Haití, pieza geopolítica clave en la desestabilización venezolana

21/02/2019
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Manifestantes tomam as ruas da capital do Haiti
Foto: Jeanty Junior Augusti
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El ejército (haitiano) había sido una creación de la ocupación estadunidense de 1915-1934. Como en los demás países del Caribe que sufrieron las incursiones de los marines en los tiempos gloriosos del imperialismo, una "Guardia Nacional" fue montada y se convirtió al finalizar la ocupación en guardia pretoriana al servicio de sus tutores (Gerard Pierre Charles, haitiano exiliado en México 25 años).

Antecedentes. La violencia interna

Hablando de geopolítica nunca hay eventos aislados. No se diga estando atrás el decadente imperio estadounidense, que ante sus últimos suspiros patalea por doquier. Sucede con Venezuela, Nicaragua, Guyana, Colombia, Brasil o Argentina. Pero nada es casual, es causal. Menos con un Trump que, con miras a su reelección, anda de campaña con su nuevo eslogan falaz, republicano y antisocialista.

Son las manifestaciones multitudinarias en Haití, que con saldo rojo (entre ocho y 50 muertos, según datos oficiales y de la oposición) comenzaron el pasado 7 de febrero; nada espontáneas sino producto de varios factores, como los aumentos de precios a la gasolina y el keroseno de julio pasado, o lo que atizó la indignación y el coraje: la “malversación por 15 exfuncionarios de más de dos mil millones de dólares destinados al área social”, del programa Petrocaribe con apoyo venezolano, denunciado por el Tribunal Superior de Cuentas en noviembre de 2018.

Eso visto en la superficie, por los últimos sucesos. De ahí que el presidente Jovenel Möise, quien el día del estallido apenas cumplió dos años en el poder, salió el sábado 16 a pedir disculpas por los acontecimientos y tratar de calmar las pasiones desbordadas. Dijo “luchar para restablecer la paz y la estabilidad”, al tiempo que solicitó el diálogo con “parlamentarios de oposición” al adjudicarles “promocionar la violencia”.

La paja en el ojo ajeno. El propio Möise, como empresario del sector bananero, ha sido implicado entre los 15 funcionarios por el desfalco al programa Petrocaribe, ocurrido entre el 2008 y el 2016 antes de ser presidente. Sin ser oficial, entre los organizadores de las protestas están el “Movimiento Democrático Popular” al que pertenecen líderes de partidos de oposición y de grupos populares, así como el Grupo Petro Challenger, que surgió en 2018 precisamente para protestar por las irregularidades del programa.

De ahí la indignación de las multitudes pobres, que demandan lo elemental como agua y comida, qué decir en una economía que crece el 1.5% (bueno, 1.4 en 2018 según Cepal), con una inflación del 15% y pérdida del valor de la moneda, el gourde frente al dólar de 20%. Haití sigue siendo el país más pobre de la región Latinoamericana, carentes de todo, necesitados de lo básico, en el día a día.

Pocos olvidan el terremoto del 12 de enero 2010 que, por si faltara algo dejó al país en ruinas —piedra sobre piedra—, con un impacto del tamaño del mundo: con epicentro a 15 km de la capital Puerto Príncipe y 7.0 magnitud Mercalli, un total de 316 000 fallecidos, 350 000 heridos y 1.5 millones de personas sin hogar, para el registro de la catástrofe humanitaria “más grave” y temida de la historia.

A lo anterior se suma la hipocresía occidental, cuyos imperios español primero y gringo después, no han perdonado nunca que haya sido el primer país del continente en independizarse del sistema colonial desde enero de 1804. Una rebelión estilo Espartaco —aquella de gladiadores y esclavos también— que brotó en el seno del imperio romano; un movimiento este sí, logró que la revolución de esclavos fundara la primera república negra en la historia latinoamericana y mundial.

Por ello, Haití ha sido el único país del mundo obligado a pagar indemnizaciones ¡a sus amos esclavistas franceses!, por 150 millones de francos durante medio siglo del siglo XIX pese a los crímenes de esclavitud padecidos. Para cubrir las exigencias tuvo que pedir préstamos en 1815, 1874 y 1875 a la propia Francia. A más de otras indemnizaciones reclamadas por Alemania, Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

Qué agregar a la indignación (¡sic!), que el 17 de diciembre de 1914 los estadounidenses sacaron el stock de oro del país, perteneciente al gobierno haitiano. Sin desdeñar, claro está, a los vendepatrias, políticos corruptos y mezquinos haitianos que han operado al servicio de los intereses estadounidenses.

