A 10 años del hallazgo de agua en la Luna

13/11/2019
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El 13 de noviembre de 2009, hace una década, quedó desvirtuada la tradicional versión generada hace añares de que la Luna, el satélite de nuestra Madre Tierra, era un territorio seco y, por lo tanto desolado. Ese día, investigadores de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos de América, más conocida por la sigla NASA, dieron a conocer la existencia de agua en la Luna desmitificando la antigua leyenda.

 

En esa ocasión, durante una conferencia de prensa, dichos investigadores hicieron pública la información remitida por la misión LCROSS, de la NASA, mediante la cual se consignó el hallazgo de agua en un cráter lunar que está situado en un lugar permanentemente en sombras donde no dan los rayos solares.

 

A partir de entonces, y en función de los informes proporcionados por el Lunar Crater Observation and Sensing Satélite (LCROSS), se generó una nueva visión sobre las posibilidades de relación del género humano con el satélite terrestre a partir de la profundización de las investigaciones científicas al respecto.

 

“Estamos extasiados”, dijo Anthony Colaprete, al anunciar el hecho durante la conferencia de prensa; uno de los científicos del proyecto LCROSS, e investigador principal del Centro de Investigaciones Ames, de la NASA, situado en Moffett Field, en el estado de California.

 

En la oportunidad se informó que la nave espacial LCROSS y una de las secciones de su cohete propulsor hicieron impactos casi simultáneos en un cráter denominado Cabeus el 9 de octubre anterior. Según explicaron los expositores, tras producirse los impactos en dicho cráter, ubicado cerca del polo sur lunar, una cortina de polvo se elevó superando la orilla del Cabeus en dirección a la luz solar y otra se proyectó en forma lateral.

 

Durante la presentación Colaprete señaló que “Existen muchas pruebas que demuestran que el agua estaba presente tanto en el penacho de vapor que se elevó en un ángulo alto como en la cortina expulsada que creó el impacto del cohete Centaur de la nave LCROSS” y agregó que “La concentración y distribución del agua y de otras sustancias requiere más análisis, pero se puede decir que Cabeus contiene agua”.

 

Desde entonces los científicos que constituyeron el equipo de la misión LCROSS han analizado muchos datos obtenidos por la nave espacial. A ellos se sumaron otras informaciones logradas a través de los espectrómetros satelitales que permiten identificar la conformación de las materias al examinar la luz que las mismas emiten o absorben. Por otra parte se tomaron huellas espectrales de aguas y otros materiales en el infrarrojo cercano y se las cotejó con los espectros del impacto.

 

“Pudimos hacer coincidir los espectros de los datos reunidos por la nave LCROSS únicamente cuando insertamos los espectros para el agua”, señaló Colaprete, quién agregó que “Ninguna otra combinación razonable de otros compuestos que probamos coincidió con las observaciones. La posibilidad de contaminación del Centaur también fue descartada”.

 

También señalaron los investigadores que se obtuvieron más confirmaciones de la evidencia a través de la emisión registrada en el espectro ultravioleta atribuida al hidroxilo, un elemento que se genera como resultado de la descomposición del agua como consecuencia de la luz solar.

 

A partir de entonces se fue profundizando la investigación a través de más informaciones registradas por otros elementos de la nave LCROSS con el propósito de conocer la distribución de materias en la zona del suelo de la Luna donde se registraron los impactos.

 

En tal sentido Colaprete añadió que “Es posible que lleve algún tiempo comprender cabalmente los datos enviados por la nave LCROSS. Los datos son muy ricos”, agregando que “Además del agua en Cabeus, hay indicios de otras sustancias intrigantes. Las regiones de la Luna que se encuentran permanentemente en sombras son verdaderas trampas heladas que reúnen y conservan materiales a través de miles de millones de años”.

 

Unos pocos días antes del impacto de la LCROSS, el 24 de septiembre de 2009, la revista estadounidense “Science” informó que la Luna Mineralogía Mapper, de la Organización de Investigación Espacial de la India, la ISRO, había detectado agua en la Luna. La información había sido registrada por la nave Chandrayaan-1 que tenía como objetivo elaborar el primer mapa mineral de toda la superficie lunar. Dicha nave tuvo un final abrupto el 29 de agosto de 2009 pero para entonces ya había enviado importante información.

 

“Science” hizo notar que los científicos estaban ya “seguros de que el debate de décadas ha terminado” dado que “La Luna, de hecho, tiene agua en todo tipo de lugares, no sólo encerrados en minerales, sino dispersos por toda la superficie rota y, potencialmente, en bloques o láminas de hielo a profundidad” remarcando que los datos obtenidos por Chandrayaan también terminaron “ofreciendo una amplia gama de señales acuosas”.

 

Los recursos minerales de la Luna son parte de un conflicto internacional a futuro ya que si bien la Organización de las Naciones Unidas emitiera en su momento las normas para la explotación de los mismos que impiden la apropiación por países en forma individual, las mismas no fueron ratificadas por ninguno de los países de avanzada en el investigación ultraterrestre.

 

En cuanto a dicho desarrollo en la India cabe recordar que el inicio de su desarrollo aeronáutico, que alcanzó luego el aeroespacial, se inició en 1963 con la puesta en marcha de la primera aeronave, el H24 Marut, diseñado como Pulqui III en la Argentina en la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba. Avión que no se pudo concretar por las prohibiciones que había impuesto el presidente Arturo Frondizi por lo cual el equipo técnico argentino, liderado por el alemán Kurt Tank, fue contratado por el gobierno de la India dando origen a la hoy muy desarrollada industria aérea de ese país asiático, ya la tercera economía del planeta Tierra.

 

13/11/2019

 

Publicado en www.marcelobonelli.com.ar

- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203233
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