Alan nunca muere… por eso se suicida

18/04/2019
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Cuando faltan solo 5 años para que la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) cumpla 100 años de haber sido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre en el México post-revolucionario, el único presidente que llegó a tener este partido, Alan García, se suicidó 5 semanas antes de cumplir sus 70 años de edad.

 

Mística

 

El APRA se ufanaba de su gran mística. Todos los cuadros de la generación de Haya como los de la siguiente generación (la de Armando Villanueva o Andrés Townsend que fueron sus herederos) andaban orgullosos de haber soportado prisiones, torturas y maltratos.

 

Como testimonio personal puedo contar que, desde que tenía 13 años, solía visitar a todos los partidos políticos en Lima, y siempre iba a los coloquios semanales de Haya en su aula magna, donde a veces él o Villanueva me llamaron a conversar. Toda la atmósfera del local aprista se resumía en un pedazo de la reja de una de las cárceles que haber estado Haya y que era colocada en medio de su sede. Siendo tan chico me sorprendía ver cómo todos los mayores apristas siempre paraban platicando entre ellos sobre todas las prisiones por las que habían pasado, mientras que mi propio abuelo me contaba de una huelga de hambre que hicieron conjuntamente ellos, los presos políticos izquierdistas junto a los apristas, en el Real Felipe del Callao donde el agua les cubría siempre sus piernas.

 

En torno a esa entrega Haya había formado a su militancia con dos consignas: “A más calumnias, más aprismo” y “el APRA nunca muere”, Según él sus compañeros no debían temer a todas las acusaciones que se les hacía sino aprovechar de éstas para resistir, fortalecerse y contraatacar.

 

Sin embargo, todas esas lecciones no han sido seguidas por el único discípulo de Haya que haya llegado a colocarse la banda presidencial blanqui-roja.

 

García

 

García en 1985 ganó las elecciones presidenciales peruanas cuando aún tenía 35 años de edad y con él debuta en el poder un partido que durante sus primeras 6 décadas de existencia siempre había estado en la oposición o resistiendo persecuciones o confinamientos. Después de su primer quinquenio (1985-90) García volvió a llevar al aprismo al poder en 2006-11.

 

En esas dos administraciones el partido de los miles de mártires fusilados en la rebelión de Trujillo de 1932 se estaba convirtiendo en uno que muchos identificaban con abusos en el poder y con corrupción. García mismo fue una persona que hizo un giro político de 180 grados pues, tras haber llegado a palacio en 1985 prometiendo hacer el gobierno más antiimperialista del continente, luego en el 2006 regresa a este colocándose como el paladín que una a toda la derecha contra la amenaza de un antiimperialismo como el venezolano.

 

A diferencia de la vieja guardia aprista, Alan García se jactaba de haber sido siempre tan hábil que había evitado haber llegado a ser un reo. Lejos de ello, un hombre de condición modesta fue acumulando numerosas propiedades y vivía con muchos lujos, cuya fortuna nunca pudo explicar cómo se fue generando.

 

Miedo

 

 

 

Cuando empezaron las investigaciones judiciales más serias en su contra y vio que ya no tenía el blindaje de varios jueces asociados suyos, él entró a la sede diplomática uruguaya a pedir asilo, algo que Montevideo le terminó negando aduciendo que su vida o sus libertades no estaban en peligro y que su embajada no puede proteger a alguien que busca eludir un proceso por graves cargos de corrupción.

 

Cuando el 17 de abril la policía fue a hacerle una detención preventiva, él prefirió tirarse un tiro antes que pasar su primer día en una cárcel en todas sus 7 décadas de existencia.

 

Esa actitud es lo inverso de todo aquello que Haya había aconsejado. Para el fundador del aprismo, las persecuciones y las calumnias debían ser afrontadas con fortaleza personal pues al final estas fortalecerán al partido, uno cuyo lema siempre fue “el APRA nunca muere”.

 

García no quiso aprovechar el juicio en su contra para contratacar, como hicieron muchos desde Haya hasta el joven Fidel Castro. Hay otros 3 ex presidentes peruanos que gobernaron dos periodos, los mismos que pasaron por la cárcel. Augusto Leguía murió en 1932 bajo rejas tras haber sido derrocado habiendo gobernado constitucionalmente un oncenio. Fernando Belaunde estuvo confinado en la terrible isla del Frontón y hoy, si bien muchos cuestionan sus políticas, usualmente se le tiende a considerar como un hombre honesto que no acumuló riquezas. Alberto Fujimori, quien cometió más crímenes que García, lleva 12 años en una prisión privilegiada (a la que volvió a entrar tras que se le revirtió un indulto).