Es por ello que, como dice el profesor Leslie F. Manigat: “Haití no se ha convertido y no fue pobre hasta el siglo 19, por dos razones: por un lado que ha fallado el tren de las revoluciones técnicas e industriales con sus consecuencias modernizadoras (…); por otro lado, fue elegido así para entrar en el esquema de rivalidades de las grandes potencias imperialistas, en busca de colonias sin banderas y zonas de influencia (cita: http://tinyurl.com/yydyxebp).

Por tanto, los países occidentales ocultan, sobre todo EUA, “la hipocresía histórica de prohibir a la primera república negra su desarrollo. Las maniobras fueron claras: alerta roja, severo embargo, interdicción de productos haitianos en sus mercados, injerencia política, la ocupación estadounidense de 1915 a 1934 que favoreció matanza, trabajo penoso, aniquilación de las instituciones y finalmente la ocupación ONUsiana de 2004… cuyos soldados no solo trajeron el cólera, sino que también en muchos casos, parte de esa tropa fue acusada de violar a niños, niñas y mujeres, mientras respaldaban a los políticos haitianos corruptos, entre otro millar de cosas”. (Ibidem).

Aclarando que Naciones Unidas, como instrumento de ocupación al servicio de los estadounidenses, con la famosa Minustah: “Fuerza de ocupación que tiene como objetivo garantizar la estabilidad institucional al servicio de las trasnacionales y un modelo de explotación de las riquezas natrales haitianas” (Fernando Vicente Prieto, periodista). Además, que “el país es totalmente dependiente de la ayuda internacional, de una parte de los gobiernos imperialistas y de las instituciones financieras internacionales” (Jean-Baptiste Chevanne, campesino haitiano); una muestra de la crisis estructural del sistema capitalista, y del tipo de gobierno “títere” en Haití. (Fuente, Telesur: http://tinyurl.com/y3f6xtzq).

Qué decir de la situación política y golpista, vivida en carne propia por uno de los presidentes electos democráticamente y más queridos, por Jean-Bertrand Aristide. Luego de las dictaduras de los Duvalier, padre e hijo —Papa Doc y Baby Doc—, el golpe de Estado contra Aristide ocurrió durante su segundo mandato, que cubría el periodo de 2001 a 2004. Antes, en 1991, igual había triunfado, pero sería derrocado por el golpe de Estado comandado por el general Raoul Cédras, quien instauraría una férrea dictadura, pero sería internacionalmente repudiado; Aristide regresaría para terminar su periodo entre 1994 y 1996. El golpe se dio en 2004, con activa participación de Washington.

Como escribiera (valga lo siguiente en honor a la memoria) el haitiano, Gerard Pierre-Charles, quien como dirigente de la Organización del Pueblo en Lucha fuera víctima de persecución de los dictadores de triste recuerdo —los Duvalier creadores de los Tonton Macoute (émulo de las camisas negras del fascismo italiano; el grupo represor de paramilitares para su sostenimiento en el poder, los Papa y Baby Doc), que se presume entre asesinatos y desapariciones contabilizan 150 mil personas—, en su ensayo “El difícil camino del cambio democrático en Haití” (1996) lo siguiente:

“La crisis haitiana nace de las mismas condiciones de conformación de la nación y por su carácter histórico-estructural y su grado avanzado de maduración escapa a toda tentativa de recomposición del sistema. Es la crisis de la supervivencia más allá del tiempo aguantable, del arcaísmo y de lo anticuado en una sociedad situada en plena cuenca del Caribe; de las deformaciones inherentes al no-desarrollo o al desarrollo desigual; al antidesarrollo, que llega a reproducir algunos rasgos del capitalismo dependiente en medio de estructuras e instituciones obsoletas, dando lugar a una sociedad hibrida, deformada, desarticulada, con enormes contrastes que se reflejan en el plano político y cultural por desequilibrios crecientes.

“En sus múltiples manifestaciones e instancias, esta crisis sistémica aparece como una acumulación y una exasperación de múltiples fracturas de diversa índole, en las cuales se destacan…” y cita—que solo enumero aquí, las siguientes: crisis de las estructuras económicas y sociales; crisis de Estado; crisis de autoridad y legitimidad de las instituciones; crisis de los partidos políticos; crisis de las relaciones internacionales; crisis de gobernabilidad.

