Piñeristas: después de nosotros, el diluvio

25/10/2018
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Foto: Christopher Burns on Unsplash
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La derecha ortodoxa y el progresismo rampante jugaron de tal manera sus cartas que han invisibilizado a todos los posibles candidatos, incluso los propios. En ese juego, impensadamente, dejaron espacio sólo al neofascismo.

 

Turbias se ven las aguas políticas, ya que la fragmentación de la izquierda, así como las divisiones ostensibles existentes en la centroizquierda y en la misma derecha gobernante, no dejan lugar a dudas.

 

En realidad, todo es producto del persistente quehacer del conservadurismo criollo, tan eficaz en su actuar anti pueblo, que ha venido tejiendo una red desde el día mismo en que Pinochet y el mega empresariado perdieron el plebiscito del año 1988.

 

En términos simples, se trata de lo que relata el viejo cuento: la araña que teje una densa red de firmes hilos a objeto de atrapar decenas de insectos –cuestión que logra sin tropiezos– pero, tan exagerado y constante es su esfuerzo que la hilada tela se convierte en tupida maraña, la cual atrapa al arácnido impidiéndole salir de su oscuro escondrijo, encarcelándolo en su propia creación. Es lo que le ocurre a la cofradía política actual. A toda… desde la derecha arácnida hasta la izquierda y centroizquierda que forman parte del insectario atrapado por la mencionada red.

 

El problema, no obstante, sacude también a la misma araña que tejió los hilos, pues hoy la derecha no está en condiciones de asegurar unidad plena ante los avatares gubernamentales que están bajo su propia administración. El antiguo dilema de los opositores a la dictadura cívico-militar parece haberse trasladado a las tiendas políticas del bloque oficialista, pues los dirigentes de estas últimas están plenamente de acuerdo en lo que no desean como administración nacional, pero presentan fisuras y serias discrepancias en lo que sí desean para esa misma administración.

 

En su momento, recuerde usted amigo lector, el intento de Michelle Bachelet –tibio y vacilante– por llevar a cabo su programa de gobierno en determinadas materias, desató las iras de un sector de nuestra sociedad. Es el mismo que en 1988-89-90 se vio obligado a “casarse con la democracia, sin amarla ni jamás haberla amado”, pues resulta que en ese sector conviven conservadores amantes del neoliberalismo salvaje con nostálgicos de la dictadura, así como también pululan variopintos feligreses de algunas de las iglesias que existen en Chile, desde la evangélica (aquella del pastor Soto) a la católica vaticana (esa de Karadima, Medina y Ezzati).

 

El surgimiento de una alternativa ultranacionalista, rayana en el neofascismo, como la de José Antonio Kast, irrumpió como respuesta a las decepciones que una parte de la derecha dura decía sentir respecto del gobierno de Sebastián Piñera, a quien comienzan a tildar de “elemento democristiano infiltrado”.

 

Luego apareció en Brasil un ex oficial de ejército y diputado de apellido Bolsonaro, el que bien podría agenciarse el principal cargo de esa nación y tomar las riendas desde el palacio Planalto en Brasilia.

 

Nueva división en la derecha chilena; algunos de sus dirigentes optaron por hacerse a un lado y omitir declaraciones respecto del ultranacionalista político brasileño, mientras que otros manifestaron públicamente su apoyo al mentado ex militar.

 

Más allá del nombre Piñera Echeñique, la derecha dura parece tener a firme –hasta este momento– un candidato a la presidencia de la república el año 2022: José Antonio Kast, el que por cierto no concita consenso en ese sector de la política nacional. Es posible, sólo posible, que la “columna evangélica derechista” también ponga sobre la mesa de discusión algún nombre de esos que interpretan políticamente su sentir; de hecho, el senador Iván Moreira –evangélico según propia confesión– reconoció tener interés en presentarse como candidato al sillón de O’Higgins, cuestión que no es del agrado ni del paladar de la “crème de la crème” derechista, que como bien se sabe profesa la religión católica-apostólica-romana. Y si además los parlamentarios evangélicos manifestaron su apoyo total al neofascista Jair Bolsonaro, la cuestión en la derecha comienza a tener olor a quiebre.

