir esas virtudes como propias de lo humano sin más, sin distinción de sexos. En ese punto lo decisivo es que las mujeres y los hombres (y transexuales, lésbicas, gays, etc.) se encuadren como iguales en la economía ecológica y sin patrones (sin vigencia de la ley del valor, sin mercancías, ni salario ni dinero) que antes reseñamos. Ahora bien, más de un siglo transcurrió desde la Revolución Rusa, pero se constata que en todo el mundo las voces y acciones decididamente anti/poscapitalistas son minoritarias, y han sido derrotados no sólo el “socialismo real “ (URSS y sus países satélites del este europeo), sino también la socialdemocracia clásica, con el progresivo desmonte del “Estado (capitalista) de Bienestar” en toda la Europa occidental, dos intentos del “socialismo del siglo XXI” (Ecuador y Bolivia), e intentos “progresistas” (en Brasil, o, antes, en Argentina), al tiempo en que el supuesto socialismo maoísta dio lugar en China a un furioso capitalismo coordinado por el Estado dirigido por un Partido denominado Comunista (y ese camino parece ser imitado a su escala por el heroico Vietnam). Poco sabemos de la República Popular Democrática de Corea, pero lo que sabemos basta para decir que mucho se aparta del poscapitalismo caracterizado en las múltiples dimensiones que hemos esquematizado aquí antes.

 

Para explicar las derrotas en los países de Europa y A. Latina se ha esgrimido una y otra vez la tesis de la manipulación mediática. Sin negar esa posibilidad, a esta altura de los tiempos debemos plantear la sospecha de una razón más profunda, a saber, la “pulsión de muerte” invocada por Freud, como un impulso inseparable de lo humano que (contrariando al “eros”, la pulsión de vida) hace que cada uno de nosotros tienda hacia la autodestrucción y la destrucción de los otros. No es mala esa hipótesis para explicar el incomprensible hecho, repetido a la saciedad, de que los pobres (asalariados, desempleados y marginados) votan en gran proporción a sus verdugos, incluso cuando éstos anuncian anticipadamente que tomarán más medidas de recortes en las políticas públicas (educación, salud, y vivienda, por ejemplo) e incluso en los salarios y jubilaciones.

 

Tal hecho acaba de repetirse nuevamente en 2019 en la cuna de la democracia, Grecia. Allí la mayoría de los votantes, decepcionada con las traiciones de la coalición de supuesta izquierda Syriza a sus promesas de que se enfrentaría a los recortes antipopulares impuestos por la Troika (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI), traiciones que incluyeron el desconocimiento del resultado del plebiscito referente a esa cuestión que la propia Syriza había convocado al asumir el Gobierno, en vez de apoyar al Partido Comunista que había criticado esas traiciones y se había negado a integrar el Gobierno, optó en cambio por la derechista “Nueva Democracia” que ya había gobernado inmediatamente antes de Syriza y había practicado recortes similares. Así, la pregunta “¿es posible superar al capitalismo?” no se limita a las esferas económicas, políticas, militares, educativas, erótico-sexuales, comunicativas, religiosas (enormemente complejas de por sí), vigentes en el capitalismo, sino que apuntaría también a la propia constitución del ser humano, pues hay tres posibilidades: o Freud se equivocó y no existe tal pulsión de muerte (algunos psicoanalistas la niegan), o existe pero puede ser compensada-contorneada (habría que ver cómo), o existe y es inevitable. A falta de conocimientos e investigaciones personales en la materia, por ahora nos limitamos a desear, para bien de la Humanidad y del planeta, que esa tercera posibilidad no sea la correcta.

 

De la experiencia histórica que hemos revisado, en la que hemos destacado pocos pero ilustrativos ejemplos, se concluye que todas las indispensables luchas que protestan diariamente contra males puntuales del capitalismo y a veces apuntan más allá de él, no podrán ir muy lejos si no asumen como tema de reflexión y acción fundamental el análisis y la propuesta de solución para las dificultades del tránsito hacia el poscapitalismo que hemos resumido en estas líneas (y que, por cierto, necesitan futuros desarrollos, profundizaciones y detallamientos, nutriéndose de otros estudios y experiencias). De no hacerlo así la Humanidad se condenaría a repetir para siempre el castigo de Sísifo, a saber, tratar de subir eternamente una piedra por una ladera, para verla caer por la pendiente opuesta, y así tener que recomenzar incesantemente otra vez la tarea.

 

Diciembre de 2019

 

lopesirio@hotmail.com

 

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LÓPEZ VELASCO, Sirio (2013). La TV para el socialismo del siglo XXI – Ideas ecomunitaristas, Quito, Ed. 13

 

LÓPEZ VELASCO, Sirio (2017). Contribuição à Teoria da Democracia – Uma perspectiva ecomunitarista, Porto Alegre (Brasil), Ed. Fi in https://www.editorafi.org/196sirio

 

LÓPEZ VELASCO, Sirio (2018). Filosofia da Educação – A relação educador-educando e outras questões na perspectiva da educação ambiental ecomunitarista, Goiânia (Brasil), Ed. Phillos, in https://www.editoraphillos.com/siriolopesvelasco

 

LÓPEZ VELASCO, Sirio (2019). Cuestiones de Filosofía de la Educación – Diálogo con Vaz Ferreira y otros autores, y otras cuestiones pedagógicas en óptica ecomunitarista, Goiânia, Ed. Phillos, in https://www.editoraphillos.com/sirio-lopez-velasco2

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203835
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