Todas estas expresiones —agrega el profesor del Colmex, quien estuvo en México por 25 años— de la quiebra del sistema encuentran sus raíces en una crisis histórico-estructural profunda. La misma nace del anacronismo de las estructuras agrarias y del aparato productivo, así como de la inadecuación de la estructura distributiva, de la organización social y de las mentalidades, de los imperativos del desarrollo moderno y de la inserción al capitalismo mundial”.

A lo anterior, como decíamos, contribuyeron las potencias, para desestabilizar de manera permanente y la historia lo muestra, a un país que parece destinado al fracaso; pero, mejor dicho, ha sido un país víctima de agresiones, invasiones, asesinatos masivos, crímenes planeados y una política permanente de choque bien dirigida desde los propios EUA.

La violencia externa

Como país intervenido siempre, acorralado hasta la inanición o el exterminio con violencia excesiva —solo antes de 1994 había padecido 102 guerras civiles, revoluciones, insurrecciones, revuelas o golpes de Estado—, o el cobro de la naturaleza en vidas humanas (terremoto de 2010), el caso es que Haití resucita de los escombros para seguir en pie. El pueblo padece un Estado casi imperceptible, con un gobierno que generalmente sirve a intereses foráneos, más que a la población sumida en la miseria y con problemas de supervivencia.

Sin embargo, ahora, ante la presión de las movilizaciones populares de los haitianos por la renuncia de Möise, y tras el llamado a la calma, el presidente encomendó a su primer ministro negociar la paz. Pronto, Jean-Henry Ceant anunció una serie de medidas para reducir las tensiones, como recortes administrativos, lucha contra el contrabando y la corrupción. Además, reducción al presupuesto de su área en 30% y el retiro de privilegios a funcionarios del Estado, como ayuda para combustible, teléfono, viajes “inútiles” al extranjero y asesores.

Prometió decisiones rápidas para identificar y detener a los responsables de los robos de fondos, y bloquear cuentas de implicados en la corrupción de fondos Petrocaribe. Igual considerar aumento al salario mínimo y una reducción de precios de alimentos. Los industriales, igual, generar fuentes de empleo, recudir inversiones en dólares y proteger la producción nacional. Todo porque las protestas recientes habían complicado el abastecimiento de comida, combustibles y el tránsito por carreteras, que “podría ocurrir una crisis humanitaria”.

Al menos de esta etapa, la calma volvería a las calles el martes 19 en Puerto Príncipe, tras el anuncio de la detención de un grupo de 10 personas fuertemente armadas, entre ellos cinco estadounidenses y tres haitianos conducidos ante la justicia. ¿Mercenarios?, se preguntan muchos. Tras el anuncio también, del llamado del gobierno al diálogo para solucionar la crisis social y política en el país.

Sin embargo, Haití resulta pieza clave en el entorno del Caribe para los Estados Unidos. Por la otra violencia, la dirigida desde el exterior. Sobre todo en esta coyuntura de escalada de tensiones sobre Venezuela. Por una simple y sencilla razón: un país como Haití presionando y a punto de la crisis humanitaria pondría en jaque la trastada gringa del envío de “ayuda humanitaria” al pueblo de Venezuela, como táctica para justificar la entrada forzada de camiones con ese fin por la frontera de Colombia.

Un país que no lo requiere, pues en todo caso Nicolás Maduro exige el desbloqueo económico y de sus cuentas en los bancos extranjeros, como lo impusieron Trump y su gabinete títere de guerra, manda por la borda el pretexto falaz para la intentona de filtrarse por la fuerza, o con el pretexto de la “ayuda humanitaria”.

Cuando Haití requiere sobremanera cualquier ayuda humanitaria. Eso explica que el gobierno de Möise se haya apresurado a negociar un amplio abanico de demandas. ¿Por presión de Washington? No podría ser de otra manera. Un Haití en calma es propicio para la estrategia que prepara el Comando Sur contra Venezuela. ¡Ah, pero no tiene petróleo! En esa estrategia perversa tienen un rol especial los “socios” de Washington, como Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana.

La geopolítica nos ayuda a comprender que las amenazas contra Venezuela tienen un curso para alcanzar la desestabilización social y el descrédito total del gobierno para romper la estructura del Estado venezolano y bolivariano, “mal ejemplo” para el resto de Latinoamérica, como arremete a partir de ya el candidato Trump rumbo a su reelección. La escalada antivenezolana está en camino, para lo cual, la pacificación haitiana es obligada.

Escrito el 19 de febrero de 2019.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198292
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