Turquía: El portazo de Erdogan

16/07/2019
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
putin_erdogan.jpg
Putín, Erdogan
-A +A

El viernes 12 de julio, tres grandes aviones cargueros rusos aterrizaron en la base aérea Mürted, a unos treinta kilómetros al noroeste de Ankara, transportando las primeras piezas del sistema de defensa aérea S-400 Triumf que incluye 128 misiles, compradas por Turquía a Rusia. Se estima que el sistema, que costó cerca de dos mil quinientos millones de dólares, estará listo para operar en 2020.

 

Esta compra precipita lo que hasta hace pocos años parecía un imposible, la ruptura de la lejana alianza de los Estados Unidos con Turquía, que en los años de la Guerra Fría fue de una importancia capital para el Pentágono, desde entonces mucha agua pasó bajo el Puente del Bósforo y hoy pone a Ankara a jugar en un bando opuesto al de la OTAN, organización de la que es parte desde 1952.

 

El desafío cumplido de Recep Tayyip Erdogan, puede inscribirse no solo como una victoria para el propio presidente turco, sino también para el presidente Vladimir Putin, que, con esta jugada, una vez más pone en ridículo a Donald Trump, que desde que se conocieron las negociaciones entre el gobierno turco y la corporación de defensa estatal rusa Rostec, fabricante de los S-400, en 2017, no ha hecho más que amenazar con sanciones de todo tipo al sultán, quien, si de duelo narcisista se trata, pueda vencer fácilmente al rubicundo Trump.

 

Erdogan desde hace varios años que viene practicando una política de alejamiento de Washington y, si los S-400 pueden significar una gran victoria para el presidente turco, para el Kremlin la victoria es monumental. En todo esto, sin duda mucho tiene que ver el ministro de relaciones exteriores ruso Sergei Lavrov, que ha vuelto a mostrar poseer una capacidad diplomática, única entre todos sus colegas de la actualidad. Tras un paciente trabajo, explotando las frustraciones de Erdogan con Washington, entre otros temas, por su política en Siria y las relaciones cada vez más intensas de Washington con las monarquías del Golfo Pérsico, obligaron a Turquía a cambiar de bando.

 

Los medios turcos informaron que la llegada de todas las partes del sistema de defensa aérea y de misiles de largo alcance, podría demorarse hasta cinco meses y que muchos de esos complementos podrán llegar también por mar.

 

La Casa Blanca declaró que la compra del sistema ruso “va a socavar la seguridad de la OTAN” y que Moscú “está tratando de impulsar su industria de armas y debilitar la alianza de la OTAN”. Los turcos, por su parte, han explicado que la compra a Rusia se debía a que durante años quisieron comprar aviones no tripulados o sistemas de defensa con misiles a los Estados Unidos y siempre esas negociaciones han sido obstaculizadas con ofertas poco favorables, como las de 2013 y 2017en que les ofrecieron el sistema misilístico Patriot, de menor rendimiento frente al el sistema ruso. Erdogan resistió a los planteos norteamericanos, dejando bien claro, ante cada amenaza de Washington, que el acuerdo por los Triumf sería cumplido.

 

Ahora se sabe que Estados Unidos suspenderá la venta de aviones de combate F-35 al gobierno turco, ya que teme que, con la llegada de los técnicos rusos para instalar, poner en punto y entrenar a los operadores locales del sistema, podría minar la seguridad de la OTAN espiando a los F-35 y revelando las debilidades de los aviones de combate, para los cuales Turquía ha fabricado piezas esenciales.

 

Patrick Shanahan, el secretario de defensa de Estados Unidos, declaró que “la compra de los S-400, por parte de Ankara, obstaculizarían la cooperación con Estados Unidos y con la OTAN”. Además Shanahan, informó que los pilotos turcos que estaban en periodo de instrucción para operar el F-35 finalizarán el 31 de julio y que Turquía será retirada del programa de construcción del F-35. Estados Unidos ya está buscando otros socios para producir las más de 900 piezas que actualmente producen las compañías turcas. Turquía era o ¿es? parte del consorcio internacional que financió el desarrollo del F-35, con los que planeaba reestructurar su fuerza aérea con los 100 cazas que iba a recibir.

 

A pesar de que la economía de turca está sufriendo una severa crisis con alta inflación e importantes tasas de desocupación, en una encuesta realizada por el gobierno durante julio, mostró que el 44 por ciento de los ciudadanos apoyan la compra de los S-400, y solo el 24 por ciento, está en contra.

