La ideología del nacional-negacionismo

18/03/2019
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Manderlay, una de tres películas de Lars Trier, junto con Dog Ville y la Libertad, descubre en un cuaderno la ley de mam, con la que algunos esclavos de la plantación, le pusieron límites al ímpetu de su propia libertad, porque tenían miedo a vivir una vida diseñada por ellos mismos dejando atrás el camino trazado por el amo.

 

Algo de esa metáfora parece estar en el cuaderno de desgracias de la sociedad colombiana, que después de su inatajable esfuerzo por ponerle fin al conflicto armado y haber alcanzado el reconocimiento social y político de la paz como derecho humano (que permanecía secuestrado por la guerra) está aceptando sumisamente el llamado del gobierno a negarse sus propias libertades y derechos, en nombre de la ley del amo, que quiere evitar que se busque la verdad que la haga libre y la lleve a conocer por si misma a los verdaderos victimarios, para desinfectar todas sus heridas y sanarlas.

 

La sociedad sabe que la paz es suya, pero parece tener miedo de impedir que se la quiten y hasta calla antes que salir a denunciar y rechazar a los violadores que han abusado de ella una y mil veces, usando al estado como refugio de su criminalidad y corrupción.

 

El responsable político de esta tragedia que va de la paz lograda a la guerra que se asoma, es el modelo nacional-negacionista, que empezó con el No que le dio el sí a la muerte, y que de ser una opción política, paso a ser la base ideológica del partido y alianza en el poder a cuya sombra se consolidan entre otros, tres grandes males: Capitalismo sin reglas, neocolonialismo extractivista y, patriarcalismo sin límite.

 

El No es la expresión del golpe contundente a la vida con libertades y derechos, que abrió la compuerta hacia retrocesos consecuentes con el atraso mental, físico y moral del país. El No completó las condiciones que necesitaba la ultraderecha para alterar negativamente todas las relaciones políticas, sociales y cotidianas y le ha devuelto otra vez la totalidad del estado y sus instituciones (cargos, presupuestos, decisiones, leyes) a las elites responsables del horror vivido.

 

El No convertido a ideología alienta la confusión; promueve la desarticulación y eliminación de la oposición política; confina y amenaza con inseguridad jurídica a miles de combatientes que a confianza cesaron el alzamiento armado; regreso el país a debates morales inoportunos sobre derechos ya conquistados; somete a revisión las decisiones de estado ya tomadas del acuerdo de paz sellado y legitimado con el concurso de la comunidad internacional.

 

Con base en la ideología del No, se está imponiendo la voluntad regresiva del gobierno sobre la salida política de todo conflicto armado; se están evadiendo las respuestas a pactos y compromisos de estado acordados con diversos sectores sociales como indígenas, estudiantes, afros, campesinos; se profundiza el olvido de las víctimas de cinco décadas de horror y; se niega la vida misma como prioridad sobre la muerte. Pero también afianza la impunidad para quienes usaron las armas y bienes del estado para traicionar la confianza de sus protegidos y delinquir contra ellos; se promueve la reconversión de parapolíticos y criminales al status de señores, aunque con su pretensión de refundar la patria desmoronaron la nación y la fragmentaron con crueldad como lo hará el fracking con la madre tierra.

 

La ideología del No hará lo que sea para borrar la memoria, impedir la verdad, alcanzar el olvido. De las víctimas, pretende borrar hasta el recuerdo, impedir que se sepa que son millones de seres humanos dispersos y humillados, expuestas al odio y al maltrato. Las “nuevas víctimas” son apenas eso, nuevas, parte de otro reconteo desconectado del anterior. La ideología del No, impide mirar el todo y entender la continuidad de la barbarie promovida y ejercida por unas mismas elites que han instrumentalizado a su favor las herramientas y técnicas del Estado, al que gestionan como su finca de recreo, aunque la llamen ubérrimo, patria, pueblo o nación.

 

Después del No electoral, se ha consolidado el No ideológico, aumentando la aceleración y desmonte de lo que quedaba del estado de derecho, al que paulatinamente le han extraído partes esenciales de sus sistemas de garantías y contrapesos en defensa de los derechos fundamentales, que contenía la constitución de 1991, y extirpado el respeto a las reglas de juego e impedimentos que eviten la inestabilidad jurídica y política que anhelan los autoritarios para fijar sus propias reglas de corte colonial y patriarcal.

 

El No, convertido en base ideológica del negacionismo, tiene amenazados a los poderes públicos, haciéndose pasar por un poder constituyente, como si fueran el pueblo soberano, que ellos (el No) se atribuyen ser y que consideran los facultad para cambiar como quieran y a cada momento el significado fundamental de la constitución y de esa manera usarla para abusarla.

 

La ideología del No, tiene presidente, controla el congreso, mantiene en las instituciones el espíritu de la seguridad y la guerra, profundiza la eliminación de la autonomía de la sociedad civil y provoca inestabilidad a los poderes públicos independientes del ejecutivo.

 

La ideología del no se está fortaleciendo en territorios, barrios, ciudades, universidades y los victimarios que acabaron la siembra, el monte, el rio y los tejidos, están prometiendo salvar a sus víctimas de la tragedia. Confunden para extender el miedo y con patriarcalismo exacerbado discriminan, rechazan, naturalizan el destierro, amenazan al distinto, utilizan las carencias de la población para sostener su discurso y su poder y mandan… incluso a matar.

 

La filosofía y la política de las negaciones son encubiertas con el imaginario del “pos” (política, verdad), que para negar confunde y para confundir ataca sin piedad por todos lados, provocando un caos del que se valen para que las mismas víctimas pidan más controles, más vigilancia, más represión. Así es el No, reinstalado por la alianza de poder del No, que reacomoda conceptos y prácticas cotidianas y empuja a validar el atraso, ofrece resignación, lleva al fracaso como sociedad de derechos y reconduce la violencia. El No, está impidiendo que la sociedad avance en su dinámica social orientada a romper las barreras que producen la desigualdad y podrían permitir llegar a una sociedad igualitaria, libre y soberana. Hay un nacional-negacionismo, que gobierna al país y lo está llevando por el camino de las regresiones al odio, la desesperanza, la reactivación inclemente de la violencia y la degradación social que obstaculiza el camino a lo que podía ser una prospera nación.

https://www.alainet.org/es/articulo/198779
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