Los nuevos desafíos para A. Latina frente al ascenso de China y el Asia-Pacífico

10/06/2019
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La emergencia económica de China ha supuesto un evidente trastoque en el tablero geopolítico y geoeconómico internacional que aún no ha terminado de reordenar sus piezas. En tanto, se entiende que la progresiva consolidación del Asia-Pacífico como médula de la economía mundial ha comenzado a socavar la postura hegemónica de Estados Unidos y las potencias occidentales alineadas a este país, gestando un nuevo mapa de poder mundial que puede definirse a simple vista como multipolar. Esto ha tenido lugar, en parte, por el alto desempeño de las economías emergentes en una coyuntura donde todavía persisten secuelas de la crisis financiera de 2008 y se padece de una ralentización del crecimiento económico a nivel global.

 

Por otro lado, la llegada al poder de Donald Trump y la guerra comercial planteada a China a través de sanciones en términos de barreras arancelarias ha contribuido a desestabilizar las bases sobre las que se apoya el actual sistema multilateral de comercio. En este panorama dónde el multilateralismo se encuentra en entredicho y crecen las medidas de carácter proteccionista, Pekín continúa su marcha, iniciada décadas atrás, hacia su transformación en una “Economía del conocimiento”. La cuestión central en esta nota es: ¿Qué ventajas o adversidades pueden presentarse para América Latina en este contexto?; y en el mismo sentido, si es posible que la región pase a ser un eslabón activo, y no un mero proveedor de recursos alimenticios y energéticos, en la dinámica económica global.

 

China como productor de tecnología y conocimiento

 

El gran despegue de la economía china ha tenido lugar a través de las políticas de reforma y apertura que permitieron el arribo de capitales foráneos y el aprovechamiento del potencial de China como productor mundial de manufacturas de bajo costo1. La gradual liberalización de la economía reservó un lugar clave para la gestión y la regulación estatal permitiendo la promoción de importantes nichos productivos que recibieron transferencias de tecnología y de know-how por parte de las filiales multinacionales que se radicaban. Estos nichos, fundamentalmente localizados en las Zonas Económicas Especiales (ZEE), serían las bases sobre las cuales se montaría la posterior especialización de la industria china en productos intensivos en Investigación y Desarrollo (I+D). Este puede presentarse como al actual estadio del desarrollo económico de China, dónde ha incrementado su participación en el comercio mundial con bienes de mayor valor agregado y en campos de innovación que eran propios de las principales economías de Occidente y Japón: entre ellos, la industria aeroespacial, la robótica, la producción de vehículos híbridos y componentes y dispositivos electrónicos de alta gama.

 

El presente Plan Quinquenal (2016-2020) propuesto por el Partido Comunista de China se inscribe en este sendero, anunciando la intención de transformar la matriz productiva a través de la promoción de nuevos motores de desarrollo. Las políticas de cuidado medioambiental y el fomento de energías renovables van a contar con mayor respaldo, mientras se busca favorecer el protagonismo del sector de servicios y las nuevas tecnologías de la información dentro del PIB. Acorde a estos objetivos, se estimó un crecimiento más moderado en relación a la etapa precedente (6,5% frente a 10% promedio) y la intención de seguir aumentando los índices de urbanización, mejorar el nivel de vida de la población rural y duplicar el PIB per cápita en relación a 2010. Esta ambiciosa reestructuración interna tiene como trasfondo la estrategia de reducir la dependencia del crecimiento económico en relación al comercio exterior y el aprovechamiento de un potencial mercado interno con una capacidad de consumo ascendente. Por lo pronto, China se estaría alejando de las variables asociadas a la etiqueta “en vías de desarrollo” en un futuro cercano.

 

Según el discurso de Xi Jinping, este sería el camino natural a la realización del “Sueño Chino” que refleja la reemergencia de China en su condición, históricamente perdida, de potencia de primer rango en el concierto internacional. En este plano se pretende instrumentar los pilares para que Pekín se convierta en un polo de innovación científica y exportador de conocimientos y cultura al resto del mundo2. Lo cierto es que esta proyección ya cuenta con un importante sustento material en la competitividad tecnológica alcanzada por China, provocando una situación de incomodidad por parte del gobierno estadounidense frente a la pérdida del liderazgo del comercio mundial.

 

Las perspectivas de América Latina en un nuevo escenario geoeconómico

 

En este escenario, América Latina aparece como un actor de menor peso relativo frente al reordenamiento de los circuitos del capital global y las cadenas de valor que tienden a localizarse en torno al dinamismo del gigante asiático. Para la región, China se ha revestido como un socio de significativa importancia, aumentando su participación tanto en las exportaciones como en las importaciones, desde comienzo del nuevo siglo. Pero luego del cese del auge en la demanda de commodities, la persistencia del patrón extractivista y agroexportador en la mayoría de las economías de América Latina y el Caribe ha acentuado una situación de vulnerabilidad frente a los reveses del comercio mundial. La disparidad de estructuras productivas, etapas industriales y diversos sesgos políticos han contribuido, aún en el periodo de mayor acercamiento regional (2002-2013), a la ausencia de una toma de partido conjunta frente al desafío planteado por China. En la coyuntura actual este último punto se vuelve menos factible debido a la aparición de gobiernos que asocian el desarrollo con el libre mercado y el aumento de la presencia de Washington, con intenciones de contrarrestar la influencia china y la perspectiva de una posible integración estratégica, en el subcontinente.

