Costa Rica: Y luego de vencer al fundamentalismo religioso, ¿qué?
- Opinión
La segunda ronda electoral celebrada el pasado 1 abril del 2018 en Costa Rica, deja diversas lecturas.
La primera es que el partido político hegemónico de la segunda república costarricense del siglo XX, el que alguna vez fuera el socialdemócrata Partido Liberación Nacional, ha sufrido un resquebrajamiento estructural tras dos derrotas consecutivas: 2014 y 2018. En ambos casos con las más bajas votaciones de su historia. En esta segunda ronda, su dirigencia demostró un desfase y desconexión total con la realidad, cuando de manera oportunista, basados en dudosas encuestas, respaldaron al fundamentalismo religioso.
Sirvió también esta elección para que los grupos económicos y políticos históricamente dominantes, “salieran del clóset”, y mostraran abiertamente por primera vez su talante misógino, homofóbico, racista y excluyente, que por décadas no quisieron evidenciar, motivados por el discurso teocrático religioso del Partido Restauración Nacional.
De otro lado, quedó constancia de que años de avances sostenidos en alcanzar mayores niveles de igualdad en derechos humanos y de tolerancia a la diversidad, efectivamente calaron en el imaginario del conjunto de la sociedad, principalmente en las nuevas generaciones. Ello explica la altísima votación de esta segunda ronda, que incluso provocó que bajara el abstencionismo con respecto a la primera ronda. La prueba es que el hoy presidente aumentó en un 300 por ciento su votación, con respecto a los resultados obtenidos en la primera ronda, mientras que el candidato perdedor aumentó solamente un 60 por ciento. Es decir, la gente salió a votar masivamente por la igualdad y la tolerancia.
Pero, siempre hay un pero, las regiones más pobres, las más excluidas, que son las zonas costeras/rurales no sólo fueron donde hubo los mayores niveles de abstencionismo en ambas rondas, sino que además fueron las regiones en las que el fundamentalismo religioso ganó. Ello es resultado del abandono de la acción estatal, de la lógica neoliberal de exclusión de polos de desarrollo, pero también del crecimiento exponencial de las iglesias neopentecostales que en ese contexto, construyeron tejido social.
Esta elección también mostró el resquebrajamiento de la estructura de clases sociales en Costa Rica, en materia de concepciones y valores. Los sectores medios urbanos del centro del país lograron imponer su visión más tolerante. Los sectores urbanos y rurales más empobrecidos del centro y la periferia en cambio, han sido ganados en la cultura de la intolerancia por parte del fundamentalismo neopentecostal. Esto último muy semejante al resto de América Latina.
La segunda ronda electoral no tuvo como eje movilizador la búsqueda de la igualdad económica, ni la lucha por la redistribución de la riqueza, ni contra la pobreza, ni contra el alto costo de la vida o por mejores empleos como es lo usual en una campaña electoral. El eje central fue el tema de la igualdad en derechos humanos y contra el fundamentalismo religioso, ello permitió que alrededor del Partido Acción Ciudadana (PAC), para esta segunda ronda, se nucleara un abanico multiforme de fuerzas políticas y sociales: el movimiento de mujeres, de jóvenes, los sindicatos a pesar de las reservas, parte de la izquierda política y también una parte de la derecha tradicional.
En síntesis, podríamos colocar como conclusiones de este proceso electoral 1) que se rompe ya en forma casi definitiva el sistema tradicional del bipartidismo político; 2) ante ese escenario los sectores conservadores neoliberales migran y tratan de recomponerse en las nuevas estructuras partidarias; 3) los sectores religiosos fundamentalistas ganan espacio político y se convierten en actor fundamental en la Asamblea Legislativa con la segunda bancada mayoritaria; y 4) en general hay un giro a la derecha en el escenario político costarricense. En términos positivos, únicamente se ha logrado detener que una teocracia asumiera la conducción del país.
Como desafío, todo indica que se está fraguando una nueva alianza neoconservadora en materia económica, en afectación de los derechos laborales, en política internacional, en materia fiscal y en atracción de inversiones. Lamentablemente, en la reconfiguración de dicha alianza también está jugando el gobierno recién electo, que al igual que la derecha tradicional o el fundamentalismo religioso, es en economía radicalmente neoliberal.
En el horizonte se puede vislumbrar un escenario de confrontación, movilización y lucha en las calles por parte del movimiento social organizado. Es que la lucha por la igualdad de los derechos humanos, por las políticas de reconocimiento es fundamental, pero no es suficiente. Se requiere incorporar la lucha por la justicia social, por la inclusión económica, por la redistribución. En tal sentido, ya no tenemos la misma homogeneidad que tuvimos el pasado 1 de abril, sino que regresamos el escenario de disputa entre los ganadores y los perdedores del modelo económico neoliberal.
Jorge Coronado
Analista político costarricense.
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