Un balance político del 2018

30/12/2018
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El año que está terminando, en la dinámica política colombiana, podríamos calificarlo como uno de transición y las transiciones se caracterizan por la incertidumbre.

 

Tuvimos unos procesos electorales en los cuales por primera vez en muchos años la violencia política no fue la gran protagonista; el resultado fue la elección de un Congreso con una alta dispersión de las representaciones políticas, pero especialmente sin que hubiera ninguna fuerza política que fuera mayoritaria –las fuerzas políticas mayoritarias, el Partido Centro Democrático y el Partido Liberal, rondaron cada una el 20% de los votos-, lo cual hace difícil el manejo del Congreso y su agenda legislativa, especialmente cuando no se han logrado conformar coaliciones sólidas para gobernar. Las elecciones presidenciales conllevaron una polarización temprana entre dos candidatos presentados como representantes de los extremos políticos –Iván Duque y Gustavo Petro- y quienes finalmente lograron pasar a la segunda vuelta presidencial, lo cual impidió que se configurara una opción política de centro que hubiera podido convocar más fácilmente al país y especialmente conformar una gran alianza para gobernar ese momento de transición de una sociedad altamente polarizada, especialmente alrededor del acuerdo de terminación del conflicto armado con las FARC, a otro en el cual lo deseable sería distensionar el ambiente político.

 

El triunfador en segunda vuelta presidencial fue el candidato Iván Duque, de la coalición de centro-derecha –alrededor de los Partidos Centro Democrático y Conservador-, que si bien generó de entrada una buena expectativa con la idea de convocar un gran ‘Pacto por Colombia’, hasta el momento esto no ha pasado de palabras –es evidente que un Pacto se hace con actores reales y alrededor de temas o propuestas concretas, lo demás se percibe solo como discurso-. El Presidente se anotó de entrada un punto a su favor con el nombramiento de un gabinete ministerial paritario entre mujeres y hombres y con un criterio más técnico, pero si bien fue de buen recibo la propuesta de no utilizar ‘la llamada mermelada’, al no contar con un coalición de gobierno definida, el trámite de las iniciativas legislativas en el Congreso ha sido lento y con altos grados de incertidumbre. Adicionalmente se empezó a poner en práctica el Estatuto de Oposición, que ha buscado darle mejores garantías a las fuerzas políticas opositoras y ordenar la relación de los partidos políticos con el gobierno.

 

En este primer tramo del gobierno Duque, tuvo que manejar un amplio movimiento universitario de protesta por la defensa de la Universidad Pública, que al final resultó en un acuerdo presentable, pero sin duda se dilató demasiado el tiempo de la negociación del mismo. Es destacable el acuerdo –empresarios, la mayoría de centrales sindicales y gobierno- sobre el aumento del salario mínimo legal. Pero, de otra parte, no se ha logrado dinamizar y poner a andar las conversaciones con el ELN, siendo válidas las pre-condiciones planteadas, no así los procedimientos para lograr llegar a las mismas.

 

Sin embargo, el principal problema que ha enfrentado el Gobierno Duque ha sido el no dar claras muestras acerca de cuál o cuáles son sus prioridades, lo que ha generado una sensación en la sociedad de un Gobierno que no se sabe para dónde va –con excepción de la política exterior, donde la obsesión con el caso venezolano, ha generado a su vez, otras preocupaciones- y esto lo ha pagado el Presidente en término de una opinión mayoritaria desfavorable y la impresión para muchos de que el Presidente no tiene clara su agenda.

 

- Alejo Vargas Velásquez es profesor de la Universidad Nacional

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197323
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