La Toma de la Bastilla, el punto de partida de una nueva sociedad

15/07/2019
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El 14 de julio de 1789, 230 años atrás, el pueblo de París se sublevó contra el orden monárquico establecido. Es lo que se conoce como “La Toma de la Bastilla”. A partir de entonces se inició un proceso de cambio que modificó a futuro, con avances y retrocesos, la sociedad mundial hasta nuestros días. El proceso revolucionario francés en el que tuvieron influencias los recién nacidos 13 estados fundadores de lo que hoy son los Estados Unidos de América se fue expandiendo, complicó a los imperios de la época, como británicos y españoles, y facilitó la descolonización de América Latina.

 

Con tal motivo el 14 de julio de todos los años se conmemora el “Día Nacional de Francia” instituido en 1880 durante la presidencia de Paul-Jules Grévy, opuesto a una nueva guerra contra Alemania tras la derrota de 1870, quién estableció la enseñanza obligatoria entre los 6 y los 13 años, al tiempo que redujo el poder de la Iglesia Católica con hechos como la expulsión de los jesuitas del territorio nacional y la legalización del divorcio. Dicha celebración se enmarca en el “Día de la Federación” que los revolucionarios de 1789 festejaron el 14 de julio de 1790 en el “Campo de Marte” al cumplirse el primer año de “La Toma de la Bastilla”.

 

Entre 1793 y 1803 se había conmemorado la “Fiesta de la Fundación de la República” el primero de vendimiario, el primer mes del año republicano francés, coincidente con la llegada de la primavera. En simultáneo se había dejado de celebrar el “Día de San Luis”, nombre de numerosos reyes franceses, mientras que a partir de un decreto del propio Napoleón Bonaparte del 19 de febrero de 1806 se instituto la fecha del 15 de agosto como la de “Saint Napoleón” en tanto que a partir del 18 de mayo de 1804, tras autoproclamarse emperador, se prohibieron los festejos del 14 de julio sólo rescatables en la clandestinidad hasta 1848.

 

Las idas y vueltas en los festejos franceses siguieron durante todo el Siglo XIX. En 1849 pasó a ser fiesta nacional el 4 de mayo en virtud de la proclamación de la Segunda República por la Asamblea Nacional Constituyente pero en 1852 Luis Bonaparte, Napoleón III, restauró la de “Saint Napoleón” a la que se le dio particular importancia, de claro contenido nacionalista y con grandes desfiles militares a partir de la derrota sufrida en 1870 en la Guerra Franco-Prusiana. En 1878, a raíz de la Exposición Universal, se dio particular importancia a una fiesta nacional realizada el 30 de junio, la que fue inmortalizada por los célebres cuadros de Claude Monet (La Rue Montorgueil á Paris) y de Edouard Manet (La Rue Mosnier aux drapeaux).

 

Al instaurarse la Tercera República en 1879 apareció la necesidad de establecer una fecha nacional que simbolizara ese concepto y así fue como Benjamín Raspail, diputado por el departamento del Sena, el 21 de mayo de 1880, presentó el proyecto de ley para declarar fiesta nacional el 14 de julio, el que fue promulgado el 6 de julio tras haberse logrado el consenso necesario entre todos los republicanos aunque hubo quienes consideraban que “La Toma de la Bastilla” había dado lugar a un hecho muy sangriento. El proyecto fue firmado por 64 diputados y aprobado por la Asamblea Nacional el 8 de junio y por el Senado el 29 de junio. Para lograr el acuerdo entre los republicanos se usó, frente al rechazo por el día sangriento, enfatizar acerca de la gran fiesta que se realizara un año después, el 14 de julio de 1790, con una enorme participación del pueblo francés en la llamada “Fiesta de la Federación” por el apoyo dado a los parisinos desde diferentes regiones del país. Fue importante su sanción para terminar de definir derechas e izquierdas en la política ya que los diputados agrupados a la diestra fueron los que marcaron su oposición y los de la siniestra los que lograron su aprobación.

 

Nacimiento del proteccionista Julio César

 

La Bastilla era un fuerte medioeval en el que se custodiaban prisioneros, sobre todo de tipo político. El día de la revuelta popular había siete de ellos que fueron liberados. De hecho la toma por parte del pueblo implicó el punto de partida de la Revolución Francesa y el fin del Antiguo Régimen. El hecho provocó una gran conmoción en buena parte de Europa gobernada bajo formas autoritarias como la Rusia de los zares, por entonces liderada por Catalina II, llamada “La Grande”, la que expandió y occidentalizó el país pero a quién la Revolución Francesa exacerbó los problemas que ya tenía con la intelectualidad como sucediera en otros países incluyendo a futuros libertadores americanos.

 

Como resultado sangriento de la victoria del pueblo parisino se contaron 98 muertos y 73 heridos entre los alrededor del millar de revolucionarios liderados por Pierre-Augustin Hulin y Camile Desmolins y siete muertos entre el centenar de soldados conducidos por Bernard-René de Launay, príncipe de Lambésc quién contó con 30 piezas de artillería contra solamente dos de los alzados.

 

Durante décadas la Bastilla había sido una cárcel usada por los reyes para sus arbitrariedades y que tenía un elevado costo de mantenimiento por lo que el financista suizo Jacques Necker, quién hacía las veces de ministro de hacienda del rey Luis XVI tenía previsto destruirla y cuya destitución fue uno de los desencadenantes de la toma. A la hora del asalto popular se encontraban presos allí el enfermo mental Auguste Tavernier, un noble que había cometido un incesto, cuatro falsificadores y como preso político a un cómplice en el intento de asesinato del rey Luis XV organizado Robert Francois Damiens, luego torturado y ejecutado.

 

De hecho la Bastilla había perdido hacía mucho su función carcelaria que le había dado durante el Siglo XVII el entonces secretario de Estado Armand Jean du Plessis, el famoso cardenal Richelieu de las novelas de Alejandro Dumas. Por lo tanto esa imagen de terrible prisión a la que iban a parar las víctimas del despotismo monárquico ya había perdido mucho sentido. Sin embargo, su toma por los patriotas que terminaron destituyendo la monarquía tuvo y conserva un gran valor simbólico como expresión de las luchas de los pueblos por sus derechos.

 

14/07/2019

 

- Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Fuente: www.marcelobonelli.com.ar

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200986
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