Colombia no vuelve a la guerra

30/08/2019
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Iván Márquez, anunciando el retorno de un fracción de las FARC-EP a las armas
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En el día de ayer, el país se despertó con la noticia de la vuelta a las armas del número 2 de la ex guerrilla de las FARC, Iván Márquez. Por medio de un video en el que se muestra acompañado de hombres y mujeres armados, entre ellos el polémico Jesús Santrich, Márquez comunica a la opinión pública, su retorno a la vida guerrillera, siendo esto un segundo nacimiento de las FARC, solo que con una nueva modalidad de acción: no atacar y sólo responder de forma defensiva. El anuncio de la conformación de ésta nueva guerrilla, desató una nueva polémica en torno a los acuerdos de Paz y su implementación. Por un lado el ex presidente y actual senador Álvaro Uribe, no tardó en comenzar una lluvia de tweets en contra del ex presidente Juan Manuel Santos, del acuerdo de Paz y de los actuales ex líderes desmovilizados de las FARC que tienen curul en el senado. Por su parte, varios defensores del acuerdo de paz como el senador Iván Cepeda, salieron defender el acuerdo e incluso los ex comandantes de las FARC, en cabeza de Rodrigo Londoño (Timochenko) leyeron un comunicado condenando la decisión de Márquez y ratificando su voluntad de continuar con la implementación de los acuerdos.

 

La noticia despertó inquietud con respecto a la continuidad del acuerdo de paz, ya que el gobierno de Duque no ha tenido una actitud positiva con su implementación y por el contrario, este anuncio le sirve como un muy buen argumento para seguir en esa misma postura. Pero más allá de las especulaciones alrededor de lo que pueda llegar a suceder de aquí en adelante, una cosa es cierta y es que en Colombia no vuelve a la guerra, porque sencillamente el país nunca salió de ella. Se firmaron los acuerdos de Paz con las FARC, pero siguió existiendo la guerrilla del ELN y los grupos paramilitares que algunos denominan como bandas criminales. Desde 2016 las cifras de líderes sociales y ex guerrilleros asesinados se convirtieron en noticia de todos los días, tampoco desaparecieron las noticias de desplazamientos de campesinos, ni masacres y por el contrario, estas cifras han ido en aumento desde la instalación de Duque en la presidencia en 2018. En ese sentido, el anuncio de Márquez de un nuevo nacimiento de las FARC, solo endurecerá el conflicto armado y no precisamente por la amenaza militar que pueda llegar a representar la nueva guerrilla, sino porque su existencia sólo servirá para justificar el accionar de las fuerzas del orden, tanto legales como ilegales que tienen en su historial capítulos macabros, propios de una guerra de más de sesenta años que pareciera no tener fin.

 

El anuncio de Márquez resulta una paradoja, pues el rearme de las FARC para combatir a la oligarquía y la corrupción, solo se traduce en un fortalecimiento de esos mismos sectores políticos y económicos que se han beneficiado con el negocio de la guerra y que por lo mismo se han opuesto a la implementación de los acuerdos. Precisamente porque la guerra es un negocio que profundiza la desigualdad, la pobreza y la violencia propia de cualquier conflicto armado, el mejor acto de paz es no reproducir su lógica. En un contexto de polarización política como el que vive Colombia, donde el discurso de odio a las guerrillas ha logrado calar profundamente en el imaginario colectivo, la decisión de conformar una nueva guerrilla, solo termina beneficiando a los señores de la guerra, quienes ahora tienen un argumento más sólido y válido ante la opinión pública, para justificar su accionar violento en detrimento de miles de campesinos e indígenas que han sido las víctimas históricas de esta guerra.

 

Ante esta situación, la única salida debe ser el seguir defendiendo los acuerdos de Paz, pues en la larga historia del conflicto armado colombiano, no son nuevas las disidencias en los acuerdos de Paz, no es nuevo la conformación de nuevas guerrillas y de alianzas entre actores armados, así como tampoco lo es, el incumplimiento del Estado con respecto a los distintos acuerdos de Paz que ha firmado, porque sin el ánimo de justificar el nacimiento de una nueva/vieja guerrilla, los acuerdos de Paz no se están implementando y de eso da cuenta el incumplimiento del gobierno en otorgar 16 curules en el senado a las víctimas del conflicto, los 150 ex guerrilleros asesinados desde el 2016, las constantes trabas para poner en funcionamiento la Justicia Especial para la Paz (JEP) entre muchos otros. Si se mira la historia de los intentos de acuerdos de Paz desde década del cuarenta, uno de los factores que ha impedido su solución definitiva, ha sido el Estado y su incapacidad estructural de dar salida a los conflictos sociales por medio del diálogo, el consenso y su institucionalización.

 

Sin embargo, en medio de tantos factores adversos que se repiten en esta larga historia de conflicto, hay uno nuevo y es la existencia de un acuerdo de Paz con las FARC, el único que se logró firmar con la guerrilla más antigua del mundo (50 años de existencia), acuerdo que cuenta además, con un gran respaldo de la comunidad internacional que ha sido fundamental en los momentos más críticos de este proceso. Los sectores que no se ven beneficiados por la paz, minoritarios por cierto, son los mismos que atacan el acuerdo con ahínco, pues para ellos la paz no es rentable, por eso la coyuntura exige no sólo proteger y defender los acuerdos, sino además exigirle al gobierno que garantice y agilice la implementación de los mismos, pues la paz es un derecho constitucional y es deber del Estado garantizarlo. Colombia no vuelve a la guerra, está en nuestras manos sacarla de ahí.

 

Vannessa Morales Castro

Doctoranda en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

https://www.alainet.org/es/articulo/201873
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