Noticias de la guerra

12/02/2019
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I

 

Devuelves la película unos 200 años y te tropiezas con afanes de cambio que todavía resuenan. La independencia, la soberanía, derrotar la desigualdad y ganar justicia. En el siglo XIX lo que después han sido Venezuela, Suramérica, Latinoamérica y la patria grande no pasaban de ser una tierra y una población sometida, dominada y colonizada –-viene de Colón, el invasor que llega y manda por la fuerza de la espada y el terror--.

 

Costó sangre, sudor y lágrimas avanzar y zafarse del dominio de las potencias europeas. La Junta de Comercio de Cádiz, el 24 de julio de 1810, manifestó que la independencia de lo que ellos consideraban “provincias” sería una calamidad y que quienes deseaban establecerla merecían “un castigo ejemplar y a destierro por toda la vida”. Eso fue lo que intentaron pero no pudieron con el espíritu de aventura y decisión de estos pueblos.

 

Así nacieron repúblicas libres como parte de una lucha titánica; no como un pacto de élites o entre las élites. Si miramos el siglo XIX encontramos tres fechas memorables: la independencia, el fin de la esclavitud y el establecimiento de la educación gratuita.

 

Dos siglos después el mundo se recompone y reconfigura y esa lucha sigue contra las nuevas y viejas potencias; y por el sagrado derecho de vivir bien y en paz.

II

 

José Antonio Páez contó que en 1815, en la ciudad de Pore, capital de Casanare, en territorio colombiano, tuvo que presentarse ante el jefe patriota Joaquín Ricaurte, en cumplimiento de sus deberes militares. Se presentó con lo que tenía y como andaba, descalzo, con los pantalones raídos hasta la mitad de la pierna, pobremente vestido.

 

Cuenta Páez que presentaba “de pies a cabeza el exterior de miseria, harto común en aquella época de combates y aventuras de guerra, aun entre los militares de más alta graduación” (José Antonio Páez/ Autobiografía, p. 75). Ante ese cuadro, Ricaurte le preguntó: “.¿Cómo es posible que usted se me presente con ese traje de mendigo?” La respuesta de Páez fue: “Mi general, es el único que tengo. Como militar creí mi obligación presentarme a mi superior, y lo he hecho sin ocuparme del vestido. Creo que nadie está obligado a más de lo que puede (…) El hombre cambió de conversación y no volvió a darse por entendido sobre la etiqueta del traje”.

 

La lucha por la independencia fue desigual, cruenta y definitiva.

 

III

 

Intentando tomar la ciudad de Achaguas cayó con su caballo en un jagüey el capitán Antolín Mujica. Fue hecho prisionero y fusilado por el presbítero coronel Andrés Torellas. Su cabeza fue frita en aceite y llevada a la ciudad de Calabozo, donde se le exhibió para escarmiento de la población. Sucedió en 1816. Dos años después, por órdenes del Libertador Bolívar, su cadáver fue recuperado y sepultado con honores.

 

IV

 

En su intento por ahogar el grito rebelde, España envió a uno de sus principales jefes militares, general Pablo Morillo, recomendado como uno de los más aptos. Llegó con una expedición de 10.642 hombres, escogidos entre los mejores, que vinieron en 60 buques mercantes, tres fragatas de guerra, el navío San Pedro Alcántara y embarcaciones menores. La invasión estaba consumada. Decían que el ejército de Morillo era invencible.

 

Actuaba con ventaja contra la fuerza patriota, a la que le faltaban armas, pertrechos y provisiones.

 

Muchos patriotas no tenían sillas para montar en los caballos. El pasto para los animales escaseaba y era de mala calidad. Cuando se mataba una res, los soldados se disputaban el cuero para usarlo como abrigo contra la lluvia. Todos o casi todos los soldados patriotas iban descalzos. Se alimentaban de carne asada, sin sal. Eran raros otros alimentos. Faltaban caballos para el combate, así que se tomaban donde se encontraran. Era la historia conocida de David contra Goliat. Pero nunca faltan los imponderables. Los llaneros eran nadadores desde su nacimiento; ningún río los detenía; conocían el territorio y peleaban como fieras.

 

Morillo, en carta a su ministro de guerra, escribió: “Todo se debe a los rebeldes de Venezuela. Son éstos como fieras cuando pelean en su territorio, y si llegan a tener jefes hábiles, será menester de muchos años para subyugarlos, y aun así no podrá lograrse sino a costa de mucha sangre y de considerables sumas de dinero”.

 

 

V

 

El capitán realista Rafael Sevilla, en sus memorias sobre sus andanzas por estas tierras, dice que cuando se enfrentaban al ejército patriota tropezaban con un bosque de lanzas a galope tendido. Morillo en un informe confesó: “Nunca he logrado estar en actitud de pasar con suceso a atacarlos en su territorio, puesto que la infantería, además de lo que sufre con las distancias y el clima, no ha conseguido ventajas decisivas sobre ellos en ninguna de las ocasiones que han venido a las manos”.

 

El coronel Rooke, legionario británico, herido dos veces al lado de Bolívar, escribió que el Libertador luchaba como si quisiera morir en el combate.

