11 de septiembre, la infamia terrorista del autoatentado en Estados Unidos

11/09/2019
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-El ataque a las Torres Gemelas de Nueva York por el Estado terrorista más grande del mundo

 

-Al Qaeda y su dirigente Osama bin Laden, la organización cuyos integrantes eran socios de la CIA

 

-Patriot Act, el cambio en la legislación estadounidense contra los derechos de sus ciudadanos

 

Autoatentado del imperio. Cero teorías de la conspiración. Aun y cuando siguen los debates, a conveniencia nada concluyente. Pero pocos creen un atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, planeado desde las cuevas en las montañas de Afganistán, por una secta yihadista de origen musulmán de nombre Al Qaeda, cuyo dirigente Osama bin Laden era un “enemigo” declarado de occidente, particularmente de los Estados Unidos de América (EUA) con fuertes deseos de venganza, cuando Bin Laden fue socio de la CIA desde los tiempos de la ofensiva militar contra la URSS.

 

El teatro comenzó a derrumbarse tan pronto las especulaciones sembraron más dudas que explicaciones, en por lo menos dos eventualidades ocurridas aquél inmemorable día: 1) El presunto avión de pasajeros que se estrellara en el edificio del Pentágono, nunca probado por evidencia alguna, y; 2) La famosa torre 7 del World Trade Center de 47 pisos, que cayera en vertical —como el derrumbe controlado con explosivos—, con cero impacto de avión de pasajeros u holograma alguno, ni real ni transmitido por televisión, o siquiera algún misil (la presunta quema de combustible nunca probó nada).

 

Con el tiempo se imponen las evidencias de que todo fue orquestado desde los propios centros de inteligencia de los EUA: la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono, con participación de eminentes personajes integrantes de gabinete del entonces presidente George W. Bush, de familia petrolera de corazón y origen texano, con fuertes intereses de por medio.

 

Claro está que, como tantas otras “falsas banderas” en la historia de los EUA, mediante las cuales se han orquestado actos de guerra, invasiones territoriales, golpes de Estado o eliminación de líderes incómodos donde existen intereses imperiales, si finalmente se llegara descubrir la verdad oculta tras el derrumbe de las Torres Gemelas que causaron la muerte de más de 3 mil personas inocentes, nada importa.

 

El problema es que tras la consumación de hechos ya no hay castigo para nadie. Los peores atentados cometidos en contra de la humanidad han quedado impunes, tanto por la legislación internacional como las cortes o tribunales supranacionales ex profeso. Ello no aplica para quien impone las reglas del poder mundial, así sea la bomba atómica y sus efectos, los daños causados por la industria al cambio climático del planeta, o las afectaciones a pueblos enteros controlados por “fuerzas especiales” —o escuadrones de la muerte, como en varios países africanos—, para arrebatarles sus recursos naturales vía los asesinatos masivos.

 

Nada de eso funciona en contra del poder imperial, en tanto las fuerzas de oposición sean unas cuantas y las protestas dispersas ahí en donde se manifiestan. Pero urge reorganizarse. Tampoco, en cuanto la propia legislación internacional no aplica tabula rasa, sin restricciones o de modo selectivo.

 

País en quiebra y con fuertes ambiciones de continuar practicando el uso de la fuerza contra cualquiera, el imperio estadounidense se quedó sin justificación alguna para seguir practicando su rol de policía del mundo, y atropellar a cualquier país opositor a sus deseos de apropiación de riquezas o de reservas naturales, sea petróleo, gas, oro, plata, agua, madera, o cualquier otro material ahí en donde se encuentre.

 

Se terminó el pretexto de la guerra fría

 

El vacío que dejara el derribo del Muro de Berlín (1989) primero y la caída de la Unión Soviética (1991) después, obligó a los EUA entonces sin el contrapeso vigente durante toda la guerra fría desde finales de la Segunda Guerra Mundial, a orquestar un ardid, un pretexto, una falsa bandera lo más creíble posible para así justificar una ofensiva del mayor alcance posible.

 

Como hegemón ahora se la creyó y construyó su verdad inventada. Con el fuerte deseo de convertirse, al mismo tiempo, en el único polizón del mundo para continuar saqueando recursos naturales de cualquier país, tenía que justificar su presencia militar primero y al mismo tiempo ocupar todo vacío legal para ejercer actos, así fuera de justificación racional alguna.

 

La caída del mundo bipolar se había convertido en terreno libre para el hegemón, así tuviera que caer en pedazos la arquitectura legal internacional vigente durante décadas, y las instituciones de dicho orden mundial consigo (¿qué vigencia tienen, verbigracia, el Pentágono y la OTAN, sin el justificante de la guerra fría?). La elite del poder económico y político, los mentados halcones guerreristas compañeros de gobierno con el presidente Bush, estaban dispuestos a todo.

