Todos los caminos de Trump conducen a China

25/06/2019
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La atención internacional se concentra en el extraño minué que Donald Trump baila sobre las aguas del Golfo Pérsico, amenazando, lanzado ataques contra objetivos estratégicos de la República Islámica de Irán, y abortándolos cuándo los bombarderos estaban a 10 minutos de sus objetivos, con un grado de incoherencia e irresponsabilidad que ya no sorprenden del pequeño Hitler nacido en Queen, pero cada día acerca al mundo a la posibilidad de una verdadera catástrofe bélica.

 

La operación frustrada eran en respuesta al derribo del pasado jueves 20, de un Global Hawk, un avión no tripulado de unos 15 metros de largo y una envergadura de casi 40, con un valor aproximado a los 130 millones de dólares, cargado de dispositivos de vigilancia electrónica, capaz de trasmitir imágenes de alta resolución por unas 30 horas, y cuya principal defensa contra el derribo son los 17 kilómetros de altura que puede alcanzar y los casi 700 kilómetros de velocidad que desarrolla. Tanta tecnología no alcanzó, para evitar el acertado disparó iraní, que aparentemente lo habría hundido en las aguas del Golfo de Omán.

 

El argumento para detener el ataque, fue que, según sus asesores, podrían haber muerto unos 150 civiles. La suspensión del ataque no responde a un remilgo humanitario del Trump, ya que las fuerzas militares que el comanda suelen asesinar ese número o más con pasmosa regularidad, casi de manera diaria a lo ancho del mundo, sino a una realidad más contundente, como casi todo el mundo lo sabe: Irán no es ni Afganistán, ni Somalia, ni tan siquiera Irak. Y es que más allá del poderío militar,  la nación persa, cuyas fuerzas armadas se encuentran entre las 15 más importantes del mundo y sin duda entre los dos o tres más importantes de la región, además de contar como aliados, nada menos que Rusia y China, logró junto al Hezbollah y al Ejército Árabes Sirio (EAS), del presidente Bashar al-Assad, exterminar el terrorismo en Siria, además neutralizar a los muchos servicios de inteligencia occidentales, que todavía operan en territorio sirio.

 

Según los asesores de Trump, quizás el presidente lo desconozca, el poder militar iraní está en condiciones de exterminar gobiernos aliados a Washington como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unido (EAU), Jordania y Kuwait, lo que dejaría desguarnecido políticamente a Israel, que tendría que inmiscuirse en un juego del que nadie saldría vencedor además de obligar jugar a otras dos potencias regionales: Turquía y Egipto, lo que significaría una guerra sin precedentes en la historia.

 

El “incidente” del Global Hawk, no fue más que un nuevo capítulo en la ya larga cadena de provocaciones que desde la asunción de Trump, en enero de 2016, viene realizando, como cuando unilateralmente terminó el esperanzador acuerdo nuclear conocido como “5+1” que el saliente Barack Obama había firmado con Teherán. Trump además implementó una serie de sanciones y bloqueos económicos, que le impiden comerciar libremente con terceras naciones.

 

La avanzada contra Irán en las últimas semanas, más allá del envió a la región de más tropa y armamento, tuvieron como epicentro supuestos ataques contra seis ‎6 petroleros en el Golfo Pérsico que de inmediato tanto Washington como Londres atribuyeron a Teherán, presentado como única prueba, un video de factura estadunidense, cuya autenticidad es más que controvertida, en el que se puede ver una lancha perteneciente a los Guardianes de la Revolución iraníes, acercándose a uno de los petroleros ‎atacados, con la intensión de retirar del casco una de las minas que no habría explotado. Los tripulantes del petrolero atacado aseguraron que el ataque fue aéreo presumiblemente efectuado por un dron o un misil.

 

Estados Unidos cuenta con una larga y horrorosa tradición de lo que se conoce como de “ataques falsa bandera”, los que ha utilizado a lo largo de su historia como gran excusa para intervenir en diferentes guerras a donde no había sido “invitado”.

 

Si bien el conflicto entre Washington y Teherán tiene tantos años como la propia revolución iraní, nunca antes las acciones norteamericanas fueron más intensas que durante el periodo que lleva la administración Trump, si tener en cuenta, obviamente, la guerra Irak-Irán (1980-1988) que le costó a Irán más de un millón de muertos, la destrucción de importante infraestructura y el atraso por años en los planes progresistas de la Revolución Islámica a manos de un Sadam Husein, pertrechado y asistido por las mismas potencias que poco más de dos décadas después, anudarían en su cuello la soga que lo ahorcaría en un oscuro sótano de Bagdad.

 

Es claro que la escalada contra Irán, además de intentar la derrota de un enemigo jurado, apunta a perjudicar a China, que es uno de los más importantes compradores del petróleo iraní y que, más allá de las amenazas norteamericanas contra quienes comercien con Teherán, lo seguirá haciendo. El ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi, tras los incidentes del dron, apeló al entendimiento de ambas partes.

