Espacios para la política

25/03/2019
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Al presidente Andrés Manuel se le ocurrió, seguramente a petición de Alfredo Harp Helú, pronunciar un discurso de 2.55 minutos, el más corto en su carrera política, para inaugurar el estadio de beisbol de los Diablos Rojos del México. Y las consecuencias eran más que previsibles, el abucheo de una porción de los asistentes que, por pocos que fueran, predominan en el silencio o la algarabía de otros.

 

Pero si nos atenemos a la versión de La Jornada, coincidente con otros medios, desde su arribo al Estadio Alfredo Harp Helú, acompañado del magnate, López Obrador “fue objeto de expresiones en contra, incluidos algunos gritos de ¡fuera, fuera, fuera!, y silbidos de mentadas, que se entremezclaron con aplausos”.

 

La reacción presidencial fue de retar a una parte de la afición beisbolera que con sobrada razón, como muchas otras, por ejemplo la futbolera y boxística, se oponen a la explosiva mezcla del deporte con la política aquí y en los estadios de los cinco continentes. Es enorme la lista de presidentes abucheados por no respetar los espacios de las aficiones deportivas, incluido Donald Trump y Felipe Calderón, pues Enrique Peña no se atrevió a correr el riesgo.

 

El reto de AMLO a los aficionados molestos fue: “No voy a hablar mucho, porque hay algunos de la porra del equipo fifí, pero la mayoría de la gente está en favor del cambio y del rey de los deportes: el beisbol… les voy a seguir tirando pura pejemoña, los voy a seguir controlando con lisas, con rectas de 95 millas y con curvas. Vamos a seguir ponchando a los de la mafia del poder”.

 

Esto es, siguió al pie de la letra su reiterada advertencia de “No voy a dejarme”, acompañada siempre por el compromiso y la práctica del respeto irrestricto a los críticos de todas las filiaciones políticas e ideológicas o sin ellas, profesiones y oficios, a disentir con él y a expresarlo cuantas veces sea necesario. Conducta que demostró como ninguno de sus antecesores y sin inmutarse con la presencia de cinco feministas con una manta muy cerca de él, durante el acto oficial por el 8 de marzo, con la inscripción: “Por los derechos de la mujeres ni un paso atrás”. Y al fondo, junto a la fuente, otra en la que se enunciaba, en síntesis, que sin las mujeres no hay cuarta trasformación.

 

Sin embargo, no pocos de los críticos y analistas lamentan y hasta rechazan lo que llaman “descalificaciones”. Es decir, critican a AMLO pero le niegan el derecho a responderles bajo el argumento de que el presidente tiene un poder inmenso, que es de todos los mexicanos. En el fondo no comparten el estilo personal de gobernar del tabasqueño de Macuspana, y hasta las conferencias de prensa mañaneras les causan urticaria porque advierten que es volver al “México de una sola voz” y supuestamente al “partido único”. Como que olvidan lo elemental, que más de 30.1 millones de mexicanos votaron por Obrador y, por si no fuera suficiente, que 80 de cada 100 mexicanos lo apoyan. Datos elementales a considerar para postular cualquier discurso realmente democrático y no de “oposición ratonera”.

 

Con todo, López Obrador cometió un error más político que beisbolero, cuando violentó las fronteras entre deporte y política, y la lección es preciso que la tome en cuenta en el largo trecho por recorrer como presidente. Si el abucheo fue general o parcial importa poco, pero sí y muchísimo que la vida pública en México es muy rica, diversa y plural, y que las visiones en blanco y negro son útiles para comunicarse con las multitudes, pero no para interpretar la contradictoria realidad política.

 

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