 

No nos une el amor sino el espanto

 

Más allá de las históricas tensas relaciones entre el Kremlin y Turquía, y que se profundizó a lo largo de la guerra siria, en que ambos países apoyaban lados opuestos, no faltaron situaciones realmente graves, que por momentos parecieron precipitar a los dos países a una guerra ya fuera del espectro sirio.

 

Varios “incidentes” confirmaban esa posibilidad, Turquía derribó un bombardero ruso Su-24 en noviembre de 2015 a lo que Rusia respondió con varias campañas de bombardeos aéreo, hasta lograr sacar a Turquía del conflicto, como los bombardeos contra la ruta terrestre turca por donde abastecía a sus aliados en el norte, próximo a la ciudad de Alepo, entre fines de 2015 y principios de 2016, cortando el acceso desde Ankara, con lo que pretendía presionar al presidente Bashar al-Assad. En ese marco tampoco puede soslayarse el asesinato del embajador ruso en Turquía Andréi Kárlov el 19 de diciembre de 2016 mientras inauguraba una exposición artística en un centro cultural de Ankara.

 

La fuerte presencia militar de Rusia en Siria finalmente obligó a Turquía a concentrase en la cuestión de los refugiados y el control de los kurdos, pero un factor inesperado hizo que Ankara cambiara su lugar en el mapa político: el intento de golpe de estado contra Erdogan en julio de 2016.

 

El presidente turco, responsabilizó del levantamiento al multimillonario Fethullah Gülen, un clérigo que se encuentra exiliado en Estados Unidos desde 1999, líder del secta Hizmet (Ver: Turquía: El sultán en su laberinto), de la que cerca de 31 mil de sus militantes están detenidos tras la fallida intentona militar. Las autoridades turcas han reclamado a los Estados Unidos en varias oportunidades, su extradición, sin haberlo conseguido. Otro de los puntos de fricción con el Pentágono fue el apoyo norteamericano a las milicias kurdas de Siria, el que, sumado a los reclamos por Gülen, profundizó la crisis entre Washington y Ankara. También se verifica el corrimiento de Erdogan hacia Irán, y el acompañamiento a Qatar en su conflicto con el reino saudita, el principal aliado norteamericano del mundo árabe. Tampoco se puede olvidar el asesinato en octubre del año pasado del periodista Jamal Khashoggi, escándalo que sacudió a la impertérrita casa Saud, y que se produjo nada menos que en su consulado de la ciudad de Estambul; si bien nada se le puede achacar a Turquía, a nadie le gusta que terceros resuelvan cuestiones personales en su casa.

 

Ankara lleva una guerra de décadas con los grupos separatistas kurdos y está muy preocupada que el crecimiento político de los kurdos sirios, por la ayuda norteamericana, termine verificándose también del lado turco.

 

Ya en 2003, Turquía tuvo una fuerte divergencia con los Estados Unidos durante la invasión a Irak, permitiendo que el vacío de poder generado por la desaparición de Saddam Hussein, fuera parcialmente cubierto en el Kurdistán iraquí, por un gobierno regional de esa minoría. Estados Unidos permitió entonces que funcionarios kurdos, actuaran prácticamente de manera independiente en Bagdad, hasta hoy.

 

A pesar de este cambio de posicionamiento de Erdogan, las elites turcas no han dejado de considerarse un aliado incondicional de los Estados Unidos. Ankara, lleva demasiado tiempo de dependencia económica, política y diplomática de los Estados Unidos, para que más allá de la izquierda y los seguidores de Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) la conservadora sociedad turca se adapte a los nuevos aires de la geopolítica. Quizás a esto haya que achacarle la reciente derrota del AKP en las elecciones municipales, en las que perdió el gobierno de Estambul a manos del Partido Republicano del Pueblo (CHP), después de haber conservado el poder durante 25 años. Si el distanciamiento entre Turquía y Estados Unidos se sigue profundizando, es muy probable que en poco tiempo más se reavive la guerra con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y el accionar de grupos vinculados a el Daesh y al-Qaeda, estas dos bandas siempre preparadas para operar donde no lo puede hacer el ejército norteamericano en respuesta al portazo que acaba de dar el sultán Recep Tayyip Erdogan.

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/201028
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS