La máquina de destrucción masiva

22/02/2019
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Si hay un hecho que demuestra que no existe el libre mercado ni existirá jamás bajo la férula del gobierno neofascista de Estados Unidos y sus satélites al otro lado del Charco es la obligación de comprar el petróleo por medio de dólares. Se trata de una imposición que muchos ignoran aunque parezca mentira, de la misma forma que ignoran en qué mundo viven (el peor de los posibles) y que los economistas comprados con petrodólares y algunos de ellos condecorados con el premio más desprestigiado del mundo, el Premio Nobel, nunca cuestionan.

 

Si bien es cierto que países como Rusia o China (anonadados por la agresiva política de sanciones arbitrarias y salvajes y de incautación de activos con el que el imperio castiga a los países díscolos que se atreven a aspirar a ser libres) están boicoteando, no tan deprisa como debieran, está especie de monopolio de producción masiva de moneda pirata así como el régimen marcial del petrodólar, uno tiene la impresión que lo hacen más por coacción que por convicción o compromiso con ideal alguno. Jamás en la historia fue tan grande la complicidad y el entendimiento de las élites gobernantes de todo el mundo que comparten todas, al parecer, el mismo credo “señorial” o más bien diabólico. Con la excepción quizás de la de Venezuela y algún país que otro. De ahí su aislamiento ante el asedio y el acoso de las fuerzas imperialistas, acoso que por fin se han atrevido a denunciar algunas voces en el Consejo de Seguridad de la ONU.

 

Que la mayoría de los países del mundo se hallen obligados a obtener la moneda oficial del Imperio para proveerse del preciado oro negro bajo la amenaza de las armas no es otra cosa que un inmundo chantaje que desmiente toda la charlatanería de los letrados acerca de la supuesta libertad de los mercados.

 

Se trata ésta de una imposición que mantiene a flote el valor de una moneda que se hubiera hundido hace ya bastantes años a causa de la deuda astronómica e impagable que acumula el gobierno de Estados Unidos y que crece como la espuma cada año. Hay que recordar que con los dólares obtenidos a cambio de petróleo las monarquías absolutas del golfo (y otras tiranías absolutas como la UE) se dedican a comprar los bonos del tesoro de USA manteniendo bien engrasada la máquina de destrucción masiva.

 

Mantener un imperio de alcance global sale muy caro como saben muy bien los dirigentes norte americanos que se vieron obligados a abandonar el patrón oro a causa de los gastos derivados de su intervención en Vietnam de tan infausto recuerdo. Esa guerra perdida arruinó al coloso que veía como países como Francia se apresuraban a canjear por oro sus depreciados dólares.

 

Con los dólares obtenidos a la fuerza o bajo chantaje se alimenta la maquinaria de guerra de la tiranía estadounidense que nos está hundiendo a todos en la miseria y que hay que sabotear cuanto antes. La Reserva Federal lleva décadas imprimiendo dicha moneda falsa a su antojo para financiar las organizaciones terroristas que han desestabilizado el Cercano Oriente, los golpes de estado que suplantan los gobiernos legítimos de Hispano América y las empresas e instituciones pantalla de la CIA como la National Endowment for Democracy. Siguiendo su ejemplo los gobiernos occidentales se dedican a imprimir dinero falso para rescatar bancos en quiebra y permitir a unos cuantos oligarcas apropiarse de las empresas por medio de los fondos de “Private Equity” y sus compras apalancadas.

 

De nada van a servir nuestras protestas contra las agresiones de la OTAN, mientras el dólar siga siendo la moneda de reserva de la mayoría de países del mundo, cuyos gobernantes títeres designados a dedo por la banca o la élite financiera planetaria se dedican a modificar las constituciones para incluir en las mismas el compromiso de ingresar en dicha organización siniestra como ha hecho Poroshenko en una maniobra sin precedentes pero que por desgracia podría sentarlos. Poroshenko, por cierto, con dicha maniobra ha convertido a Ucrania “oficialmente” en un estado vasallo de Norteamérica, y ha marcado a sus ciudadanos con el hierro infamante como si fueran reses, los ha convertido por decreto en la carne de cañón del Imperio, (los demás lo somos de facto). En España ya se llegó a modificar la constitución nada menos que por el partido “Socialista” de Zapatero, para garantizar el pago de la deuda odiosa nacional contraída a causa de las malas prácticas de banqueros como Luis de Guindos al que podemos ver en una elocuente foto doblando el espinazo y besando obsequioso la mano de Christine Lagarde. La misma que firma los acuerdos que autorizan los préstamos fraudulentos que arruinan a países como Argentina con la única finalidad de enriquecer a sus élites. Estamos hablando de la misma constitución cuyo texto sacrosanto e inalterable, excepto cuando les interesa a los banqueros, se invoca constantemente para silenciar a los políticos independentistas.

 

Las oligarquías latinas (y las figuras mediáticas como Guaidó) adictos al dinero fácil que les suministra la Reserva Federal a cambio de su vasallaje y de que mantengan a raya las ansias de libertad de sus pueblos con sus genocidios o sus asesinatos selectivos parecen ignorar que el castillo de naipes que es el dólar está a punto de derrumbarse conforme se destruye la economía de todos los países que caen bajo su férula. Confían imagino en formar parte de la reducidísima élite mundial que acaparará las riquezas del mundo, una vez reducida completamente la población mundial a la servidumbre absoluta.

 

El valor arbitrario que se atribuye a todas las monedas del mundo sólo procede del grado de complicidad de los países que la emiten con el gobierno títere de Estados Unidos (títere de la oligarquía financiera de Occidente y sus vasallos del Cercano Oriente). Su valor o mejor dicho su anti valor se deriva del inmenso arsenal de armas nucleares y de todo tipo con las que pretenden amenazarnos de muerte, de ahí que los dirigentes estadounidenses se nieguen a detener la carrera armamentística sin la cual su moneda se hundiría como el plomo, que es el metal que la sustenta y no el oro. Saben muy bien que su valor o su anti valor se asienta sobre nuestra muerte o nuestra agonía diaria. Su valor se deriva de la vida que nos roban o el valor que le roban a otras monedas como el bolívar.

 

El tráfico de drogas y el trasiego de las armas son los comercios criminales que respaldan el valor de todas las monedas del mundo encadenadas al dólar. Comprar con dólares supone entre otras cosas fomentar el tráfico ilegal de estupefacientes que debería legalizarse cuanto antes para acabar con las mafias, las mayores aliadas del gobierno de Norte América y su cohorte de banqueros. Cada vez que cambiamos cualquier moneda nacional por dólares contribuimos al exterminio y el sojuzgamiento de la especie. Cada vez que compramos un producto norte americano (cada día más exiguos; Estados Unidos ya sólo exporta burócratas y tecnócratas especialistas en fraudes), alimentamos la tiranía.

 

Estamos pagando con ellos el trabajo de los esbirros del imperio. Estamos pagando el trabajo de los sicarios y el trabajo de los narco traficantes encargados de narcotizar al ciudadano potencialmente subversivo de todos los países y de asesinar a los líderes sindicales de Hispano América, especialmente de Colombia; los líderes sindicales de Occidente han sido comprados convenientemente por la NED para que se aburran en sus despachos, aunque ahora en Francia parece que están despertando de su modorra gracias a la revolución en curso de un color no previsto por los dirigentes de la misma. Aunque si quieren recuperar el crédito perdido completamente tendrán que renunciar de una vez por todas al crédito de la National Endowment for Tyranny.

 

Por medio del sistema tiránico del petrodólar estamos pagando a precio de oro cosas como las tediosas conferencias que impartía o imparte Tony Blair por ejemplo. La inmensa fortuna de Tony Blair que provoca el escándalo y el asombro de muchos, se explica en gran medida si tenemos en cuenta que este hombre ha tenido a los ojos del imperio el inmenso mérito de haber convertido un partido de centro izquierda (el Partido Laborista Británico) en un partido de ultra derecha y de haber convertido a los neo nazis en el nuevo centro político del mundo, a la izquierda del cual no existe nada y a la derecha del cual no sé muy bien a quién situar como no sea a los caníbales de la Polinesia Francesa. Tony Blair y otros de su misma clase de desclasados arribistas han conseguido limitar la oferta política mundial a una sola opción: la fascista.

 

Si la función del dinero es facilitar el intercambio de bienes y servicios, el valor de una moneda debería estar determinado por criterios como su vinculación al salario mínimo o quizás al salario medio del país donde circula -el mínimo está por los suelos gracias a labor de los neo-liberales- , a la jornada laboral oficial del mismo y al índice de precios al consumo. Según ese criterio, en un país como España, un euro puede comprar en principio algo así como diez o quince minutos del trabajo de un barrendero. Demasiado. Está muy sobre valorado. Teniendo en cuenta el precio de la vivienda (a causa de la especulación de la banca y fondos afines) y el de otras necesidades básicas, con un euro no se debería poder comprar más de dos minutos del tiempo de un barrendero. Su valor con relación al trabajo, que es aparte del ingenio lo único que puede dar valor real a algo, podría subir si el Banco Central Europeo no tuviera que pagar el salario de los agentes encargados de mutilar a algunos miembros de los chalecos amarillos o el salario astronómico de los políticos encargados de desviar la atención de los ciudadanos de la verdadera causa de sus problemas. La Reserva Federal se encarga, por su parte, de rebajar el valor del dólar, en la actualidad infinitamente negativo a causa de las vidas que se cobra (todas ellas de valor incalculable) financiando las armas de destrucción masiva con las que se extermina a ciudadanos de medio mundo o se intimida a los movimientos sociales comprometidos con la causa de la justicia; o distribuyendo dinero prácticamente gratis a fondos financieros encargados de especular con el precio de la vivienda y poner a sus compatriotas de patitas en la calle.

 

El gobierno británico, por su parte, puede que haya apuntalado un poco el valor de la libra con el oro robado a los venezolanos, pero el valor de dicha moneda se asienta, aparte de en el respaldo de dicho gobierno a todas las agresiones armadas del pentágono, en el hecho de que la City constituya el centro mundial de lavado de dinero sucio.

 

El dólar podría ganar legitimidad si se imprimiera para pagar el trabajo y los servicios de los ciudadanos estadounidenses, no para financiar golpes de estado, reprimir a las masas, o mantener el tren de vida ilegítimo de las élites, pero para ello habría de producirse una nueva revolución en Washington probablemente de color amarillo.

 

Hay que señalar de todas formas que el sistema basado en el petrodólar sólo resulta rentable para un puñado de directivos de media docena de corporaciones y unas cuantas familias como los Rockefeller o los Rothschild, puesto que Estados Unidos (así como Europa) se encuentra cada vez más en la ruina y dichos estados se hallan al borde de la bancarrota, una bancarrota disfrazada por las grandes auditoras mafiosas. Si los ciudadanos estadounidenses piensan que van a beneficiarse del poderío militar de Norte América se engañan. Sus gobernantes han resuelto repartir “democráticamente” la muerte y la ruina por todos los países del mundo sin excepciones, incluyendo el suyo propio.

 

Habría que preguntarse cómo es posible que una nación compuesta por millones de individuos que están a punto de dejar de serlo se pliegue a los intereses de unos cuantos magnates si no es porque dichos magnates “explotan” el apetito inconsciente de muerte y el culto a las armas y la violencia del resto de la población para enriquecerse, así como su ignorancia, o su repugnancia a “saber” y averiguar la verdad. ¿O debo decir su repugnancia al saber simplemente?

 

El desprestigio de los intelectuales y los filósofos corre parejo con el prestigio de los matones de grandes músculos y cerebro de mosquito. Ya no hay grandes voces que denuncien a voces el embrutecimiento del mundo, y los líderes mundiales ya sólo hacen gala de su brutalidad o su apariencia. La bestia reina de espaldas al mundo y exhibe orgullosa su trasero ante nuestros ojos atónitos. ¿No fue el propio fundador de la OPEC, Juan Pablo Pérez Alfonso quién calificó al petróleo como excremento del diablo? Si, el petróleo se ha convertido en el excremento del diablo y los gobiernos neo fascistas occidentales en el trasero del mundo.

 

El culto a las armas corre parejo también con el culto al billonario. Sé de ciudades costeras en las que muchos de cuyos habitantes viven pendientes de la llegada del próximo trasatlántico de lujo a cuyos pasajeros consideran la única fuente de subsistencia. Es decir que se han resignado a vivir de la limosna de los nuevos ricos que siempre son peores que los viejos. Ignoran que la limosna procede de su propio bolsillo que previamente han vaciado con la ayuda de las triquiñuelas de la banca, el nuevo ladrón de guante blanco. Se parecen en eso a las tribus de aborígenes que esperaban ansiosamente la llegada del cargo milagroso, repleto de provisiones inacabables. Esa idolatría espantosa es la única que explica nuestra situación lastimosa y el triunfo de las élites que han instaurado el Cuarto Reich en el mundo, que está vez más que teutón es sajón.

 

Al tiempo que escribo este artículo me llega la noticia de la próxima venta a precio de saldo por parte del gobierno británico de su participación en el Royal Bank of Scotland. Tras salvarlo de la bancarrota con el dinero público, se apresura ahora venderlo a precio de saldo con la consiguiente y doble pérdida para el contribuyente.

 

Si queremos salvar la economía en todo el globo (incluyendo por supuesto a Norte América) y abortar ese proyecto global de enriquecimiento obsceno de una élite minúscula sin escrúpulos, ni principios (que por lo demás ni siquiera tiene buen gusto) urge que los países de todo el mundo se deshagan de sus dólares o de los bonos del tesoro denominados en dólares, pero para ello deberían deshacerse también de sus gobernantes cómplices comprados con petrodólares. Son ellos las que han dado el visto bueno al trasvase ilegítimo de la riqueza de la mayoría de la población en beneficio de una minoría irrisoria. Y los que permiten el saqueo y los tejes y manejes de la banca.

 

Sólo la cuarentena o la estigmatización siquiera transitoria del dólar (o de cualquier moneda que el fondo monetario internacional respalde) puede salvarnos de la “debacle”. Porque su gestión está en manos de gente enferma y nos enferma y nos contamina a todos de muerte.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198348

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