 

Los atentados del 11 de septiembre 2001 —por cierto también aniversario del golpe de Estado en Chile contra el presidente Salvador Allende, orquestado por la CIA 28 años atrás, en 1973—, la vil patraña dirigida contra los propios estadounidenses operada desde adentro (¿hasta dónde participaron financiando Arabía Saudí o Israel, y cuántos más?), contra su propia gente y todo aquel país que se opusiera a sus deseos, de apoderarse de recursos energéticos (léase petróleo), como ocurrió contra el presidente iraquí, Sadam Hussein, asesinado por una horda de revoltosos pagada por los propios instigadores terroristas a sueldo.

 

Ya en 2002, en su libro La gran impostura. Ningún avión se estrelló en el Pentágono, Thierry Meyssan escribió que nunca se probó que en el edificio pentagonal estallara un avión, y sí en cambio un misil. Que nada evidenció que el edificio más vigilado del país fuera tan vulnerable a un ataque contra su integridad, mucho menos pusiera en peligro al país más vigilado del mundo.

 

De igual modo, informes completos de científicos estadounidenses probaron que el combustible de tales aviones —qué decir del mero impacto físico— era incapaz de hacer caer sobre sus cimientos ambos edificios de 110 pisos cada uno. Las columnas de acero tenían la capacidad para soportar más que eso. Pero aún, resultó inexplicable que todas las columnas tenían longitudinales cortes provocados desde la base de ambos edificios, como se hace por el derribo con explosivos.

 

También las evidencias químicas, de calor y de la cantidad de energía necesaria para provocar su caída, resulta inexplicable con el estallido de un volátil avión de material ligero, así llevara tanque lleno. Nada prueba ni ha probado lo contrario. Es decir, que las Torres Gemelas fueron derribadas con toda intención, y que no fueron unos inexpertos terroristas en volar aviones de tal envergadura, por su capacidad en el número de pasajeros, quienes provocaron la caída.

 

Antecedentes del engaño

 

Por ahí en 2010 este analista había escrito lo siguiente: Los estadounidenses con George W. Bush en la presidencia y la asistencia de los halcones su gabinete de “guerra”, relanzaron un novedoso paradigma de relaciones internacionales basado en el resguardo de su “seguridad nacional”.

 

So pretexto de los atentados “terroristas” a las Torres Gemelas de Nueva York inculpando a la organización Al Qaeda que dirigió el “enemigo público número uno”, Osama bin Laden, antes “socio” y aliado entrenado por la CIA.

 

Más pronto que tarde, como las “armas de destrucción masiva” en poder de Sadam Hussein, que Colin Powell intentó mostrar ante el Consejo de Seguridad de la ONU con un tubo de ensayo del tamaño del dedo meñique que “podía contener Ántrax”, resultaron tan falsas como los atentados.

 

Demostrados como auto atentados por gran cantidad de investigadores independientes y científicos de las más diversas especialidades, que no encontraron rastro alguno de los presuntos “avionazos”, como sí probaron la presencia de explosivos mediante los cuales cortaron los castillos de acero de las Torres.

 

(Ver tan solo las “115 mentiras sobre los atentados del 11 de septiembre”, del profesor David Ray Griffin, en: https://tinyurl.com/y6ofzwhl o “la más grande conspiración de nuestra época” en: http://bit.ly/1FQpsL0 hasta destruirlas como se miró en televisión: cayeron cual edificio que se derrumba verticalmente).

 

Geopolítica de la fuerza y contra el mundo: “O están con nosotros o con los terroristas”, dijo Bush aquél 21 de septiembre del mismo año, y agregaría: “Un ataque contra uno es un ataque contra todos”. Por lo mismo, el ataque al enemigo sería apenas el comienzo: “Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance mundial haya sido encontrado, detenido y vencido”, con dirección Hussein, presidente iraquí a quien culparían de apoyar terroristas para apoderarse de sus reservas de petróleo.

 

Surgió la tesis del unilateralismo y el fundamentalismo religioso como base de las diferencias religiosas y raciales, de aquellos que no “piensan como nosotros”, los enemigos promotores del “terrorismo global”. Gran patraña, para meter al mundo en una espiral de violencia desde entonces a la fecha.

 

Engaños de la propaganda imperial dirigidas desde la Casa Blanca, con Bush y secretarios como Condolezza Rice, Paul Wolfowitz, Colin Powell, Donald Rumsfeld y Dick Cheney, prestos a lanzarse contra el mundo y así cambiar a la postre los ejes de la política de “seguridad nacional” estadounidense y de la geopolítica global.

 

Por eso el 11/S no se olvida, porque el imperio estadounidense inauguró una etapa de cinismo, de asesinatos sin cuartel Hussein fue juzgado, encontrado culpable y colgado por una corte “a modo” y de apoderamiento de las reservas energéticas del mundo.

 

Geopolítica que continúa desde entonces, y por ello la “cargada” persigue a todos aquellos países que poseen grandes reservas y son del interés de las corporaciones multinacionales de la energía, texanas en primer lugar (la casa de los Bush), pero también británicas.