 

VI

 

El general italiano Carlos Castelli, del campo patriota, escribió en su diario que en 1817 la tropa se alimentaba con moluscos y carne de burro. Les resultó esperanzador el hecho de que el ejército patriota tomara Guayana, por los recursos que allí había y la posibilidad de abrir canales de comercialización por el Orinoco. Muchas veces comerciaban con corsarios contrabandistas y tramposos, como vía para conseguir provisiones.

 

VII

 

Narciso López quien enarboló por primera vez la bandera actual de Cuba, en 1849 cuando estaba en Nueva York, peleó aquí como parte del bando de la real corona española. Alcanzó el grado de coronel. Aquí fue derrotado en la batalla de las Queseras del Medio. Terminada la guerra se fue a España y fue gobernador en Cuenca, Valencia y Madrid. Después llegó a Cuba como comerciante. Estando allí se hizo partidario de la independencia de Cuba. Su periplo finaliza siendo capturado por las fuerzas de ocupación de España y condenado a morir a garrote vil, pena que era muy común que se le aplicara a los ladrones y delincuentes.

 

VIII

 

Junto a los patriotas peleó la legión británica. En 1817 partieron de los puertos de Inglaterra seis buques con 720 europeos. Al año siguiente, vino otra legión con 1729 hombres más al mando del general D’Evereux. Los coroneles Elsom y English sumaron otros dos mil setenta hombres. El contingente superó los cinco mil militares; trajo a ingleses, escoceses, irlandeses e incluso alemanes. No cabe duda, una legión que sumó sus ambiciones, su temple y su espíritu de aventura a la causa de la libertad, que en ese momento era poco menos que una causa perdida.

 

Entre los que vinieron hubo de todo, traidores y héroes. Ferguson dio su vida por Bolívar, el coronel James Rooke, O’Leary y Perú de la Croix fueron leales al Libertador hasta la última hora. Otros fueron generadores de problemas. Hippisley se regresó y se dedicó a calumniar a Bolívar. Cuando llegó exigió el grado de brigadier general, como se le negó se devolvió. Wilson fue acusado de ser sido un agente provocador al servicio de España. Por órdenes de Bolívar fue encarcelado en Angostura; logró fugarse y se regresó.

 

¿Pero por qué vino esa legión extranjera? Fue una iniciativa de Bolívar en 1810 permitir que Inglaterra cooperara en la lucha por la independencia. Así fue madurando la idea, hasta que comisionó a Luis López Méndez, que estaba en Londres, para que se encargara de organizar una legión extranjera y de conseguir armas y dinero.

 

Gran Bretaña la estaba pasando mal; tenía una depresión económica y eran muchos los desempleados. El ejército y la armada estaban desmovilizados y muchos veteranos de guerra quedaban a la deriva. La noticia de que se buscaban soldados se corrió y se cuenta que la casa de López Méndez se llenó de gente buscando una ubicación. A los que venían les garantizaban el pago del costo del viaje al desembarcar en Suramérica, sueldo igual al del ejército británico y compensaciones a los heridos en la guerra. Es de suponer que vinieron buscadores de gloria, ambiciosos y también revolucionarios con ideas claras.

 

El interés económico estaba presente. En 1820, López Méndez debía más de medio millón de libras esterlinas a empresas inglesas. De América salía dinero para pagar esa deuda. Nada más de Perú salieron 27 millones de pesos en oro. Bolívar se las ingeniaba para pagar los servicios recibidos y renovarlos.

 

Los legionarios aquí pelearon con gallardía pero claro hubo muchos tropiezos. Eran aficionados al alcohol hasta desfallecer. El trópico era un enemigo a considerar: abundaban los zancudos, caimanes y culebras; la selva los esperaba con las enfermedades como el paludismo y la fiebre amarilla. Se quejaban de la alimentación que no era apta para estómagos europeos: faltaba la sal; se dependía del maíz, plátano, casabe –derivado de la yuca- y ganado vacuno.

 

Los legionarios prestaban mucha atención al uniforme; muchos trajeron trajes militares que usaron en el ejército británico. Muchos no pudieron con tanta adversidad y murieron. A pesar de todo, la presencia de Bolívar se impuso y consiguió que los legionarios se nutrieran de las ideas libertarias y pelearan con dignidad.

 

Cuenta la leyenda que un legionario, el capitán Thompson, tenía unas buenas botas pero avergonzado de estar mejor equipado que sus compañeros las lanzó al río Orinoco.

 

IX

 

Uno de los grandes logros del siglo XIX fue acabar con la esclavitud. Se consiguió, de manera definitiva, en 1854, en el gobierno de José Gregorio Monagas. En el ideario de Bolívar esta era una de las principales metas, pero todavía fue necesario el esfuerzo supremo durante varias décadas más para que se consiguiera. Bolívar defendió que todos debían ser “ciudadanos” y atacó la esclavitud, a la que consideró una miseria inaceptable.

 

Páez que fue uno de los paladines de la independencia, después se olvidó de esta promesa. Tres veces fue presidente y nada, adquirió amistades, compadrazgos y compromisos con los godos y dejó atrás sus primeras ideas.

 

El fin de la esclavitud y otra decisión trascendente, la educación gratuita y obligatoria, anunciada por Guzmán Blanco el 27 de junio de 1870, son hitos que abrieron cauce a la Venezuela rebelde, insumisa e independiente.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198113

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