Algunos medios informaron que el atentado causó “10.000 muertos y heridos”

El ataque a EE UU y su viraje bélico

07/09/2018
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Foto: PA2/ Thomas Sperduto (11/09/2001) 11sep
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El derribamiento de las Torres Gemelas de Nueva de York fue el suceso más relevante y mediático de principios del siglo XXI. Dividió al planeta en dos bloques contrapuestos: el sector “depredador” vinculado al capital mundial y el movimiento social de resistencia que estaba en ascenso. En ese marco, varias cadenas periodísticas se alinearon en las visiones dominantes del momento.

 

El 11 de septiembre del 2001 es una fecha que está marcada con rojo en el calendario histórico mundial. Ese día se suscitó un sincronizado atentado contra los símbolos del poder de Estados Unidos. Frente a la “agresión”, la reacción no se dejó esperar.  Así, el capital internacional y su aparato militar se lanzaron a una “guerra infinita” contra el “terrorismo”.

 

Más allá de las posiciones que argumentan que fue un “ataque” o un “auto-atentado”, lo cierto es que el evento permitió al régimen de Estados Unidos dar un viraje en su política internacional y poner en marcha su colosal usina belicista. Afganistán e Irak fueron sus primeras víctimas.

 

La crisis económica y social en el mundo estaba en su auge. Los lineamientos neoliberales del “Consenso de Washington (1989)” habían fracasado en varias regiones del mundo. Ante esto, los pueblos estaban en rebelión contra el poder establecido. La guerra, en ese sentido, les cayó como anillo al dedo a las élites dominantes y se convirtió en una especie de válvula de escape que les permitió salir de la difícil situación en la que se hallaban.

 

La libertad de expresión y la verdad, como sucede en toda guerra, fueron las primeras inmoladas en combate. Ante la dimensión del atentado y su espectacular difusión, a varios equipos de periodistas del mundo no les quedó otra que alinearse a la versión occidental de los hechos.

 

Rasgos belicistas

 

En un encuentro para analizar los alcances del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) –que se realizó en Quito, Ecuador, el 2001– y ante la mirada sorprendida y, en algunos casos, incrédula de los asistentes, el intelectual estadounidense, James Petras, reveló que, la “doctrina imperialista de George W. Bush”, como una “araña viuda negra en pleno apareamiento”, había cambiado su carácter radicalmente. Meses después, los hechos le dieron la razón.

 

El nuevo “perfil guerrero” del imperio, según Petras, tuvo por lo menos seis rasgos: 

 

1)      Fue “ofensivo”, porque el gobierno de Estados Unidos se estaba jugando la vida con ese proyecto. Por eso no tuvo contemplación con los países y movimientos sociales que se le pusieron al frente.

 

2)      Construyó un fuerte discurso sobre las “guerras permanentes” en todo el mundo y “maniató” a las grandes cadenas de la información.

 

3)      Adoptó decisiones castrenses “unilaterales”.

 

4)      Su política militar “recolonizadora” estuvo relacionada estrechamente con el “capital especulativo (el banquero)” y el “capital extractivo (apuntalado por las empresas transnacionales)”, que se ocuparon de extraer recursos de los países atrasados, a costa de la extrema explotación de los trabajadores.

 

5)      Fue “elitista” y “dictatorial”, pues no tuvo consenso internacional ni dentro de su propio país.

 

6)      Fue “depredadora”, porque buscó la captura del excedente económico de los países “dependientes” a través de la fuerza.

 

Mecanismos depredadores

 

En esa perspectiva, las agresiones militares que el gobierno estadounidense encabezó en Afganistán (octubre del 2001) e Irak (marzo del 2003) fueron algunos ejemplos concretos de la forma cómo operó la doctrina colonialista de Bush.

 

El poder sobre la segunda reserva de petróleo del mundo, la baja de su precio a 20 dólares por barril —para que esto ayude a Estados Unidos a salir de su aguda crisis de sobreproducción—, y la liquidación física del “integrismo islámico” —que tenía fuertes tendencias antiimperialistas—, fueron los fines últimos de esas operaciones depredadoras.

 

Otros de los mecanismos clásicos que Estados Unidos utilizó con éxito para poner de rodillas a los gobiernos neoliberales de esa época fueron la deuda externa y la imposición de modelos neoliberales, timoneados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

 

Al parecer, algunos de esos dispositivos hoy han sido desempolvados. Lo que ocurre en Argentina, Brasil y Colombia revela esta conflictiva realidad.

 

Opresión y resistencia

 

Dentro de ese proceso, en América Latina, desde el 2003, el imperio radicalizó su estrategia belicista y puso en marcha otras medidas anexionistas, como, por ejemplo, el ALCA, la construcción de bases militares y el respaldo a la guerra “contrainsurgente”.

 

Sin embargo, como todo en la vida, esos agresivos acontecimientos generaron su propia negación.

 

De acuerdo al politólogo y activista estadounidense Noan Chomsky, la crisis económica de Estados Unidos era tal que su gobierno se vio forzado a “chupar (a los países atrasados) millones de dólares diarios para superar su déficit fiscal”. Sin embargo, ese hecho azuzó los conflictos sociales en las “neocolonias” y, al mismo tiempo, avivó la lucha de clases en toda Latinoamérica.

 

Buscando nuevas respuestas

 

De ese modo, los obreros, campesinos y clases medias empobrecidas del continente, por necesidad, vivieron un acelerado proceso de radicalización, que los impulsó a organizar movimientos sociales que tenían hondas raíces antiimperialistas y, en algunos casos, anticapitalistas.

 

Dentro de esa cadena de sucesos surgieron, con virulencia, varios movimientos latinoamericanos de liberación, que se cristalizaron en el advenimiento, con sus luces y sombras, de los denominados gobiernos del “socialismo del siglo XXI”. Y los medios de información fueron destacados actores de esos momentos de polarización.

 

Hoy, a 17 años del 11 de septiembre, los movimientos sociales siguen en combate y vienen buscando respuestas históricas e inteligentes a la crisis del viejo mundo del capital.

  

Miguel Pinto Parabá es periodista

 

https://www.alainet.org/es/articulo/195207
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