 

Ahí estaban, en el lobby mencionado: Rumsfeld y Wolfowitz, secretario y subsecretario de Defensa, respectivamente; Cheney, vicepresidente; Richard Perle, Defense Policy Board; Douglas Feith, departamento de la defensa; James Woolsey, exdirector de la CIA; David Wurmser, departamento de Estado.

 

William Kristol, director de The Weekly Standard; Michael Ledeen, vínculo de Oliver North con los israelitas en el caso irán-contras; Elliot Abrams, consejo de Seguridad Nacional; Lewis Libby, jefe del estado mayor del vicepresidente Cheney; Fred Ikle, Defense Policy Board; Zalmay Khalizad, Casa Blanca; Dov Zakheim, departamento de defensa.

 

Peter Rodman, departamento de defensa; Richard Armitage, departamento de Estado; Norman Podhoretz, portavoz de los neoconservadores; David Frum, escritor de discursos de Bush; John Bolton, departamento de Estado; Frank Gaffney, director del Center for Security Policy; Joshua Muravchik, American Entreprice Institute.

 

Martin Peretz, director de The New Republic; LeonWieseltier, The New Republic; ex representante de Nueva York, Stephan Solaz. (Ver: “Resistencia y militarización en la fase actual de la globalización neoliberal”, en Villegas Dávalos Raúl, et all, La devastación imperial del mundo, p.p. 231-232).

 

Con nombre y apellido, nada queda para las llamadas teorías de la conspiración, en estos casos. Un simple parte de guerra, con el uso de la todavía poderosa maquinaria militar-industrial que se consolidó durante la guerra fría.

 

Acta Patriótica, contra ciudadanos estadounidenses

 

Del mismo autor: “El evento de falsa bandera del 11/S fue creado para varios fines. Para ir por el petróleo de Irak, y para el cultivo de amapola en Afganistán que se ha desbordado desde la presencia del ‘ejército de salvación’. La guerra como negocio de las empresas privadas, más el control territorial y del resto de las riquezas naturales.

 

“En ese contexto, y so pretexto del ‘terrorismo’, fue avalada la Acta Patriótica presentada por Bush hijo, violatoria de los derechos constitucionales. Para contrarrestar cualquier reacción interna. La sociedad estadounidense ve aumentar a paso lento pero firme, tanto la amenaza policial como el arribo cada vez ‘normal’ de los carros militares. La represión estatal encaminada como racismo es apenas el pretexto.

 

“El Acta Patriótica es una ley ‘antiterrorista’ que atenta contra el pueblo estadounidense y sus derechos civiles, por las facultades otorgadas a los servicios secretos. Los acontecimientos últimos de Ferguson o Baltimore; la contención de las protestas por los crímenes cometidos contra los jóvenes de raza negra, están desatando el desbordamiento de la militarización contra la sociedad.

 

“Por eso abundan las detenciones. Por eso se dispersan con gas lacrimógeno y chorros de agua en todos los estados de la ‘unión’ en donde se organizan. La amenaza es contra ciudadanos, negros y blancos; la amenaza es policial. La impunidad por los crímenes de Michael Brown y más reciente de Freddie Gray, sin reporte policial, seguirá desatando la indignación. La sociedad está experimentando la represión en carne propia de su propio Estado. No se trata del presunto desequilibrio del sistema de justicia que describe Hilary Clinton, quien siente la candidatura de los demócratas en su bolso, sino del Estado represor y policial que apunta hacia la militarización.

 

“El American way of life ya se acabó. Está quedando en la memoria, como cosa del pasado. Ni siquiera el gobierno de Barack Obama, por el color de su piel, ha sido capaz de atender y menos resolver los problemas del racismo, la discriminación o la ofensiva que está creciendo desde la entrada en vigor del Patriot Act tras el 2001. Todo lo contrario. Las agencias de espionaje como la NSA y la CIA, han tendido más cables con cámaras de vigilancia.

 

“Peor todavía. Se han metido en los hogares y alcanzado la privacidad de los usuarios del internet y las redes sociales, con programas como el famoso PRISM, para la vigilancia electrónica a cargo de la NSA de EUA desde el 2007. De amplia penetración. Sabido es que las redes sociales, tipo Facebook o Twitter, o empresas como Microsoft, Google, Apple, sirven o son obligadas a entregar la información al gobierno, o a las agencias. El pretexto para el espionaje sigue siendo el terrorismo.” (https://tinyurl.com/yyvjv6a3).

 

De la mano de esto, la afirmación de Meyssan: “El fin de la democracia norteamericana, así como la instauración de un régimen militar expansionista”.

 

Como dijera recién el académico Noam Chomsky sobre su país: Estados Unidos es el principal país terrorista del mundo. A 18 años de aquella querella, nada qué celebrar, solo recordar la infamia terrorista del autoatentado.

 

10 de septiembre de 2019.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/202085
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