Para la memoria, la paz. A Evio Di Marzo

29/05/2018
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La escultura de la no violencia de Carl Fredrik Reuterswärd fue la manera en la cual el artista recordó la muerte de John Lennon para que las armas no sigan usándose.

 

El asesinato del cantante Evio Di Marzo vuelve a desnudar algunas cosas terribles de nuestra sociedad y aunque no tengo un conocimiento de vida de muchas épocas pasadas que me permitan asegurar que esto fue –o no fue- así en el pasado, tengo la certeza que es inadmisible en el presente.

 

Según reseñó la prensa, el 28 de mayo de 2018, Evio Di Marzo fue asesinado por unos hombres que intentaron robarle su carro, a lo que se resistió e intentó huir, siendo herido de bala y colisionando luego. Llegó a un hospital caraqueño sin signos vitales y así fue, como una voz de Venezuela se eclipsó.

 

Di Marzo no fue hijo único, de hecho, su hermano es otro icono musical venezolano y ellos, como en tantas familias ocurre, militaban cada uno para un sector de la política venezolana. Evio, con el chavismo. Yordano, con la oposición.

 

Evio fue chavista, muy chavista y crítico, muy crítico. Por lo que, para la oposición era una decepción y para algunos chavistas, una incomodidad. Dudo que para alguien no haya sido un hombre honesto porque eso fue, saliendo del mundo de la superficialidad y la parafernalia.

 

Su asesinato para algunos es casi que su culpa. Al final, los chavistas son culpables de todo lo malo que ocurre, sea nuevo o viejo. Merecen, decía hasta una senadora de Estados Unidos, ser sancionados por decisiones políticas. Por lo que, algunos dicen primero que era el hermano chavista como queriendo decir que fue “bien asesinado”.

 

Un ser, autoidentificado como chavista, se montó en esa ola destacando las diferencias de Evio en relación a Yordano, de quien estimó que la muerte no sería una lástima. En un acto sumamente vergonzoso que no debe dejarse pasar.

 

¿Qué país somos y qué país queremos? ¿Qué familia es la familia venezolana? Yo no creo en ese país. Jamás lo haré. Ni en su existencia porque ese no es el país que recorro y sobretodo en que esos ruidosos seres formen parte representativa del corazón venezolano. No conozco una sola familia que milite homogéneamente en uno de los bandos de la política y daré mi vida por el derecho de los otros a existir. Sean o no mi familia.

 

Pienso en esta hora como nuestro gran poeta Andrés Eloy Blanco “Por mí, ni un odio, hijo mío,/ni un solo rencor por mí,/no derramar ni la sangre/que cabe en un colibrí,/ni andar cobrándole al hilo/la cuenta del padre ruín/y no olvidar que las hijas/del que me hiciera sufrir/para ti han de ser sagradas/como las hijas del Cid.”

 

Estoy convencida, como ya lo comentaba en el capítulo que enfrentó a Pedro Carreño con Isaías Rodríguez que Venezuela no es un país que necesite insultos o descalificaciones, mucho menos en el que veamos avanzar ideas terribles como si se tratase de agua corriente. Los linchamientos, la persecución internacional de “rojos”, la justificación de la muerte por “chavistas” o el deseo del sufrimiento de un “escuálido”, hacen que este sea un país donde difícilmente podemos respirar.

 

La mayoría de este pueblo no es ese. Es el tío que se burla en la comida familiar o la vecina que baja el último sorbito de café que había guardado para regalarse incluso a un desconocido. Estoy absolutamente segura que esto podremos pararlo porque somos más aunque hagamos menos ruido.

 

El hampa, ya lo decía Domingo Alberto Rangel, hace ya mucho tiempo que está por encima de todos los poderes. Ya se ha llevado demasiadas vidas. Las vidas suburbanas de tanta gente que sólo recuerdan sus abuelas; la vida de algunos destacados músicos, poetas, pintores, políticos y médicos que han dejado un cráter en la esperanza.

 

La respuesta que no se ha dado cuando se desbordó en los setenta, cuando sigue viva y apabullante en el 2018, no está en abandonar la calle y dejar que a todos nos coma el alma; ni en irnos del país pero sobretodo no está en dejarnos picar del odio maldito que la alimenta.

 

Ojalá que pronto evitemos todos la muerte, amando la vida. Amándola en nosotros y en los otros, quitando del camino esas carroñas que del color que se vistan aparecen desalmadas, perversas.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193169?language=es
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