Irán, las protestas del odio

25/11/2019
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Mientras Naciones Unidas y todos sus socios mediáticos encubren el etnocidio que una vez más se “celebra” en Bolivia, porque no es más que eso, una verdadera celebración del odio al indio, y disimula la represión pinochetista en Chile o en Ecuador o en Colombia, destaca con grandes titulares y las respectivas denuncias por la represión del gobierno chino en Hong Kong, o el genocidio que Arabia Saudita provocó en su guerra contra Yemen. El fabuloso mecanismo informativo, alrededor del mundo, se ha puesto en marcha para exponer una vez más a la República Islámica de Irán, que, desde el pasado 15 de noviembre, ha tenido que implementar la defensa de su Revolución.

 

Las protestas se iniciaron a partir de que se conoció el severo plan de restricciones del gobierno y el aumento a las naftas en torno a un 50 por ciento. Tras el anuncio de las medidas, brotaron de manera “espontánea” manifestaciones en más de cien ciudades a lo largo del país, en las que rápidamente se olvidó el origen de las protestas y se terminó exigiendo: “Muerte a Rohaní” por el presidente de Irán, Hassan Rohaní, además de “Muerte a Khamenei” y “Muerte al dictador”, por el Ayatollah Alí Khamenei, el líder supremo de la revolución.

 

El gobierno de la Revolución Iraní, que soporta una guerra solapada desde hace cuarenta años llevada a cabo por los Estados Unidos y sus dos grandes socios regionales Israel y Arabia Saudita, sabiendo que dudar puede ser el costo de la Revolución, rápidamente tomó la iniciativa y reprimió las protestas, lo que, según Amnistía Internacional, produjo cien muertos, aunque el número de los más fervorosos grupos anti iraníes, que se proclaman exiliados muchos de ellos monárquicos que operan fundamentalmente desde Londres, han denunciado que los muertos serían más de 20. Estos habrían sido asesinados por francotiradores apostados en edificios y helicópteros artillados, que abiertamente dispararon contra las multitudes. Las autoridades de Teherán han reconocido que las fuerzas de seguridad realizaron más de mil detenciones. Y aunque no está confirmado, los opositores a la revolución, también informaron que “el régimen” impuso un apagón de Internet, en todo el país y prohibió a los medios cubrir las protestas.

 

A pesar de las dos medidas, se han conocido infinidad de imágenes que muestras docenas de edificios y locales comerciales, saqueados e incendiados, en tanto que “todas” las fuerzas represivas del país, como la Guardia Revolucionaria (G.R.), los Basij (movilización), un cuerpo de voluntarios fundado por el Ayatollah Jomeini en noviembre de 1979, tras el comienzo de la guerra con Irak, subordinada a la G. R., los agentes del Ministerio de Inteligencia, la policía y el ejército fueron movilizados para contener a los “manifestantes espontáneos”.

 

El pasado miércoles 20, el presidente Rohaní, anunció que los disturbios finalmente fueron controlados y responsabilizó de ellos a los enemigos extranjeros del país.

 

Un país jaqueado

 

Irán ha sido hostigado de todas las maneras posibles desde el triunfo de la Revolución Islámica, con sanciones económicas, boicots y bloqueos comerciales, pero también con acciones de guerra en su territorio como la operación Eagle Claw (Garras de Águila) en abril de 1980, cuyo estruendoso fracaso por intentar rescatar a los famosos rehenes norteamericanos, le costaría a Jimmy Carter su reelección a manos de Ronald Reagan. La guerra por delegación que Sadam Hussein declaró contra la joven revolución, obligó a Irán a utilizar sus escasos recursos a sostener una guerra de ocho años y que costó más de un millón de vidas. El poderoso ejército iraquí fue armado y financiado por los Estados Unidos y un sinnúmero de aliados europeos y de Medio Oriente.