 

Uno de los primeros ministros que tuvo García fue Yehude Simons, quien pasó 7 años encarcelado bajo cargos de terrorismo. Víctor Polay, un coetáneo suyo que también vino del aprismo, lleva más de dos décadas en confinamiento solitario acusado por lo mismo, condición que comparte toda la cúpula senderista.

 

García se suicidó porque no quiso pasar una sola noche en una cárcel, aunque esta no hubiese sido una con tantas privaciones como las de cientos de personas que tanto él como otros gobiernos condenaron por terrorismo. Incluso, él bien pudo haber salido de ésta tras acabarse el proceso preliminar.

 

Conciencia sucia

 

A diferencia de Haya, Villanueva, Townsend y las generaciones forjadoras del aprismo, García sí sabía que su conciencia no estaba limpia y que ya no se podría seguir ocultando una serie de abusos y delitos suyos cometidos durante su administración.

 

Lula, quien tiene 73 años de edad, no se exilió y se entregó a la justicia, a pesar que sabía que la pena que le habían impuesto era abusiva y le condenaba, en los hechos, hasta el fin de su vida. Hizo ello con el objetivo de movilizar a la opinión pública, sacar cara por su reputación y la de su partido, y buscar revertir esa persecución para lograr luego una futura victoria.

 

García, es 3 y 4 años menor que Lula, 11 años menor que Alberto Fujimori y 15 años menor que Abimael Guzmán (el líder senderista preso desde 1992 y con cadena perpetua). Empero, a diferencia de ellos, García nunca quiso dormir en una prisión. Desde ella, al igual que esos otros casos, él bien pudo haber escrito sus memorias y otros escritos, organizar su defensa y revitalizar a su partido.

 

Al dispararse García quiso disparar contra los fiscales que le investigan para que se genere una conciencia nacional en favor suyo y de paralizar los procesos en su contra y los de otros ex mandatarios y ex ministros. De allí que una de las personas que más haya saludado el martirologio de Alan sea Susana Higuchi, la madre de Keiko Fujimori, quien sigue presa, al igual que su ex marido Fujimori.

 

Se ha declarado un duelo nacional de 3 días y muchos políticos asociados con la corrupción, especialmente del fujimorismo y del aprismo, ahora quieren aprovechar ello para pasar a la contraofensiva y pedir acciones contra quienes querían procesar a García y quieren seguir limpiando al país de la corrupción.

 

 

 

Futuro del APRA

 

El problema está ahora en qué va a poder pasar con el APRA, un partido que tiene una bandera y escudo similar al del Partido Socialista de Chile, en cuya misma internacional socialdemócrata se encuentra. Al igual que García, Michelle Bachelet ha sido la única socialdemócrata sudamericana viva que fue reelecta en dos mandatos no consecutivos. Mientras ella ahora es la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, García estaba lleno de acusaciones por violar éstos y por sobornos.

 

El primer presidente que tuvo el partido socialista chileno, Salvador Allende, se suicidó en 1973 (o lo suicidaron) mientras luchó con el fusil en la mano para defender su mandato constitucional frente a un golpe militar que bombardeó su palacio de gobierno. Debido a ello se ha convertido en un símbolo mundial. En cambio, García, al suicidarse, no será recordado como un héroe al estilo de Allende. Tampoco va a inspirar a la militancia aprista a que siga la tradicional mística de aguantar persecuciones o cárceles.

 

En la forma que García decidió acabar con su vida es que se habrá inmortalizado pero no como la encarnación del luchador o de un hombre con templo de acero. Él será recordado como el hombre que prefirió matarse antes que enfrentar a la justicia por graves denuncias morales.

 

Su partido no ha de sacar provecho de su figura, y, más bien, puede que acabe dividiéndose o disgregando.

 

El disparo que se ha dado Alan, en realidad, no solo le ha matado a él sino que puede terminar sepultando al aprismo, el cual fuera el partido más importante que haya tenido el Perú en toda su historia.

 

Isaac Bigio

Politólogo economista e historiador formado en la London School o Economics donde enseñó política latinoamericana.

Analista internacional

https://www.alainet.org/es/articulo/199399
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