 

En resumen, la derecha no tiene candidato todavía. Lo que hay es escoria neofascista y uno que otro desvirgado intelectual creyendo ser el ’elegido’ por Yahvé.

 

Pero, la centroizquierda tampoco lo pasa bien ni lo hace mejor. Vea usted cómo está la situación de ese sector según la opinión de gran parte de la ciudadanía que alguna vez le fue fiel y creyó en sus promesas.

 

Un bien informado lector –Jorge Rubio Cárcamo–, comentando uno de mis artículos, expuso lo siguiente en el mismo medio que había publicado mi nota:

 

Estimado don Arturo: soy uno de ese más del 50% que no votamos. En cada elección me hago la pregunta: qué opción me ofrece una real alternativa de cambio. Toda mi vida apoyé a los candidatos PC, hasta que se unieron a aquello y aquellos que despreciaban. Hoy la izquierda, o lo que fue la izquierda, es lo que es: una manga de traidores y corruptos, que prefirieron olvidar el sacrificio de esos miles que fueron asesinados, torturados, desaparecidos, exiliados, en función del "pragmatismo, compañero". De la DC está todo dicho. El Frente Amplio, que lo mostraron como alternativa, terminó siendo más de lo mismo, con sus peleas internas, sus ansias de poder, y con Boric a la cabeza que ahora se muestra como lo que es. Lamentablemente, don Arturo, no tenemos una real alternativa que nos ofrezca un camino distinto. No basta con votar porque hay que votar como una obligación cívica. Por último: si no tengo por quién votar, porqué votar, ni para qué votar, lo más digno es no votar”.

 

Entonces, como dicen acá en el campo, “no hay por dónde”. ¿Estamos condenados a seguir bajo la férula y ambiciones de los dueños del capital, de los clasistas y expoliadores de nuestros recursos naturales?

 

Es posible que en algunas personas haya renacido la fe cuando se enteraron que el PS, el PPD y el PRSD habían dado origen a un bloque nuevo llamado “Convergencia Progresista”, pero, ¿alguien conoce su programa?, ¿tiene programa, o es una simple reacción para pararse frente al gobierno de Sebastián Piñera y negociar algunos acuerdos menores en su propio beneficio? ¿No será más de lo mismo con un traje recién remendado, lavado y planchado?

 

Al menos resulta plausible que haya políticos –dizque democráticos– dispuestos a romper el inmovilismo en el que ha estado sofocada la centroizquierda, pues muchos parlamentarios y dirigentes de tiendas partidistas optaron por el statu quo, por el inmovilismo… o como bien dicen los abogados, apostaron sus fichas al “no innovar”, pavimentando su propia ruta hacia nuevas corruptelas y traiciones. Quienes así actuaron, si hasta ayer eran ‘caradura”, hoy son ya “caras pétreas”. La cloaca ha sido abierta y nadan, orondos, en sus propias miasmas sin pudor alguno ni temor ante la crítica ciudadana, la que por cierto se meten al bolsillo o se sientan sobre ella.

 

Ojalá ‘Convergencia Progresista’ les declare enemigos de la democracia y actúe en consecuencia; sin embargo, la duda es razonable, pues veintiocho años de historia le juegan en contra, ya que quienes la conforman proceden de la vieja Concertación y de la neoliberal Nueva Mayoría. En fin, démosle el beneficio de la credibilidad y partamos del supuesto que se trata de gente realmente democrática, justa, honrada y solidaria. La esperanza es lo último que se pierde.

 

Así y todo, amable lector, ¿puede usted entregar, aquí y ahora, algún nombre (sea de mujer o de varón), que genere consenso en las fuerzas progresistas y de izquierda –cuya unidad es condición sine qua non para derrotar al fascismo–, y que sea digno de representarlas en una contienda electoral contra los ultranacionalistas?

 

Es la lucha que viene. ¿Tiene algún nombre? Yo no lo tengo. Y le aseguro que la derecha ortodoxa, la no fascista, tampoco, pues si según los anti marxistas fue Kerensky quien abrió las puertas a la revolución bolchevique, según los izquierdistas es Piñera quien las está abriendo al fascismo en Chile.

 

http://www.politika.cl/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/196160
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