 

El regreso de un modelo de integración regional de corte neoliberal, como se sostuvo en los años noventa, resulta contraproducente si se considera la actual etapa que se encuentra atravesando la economía mundial. Siendo que este patrón conduce a, por lo menos, tres efectos adversos identificables: i).- Desmantela avances registrados en el periodo anterior en materia de cooperación regional tanto comercial como técnica y política, ii).- Asigna un rol pasivo en la división internacional del trabajo aprovechando la “renta del suelo” y iii).- Profundiza la brecha tecnológica y la dependencia con los centro de poder mundial, comprometiendo aún más el futuro de la región en términos de autonomía económica y financiera. La reciente iniciativa de PROSUR da cuenta de que la concertación política de los gobiernos de los países con mayor peso relativo de la región sólo converge en que se encuentran mirando hacia el norte. En estos términos, ante las posibles consecuencias de una nueva fase de reprimarización, se vuelve una cuestión apremiante dar lugar al debate acerca de reavivar políticas de integración productiva con miras a promover el desarrollo industrial de la región. Esta intención porta aún mayor sentido si se tiene en cuenta el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial y la poca participación que América Latina y el Caribe puede llegar a tener en este circuito si se sumerge en la desintegración frente a la constitución de grandes bloques continentales y extra-continentales3.

 

El futuro de América Latina y el Caribe está ligado al establecimiento de vínculos que motoricen mayor cooperación con el Sur Global y se abandone la actualmente célebre inserción internacional a través de las ventajas comparativas estáticas. El intercambio técnico y científico-tecnológico con países de similar nivel de desarrollo debe disponerse como palanca para avanzar en un modelo alternativo de política económica, tanto a nivel doméstico como regional. Este gran salto, no puede tener lugar sin un tipo de integración que recobre la dirección que supo trazar el MERCOSUR y la UNASUR como bloques que aspiraban a gestar, con sus luces y sombras, un sendero de mayor autonomía y margen de acción. La escala de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe les impide sentarse a negociar condiciones frente a gigantes como China, por eso es necesario apostar en una toma de partido conjunta que pueda extraer posibilidades de desarrollo tangibles para la región4. En este plano, deben estar presentes tres dimensiones de la defensa de la integridad latinoamericana, que hoy se encuentra en disputa y en condición de vulnerabilidad en un contexto de inestabilidad mundial, como son: la soberanía política, la soberanía sobre sus recursos naturales y la prosperidad material de los pueblos.

 

Referencias bibliográficas

 

Bianco, C.; Bittencourt, G.; Dussel Peters, E.; Bazque, H.; Sarti, F.; y Doneschi, A. (2012). “La transnacionalización en el mundo, en China y en América Latina”, en Bittencourt, Gustavo (coordinador): El impacto de China en América Latina: comercio e inversiones, Red Mercosur de Investigaciones Económicas, Serie Red Mercosur #20, Montevideo, febrero de 2012.

CEPAL (2010). “La República Popular China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica”, Santiago de Chile.

(2015). “América Latina y el Caribe y China. Hacia una nueva era de cooperación económica”, Santiago de Chile.

(2018). “Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China”, Santiago de Chile.

Observatorio America Latina – Asia Pacífico (2015). “Crisis Global, respuestas nacionales. La Gran Recesión en América Latina y Asia Pacífico”.

Ríos, X. (2016). “El XIII Plan Quinquenal: antecedentes, contexto, contenidos y expectativas”. En Jiexi Zhongguo: Análisis y pensamiento iberoamericano sobre China, Baiona: Observatorio de Política China.

Silva Flores, C; Noyola Rodríguez, A; Kan, J. (coordinadores) (2018): “América Latina: Una integración regional fragmentada y sin rumbo”, Buenos Aires, CLACSO.

 

1 Entre los principales atractivos para la llegada de IED se encontraban: i).- una normativa favorable y sin altos costos tributarios, ii).- la abundante mano de obra de bajo costo que contaba con derechos laborales mínimos y iii).- la escala de una industria liviana que ya comportaba suficiente grado de maduración para avanzar en un modelo de producción competitivo a nivel internacional.

 

2 El despliegue global de China le ha asegurado una presencia creciente en todos los mercados, junto con la promoción, gradual pero intensiva, de la internalización de su moneda, el yuan. Por lo que la defensa de los frutos del libre mercado y la globalización han pasado a formar parte corriente del discurso de su actual mandatario, Xi Jinping.


 

3 En este sentido, es necesario dar cuenta de la transformación que se encuentra encarando China en el plano doméstico, dónde su mercado interno va a ser uno de los focos de atención así como se han planteado tasas de crecimiento más moderadas para los próximos años. Aún así, Pekín no define una estrategia de repliegue sino que su apuesta va a seguir siendo global, vs. la nueva política exterior norteamericana, teniendo como eje decisivo la materialización de la Nueva Ruta de la Seda y la posibilidad de que nuevos espacios geográficos se sumen al proyecto.

 

4 Las pautas de financiamiento ofrecidas por China, que si bien se han enfocado en la demanda de bienes primarios, no han impuesto condicionalidades a nivel de política económica y desde el gobierno chino se ha hecho expresa la voluntad (y capacidad) de extender la cooperación más allá del ámbito estrictamente comercial.

 

-Julián Horassandjian, Universidad de Buenos Aires

 

Este trabajo es parte del Boletín Integración regional. Una mirada crítica, N°4/5, mayo de 2019, editado por el Grupo de Trabajo Integración y Unidad Latinoamericana del Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales (CLACSO).

 https://www.clacso.org/wp-content/uploads/2019/06/boletin_clacso_mayo_2019.pdf

https://www.alainet.org/es/articulo/200339
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