 

Trump dice ahora haber implementado una serie de ciberataques contra la nación persa cuestión hasta ahora incomprobable, mientras que para el 27 de junio, según anunció el portavoz de la Organización de la Energía Nuclear de Irán, Behruz Kamalvandi, finalmente Irán alcanzará el límite de uranio enriquecido que el acuerdo nuclear roto por Trump, le permitía almacenar, lo que sin duda inaugurará otra ronda de agresiones por parte del rubicundo magnate neoyorkino.

 

África, también conduce a Beijín

 

Desde hace casi tres décadas, China ha ido conquistando diferentes mercados africanos con una gran conveniencia recíproca y desde hace diez años se ha convertido en el principal socio comercial del continente. Beijing, hoy cuenta con importantes inversiones en muchos países africanos particularmente en las áreas de construcción de infraestructuras, ferrocarriles, rutas, oleoductos, minería, puertos e incluso bases militares como la que construye de Djibouti, mientras que la gran mayoría de las naciones africanas se han convertido en importantes consumidores de manufacturas chinas.

 

Al parecer Donald Trump acaba de percatarse que el principal rival económico de los Estados Unidos, se ha establecido en África, un mercado 1200 millones de habitantes necesitados con urgencia de la infinidad de productos.

 

Y quizás sea por esta misma razón que desde hace un par de meses se ha vuelto a producir una oleada de inestabilidad en países que había logrado surfear la Primavera Árabe de 2011, los poderosos regímenes de Argelia y Sudán, que gobernaron entre 20 y 30 años y  han caído prácticamente sin resistencia alentados por protestas populares, ambos con fuertes lazos comerciales con China.

 

China, desde 2013, era el primer proveedor comercial de Argelia y continuaba fortaleciendo sus relaciones comerciales hasta la caída de Abdelaziz Bouteflika el 2 de abril pasado, algo similar ha sucedido con Sudán, donde Omar al-Bashir, fue removido por un golpe militar el 11 de abril.

 

En la vasta franja del Sahel, en estos últimos meses se ha incrementado la actividad de los grupos integristas vinculados a al-Qaeda y al Daesh, como ya ha quedado demostrado desde la guerra en Siria, con aceitadas relaciones con la CIA y el Departamento de Estado, apareciendo con mucha fuerza en Burkina Faso y geografías ya más distantes como República Democrática del Congo y Mozambique, a pesar de las numerosas operaciones militares occidentales que desde hace años tiene fuertes presencias en el continente. Desde principios de año la banda fundamentalista Boko-Haram opera en Nigeria, otro de los países con fuertes inversiones chinas; para finales de 2018 estaba prácticamente vencida, pero desde enero ha reaparecido con acciones prácticamente diarias.

 

En el marco de todas estas acciones que parecieran tener la intensión de arruinar los negocios chinos en África,  este último sábado 22 se produjo en Etiopía, otro de los países con múltiples inversiones chinas, un intento de golpe militar en el norteño estado de Amhara, el segundo más poblado del país, donde en un confuso hecho el jefe del ejército el general Ambachew Mekonnen, junto a tres de sus asesores fueron asesinados en sus oficinas, mientras que el general Asamnew Tsige, el jefe de seguridad de Amhara, también habría resultado asesinado. Según informaron periodistas locales los incidentes se habrían producidos en el atardecer del sábado, cuando se escucharon ráfagas de disparos que se continuaron durante varias horas.

 

El primer ministro, Abiy Ahmed, anunció por televisión que el golpe había sido detenido, tras lo cual  Internet fue cortada en todo el territorio etíope, por lo que la información ha empezado a llegar de manera muy tangencial, sin saberse exactamente que está sucediendo en el país con casi 110 millones de habitantes. La embajada norteamericana alertó sobre disparos en Addis Abeba, la capital y sobre la violencia en Bahir Dar, la capital de Amhara, donde se produjeron las muertes de los altos jefes militares.

 

El primer ministro, Abiy Ahmed, que en poco menos de una año, logró apaciguar a una sociedad que parecía lanzada a una guerra civil, se presenta como una verdadera esperanza para el pueblo etíope.

 

Hace dos semanas se había ofrecido como mediador entre las organizaciones civiles y el ejército en Sudán, con quienes se reunió en Jartum, antes había resuelto la guerra larvada con Eritrea, mientras ahora se encuentra produciendo importantes reformas económicas, además de haber arrestado a docenas de altos oficiales militares y de inteligencia, acusados de diferentes delitos. La situación en Etiopía todavía no se ha definido y poco se sabe en realidad de que sucederá.

 

Las operaciones en África son más que evidentes que Trump, se encuentra camino a Beijing y a cada paso va dejando sus huellas, a veces muy sangrientas.

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200637
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