 

Durante los años 2000, una serie de asesinatos de científicos, en diferentes operaciones por parte los servicios sionistas y norteamericanos en la mismísima Teherán, intentó diezmar el plan nuclear iraní. En enero y septiembre de 2018 diferentes atentados contra civiles, militares y edificios gubernamentales se cobraron casi cien vidas en diferentes puntos del país (Ver: La Primavera persa y Je ne suis pas l´Iran). Irán también fue acusado de colaborar con la resistencia yemení al-Houthi, que no solo ha evitado la invasión de Arabia Saudita, sino que gracias a sus acciones ha obligado a Riad a negociar un acuerdo de paz, antes que todo el sur saudita terminara de prenderse fuego, como sucedió tras el ataque a la refinería de la Saudi-Aramco, el pasado 14 de septiembre (Ver: Arabia Saudita entre Vietnam y el 11 S.)

 

Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, las políticas de distención practicadas por su antecesor Barak Obama, en el último tramo de su gobierno, fueron reducidas a escombros, en mayo de 2018. Tal como lo prometió durante la campaña electoral, Trump rompió con los acuerdos nucleares, entre Rusia, China, Alemania, Reino Unido y Francia, en 2015, que con la suma de los Estados Unidos se conocieran como “5+1” con los que se había logrado, después de trabajosas negociaciones, el compromiso de Irán de no proseguir con sus investigaciones para alcanzar la construcción de armas nucleares. Trump también ordenó la reimplantación de las sanciones que estaban ahogando la economía iraní. Irán, en respuesta, continuó con sus investigaciones en franco desafío al magnate neoyorquino, superando, en julio pasado, las cotas de enriquecimiento de uranio, que el “5+1” se había acordado.

 

Particularmente 2019, la política exterior de Donald Trump alcanzó puntos casi de no retorno contra Irán en junio y estuvo al borde de iniciar un conflicto que podría haber tenido consecuencias demoledoras para el mundo entero, cuando en pleno vuelo ordenó el retorno de los aviones que volaban hacia Irán, para bombardearlo en represalia por el derribo de un dron espía en aguas territoriales de Irán, por parte de la Guardia Revolucionaria. El hecho trajo una catarata de denuncias y amenazas por parte del rubicundo presidente, lo que terminó con el secuestro de algunos buques petroleros iraníes, y británicos en cercanías del estrecho de Ormuz. En mayo, varios atentados de falsa bandera se produjeron contra dos petroleros saudíes, uno noruego y otro emiratí, en el Golfo de Omán frente a los Emiratos Árabes Unidos (EAU). En junio, otros dos buques petroleros, el noruego Front Altai y el Kokuka Courageous de Singapur, volvieron a sufrir ataques. El intentó de responsabilizar a Irán por los “incidentes” no han llegado a nada. En Gibraltar, la marina inglesa asaltó el petrolero de bandera panameña Grace I, sospechado de transportar crudo iraní rumbo a Siria (Ver: Irán: Halcones sobre Ormuz.).

 

Una vez controladas las operaciones del 15 de noviembre, millones de personas salieron a las calles en apoyo al gobierno revolucionario, que está muy lejos de darle un corte final a los movimientos pro norteamericanos que operan en el interior del país.

 

Organizaciones como Jaish al-Adl (Ejército de Justicia), un grupo fundamentalista sunita, desde 2012 han atacado con cierta frecuencia bases y puestos de control de las fuerzas de seguridad iraníes, llegando desde el interior de Pakistán. Entre octubre de 2013 y noviembre de 2015 el Jaish al-Adl perpetró una docena de ataques en los que asesinó a cerca de 60 militares y policías iraníes.

 

Jaish al-Adl emergió en 2012 de la Jundullah (Ejército de Dios) después de que autoridades iraníes detuvieran y enjuiciaran en 2019 a su líder y fundador, Abdul Malik Riggi. Aunque quizás sea la Moyahedin-e Jalq (Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán) o MEK, la organización anti iraní más cercana a los Estados Unidos, la que esté activando más en las protestas del odio.

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203481
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